La fragilidad de los mecanismos de control, la
irresponsabilidad de los poderes públicos, la sustitución de instituciones
democráticas por instituciones tecnocráticas y la aprobación de técnicas y
procedimientos que evalúan los derechos en función de su eficacia económica,
además, provocan que las legislaciones se impregnen de oscuridad y “confusión
democrática”. El secreto y la opacidad son elementos constituyentes del nuevo
Derecho Corporativo Global y forman parte de su metabolismo funcional. De
hecho, las reglas de comercio e inversiones se elaboran fuera del control
parlamentario y muy alejadas de la ciudadanía. Casi nunca se conocen los
negociadores concretos, los criterios utilizados, las decisiones adoptadas… y
se envuelve todo el procedimiento de valoraciones técnicas que “necesitan de la
confianza” y “discreción entre los negociadores”. Las decisiones se toman a
espaldas de las mayorías sociales y al margen de los procedimientos
parlamentarios, “secuestrando” los textos en discusión incluso a los
representantes públicos.
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Gobernantes Europeos, "que gobiernan" a través de la Troika - el Banco Central Europeo, la Comisión Económica Europea y el Fondo Monetrario Internacional. La práctica más representativa de lo que en realidad han convertido los gobienos neoliberales, "La Mercantilización de la Democracia".
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LA MERCANTILIZACIÓN DE LA
DEMOCRACIA.
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Juan
Hernández Zubizarreta y Pedro Ramiro.
La
Marea. Jueves 21 de diciembre del 2107.
La profunda crisis normativa en la que nos
encontramos se ha convertido en un campo más de experimentación donde
transformar el Derecho en una armadura jurídica de dominación, pasando a formar
parte –de manera expresa y con funcionamiento autónomo– del conjunto de
mecanismos de opresión de las mayorías sociales. La mercantilización de la
democracia es una de sus expresiones más preocupantes.
Con la crisis económica y financiera que se inició
en 2008 se ha ido consolidando esa tendencia por la que los gobiernos deben
acatar “normas inviolables” que sustraen las reglas del mercado al control de
la democracia representativa. Se trata de aprobar y constitucionalizar una
serie de límites no negociables por la soberanía popular. Y así parece que la
democracia se convierte en un procedimiento de designación de gobernantes,
cuyas decisiones quedan constreñidas por una armadura jurídica infranqueable al
margen de la alternancia electoral. Son normas que permiten al mercado actuar
sin límites y garantizar la acumulación de riqueza por parte de las grandes
corporaciones transnacionales. No podemos olvidar que, al fin y al cabo, las
constituciones son “mecanismos estabilizadores” que formalizan jurídicamente
las relaciones de fuerza en el combate socio-político.
Desde esta perspectiva, las normas privadas pasan a
situarse en la cúspide de la pirámide normativa. Y se convierten en una
“constitución económica” que se impone –en la mayoría de las ocasiones sin
ninguna oposición de los gobiernos– a los poderes ejecutivo y legislativo,
sometiendo la soberanía popular al sistema económico capitalista. Por su parte,
el poder judicial queda vinculado a la mera interpretación de esa sacrosanta
constitución económica. Como afirman Laval y Dardot, se sustituye el
gobierno de las personas por el gobierno de las leyes privadas.
Esta constitución económica, eso sí, no se
encuentra formalizada en ningún texto jurídico. Es una suma de normas,
disposiciones, decisiones, pactos, tratados, resoluciones judiciales, planes,
recomendaciones, rescates, deudas soberanas, indicadores riego-país, tratados
comerciales y acuerdos de inversión, laudos arbitrales, etc. Todos ellos
entrelazados, “amontonados” y superpuestos, de forma que desacoplan las reglas
de la jerarquía normativa, el imperio de la ley y el Estado de Derecho.
De la reforma del artículo 135 de la constitución
española hasta la aprobación del CETA, pasando por el acuerdo comercial entre la Unión Europea y Japón que se ha anunciado hace
unos días, se trata de normas que se sustraen a la democracia y a los
derechos de las mayorías sociales. Un nuevo marco institucional que fortalece
el mercado, la propiedad privada, la privatización y la desregulación de los
derechos sociales. Y que se vincula, a la vez, con acciones públicas que
incorporan a la armadura jurídica de dominación la estabilidad monetaria, el
control de la inflación, la austeridad fiscal, el no endeudamiento, la
“independencia” de los bancos centrales, el pago de la deuda… Normas privadas
constitucionalizadas que todo el mundo debe obedecer, al margen de los vaivenes
de la democracia representativa. Lo que resulta novedoso es que se formaliza
constitucionalmente la protección de los intereses de las clases dominantes y
se disciplina la soberanía popular a las reglas de derecho privado.
Esta es una tendencia que viene fraguándose desde
hace años y que el modelo neoliberal ha ido implementando poco a poco. Sería
muy interesante disponer de un análisis detallado sobre los límites que las
armaduras jurídicas globales heredadas por los gobiernos progresistas en
América Latina han supuesto para el ejercicio de las políticas públicas a favor
de las mayorías sociales, ya que nos podría dar mucha luz respecto a las
dificultades que conlleva poner en práctica la voluntad popular. En cualquier
caso, la Unión Europea es un ejemplo paradigmático en esta línea. Recordemos
aquellas palabras de Juncker hace tres años cuando dijo que no podrían
celebrarse elecciones que contravinieran los tratados europeos.
