“LA GUERRA ES LA PAZ.- Nadie ha utilizado la máxima orwelliana de
"La guerra es la paz" mejor que Donald Trump. En 1948 de Orwell, el
Partido mantiene la estabilidad en su país al librar una guerra constante en
otros lugares. Algunos sostienen que el
presidente estadounidense es "analfabeto"
e "ignorante". Otros
argumentan que sus habilidades intelectuales son limitadas. He leído
algunas evaluaciones negativas de la condición mental del presidente. Pero nadie realmente puede discutir los
logros de Trump. Contra todo pronóstico, Trump se convirtió en presidente. A pesar de los incansables
esfuerzos para desalojarlo de su cargo ha logrado aferrarse a la Casa Blanca. Regularmente toma
decisiones impopulares impredecibles que no tienen sentido para la mayoría de
las personas razonables e inteligentes. Se
comunica con el mundo mediante frases fragmentadas y tuits. Sin embargo y milagrosamente prevalece”.
“Para una persona que supuestamente no ha leído un libro completo en
su vida, Trump ha logrado mucho. ¿Cómo lo hace? ¿Qué pasa
en su mente? La guerra es la paz parece estar en el centro de la estrategia de
supervivencia de Trump. La guerra es la
zona de confort de Trump.
Desde
su primer día en el cargo el presidente estadounidense no ha desaprovechado la
oportunidad de amenazar la paz mundial. Provocó a Irán, enfureció a Corea del Norte y ahora pretende enfadar a los palestinos. Corea del Norte aparentemente deprimida
fue altamente funcional para contrarrestar la agresión de Estados Unidos. Los ingenieros de Kim Jong-un tardaron solo unos meses en presentar la capacidad
balística que podría reducir las ciudades estadounidenses a polvo. Corea del Norte es demasiado peligrosa para
Trump. Como superpotencia regional, Irán tampoco es un enemigo ideal. Trump necesitaba lanzar una nueva
batalla contra un enemigo sustancialmente más débil. Los palestinos son los
antagonistas perfectos.
La guerra en Palestina es tranquilidad de espíritu en Washington.
Esto parece ajustarse a la doctrina de Trump.
Pero, ¿son los palestinos realmente ideales para este juego? Los comentaristas israelíes creen que los
líderes árabes y musulmanes no apoyarán a Palestina. El riesgo es que las
masas árabes y musulmanas reaccionen de manera muy diferente. La situación podría volverse rápidamente
volátil. Y la pregunta crucial que los estadounidenses deben hacerse mañana
por la mañana es cómo "la guerra es
la paz"' de Trump "vuelve a hacer grande a América". No es
así. Esta
es simplemente una táctica de supervivencia por parte de Trump.
Beneficia a Trump y solo a Trump.
Por lo que yo puedo decir, Trump
está haciendo un gran trabajo eliminando lo que queda de la hegemonía mundial
de Estados Unidos.
Si otorgáramos a Trump otro año más en
el cargo, suponiendo que el planeta lo
acepte, el prestigio y la influencia estadounidenses se reducirán a la nada.
Algunos pueden argumentar que esto hace que Trump sea una fuerza positiva en la política
mundial contemporánea”. Gilad Atzmon Gilad.co.uk. Traducido del inglés
para Rebelión por J.M.
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EL FIN DE LA DIPLOMACIA DE
EEUU EN ORIENTE MEDIO
*****
Ramzy Baroud, Middle East Monitor.
Sábado 9 de diciembre del 2017.
El llamado
proceso de paz, la solución de dos Estados, “la fórmula de paz por territorio”
y todo el resto de agotados clichés llevan muertos y en estado de
descomposición mucho tiempo ya. Pero el anuncio
de Trump de reconocer oficialmente Jerusalén como capital de Israel ha puesto
también fin a la ilusión de que EEUU estuvo alguna vez interesado en conseguir
una paz justa y duradera entre Israel y sus vecinos.
¿Les queda algo por
decir a todos aquellos que pusieron en suspenso el proyecto nacional
palestino de liberación durante casi tres décadas, esperando que EEUU cumpliera
su autodesignado papel de “mediador honesto de la paz”?
