EL PENSAMIENTO
CRÍTICO FRENTE A LA HIDRA CAPITALISTA?.
El segundo tomo de la obra El pensamiento
crítico frente a la hidra capitalista incluye las ponencias
e intervenciones –entre personas y colectivos– de 35 invitados al seminario
que, con ese nombre, se llevó a cabo en
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, del 29 de abril al 9 de mayo de 2015.
Los textos compilados, que van desde salutaciones, intervenciones o palabras
hasta ponencias formales, tocan una extensa variedad de temas que, en su
mayoría, tratan de responder a la convocatoria de los zapatistas en torno al ejercicio de un pensamiento crítico, no
haragán ni rutinario, mucho menos conformista,
que contribuya a las luchas emancipadoras y anticapitalistas, frente a ese
monstruo de múltiples cabezas: la hidra,
que ha llevado a la humanidad, y al planeta mismo, a la deriva de su posible
destrucción.
A diferencia del primer tomo, en el que
se incluyen todas las participaciones de los miembros de EZLN,
que se caracteriza por su coherencia interna, en su diversidad temática,
en este libro se exponen diversas posiciones políticas, en un conjunto también muy heterogéneo de asuntos que, no obstante,
en su mayoría expresan un esfuerzo por profundizar en el diagnóstico de la
tormenta en que estamos inmersos, y en las propuestas para la construcción de
un proyecto alternativo al capitalismo.
Las palabras iniciales de los padres y
madres de los normalistas de Ayotzinapa víctimas de desaparición forzada,
dan cuenta de esos lazos de ternura que unifican las luchas en un
torrente de rabia digna y solidaridad recíproca frente a un Estado criminal, unos construyendo autonomía y otros
buscando a sus hijos hasta encontrarlos, ¡cueste lo que cueste!
Juan Villoro refiere a la pérdida de los
seres humanos de la relación directa con nuestra residencia en la Tierra,
abismados en el mundo virtual de la televisión y las computadoras (y
añadiría, el teléfono celular), esa vida espectral que produce un nuevo
egoísmo. Nos recuerda que el mundo
material existe y debe transformarse, y destaca el lema de la Universidad
de la Tierra, ¿Y tú qué?, mientras cuestiona la erosión del mundo en aras
del progreso, el cual representa ya una insensatez. Sostiene que la
contemporaneidad hay que concebirla a partir
del cambio, y de ahí el carácter contemporáneo del zapatismo. Afirma que el
pensamiento conservador se refugia en el análisis del presente, abdica de su
responsabilidad ante el futuro y critica a quienes fincan su independencia en
el inmovilismo de no estar ni a favor ni en contra. Asegura que el comunismo no fue el brebaje cura-todo que la
Revolución soviética prometió en su alborada, pero la necesidad de asociar
el pensamiento con la modificación de la realidad no ha perdido
urgencia. El zapatismo representa una modernidad genuina, mientras la
construcción de otra forma de vida se fundamenta en la comunidad, donde el nosotros
predomina sobre el yo. Una ética de valores compartidos. En este ámbito, el poder no es un fin en sí
mismo, sino un servicio que se rige por un lema dialéctico: mandar obedeciendo.
Un buen puñado de intelectuales y activistas respondieron a la
convocatoria del zapatismo que organizó un «semillero de ideas» durante una
semana en dos espacios de Chiapas, donde se escucharon análisis que abordaron
desde la crisis ambiental y el feminismo hasta las crisis económicas y la
violencia.
***
Adolfo Gilly ofrece una perspectiva sobre
lo que denomina la unificación financiera del mundo,
una nueva época del capitalismo y de la relación de dominación del
capital sobre el trabajo y la naturaleza. Sostiene que “estamos ante una forma
inédita de la relación de dominación y subordinación: la dominación universal
del mundo y el mando de las finanzas –el capital financiero global– sobre las
sociedades y las economías… [Y] una humanidad que ve y vive la
destrucción o la degradación de sus mundos de la vida.” Esto ha traído
consigo, señala, la conformación de un nuevo sujeto histórico: el trabajador
mundial. Sostiene que no es el tiempo de la esperanza, sino el de la ira y la
rabia.
Sergio Rodríguez Lascano debate sobre el poder y la
izquierda, en el que las posiciones se polarizaron sin
atenerse a la nueva realidad del capitalismo. Afirma que hoy en día la
estrategia de una buena parte de la izquierda no es tomar el poder para cambiar
el país o el mundo, sino cambiar la administración (ni siquiera el gobierno)
sin tocar el poder. Sostiene que vivimos
un ciclo de acumulación de dinero ficticio, de un capital especulativo y un
dominio de las finanzas de la sombra. Que el error fundamental del análisis
geopolítico es que sigue entendiendo
la economía mundial como la suma de las economías nacionales, cuando en
realidad es la suma de las grandes sociedades financieras legales e
ilegales y las grandes industrias con el crimen organizado o desorganizado.
