jueves, 15 de febrero de 2018

LA HIDRA CAPITALISTA GENERA SUS PROPIAS CRISIS.

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EL PENSAMIENTO CRÍTICO FRENTE  A LA HIDRA CAPITALISTA?.
El segundo tomo de la obra El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista incluye las ponencias e intervenciones –entre personas y colectivos– de 35 invitados al seminario que, con ese nombre, se llevó a cabo en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, del 29 de abril al 9 de mayo de 2015. Los textos compilados, que van desde salutaciones, intervenciones o palabras hasta ponencias formales, tocan una extensa variedad de temas que, en su mayoría, tratan de responder a la convocatoria de los zapatistas en torno al ejercicio de un pensamiento crítico, no haragán ni rutinario, mucho menos conformista, que contribuya a las luchas emancipadoras y anticapitalistas, frente a ese monstruo de múltiples cabezas: la hidra, que ha llevado a la humanidad, y al planeta mismo, a la deriva de su posible destrucción.

A diferencia del primer tomo, en el que se incluyen todas las participaciones de los miembros de EZLN, que se caracteriza por su coherencia interna, en su diversidad temática, en este libro se exponen diversas posiciones políticas, en un conjunto también muy heterogéneo de asuntos que, no obstante, en su mayoría expresan un esfuerzo por profundizar en el diagnóstico de la tormenta en que estamos inmersos, y en las propuestas para la construcción de un proyecto alternativo al capitalismo.

Las palabras iniciales de los padres y madres de los normalistas de Ayotzinapa víctimas de desaparición forzada, dan cuenta de esos lazos de ternura que unifican las luchas en un torrente de rabia digna y solidaridad recíproca frente a un Estado criminal, unos construyendo autonomía y otros buscando a sus hijos hasta encontrarlos, ¡cueste lo que cueste!

Juan Villoro refiere a la pérdida de los seres humanos de la relación directa con nuestra residencia en la Tierra, abismados en el mundo virtual de la televisión y las computadoras (y añadiría, el teléfono celular), esa vida espectral que produce un nuevo egoísmo. Nos recuerda que el mundo material existe y debe transformarse, y destaca el lema de la Universidad de la Tierra, ¿Y tú qué?, mientras cuestiona la erosión del mundo en aras del progreso, el cual representa ya una insensatez. Sostiene que la contemporaneidad hay que concebirla a partir del cambio, y de ahí el carácter contemporáneo del zapatismo. Afirma que el pensamiento conservador se refugia en el análisis del presente, abdica de su responsabilidad ante el futuro y critica a quienes fincan su independencia en el inmovilismo de no estar ni a favor ni en contra. Asegura que el comunismo no fue el brebaje cura-todo que la Revolución soviética prometió en su alborada, pero la necesidad de asociar el pensamiento con la modificación de la realidad no ha perdido urgencia. El zapatismo representa una modernidad genuina, mientras la construcción de otra forma de vida se fundamenta en la comunidad, donde el nosotros predomina sobre el yo. Una ética de valores compartidos. En este ámbito, el poder no es un fin en sí mismo, sino un servicio que se rige por un lema dialéctico: mandar obedeciendo.


 

Un buen puñado de intelectuales y activistas respondieron a la convocatoria del zapatismo que organizó un «semillero de ideas» durante una semana en dos espacios de Chiapas, donde se escucharon análisis que abordaron desde la crisis ambiental y el feminismo hasta las crisis económicas y la violencia.
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Adolfo Gilly ofrece una perspectiva sobre lo que denomina la unificación financiera del mundo, una nueva época del capitalismo y de la relación de dominación del capital sobre el trabajo y la naturaleza. Sostiene que “estamos ante una forma inédita de la relación de dominación y subordinación: la dominación universal del mundo y el mando de las finanzas –el capital financiero global– sobre las sociedades y las economías… [Y] una humanidad que ve y vive la destrucción o la degradación de sus mundos de la vida.” Esto ha traído consigo, señala, la conformación de un nuevo sujeto histórico: el trabajador mundial. Sostiene que no es el tiempo de la esperanza, sino el de la ira y la rabia.