El
movimiento Fatah del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, declaró
un “día de la ira” en respuesta al anuncio de Trump. Una forma de desviar la
atención de la crisis real que nos ocupa: el hecho de que la AP ha fracasado
miserablemente al haber arrendado el destino de Palestina a Washington y, por
extensión, también a Israel.
El reciente love
affair
“He decidido
que es hora ya de reconocer oficialmente a Jerusalén como capital de Israel”,
dijo Trump en Washington. El aguerrido presidente ha hecho lo que muchos le
habían pedido que no hiciera. Pero la verdad es que la política exterior
estadounidense lleva años en bancarrota. Nunca fue justa, ni siquiera intentó
serlo.
Las palabras
de Trump desde Washington fueron una versión domesticada del comunicado que
hizo el pasado año ante el lobby de Israel.
En marzo de
2016, el candidato republicano a la presidencia, Trump, pronunció su famoso
discurso ante el Comité de Asuntos Públicos Americano-Israelí (AIPAC, por sus
siglas en inglés). Fue entonces cuando reveló el tipo de político que
verdaderamente es. Para los niveles de Washington, era un “buen político”,
alguien carente de valores.
En su discurso hizo muchas promesas a Israel. La gran multitud allí reunida no podía contener el vértigo.
En su discurso hizo muchas promesas a Israel. La gran multitud allí reunida no podía contener el vértigo.
De las
muchas afirmaciones falsas y promesas peligrosas que Trump hizo, hubo alguna
particularmente única, ya que ofreció unas primeras pistas de cómo iba a ser la
futura política de su administración respecto a Israel y Palestina. Las señales
no fueron muy prometedoras:
“Cuando EEUU apoya a Israel, las oportunidades de paz
aumentan real y exponencialmente. Esto es lo que sucederá cuando Donald Trump
sea presidente de los Estados Unidos”, declaró, una afirmación fraudulenta que
fue precedida de fuertes aplausos y que terminó incluso con un júbilo aún más arrollador.
“Trasladaremos
la embajada estadounidense a la capital eterna del pueblo judío, Jerusalén”,
anunció. La mezcla de vítores y aplausos fue ensordecedora.
Sin embargo,
la verdad es que la historia de amor de Trump con Israel es en realidad relativamente
reciente. En el pasado había hecho varios pronunciamientos que habían irritado de hecho a Israel y a sus poderosos patrocinadores estadounidenses. Pero cuando
crecieron sus posibilidades de convertirse en el candidato republicano, también
aumentó su disposición a decir cuanto fuera necesario para ganarse la
aprobación de Israel. ¿Acaso no es ese el American way de hacer
política?
Ahora que
Trump es presidente, está desesperado por mantener el apoyo del mismo
electorado que fue ante todo el que le llevó a la Casa Blanca. El electorado
cristiano- evangélico, conservador y de derechas, sigue siendo la base de su
accidentada presidencia.
Por tanto, el 4 de diciembre, Trump levantó el teléfono y empezó a llamar a los dirigentes árabes para informarles
de su decisión de anunciar una medida que llevaba años retrasándose: trasladar
la embajada de EEUU de Tel Aviv a Jerusalén.
Los árabes
echaban humo, o quizá necesitaban jugar a echarlo, porque esa medida iba
seguramente a crear más desestabilización en una región que lleva años inmersa
en un curso destructivo. Gran parte de esa inestabilidad es el resultado de las
políticas equivocadas de EEUU, basadas en guerras injustificables, y de su ciego
apoyo a Israel.
Además, el
campo proestadounidense de Oriente Medio ha estado inmerso en constantes
conflictos, divisiones internas y un sentimiento creciente de abandono por
parte de EEUU.
¿Por qué Jerusalén?
Trump, al
declarar que Jerusalén es la capital de Israel, ha eliminado una piedra angular
de la política exterior de EEUU en Oriente Medio. Ya no puede haber conversaciones
sobre la “solución de dos Estados”, un “Estado palestino con Jerusalén Este
como su capital” y todo el resto de tópicos que definieron durante décadas el
discurso político estadounidense en la región.