Sostiene que la crisis es la realidad permanente del capitalismo, su dinámica
propia, su esencia. “Esta nueva forma
del capital –el sistema financiero– arrasa países, pueblos, culturas, idiomas
formas de vida.” En esta situación, el Estado-Nación ya no juega ningún
papel de los que antes jugaba, en especial, el de regulador de la inversión… La
burguesía nacional es parte del museo de las reliquias.” Al igual que Juan Villoro, Sergio considera que “la tormenta que se
avecina no es producto de la barbarie, sino del… Progreso…
La
catástrofe que se avecina no es una crisis más en la historia del capitalismo.
Es un ajuste de cuentas entre el capital y la humanidad, y va más allá
de las buenas o malas intenciones de tal o cual gobierno”. Piensa que, para el caso mexicano, la tormenta ya está entre nosotros.
Enumera nuevas características del capitalismo como un proyecto de dominación
que busca desorganizar-reorganizar desde
luego la economía, pero también la cultura, los lazos humanos que se han
construido desde siglos atrás, la economía moral de los que viven en el campo y
las ciudades. Parte de estas características son: la concentración del
poder en una treintena de ciudades, mientras a su lado hay otras zonas
trascendentes para el futuro del capitalismo, porque en ellas se encuentran las
reservas energéticas del mundo. Aquí, el control del territorio se convierte en
factor productivo esencial en tanto directamente genera condiciones para
engendrar valor. Este es hoy por hoy el escenario de las confrontaciones
más significativas entre el capital y los guardianes de la tierra: los pueblos
originarios. En cuanto al sujeto histórico de la revolución
plantea: hoy no hay un núcleo unificado de resistencia, (sino) que hay una
gran diversidad de procesos de rebeldía.
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“Ninguno
de nosotros tiene control sobre las circunstancias en las que nos vemos
obligados a trabajar, ni ninguna opción real sobre cómo nuestros trabajos o
nuestras vidas pueden ser mejor gestionadas”. Y volví a pensar contra mí mismo:
las sensaciones de los explotados se repiten, son cíclicas, suelen estar
siempre dentro de la lucha por la supervivencia y, de vez en cuando,
experimentan un brote de libertad.
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LA HIDRA CAPITALISTA GENERA
SUS PROPIAS CRISIS.
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Legna Woodlan.
El Salto.
Rebelión jueves 15 de febrero del
2018.
Acusamos con frecuencia al capitalismo de vivir a base de sus propias
crisis. Decimos que las necesita para autorregenerarse y sobrevivir. Y debe de
ser cierto. Mo lo sé nunca. Nunca fui marxista, ni economista ni capitalista. Así que solo hablo
como trabajador, como anarcosindicalista y como lector y conservador de documentos.
Y mientras escribía este
borrador, los Angry Workers
publicaban en su Blog un artículo
que muestra su satisfacción por haber encontrado unos textos de 1969 de Solidarity, otras personas que, desde el
descontento, pretendían organizarse pero no institucionalizarse. Actuaban
porque estaban descontentos con sus sueldos y condiciones de trabajo, con el
producto final de su esfuerzo, con el sistema capitalista por tanto, pero
descontentos también con las burocracias sindicales que ya no les
representaban. Y, además, las gentes de Solidarity
se autodefinían con un convencimiento:
“Ninguno
de nosotros tiene control sobre las circunstancias en las que nos vemos
obligados a trabajar,
ni ninguna opción real sobre cómo nuestros trabajos o nuestras vidas pueden ser
mejor gestionadas”. Y volví a pensar contra mí mismo: las sensaciones de los
explotados se repiten, son cíclicas, suelen estar siempre dentro de la lucha
por la supervivencia y, de vez en
cuando, experimentan un brote de libertad.
Los
ricos y las ricas (son menos, pero también las hay y actúan
igual), que son quienes tienen capacidad para ir definiendo el futuro de
millones de personas a través de influir sobre quienes escriben en los
parlamentos leyes y normas que los empresarios y jueces se aplican a hacer
funcionar dentro del orden establecido, los
ricos, digo, tienen el tiempo y los medios para encontrarse con sus iguales
y hacer planificaciones de futuro y, sin duda, en esas planificaciones entra
que la historia no sea una cosa lineal sino una rueda que gira con sobresaltos
controlados. Como una especie de noria gigante que unos mueven, a la que otros
miran y de la que estos recogen los frutos. Una noria de la que quienes la hacen girar con su esfuerzo o quienes
están dentro de la misma empujando, caerán tarde o temprano, sea con el
desgaste por el propio esfuerzo o sea por uno de esos movimientos de sobresalto
planificado y serán sustituidos por otros iguales. En la que quienes miran
siempre apreciarán la belleza de su rueda por encima del dolor de sus remeros.