Esta afirmación implica limitar los cambios
sustanciales que pueda generar la alternancia electoral y, al mismo tiempo,
consolidar de facto las reglas económicas por encima de las
normas que protegen los derechos humanos y socioambientales que también forman
parte de los mismos tratados. Y como nos demuestra la experiencia reciente de
Grecia, representa una amenaza latente para toda opción política que pretenda
modificar los intereses corporativos constitucionalizados. ¿Qué papel jugaron
la Carta Europa de Derechos Fundamentales de la UE o la Convención Europea de
Derechos Humanos en las decisiones que la troika impuso al pueblo griego que,
por cierto, había ejercido su soberanía por medio de un referéndum democrático?
Absolutamente ninguno.
Además, la propuesta de las instituciones
comunitarias y de la mayoría de los gobiernos miembros de la Unión incide en la
necesidad de filtrar la voluntad de las mayorías al ejercicio “responsable” de
la política de los gobernantes, que deben ajustar la soberanía popular a las
reglas privadas de carácter económico que consolidan la armadura jurídica de
dominación. La aprobación de la reforma constitucional exprés para limitar el
déficit público del gobierno Zapatero es nuevamente un ejemplo paradigmático al
respecto.
La privatización de las normas jurídicas está
dislocando los núcleos centrales y garantistas del Derecho. Así, el “derecho
oficial” pierde su centralidad y se desestructura al coexistir con otro derecho
no oficial dictado por diversos legisladores –no democráticos, como el Banco
Mundial, el FMI, la OMC, el Banco Central Europeo, etc.– en el ámbito de la
globalización neoliberal. A eso hay que añadir la “contractualización” de la
ley y de las relaciones económicas, lo que provoca la anulación de los
procedimientos legislativos, la dislocación de la separación de poderes y la
mutilación de la soberanía de los pueblos y naciones. De este modo, se
van suprimiendo las normas parlamentarias generales y se sustituyen por
sistemas contractuales asimétricos o de adhesión, muy especializados,
fragmentados y de una altísima complejidad técnica. Todos ellos, atravesados
por las relaciones de poder que imponen las clases dominantes.
Como colofón, los acuerdos y tratados de comercio e
inversiones van privatizando el poder judicial mediante los tribunales
arbitrales. Igualmente, van “administrativizando” el poder legislativo,
subordinándolo a instituciones y procedimientos que profundizan en la libre
competencia y en la mercantilización de todas y cada una de las esferas del
sector público y el interés general.
La fragilidad de los mecanismos de control, la
irresponsabilidad de los poderes públicos, la sustitución de instituciones
democráticas por instituciones tecnocráticas y la aprobación de técnicas y
procedimientos que evalúan los derechos en función de su eficacia económica,
además, provocan que las legislaciones se impregnen de oscuridad y “confusión
democrática”. El secreto y la opacidad son elementos constituyentes del nuevo
Derecho Corporativo Global y forman parte de su metabolismo funcional. De
hecho, las reglas de comercio e inversiones se elaboran fuera del control
parlamentario y muy alejadas de la ciudadanía. Casi nunca se conocen los
negociadores concretos, los criterios utilizados, las decisiones adoptadas… y
se envuelve todo el procedimiento de valoraciones técnicas que “necesitan de la
confianza” y “discreción entre los negociadores”. Las decisiones se toman a
espaldas de las mayorías sociales y al margen de los procedimientos
parlamentarios, “secuestrando” los textos en discusión incluso a los
representantes públicos.
Todo ello va alejando a la ciudadanía del control
de los centros reales de poder, consolidando mecanismos autoritarios y
debilitando la legitimidad de las instituciones representativas. Y es que la
privatización de las normas jurídicas y la mercantilización de la democracia
están provocando que los derechos humanos sean expulsados del imaginario
colectivo y que se esté procediendo a una reconfiguración de quiénes
son sujetos de derecho y quiénes quedan fuera de la categoría de seres humanos.
Lo que nos conduce a una nueva etapa en la descomposición del sistema
internacional de los derechos humanos: las normas privadas están desplazando a
los derechos humanos, protegiendo la “seguridad jurídica” de unos pocos frente
a los intereses de la mayor parte de la población.
Frente a la hegemonía del proyecto neoliberal, los
movimientos sociales y las comunidades en resistencia tenemos el reto de
diseñar nuevas formas de participación para todas aquellas personas que viven
en los márgenes del modelo político y económico. Y eso requiere, de entrada, reconstruir la
democracia y los derechos humanos desde abajo y para las de abajo.
JUAN HERNÁNDEZ ZUBIZARRETA Y PEDRO RAMIRO
(son investigadores del Observatorio de Multinacionales en América Latina
(OMAL)- Paz con Dignidad.
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