Peor aún, las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas han servido desde 1967 de distintivo del enfoque de EEUU respecto al denominado “conflicto palestino-israelí”. Las resoluciones piden la retirada israelí de los territorios que ocupa desde la guerra de 1967. Desde entonces, Jerusalén Este ha sido reconocida por el derecho internacional, e incluso por todos los países que establecieron lazos diplomáticos con Israel, como parte integral de los Territorios Ocupados.
La reciente decisión de Trump constituye un giro total en el enfoque de EEUU, no sólo respecto a su propia definición funcional de los esfuerzos por la paz, sino frente a todo Oriente Medio, considerando que Palestina e Israel han estado en el centro de la mayor parte de los conflictos de la región.
En marzo de 2016, cuando Trump anunció eufóricamente sus intenciones de trasladar la embajada de su país a Jerusalén, bien pudo parecer que hablaba como cualquier político estadounidense: haciendo elevadas promesas que no pueden cumplirse.
Peor aún, las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas han servido desde 1967 de distintivo del enfoque de EEUU respecto al denominado “conflicto palestino-israelí”. Las resoluciones piden la retirada israelí de los territorios que ocupa desde la guerra de 1967. Desde entonces, Jerusalén Este ha sido reconocida por el derecho internacional, e incluso por todos los países que establecieron lazos diplomáticos con Israel, como parte integral de los Territorios Ocupados.
La reciente decisión de Trump constituye un giro total en el enfoque de EEUU, no sólo respecto a su propia definición funcional de los esfuerzos por la paz, sino frente a todo Oriente Medio, considerando que Palestina e Israel han estado en el centro de la mayor parte de los conflictos de la región.
En marzo de 2016, cuando Trump anunció eufóricamente sus intenciones de trasladar la embajada de su país a Jerusalén, bien pudo parecer que hablaba como cualquier político estadounidense: haciendo elevadas promesas que no pueden cumplirse.
Quizá, pero
hay factores que hicieron que este traslado de su embajada resultara una opción
atractiva para la administración Trump.
EEUU está
actualmente experimentando una inestabilidad y polarización política sin
precedentes. Los comentarios sobre una posible destitución del presidente van cobrando impulso, a la vez que sus funcionarios están siendo
llevados ante los investigadores del Departamento de Justicia a partir de
diversas acusaciones, incluso de colusión con potencias extranjeras.
En estas circunstancias, no hay decisión o tema que Trump pueda abordar sin encontrarse inmerso en una tormenta política, excepto en una cuestión, que es la de Israel. Estar a favor de Israel ha unido históricamente a los dos partidos principales de EEUU, al Congreso, a los medios de comunicación y a muchos estadounidenses, entre ellos la base política de Trump.
De hecho, cuando el Congreso aprobó el Acta de la Embajada de Jerusalén en 1995, violando supuestamente su función legislativa, el interés de Trump por la política era bastante fortuito y enteramente personal.
En estas circunstancias, no hay decisión o tema que Trump pueda abordar sin encontrarse inmerso en una tormenta política, excepto en una cuestión, que es la de Israel. Estar a favor de Israel ha unido históricamente a los dos partidos principales de EEUU, al Congreso, a los medios de comunicación y a muchos estadounidenses, entre ellos la base política de Trump.
De hecho, cuando el Congreso aprobó el Acta de la Embajada de Jerusalén en 1995, violando supuestamente su función legislativa, el interés de Trump por la política era bastante fortuito y enteramente personal.
Colusión.
El Congreso fue incluso más lejos . Tratando de retorcerle el brazo a la Casa Blanca, añadió
una cláusula, dándole a la administración hasta mayo de 1999 para cumplir los
dictados del Congreso o enfrentarse a un recorte del 50% en el presupuesto del
Departamento de Estado asignado a la “Adquisición y Mantenimiento de Edificios
en el Extranjero”.
Fue un
ultimátum imposible. EEUU, por entonces, se había posicionado como “mediador
honesto por la paz” en el proceso de paz, un marco político que definía toda su
perspectiva de la política exterior estadounidense en Oriente Medio.