Y una noria gracias a la cual las mismas familias de siempre, sin moverla ni
mirarla, reciben el fruto que surge del movimiento.
Y empezamos ya en esas fábricas a dejar de ser
artesanos, creadores de nuestros productos, para ser productores de cosas
repetidas, para uso masivo. Y después iniciamos a ser bancarios que no
banqueros, a mover papeles que no son producto útil en sí mismo, sino moneda de
cambio de unas cosas por otras o de esfuerzo por comida. O a ser repartidores,
o distribuidores o partes de una cadena. Y
llegó un día en que alguien nos habló “de la sociedad del espectáculo”, una
sociedad en la cual las relaciones entre mercancías han suplantado relaciones
entre la gente y que la historia de la vida social se puede entender como “la declinación de ser en tener, y de tener
en simplemente parecer” Y
entramos en mayo del 68 y luego salimos de él y... así tantas y tantas veces creamos, producimos, monetarizamos, soñamos…
En los momentos en que estamos, desde el punto de vista
de alguien que vende su capacidad de trabajo a un tercero para poder comer y
procrear, podemos situarnos exactamente como siempre: empujando la noria y/o,
temporalmente –paro, vacaciones...–
mirando su belleza desde fuera. Y si tenemos conciencia de nuestro rol en esta
sociedad, agrupándonos con otros y otras para minimizar nuestra explotación.
Mientras tanto, quienes
tienen la posibilidad de planificar, generan dinámicas para que la noria no
pare, los esclavos no se subleven o, si lo hacen, sean contenidos. Y así, nos
mandan a los policías, obreros de nuestra misma clase que creen defender a sus
familias. O a los empleados de recursos humanos, obreras como nosotras que
creen que sin ellos la empresa no produciría y nadie podría comer. O nos montan
una crisis para que buscar pan sea más necesario que trabajar bien.
Una
de esas crisis planificadas fue hace unos años la
tercerización, las subcontratas. Otra las ETT. Ahora la economía
colaborativa. Y ninguna presenta apariencia de crisis,
sino de proceso ineludible, necesario y hasta liberador. Entre medio sí, saltan
otras que hacen ruido, las del petróleo
del 73 o del 79, la del 90 con la
Guerra del Golfo, etc. Con ella todos acabamos pidiendo seguridad, paz y circo y dejamos que
nos cambien grandes cosas que, en lo inmediato, no lo parecen.
Pero
veamos si puedo llegar al corazón de este artículo: la “uberización”, la
“amazonización”, los “disruptores”…
¿Repensar, identificar o combatir a la hidra capitalista?.
***
Abogo
por que las organizaciones sindicales sean horizontales, ideologizadas,
combativas y poco burocráticas. Pero, al tiempo, no
podemos obviar que si son organizaciones no son movimientos, ni plataformas, ni
agrupaciones, ni corrientes, ni grupos. Cada una de esas entidades comporta su
diferente proporción de cada cosa. Y los sindicatos tenemos, desde siempre, una
parte grande de burocracia, directamente proporcional al número de afiliadas y
afiliados que tengamos. Y nuestra ideologización
irá muy relacionada con los niveles y formas de explotación visibles, al
igual que la combatividad que también se relaciona con los niveles represivos.
Que los sindicatos sepan
dar un salto en su estructura y funcionamiento interno y se vayan transformando de
representantes de los trabajadores asalariados con empleo estable en quienes
representan a todo el que vive o malvive de su trabajo o de su protección
social determinará muy buena parte de su supervivencia como institución.
Adaptar sus métodos de decisión y lucha basados en una estructura sindical para
adecuarlos a los nuevos sectores productivos y las nuevas relaciones laborales,
marcará la línea entre sobrevivir y recuperar centralidad en las relaciones
sociales. Antes la RENFE era una
sola, como la Telefónica o RTVE. Hoy
casi nada de eso existe. Antes IBM
era una, ahora las tecnológicas
emplean a cientos de miles de los que una mínima minoría labora en sus propios
centros de trabajo.
Antes
de ayer los supermercados se comieron al pequeño comercio, hoy buscan la manera de que las distribuidoras mundiales no les coman a
ellos. Y las grandes empresas se
hicieron multi o transnacionales y sus lobbies dominaron el mundo y lo
llenaron de transgénicos, de productos
uniformes, de aspirinas, de deforestación y extinción de biodiversidad y tribus
originarias. Y aún siguen ahí, pero han fagocitado tanto a las pequeñas
empresas que han tenido que crear externalización, filiales, marcas blancas...,
para competir contra sí mismas y, al tiempo que siguen creciendo en beneficios,
bajan en plantilla propia.