Sergio Rodríguez Lascano debate sobre el poder y la izquierda, en el que las posiciones se polarizaron sin atenerse a la nueva realidad del capitalismo. Afirma que hoy en día la estrategia de una buena parte de la izquierda no es tomar el poder para cambiar el país o el mundo, sino cambiar la administración (ni siquiera el gobierno) sin tocar el poder. Sostiene que vivimos un ciclo de acumulación de dinero ficticio, de un capital especulativo y un dominio de las finanzas de la sombra. Que el error fundamental del análisis geopolítico es que sigue entendiendo la economía mundial como la suma de las economías nacionales, cuando en realidad es la suma de las grandes sociedades financieras legales e ilegales y las grandes industrias con el crimen organizado o desorganizado. Sostiene que la crisis es la realidad permanente del capitalismo, su dinámica propia, su esencia. “Esta nueva forma del capital –el sistema financiero– arrasa países, pueblos, culturas, idiomas formas de vida.” En esta situación, el Estado-Nación ya no juega ningún papel de los que antes jugaba, en especial, el de regulador de la inversión… La burguesía nacional es parte del museo de las reliquias.” Al igual que Juan Villoro, Sergio considera que “la tormenta que se avecina no es producto de la barbarie, sino del… Progreso…

 La catástrofe que se avecina no es una crisis más en la historia del capitalismo. Es un ajuste de cuentas entre el capital y la humanidad, y va más allá de las buenas o malas intenciones de tal o cual gobierno”. Piensa que, para el caso mexicano, la tormenta ya está entre nosotros. Enumera nuevas características del capitalismo como un proyecto de dominación que busca desorganizar-reorganizar desde luego la economía, pero también la cultura, los lazos humanos que se han construido desde siglos atrás, la economía moral de los que viven en el campo y las ciudades. Parte de estas características son: la concentración del poder en una treintena de ciudades, mientras a su lado hay otras zonas trascendentes para el futuro del capitalismo, porque en ellas se encuentran las reservas energéticas del mundo. Aquí, el control del territorio se convierte en factor productivo esencial en tanto directamente genera condiciones para engendrar valor. Este es hoy por hoy el escenario de las confrontaciones más significativas entre el capital y los guardianes de la tierra: los pueblos originarios. En cuanto al sujeto histórico de la revolución plantea: hoy no hay un núcleo unificado de resistencia, (sino) que hay una gran diversidad de procesos de rebeldía.

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“Ninguno de nosotros tiene control sobre las circunstancias en las que nos vemos obligados a trabajar, ni ninguna opción real sobre cómo nuestros trabajos o nuestras vidas pueden ser mejor gestionadas”. Y volví a pensar contra mí mismo: las sensaciones de los explotados se repiten, son cíclicas, suelen estar siempre dentro de la lucha por la supervivencia y, de vez en cuando, experimentan un brote de libertad.
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LA HIDRA CAPITALISTA GENERA SUS PROPIAS CRISIS.
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Legna Woodlan.

El Salto.

Rebelión jueves 15 de febrero del 2018.

Acusamos con frecuencia al capitalismo de vivir a base de sus propias crisis. Decimos que las necesita para autorregenerarse y sobrevivir. Y debe de ser cierto. Mo lo sé nunca. Nunca fui marxista, ni  economista ni capitalista. Así que solo hablo como trabajador, como anarcosindicalista y como lector y conservador de documentos.

Y mientras escribía este borrador, los Angry Workers publicaban en su Blog un artículo que muestra su satisfacción por haber encontrado unos textos de 1969 de Solidarity, otras personas que, desde el descontento, pretendían organizarse pero no institucionalizarse. Actuaban porque estaban descontentos con sus sueldos y condiciones de trabajo, con el producto final de su esfuerzo, con el sistema capitalista por tanto, pero descontentos también con las burocracias sindicales que ya no les representaban. Y, además, las gentes de Solidarity se autodefinían con un convencimiento:

“Ninguno de nosotros tiene control sobre las circunstancias en las que nos vemos obligados a trabajar, ni ninguna opción real sobre cómo nuestros trabajos o nuestras vidas pueden ser mejor gestionadas”. Y volví a pensar contra mí mismo: las sensaciones de los explotados se repiten, son cíclicas, suelen estar siempre dentro de la lucha por la supervivencia y, de vez en cuando, experimentan un brote de libertad.

Los ricos y las ricas (son menos, pero también las hay y actúan igual), que son quienes tienen capacidad para ir definiendo el futuro de millones de personas a través de influir sobre quienes escriben en los parlamentos leyes y normas que los empresarios y jueces se aplican a hacer funcionar dentro del orden establecido, los ricos, digo, tienen el tiempo y los medios para encontrarse con sus iguales y hacer planificaciones de futuro y, sin duda, en esas planificaciones entra que la historia no sea una cosa lineal sino una rueda que gira con sobresaltos controlados. Como una especie de noria gigante que unos mueven, a la que otros miran y de la que estos recogen los frutos. Una noria de la que quienes la hacen girar con su esfuerzo o quienes están dentro de la misma empujando, caerán tarde o temprano, sea con el desgaste por el propio esfuerzo o sea por uno de esos movimientos de sobresalto planificado y serán sustituidos por otros iguales. En la que quienes miran siempre apreciarán la belleza de su rueda por encima del dolor de sus remeros. Y una noria gracias a la cual las mismas familias de siempre, sin moverla ni mirarla, reciben el fruto que surge del movimiento.

