“Rememoremos
ante el lector avisado, y develemos a los desavisados, que las faenas agrícolas se erigen
en una ruda forma de ¿vida? para 132
millones que no trascienden las 15 años, sin distingo de sexo también, en
el globo. Casi el 70 por ciento en
granjas y plantaciones, algunos en peligrosas condiciones de servidumbre.
Empero, los desafueros se arraciman: más
de 40 millones se desempeñan como empleados domésticos, 10 millones de estos
ocultos tras las puertas de los hogares donde se emplean. Y muchos (muchas)
sufren castigos tales golpes con planchas ardiendo, flagelaciones y
quemaduras con agua hirviendo. Esto, sin contar el millón abismado en minas y canteras en más de 50 países… igualmente
de la periferia. Servicio doméstico, militar, pesca en aguas profundas,
construcción, búsqueda en vertederos…: “regalos”
para la “esperanza del mundo”, si nos atenemos a la martiana concepción”.
“Empero,
cometería un desaguisado quien pensara que el Sistema guarda sus “bondades” solo para
sus espacios marginales. Un informe recién difundido por la agrupación Violence Policy Center, en versión de
EFE, da cuenta de que la industria de las armas de fuego en EE.UU. sigue los pasos a la del tabaco, y
apunta a los más jóvenes, incluso niños, para asegurarse su futuro. En un
país donde portar una pistola –y no solo ese artilugio– significa un derecho constitucional, un texto de 54 páginas de la ONG
con sede en Washington, empeñada en el control legal, o la eliminación de
ese desatino, realiza un recuento de los sucesos más conocidos de adolescentes
o casi párvulos que han ocasionado la pérdida de vidas. Y asevera que suman más de mil 300 aquellos de menos de 18 años de edad
que murieron en 2014 por la libérrima utilización de esos artefactos; 23 mil en el período de 1999 a 2014.
Los homicidios en primer lugar, los suicidios en segundo y los
disparos no intencionados en tercero son elementos de esta trama macabra”.
/////
Un viaje que termina en explotación sexual.
***
AGRAVIOS A LA ESPERANZA.
“La trata Infantil y la Explotación Sexual”.
*****
Eduardo Montes de Oca.
Rebelión miércoles 12 de diciembre del 2018.
Los datos, prolijos en la prensa alternativa, que hace
eco de informes de organismos internacionales de crédito, compelen a
encresparse –pronunciarse en la plaza pública por la revolución mundial sería
una respuesta, si bien tibia ante la necesidad de actuar-: a la altura del
siglo XXI, nada menos que 52 millones de
impúberes de la Tierra están sumidos en la esclavitud, monda y lironda.
Un valioso resumen de la colega Ana I. Bernal Triviño aparecido en Kaos en la Red nos impone de las variantes de ese sojuzgamiento. La trata infantil y
la explotación sexual; el trabajo forzoso por endeudamiento, en las
minas o la agricultura; la existencia de soldados entre ellos, o el matrimonio
a la brava sobre todo de chicas constituyen diferentes caras de una misma realidad.
Espeluznado, uno se pregunta por qué una humanidad que
se precia de civilizada no convierte en vinculante, también a la brava, el principio 9 de la Declaración de los
Derechos del Niño, ese que reza:
“[…] debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y
explotación. No será objeto de ningún tipo de trata. No deberá permitirse […]
trabajar antes de una edad mínima adecuada; en ningún caso se le dedicará ni se
le permitirá que se dedique a ocupación o empleo alguno que pueda perjudicar su
salud o su educación o impedir su desarrollo físico, mental o moral”.
Meras palabras para unos cuantos que, en el planeta
todo, medran con una explotación que
rezuman desde la ropa hasta los minerales de los teléfonos móviles. Y que conste: las estadísticas podrían
sobrepasar la cifra que citábamos arriba. Con la colega señalemos que
dependen de la asociación u ONG que
las calcule, porque no resulta nada fácil contabilizar un entuerto que se
oculta bajo un denso manto de mafias y corrupción. Así que probablemente nos asomemos a la punta de un iceberg.