Ayer
los taxistas eran un gremio regulado, hoy, en Europa, pelean en la calle contra los
conductores fantasma o, en USA, se
suicidan por desesperación.
Los
capitalistas, que son personas que deciden, y no el capitalismo,
que es una idea insana pero inexistente,
planifican esas
crisis controladas y poco ruidosas para seguir recibiendo los frutos
de la explotación ajena. Y los
sindicalistas hemos de saber que cada vez son menos las empresas en las que una huelga de 24 horas
hace daño. O que cada vez es más impensable conocer a nuestro patrón o amo,
al cual vilipendiar. Que cada día que pasa es más difícil, como decían aquellos
ingleses de Solidarity en el 69 tener
“opción real sobre cómo nuestros trabajos se gestionan”.
Pero también hemos de
aprender
que esa profundiza individualización de las condiciones laborales,
descentralización de los puestos de trabajo, el trabajo a domicilio, la prestación individual de servicios directos
a un proveedor de servicios y no a una empresa, etc., no puede llevarnos a que
las respuestas sean igualmente individuales, desreguladas y virtualizadas. Esa es la estrategia del capital, no
puede ser la nuestra.
Es
fantástica la respuesta de manteros, Kellys, “angry” o “deliverers constituyendo
organizaciones a las que denominan sindicatos o las consideran como
tales. Me parece muy sensato y loable que se coordinen y organicen en la
defensa de sus intereses. Y les felicito por haber logrado hacer visible la
opresión que padecen y poner, en más de una ocasión, a las instituciones
oficiales y a las empresas contra las cuerdas. Otro gallo cantara si todas las personas en su situación actuaran como
ellos.
Sin embargo, son demasiados los años que llevo en una Confederación y vivo convencido de que
es el mejor camino. Igual que sigo creyendo en la utopía de la federación de
municipios libres, creo en el pacto federal que une a los sindicatos de una confederación. Y ello a pesar de
sus muchas deficiencias, de las cuales soy bien consciente y de los peligros
que, proporcionalmente a su tamaño, genera siempre cualquier estructura
organizativa.
Las
islas son preciosas, frecuentemente vírgenes y salvajes. Pero
permiten más vida cuando son archipiélagos. Fundar la acción reivindicativa en
un sector o empresa de la que todo el mundo aspira a salir dificulta, con tanta
rotación, establecer criterios claros de acción a futuro. Es, sin embargo, muy
útil en la lucha y mejora a corto plazo puesto que lo que se puede perder es
apenas nada. Ese tipo de acción sindical
tiene todo el sentido y merece todo el respeto, pero sería excelente que se
produjera algún tipo de simbiosis con las organizaciones confederales para
consolidar a futuro los logros obtenidos. Nuevamente, los elefantes, los viejos
sindicatos provenientes del siglo XIX deberían revisar cómo acercar a esos
explotados y explotadas a su organización.
Y
en buena medida así lo pueden hacer quienes trabajan en Amazon o en la
logística. Son precarias dentro de empresas gigantes, son mayormente jóvenes, con mentalidad
internacional, con ganas de relacionarse y pocos miedos a la hora de actuar. Y son empresas que no sólo han destrozado
las relaciones laborales preexistentes, sino que están introduciendo cambios de
fondo en los hábitos de compra, las relaciones interpersonales y hasta la forma
de concebir la difusión de lo que fabricamos.
Hay
gente dentro que nos está llamando, escuchémosles, por ejemplo en https://www.transnational-strike.info
Las
TIC introdujeron también cambios profundos como
esos, lenta y calladamente. Ahora somos plenamente conscientes
de hasta dónde llega esa influencia. La venta por catálogo hace años que se
inventó, pero ahora llegó el momento de confluencia entre una gran cadena que lo almacena todo, medios aéreos
y por ferrocarril para las distancias insalvables y un enorme número de
camiones y camioneros con el mismo toldo de una empresa de logística pero sin
relación laboral alguna entre ellos. Todo se mueve con un simple click desde nuestras casas y, zas, milagrosamente, el libro, la pizza, la máquina de coser, el
par de zapatos o un ordenador llama a tu puerta. Ese hábito, ya cotidiano
en esta parte del mundo en la que estamos viviendo va a tardar poco tiempo en
ser copiado en la forma de nuestras relaciones personales.
Y
frente a ello, los viejos animales sindicales deben evolucionar. Lo dijo
Darwin, pero seguro que si vivieran lo dirían nuestros
antepasados barbudos y, si los leyéramos, lo
escriben ya muchos y muchas que claman en el desierto.
Forzosamente
tenemos que abrir ya los puentes de
diálogo entre todo ello, entre todos ellos, ellas, nosotros/as…
La hidra capitalista, nos lo han escrito los zapatistas, tiene mil
cabezas y habrá que atacarlas a todas a la vez.
*****
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