Y empezamos ya en esas fábricas a dejar de ser artesanos, creadores de nuestros productos, para ser productores de cosas repetidas, para uso masivo. Y después iniciamos a ser bancarios que no banqueros, a mover papeles que no son producto útil en sí mismo, sino moneda de cambio de unas cosas por otras o de esfuerzo por comida. O a ser repartidores, o distribuidores o partes de una cadena. Y llegó un día en que alguien nos habló “de la sociedad del espectáculo”, una sociedad en la cual las relaciones entre mercancías han suplantado relaciones entre la gente y que la historia de la vida social se puede entender como “la declinación de ser en tener, y de tener en simplemente parecer” Y entramos en mayo del 68 y luego salimos de él y... así tantas y tantas veces creamos, producimos, monetarizamos, soñamos…

En los momentos en que estamos, desde el punto de vista de alguien que vende su capacidad de trabajo a un tercero para poder comer y procrear, podemos situarnos exactamente como siempre: empujando la noria y/o, temporalmente –paro, vacaciones...– mirando su belleza desde fuera. Y si tenemos conciencia de nuestro rol en esta sociedad, agrupándonos con otros y otras para minimizar nuestra explotación.
Mientras tanto, quienes tienen la posibilidad de planificar, generan dinámicas para que la noria no pare, los esclavos no se subleven o, si lo hacen, sean contenidos. Y así, nos mandan a los policías, obreros de nuestra misma clase que creen defender a sus familias. O a los empleados de recursos humanos, obreras como nosotras que creen que sin ellos la empresa no produciría y nadie podría comer. O nos montan una crisis para que buscar pan sea más necesario que trabajar bien.

Una de esas crisis planificadas fue hace unos años la tercerización, las subcontratas. Otra las ETT. Ahora la economía colaborativa. Y ninguna presenta apariencia de crisis, sino de proceso ineludible, necesario y hasta liberador. Entre medio sí, saltan otras que hacen ruido, las del petróleo del 73 o del 79, la del 90 con la Guerra del Golfo, etc. Con ella todos acabamos pidiendo seguridad, paz y circo y dejamos que nos cambien grandes cosas que, en lo inmediato, no lo parecen.
Pero veamos si puedo llegar al corazón de este artículo: la “uberización”, la “amazonización”, los “disruptores”…




¿Repensar, identificar o combatir a la hidra capitalista?. 
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Abogo por que las organizaciones sindicales sean horizontales, ideologizadas, combativas y poco burocráticas. Pero, al tiempo, no podemos obviar que si son organizaciones no son movimientos, ni plataformas, ni agrupaciones, ni corrientes, ni grupos. Cada una de esas entidades comporta su diferente proporción de cada cosa. Y los sindicatos tenemos, desde siempre, una parte grande de burocracia, directamente proporcional al número de afiliadas y afiliados que tengamos. Y nuestra ideologización irá muy relacionada con los niveles y formas de explotación visibles, al igual que la combatividad que también se relaciona con los niveles represivos.

Que los sindicatos sepan dar un salto en su estructura y funcionamiento interno y se vayan transformando de representantes de los trabajadores asalariados con empleo estable en quienes representan a todo el que vive o malvive de su trabajo o de su protección social determinará muy buena parte de su supervivencia como institución. Adaptar sus métodos de decisión y lucha basados en una estructura sindical para adecuarlos a los nuevos sectores productivos y las nuevas relaciones laborales, marcará la línea entre sobrevivir y recuperar centralidad en las relaciones sociales. Antes la RENFE era una sola, como la Telefónica o RTVE. Hoy casi nada de eso existe. Antes IBM era una, ahora las tecnológicas emplean a cientos de miles de los que una mínima minoría labora en sus propios centros de trabajo.

Antes de ayer los supermercados se comieron al pequeño comercio, hoy buscan la manera de que las distribuidoras mundiales no les coman a ellos. Y las grandes empresas se hicieron multi o transnacionales y sus lobbies dominaron el mundo y lo llenaron de transgénicos, de productos uniformes, de aspirinas, de deforestación y extinción de biodiversidad y tribus originarias. Y aún siguen ahí, pero han fagocitado tanto a las pequeñas empresas que han tenido que crear externalización, filiales, marcas blancas..., para competir contra sí mismas y, al tiempo que siguen creciendo en beneficios, bajan en plantilla propia.