Para evitar
violar el derecho público del Congreso y mantener un hilo, aunque delgado, de
credibilidad, cada presidente estadounidense ha firmado una exención por seis
meses; un tecnicismo en la Sección 7 de la ley que permitía a la Casa Blanca
aplazar el traslado de la embajada.
Avance rápido hacia el discurso de Trump ante el AIPAC. Su promesa de trasladar la embajada parecía entonces algo meramente frívolo y oportunista.
Sin embargo, esa fue una valoración equivocada. La colusión entre el equipo de Trump e Israel empezó incluso antes de que entrara en el Despacho Oval. Trabajaron juntos para socavar los esfuerzos de la ONU en diciembre de 2016, que intentaba aprobar una resolución condenando los continuados asentamientos ilegales de Israel en los Territorios Ocupados, incluyendo Jerusalén.
Avance rápido hacia el discurso de Trump ante el AIPAC. Su promesa de trasladar la embajada parecía entonces algo meramente frívolo y oportunista.
Sin embargo, esa fue una valoración equivocada. La colusión entre el equipo de Trump e Israel empezó incluso antes de que entrara en el Despacho Oval. Trabajaron juntos para socavar los esfuerzos de la ONU en diciembre de 2016, que intentaba aprobar una resolución condenando los continuados asentamientos ilegales de Israel en los Territorios Ocupados, incluyendo Jerusalén.
Los nombres
de los individuos afiliados a la política de la administración hacia Israel
dice mucho de la naturaleza mesiánica de la perspectiva futura del gobierno.
David Friedman, el abogado de la bancarrota de Trump, fue designado embajador
de EEUU en Israel; Jason Greenblatt fue nombrado alto negociador de la
administración para Oriente Medio. Ambos hombres eran conocidos por sus puntos
de vista extremistas pro-Israel, puntos de vista que incluso los medios
dominantes estadounidenses consideraban peligrosos .
Jared Kushner, yerno de Trump y buen amigo del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, fue el elegido para dirigir los esfuerzos de “paz”. Claramente, la dedicación de Trump a Israel no es algo efímero.
Jared Kushner, yerno de Trump y buen amigo del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, fue el elegido para dirigir los esfuerzos de “paz”. Claramente, la dedicación de Trump a Israel no es algo efímero.
Al aceptar
la anexión ilegal por Israel de la Jerusalén Este ocupada, Trump pone fin a una
táctica política estadounidense que duraba décadas: la de apoyar
incondicionalmente a Israel mientras se presentaba como parte honesta y
neutral. Aunque su decisión tiene como objetivo apaciguar a Israel, sus aliados
estadounidenses en el gobierno y su base de fundamentalistas y conservadores,
está también arrancándose una máscara que todos los presidentes de EEUU han ido
desgastando durante décadas.
No obstante, la decisión de Trump, aunque alterará el delicado equilibrio político en Oriente Medio, no anulará ni revertirá el derecho internacional. Significa simplemente que EEUU ha decidido dejar de fingir y pasarse completamente al campo israelí, aislándose aún más del resto del mundo al desafiar abiertamente el derecho internacional.
No obstante, la decisión de Trump, aunque alterará el delicado equilibrio político en Oriente Medio, no anulará ni revertirá el derecho internacional. Significa simplemente que EEUU ha decidido dejar de fingir y pasarse completamente al campo israelí, aislándose aún más del resto del mundo al desafiar abiertamente el derecho internacional.
Y al hacerlo así negará, cosa rara, el
paradójico papel que forjó para sí mismo en los últimos cincuenta años: el de
pacificador.
______________
El Dr. Ramzy Baroud lleva
más de veinte años escribiendo sobre Oriente Medio. Es un columnista
internacional, consultor de medios, autor de varios libros y fundador de PalestineChronicle.com. Su ultimo
libro es “My Father Was a Freedom
Fighter: Gaza’s Untold Story” (Pluto Press, Londres). Su página
web es: www.ramzybaroud.net
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo
Fernández.
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