Aproximaciones de la ONU dan cuenta de que la trata de seres mueve anualmente entre cinco y siete billones
de dólares, y unos cuatro
millones de personas se ven desplazados de un país a otro. Hurgando en esos
montos, la organización Save The
Children, del Reino Unido, estima que cada 12 meses 1,2 millones de menores
devienen víctimas del tráfico, negocio “redondo”, que produce en el período 23
mil 500 millones de euros.
Si se ahonda, se encontrará que fenómenos tales la pobreza, la globalización –con su
infausto signo- y la consiguiente demanda de mercancías y mano de obra
baratas han provocado un aumento sin precedentes de personitas laborando,
sobre todo en África, Asia y el Pacífico
y las Américas –la periferia del capitalismo–, donde una tercera parte
queda fuera del sistema escolar, mientras no
pague al patrón un impagable débito –y no es simple juego retórico, no–.
No obstante el que el tráfico con fines de prostitución es mayoritario entre los adultos
(más bien adultas), no quedan exentos los infantes, sentenciados a incluirse, o
bien en la industria pornográfica o
bien en un nefando turismo. Y que conste: ello representa absolutamente una
transgresión de fueros. Recordemos, con Bernal,
que conforme al Protocolo de Palermo no hay consentimiento alguno si se es
menor de 18 años. Y como en los
ámbitos de imperios decadentes, el lenocinio impuesto se ofrece a la vista, hoy
día en bares de karaoke, discotecas,
clubes nocturnos, y asimismo en el resguardo licencioso de pisos,
apartamentos particulares.
El abuso y el maltrato infantil, afecta directamente su Vida futura.
***
Pero como si no bastara lo expuesto para coincidir en
que unos cuantos presuponen papel mojado el apotegma de nuestros descendientes
como la esperanza del orbe, UNICEF considera
que cerca de 300 mil de ellos y ellas
sirven de soldados en conflictos en los cuatro puntos cardinales.
Reclutados en escuelas y pueblos, no
solo resultan usados a guisa de tierna carne de cañón, en la primera línea de
combate –¡matando y muriendo!–, sino en ataques suicidas, y como fresco pasto de
violaciones o esclavos, esclavas, de la lascivia de sus conmilitones…
Con traumas difíciles de superar, un ringlero de
razones secundarias –la primaria, la misma formación basada en la maximización de las ganancias– se
agolpan en un documento de UNICEF traído
a colación por nuestra fuente:
“Algunos son secuestrados; a otros, la pobreza, los
malos tratos, la presión de la sociedad o el deseo de vengarse de la violencia
contra ellos o sus familias les llevan a unirse a grupos armados y empuñar un
arma. Son víctimas inocentes de las atrocidades de la guerra. Para ellos, el
regreso a su vida y la recuperación de su infancia es tan difícil que puede
parecer casi imposible”.
Pequemos de redundantes –la ira nos obliga– al acotar
con la comentarista de Kaos que las
secuelas suelen ser físicas en razón de las torturas, los abusos, las
mutilaciones, la desnutrición o las enfermedades venéreas. Estado de
cosas al que se ayuntan los padecimientos emocionales.
“Quedan atrapados en una tela de araña de la que no saben cómo salir porque
normalizan la violencia, o ni siquiera saben dónde está su familia. A veces,
cuando eso sí ocurre, son rechazados por sus padres, sobre todo cuando las
niñas soldados regresan con sus bebés en brazos”.
Asco de vida, se permite uno proferir en salida
depresiva, al enterarse de que, en números de la OIT, de los 15,4 millones de
“ofrendados(as)” a un matrimonio forzado, más de una tercera parte eran
(son) en su mayoría chiquillas.
“Save The Children arroja más cifras. Unos 15 millones
de niñas y adolescentes están casados o viven ya en pareja. Cuatro millones lo hacen antes de los 15 años. Lo que representa que cada
siete segundos una menor de quince años se casa en alguna parte del mundo,
desde Oriente Próximo hasta Europa o Norteamérica. Quizás ello está relacionado
con las cifras de maternidad tan altas entre menores: cada dos segundos, una niña da a luz”.