Ayer los taxistas eran un gremio regulado, hoy, en Europa, pelean en la calle contra los conductores fantasma o, en USA, se suicidan por desesperación.

Los capitalistas, que son personas que deciden, y no el capitalismo, que es una idea insana pero inexistente, planifican esas crisis controladas y poco ruidosas para seguir recibiendo los frutos de la explotación ajena. Y los sindicalistas hemos de saber que cada vez son menos las empresas en las que una huelga de 24 horas hace daño. O que cada vez es más impensable conocer a nuestro patrón o amo, al cual vilipendiar. Que cada día que pasa es más difícil, como decían aquellos ingleses de Solidarity en el 69 tener “opción real sobre cómo nuestros trabajos se gestionan”.

Pero también hemos de aprender que esa profundiza individualización de las condiciones laborales, descentralización de los puestos de trabajo, el trabajo a domicilio, la prestación individual de servicios directos a un proveedor de servicios y no a una empresa, etc., no puede llevarnos a que las respuestas sean igualmente individuales, desreguladas y virtualizadas. Esa es la estrategia del capital, no puede ser la nuestra.

Es fantástica la respuesta de manteros, Kellys, “angry” o “deliverers constituyendo organizaciones a las que denominan sindicatos o las consideran como tales. Me parece muy sensato y loable que se coordinen y organicen en la defensa de sus intereses. Y les felicito por haber logrado hacer visible la opresión que padecen y poner, en más de una ocasión, a las instituciones oficiales y a las empresas contra las cuerdas. Otro gallo cantara si todas las personas en su situación actuaran como ellos.

Sin embargo, son demasiados los años que llevo en una Confederación y vivo convencido de que es el mejor camino. Igual que sigo creyendo en la utopía de la federación de municipios libres, creo en el pacto federal que une a los sindicatos de una confederación. Y ello a pesar de sus muchas deficiencias, de las cuales soy bien consciente y de los peligros que, proporcionalmente a su tamaño, genera siempre cualquier estructura organizativa.

Las islas son preciosas, frecuentemente vírgenes y salvajes. Pero permiten más vida cuando son archipiélagos. Fundar la acción reivindicativa en un sector o empresa de la que todo el mundo aspira a salir dificulta, con tanta rotación, establecer criterios claros de acción a futuro. Es, sin embargo, muy útil en la lucha y mejora a corto plazo puesto que lo que se puede perder es apenas nada. Ese tipo de acción sindical tiene todo el sentido y merece todo el respeto, pero sería excelente que se produjera algún tipo de simbiosis con las organizaciones confederales para consolidar a futuro los logros obtenidos. Nuevamente, los elefantes, los viejos sindicatos provenientes del siglo XIX deberían revisar cómo acercar a esos explotados y explotadas a su organización.

Y en buena medida así lo pueden hacer quienes trabajan en Amazon o en la logística. Son precarias dentro de empresas gigantes, son mayormente jóvenes, con mentalidad internacional, con ganas de relacionarse y pocos miedos a la hora de actuar. Y son empresas que no sólo han destrozado las relaciones laborales preexistentes, sino que están introduciendo cambios de fondo en los hábitos de compra, las relaciones interpersonales y hasta la forma de concebir la difusión de lo que fabricamos.

Hay gente dentro que nos está llamando, escuchémosles, por ejemplo en https://www.transnational-strike.info

Las TIC introdujeron también cambios profundos como esos, lenta y calladamente. Ahora somos plenamente conscientes de hasta dónde llega esa influencia. La venta por catálogo hace años que se inventó, pero ahora llegó el momento de confluencia entre una gran cadena que lo almacena todo, medios aéreos y por ferrocarril para las distancias insalvables y un enorme número de camiones y camioneros con el mismo toldo de una empresa de logística pero sin relación laboral alguna entre ellos. Todo se mueve con un simple click desde nuestras casas y, zas, milagrosamente, el libro, la pizza, la máquina de coser, el par de zapatos o un ordenador llama a tu puerta. Ese hábito, ya cotidiano en esta parte del mundo en la que estamos viviendo va a tardar poco tiempo en ser copiado en la forma de nuestras relaciones personales.

Y frente a ello, los viejos animales sindicales deben evolucionar. Lo dijo Darwin, pero seguro que si vivieran lo dirían nuestros antepasados barbudos y, si los leyéramos, lo escriben ya muchos y muchas que claman en el desierto.

Forzosamente tenemos que abrir ya los puentes de diálogo entre todo ello, entre todos ellos, ellas, nosotros/as…

La hidra capitalista, nos lo han escrito los zapatistas, tiene mil cabezas y habrá que atacarlas a todas a la vez.

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