“LOS CHALECOS AMARILLOS, REVELADOR DE UN MODELO SOCIAL EN CRISIS.- Ha pasado un mes desde el llamado a la acción contra el aumento del
impuesto al combustible. Después de una comunicación gubernamental que ha
oscilado entre el desprecio y la torpeza, el anuncio oficial de una “moratoria” en la aplicación de este
impuesto, el 4 de diciembre, significa un retroceso inesperado. Es hora de hacer un primer balance y
analizar el fondo de esta cuestión, en la encrucijada de cuestiones como el
modelo energético, la emergencia social, el desafío climático y la geopolítica
mundial. Este anuncio se produce unos días después de la manifestación de
chaquetas amarillas en los Campos Elíseos, el sábado 1 de diciembre. Desde el G-20 de
Buenos Aires, la dificultad de Emmanuel Macron para comunicar sobre la
evolución de esta movilización era obvia y predecible”.
“El giro de los acontecimientos, tal como lo presentaron machaconamente los canales de
información en continuo, permitió centrar la atención en “la violencia de los gamberros” en las calles adyacentes a los Campos Elíseos. Pero especialmente
en la confrontación de un pequeño grupo frente a las fuerzas de la orden,
alrededor de un Arco de Triunfo que
se convirtió en el símbolo de las
instituciones francesas atacadas por “hordas” y grupos de “saqueadores”.
Así, el discurso de Macron tuvo el mérito de dividir el movimiento entre “chalecos amarillos
moderados” y “chalecos amarillos violentos”, con los cuales no era posible
el diálogo. Pero el balance del sábado 1
de diciembre sigue siendo pesado: 133
heridos, 378 detenciones. Después de varios discursos oficiales dirigidos a
cerrar filas alrededor del jefe, el gobierno decidió consultar a los partidos de la oposición sobre el
posible camino a seguir. Y una moratoria
durante seis meses fue la decisión más sensata para salir de la crisis en
esta situación casi “insurreccional”. La pregunta para todos fue “¿pero cómo hemos
llegado hasta aquí?”…..
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FRANCIA. HOY GRAN JORNADA DE
PROTESTA.
LOS CHALECOS AMARILLOS en la HISTORIA de los MOVIMIENTOS POLÍTICOS.
La represión de Macron agravó la crisis.
Cien heridos y 1,300
detenidos. Los Campos Elíseos.
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Salió
la Clase obrera francesa y todos los pobres, explotados, marginados, excluidos, migrantes. Clases
medias agobiadas por los Impuestos, víctimas de las más oscuras políticas neoliberales y Traición de gobiernos sucesivos – El panorama social
es mucho más diverso – burguesías en crisis interna, clase media, obreros, desocupados – incluso deben estar los “históricos” 3 SIN. Sin
techo, sin papeles, sin trabajo. Igualmente el escenario político nacional
se encuentran desde las izquierda y
extrema izquierda, centro, derecha e incluso extrema derecha, Hoy los UNIÓ a todos, la falta de atención, comunicación, desprecio y
represión del gobierno del sr. MACRON,
y una vez más – sábado de Protesta - salieron a las Calles en las principales
Ciudades de Francia, protagonistas de un Nuevo CONFLICTO POLÍTICO de CLASE que en
su estructura remece todo el Sistema. Museos,
teatros, la Torre Eiffel, o estaciones de Metro cerradas, calles bloqueadas y
comercios amurallados con placas de madera, todo estaba listo. Para
enfrentar la cólera de su pueblo, el gobierno movilizó a todo su aparato
represivo.
Eduardo Febbro.
Página /12 sábado 8 de diciembre del 2018 .....
París amaneció sitiado
por las fuerzas del orden. Desde la mañana, la capital francesa era una ciudad
medio fantasma. Museos, teatros, la Torre Eiffel, o estaciones de Metro
cerradas, calles bloqueadas y comercios amurallados con placas de madera, todo
estaba listo como si fuera una guerra. Para enfrentar la cólera de su pueblo,
el gobierno movilizó a 89.000 fuerzas del orden y terminó arrestando a más de
1.300 personas, lo que da más de dos por ciento de personas detenidas o
interpeladas brutalmente de forma preventiva. Hubo también más de cien heridos.
No faltó ni la policía montada. El Estado puso el mejor aparato represivo que
tenía y con él superó varias veces el número de manifestantes: en toda Francia
habrá habido entre 120.000 y 135.000 personas contras 89.000 policías. En la
capital francesa se desplegaron 8.000 efectivos y hubo 8.000 chalecos
amarillos. La cuarta jornada de protestas de los chalecos dio lugar a unas
cuentas escenas de violencia en París, Marsella, Burdeos o Nantes, pero muy
lejos de la escenificación dramática montada por la presidencia francesa y el
Ejecutivo. El presidente Emmanuel Macron llegó hasta evocar la posibilidad de
gente con armas que venían a "matar".