Rememoremos ante el lector avisado, y develemos a los
desavisados, que las faenas agrícolas se erigen en una ruda forma de ¿vida?
para 132 millones que no trascienden las 15 años, sin distingo de sexo también,
en el globo. Casi el 70 por ciento en
granjas y plantaciones, algunos en peligrosas condiciones de servidumbre.
Empero, los desafueros se arraciman: más de 40 millones se desempeñan como empleados domésticos, 10 millones de estos ocultos tras las
puertas de los hogares donde se emplean. Y muchos (muchas) sufren castigos
tales golpes con planchas ardiendo, flagelaciones y quemaduras con agua
hirviendo. Esto, sin contar el millón
abismado en minas y canteras en más
de 50 países… igualmente de la periferia. Servicio
doméstico, militar, pesca en aguas profundas, construcción, búsqueda en
vertederos…: “regalos” para la “esperanza
del mundo”, si nos atenemos a la martiana concepción.
Empero, cometería un desaguisado quien pensara que el
Sistema guarda sus “bondades” solo
para sus espacios marginales. Un informe recién difundido por la agrupación
Violence Policy Center, en versión de EFE, da cuenta de que la industria de las
armas de fuego en EE.UU. sigue los pasos a la
del tabaco, y apunta a los más jóvenes, incluso niños, para asegurarse su futuro. En un país donde portar una
pistola –y no solo ese artilugio– significa un derecho constitucional, un texto
de 54 páginas de la ONG con sede en Washington, empeñada en el control
legal, o la eliminación de ese desatino, realiza un recuento de los sucesos más
conocidos de adolescentes o casi
párvulos que han ocasionado la pérdida de vidas. Y asevera que suman más de
mil 300 aquellos de menos de 18 años de edad que murieron en 2014
por la libérrima utilización de esos artefactos; 23 mil en el período de 1999 a 2014. Los homicidios en primer lugar, los suicidios en segundo y los disparos
no intencionados en tercero son elementos de esta trama macabra.
¿Por qué los
imberbes?, se cuestionaría un incauto. Pues porque la base de consumidores en USA,
principalmente hombres blancos, está envejeciendo, y con esta la posesión de
los letales aparatos en las viviendas –desde 1977 hasta 2014 el porcentaje de
los propietarios que admiten tener uno ha disminuido en 40 por ciento–. Y como
de maximizar ganancias se trata, no importa el tercio (32.4 por ciento) que los “atesoran”. Dispongámonos entonces, se dirán los interesados, a
producir cuentos, historietas y revistas dirigidos a los mini-aficionados a la
diana, y creemos más empresas presentadas como las mayores proveedoras de
rifles “para el mercado juvenil“.
Mercado que, por cierto, goza el “privilegio”
de cada vez más artículos diseñados especialmente para tiradores poco
corpulentos, y pistolas, escopetas y revólveres de colores vivos, rosa para
mujeres y niñas.
Añade EFE que la
poderosa Asociación Americana del Rifle
no solapa
“las intenciones de la industria como muestra una frase extraída de una de
sus publicaciones y reproducida en el informe ´El futuro de nuestra libertad –y de nuestro legado de usar armas y cazar– reside en nuestros niños y nietos´”. Un capítulo se centra en los
videojuegos, en los que se aprecia tanto una amenaza, porque compiten en la
recreación, como una oportunidad de ampliar la venta entre aquellos que todavía
despuntan pocos palmos del suelo.
Y a fuerza de empecinados, insistamos finalmente en
acotaciones de UNICEF, las cuales
sentencian que la pobreza infantil
puede perdurar de por vida, tanto a nivel físico como emocional, restringe
seriamente la capacidad de aprendizaje y condiciona la productividad en el
futuro.
Ahora, en honor
a la verdad, uno siente la necesidad de que los organismos
encargados del asunto boguen hasta la raíz de las “aguas”, y desembozadamente apelen a unas causas – neoliberalismo,
sistema económico-social – que justifiquen encresparse, pronunciarse y actuar por una
(la) revolución mundial.
¿Mucho
pedir?-
*****
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