El color amarillo
de los chalecos reemplazó a los adoquines de las revueltas de mayo del 68. La
gente estaba indignada por el montaje policial activado por el gobierno. En la
Avenida de los Campos Elíseos y los alrededores donde se produjeron los
enfrentamientos más duros con la policía, el grito masivo "Macron
Demisión" era un coro lleno de ira. Algunas personas que no habían
participado en las manifestaciones decían con irritación que este
"espectáculo lamentable hizo pasar a Francia a otra cosa que no tiene nada
que ver con el Estado de derecho" (Julie, 36 años, profesora de
matemáticas). Ante una rebelión que no supo manejar a tiempo, el liberalismo
parlamentario recurrió a la represión maciza para salvar su modelo de ajustes,
aumentos, desempleo y cargas fiscales sobre las clases medias y populares.
"Un poder sin rumbo, "un poder que vacila", "un poder
acorralado", "un poder sin influencia", "un poder
autoritario". Los comentarios de los medios de prensa, progresistas o conservadores,
recorren todo el pentagrama de las críticas. Francia está aturdida. El
Presidente Emmanuel Macron se ha convertido en el hazme reír de la sociedad y
de los otros dirigentes del planeta que ahora (lo hizo Trump en un Twitter y el
turco Erdogan, entre otros) se burlan copiosamente de él. El gran
reconciliador, el emérito espadín contra el populismo rampante tuvo que sacar
las tropas a la calle para aplacar el hastío de su sociedad. "Tenemos un
presidente que no nos escucha y encima se esconde", decía rojo de arrebato
Michel, un intermediario de productos cárnicos que trabaja en el gran mercado
de Rungis, en la periferia de París. Los chalecos amarillos son, de hecho, la
minoría que se expresa por los demás y han puesto a Francia en estado de
convulsión por el cuestionamiento tan sorpresivo como radical de una línea
política que consagra la desigualdad. "El poder al pueblo", decía un
pintada que llevaba un chaleco amarillo con la máscara de Emmanuel Macron.
¿Revolución?. No, escribe el filosofo Jacky Dahomay en el portal de Mediapart;
tal vez Francia se esté dirigiendo hacia "una democracia insurgente".
Los mismos chalecos amarillos están sorprendidos por el perfil de los
acontecimientos. Robert, un comerciante del centro de Francia, confiesa que
"ni por asomo esperábamos este terremoto. Sólo buscábamos que nos
escucharan, que nos comprendieran, que nos vieran de una buena vez por todas.
Por eso nos vestimos de amarrillo, para dejar de ser invisibles". Esa
visibilidad ya planetaria conseguida con un chaleco obligatorio que se conserva
en la guantera de los autos remite directamente al movimiento zapatista que
surgió en México el 31 de diciembre de 1993. Esa noche, liderados por el
subcomandante Marcos, los zapatistas irrumpieron en la política mexicana con la
cara cubierta con un pasamontañas. Desde ese momento empezaron a explicar lo
que hoy en París dicen los chalecos amarrillos: "nos cubrimos el rostro
para dejar de ser invisibles".
Ni siquiera los editorialistas y analistas más
conocidos de la prensa llegan a interpretar con acierto lo que está pasando.
Diagnostican los errores garrafales del estilo de Macron -el presidente que
mira con desprecio a los de abajo-o sus incongruentes decisiones como fue la
transformación del ISF, el impuesto aplicado a las grandes fortunas, en un
impuesto que perdona a los afortunados. Los partidos, que sea la extrema
derecha, la derecha y la izquierda radical, menos aún. Están más preocupados en
validar sus propias retóricas pegándose a los chalecos amarillos que en
comprender sinceramente qué le está diciendo a Francia este volcán. Fuera de un
pequeño grupo de universitarios que estudió los territorios del país, casi
nadie conocía las dolencias de esa mal llamada por todos "Francia
invisible". No es un movimiento obrero, ni un núcleo sindical, no son funcionarios
públicos, ni desempleados, ni comerciantes. Empezaron impugnando en las redes
sociales el aumento del gasoil y acabaron destruyendo al macronismo, aunando a
parte de la sociedad y, al final de cuentas, protagonizando la primera revuelta
fiscal de la historia moderna. En París y otras ciudades, la extrema izquierda
comparte la calle con la ultra derecha. El gobierno anuló los aumentos
previstos para el próximo año sin conseguir que los chalecos amarillos
volvieran a casa. Ni los mismos chalecos amarillos son capaces de designar a un
representante. Su diversidad ideológica y geográfica es muy amplia. ¿
Permanecerán como actores de la tormenta o se retirarán con el paso de
los días ?. Una incógnita. Han dejado, no obstante, una herida abierta en el
corazón del macronismo. La idea del equipo presidencial de presentarse en las
elecciones europeas de mayo próximo con el hilo conductor de que Macron
era el muro exquisito contra los populismos, el abanderado de la globalización
y liberal se hizo añicos. Nadie creerá en ello. Y las dos otras reformas de
peso que estaban en la carpeta presidencial constituyen desde ya dos bombas de
tiempo: la reforma del sistema de pensiones y la protección social.
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