“La clase
dirigente de Estados Unidos de América y su aparato
de gobierno -no es esto ninguna novedad- constituyen
el más grande poder edificado en la historia humana. Su capacidad
económica, política, militar, cultural, es única. Nunca había habido en la
historia algo similar, y una vez que caiga como imperio -lo cual quizá
no esté tan lejos- no es seguro que pueda repetirse algo igual. ¿Cómo será el
mundo post imperio estadounidense? ¿Se llegará a la justicia real alguna vez?
No sabemos, pero hoy eso se ve difícil. Las Naciones
Unidas, la instancia supuestamente erigida para establecer
una justicia global, se demuestra ineficiente, pues el poder real
-aunque sea bochornoso tener que admitirlo- sigue asentando en el mayor
poderío de fuerza bruta. En otros términos: el que tiene el garrote más
grande, gana. Y la ONU absolutamente lejos está de poseer poder de
coacción (no tiene garrote. Estados
Unidos, sí)”.
“Aprovechando ese poder descomunal (su economía continúa
siendo la más grande, aunque China esté
pisándole los talones, y su inversión militar equivale a la suma de todos los
otros países del mundo juntos), aprovechando ese desarrollo monumental, su
impunidad y doble moral son cada vez más absolutas. Señal, probablemente,
que ha perdido la racionalidad. Las grandes
potencias en ascenso son racionales, equilibradas, armónicas; cuando
comienzan la curva descendente, todas, irremediablemente todas se trastocan, se
vuelven "locas". Eso está pasándola al gran imperio del
Norte. En su avidez universal llegó al punto de sentirse un dios
invencible (ahí está el proyecto del escudo antimisiles como prueba, para
reafirmar su impunidad). Pero eso no es sino el síntoma de su descomposición,
de su festín de impunidad irracional (claro que, preciso es decirlo, esa
supuesta impunidad militar empieza a hacer agua. Rusia le ha tomado la
delantera en armamentos estratégicos, superándolo en al menos 5 años de
avance tecnológico). El discurso ya no se corresponde totalmente con la
realidad. El
ensoberbecimiento por la riqueza acumulada
comienza a nublarle la vista”.
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Estados Unidos, su clase dirigente, su
gobierno, con su Poder, hasta la
impunidad y doble moral, el mundo está gobernado por una banda de mentirosos
descarados, machistas y agresivos convencidos que tienen el derecho natural de
hacerlo. El actual presidente no es sino un
exponente más de esa ideología.
***
LA DOBLE MORAL DEL IMPERIO ESTADOUNIDENSE.
*****
Marcelo Colussi.
Rebelión miércoles 5 de diciembre del 2018.
Es una característica bastante frecuente en el
ejercicio del poder el uso y el abuso de la "doble moral".
Amparándose en la casi "natural" impunidad que confiere cualquier
poder, la hipocresía es moneda corriente. Se dice una cosa y se hace lo
contrario. Al poderoso no se le discute, se le obedece; y al subordinado no le
quedan muchas alternativas respecto a los valores que le imponen. "Las
órdenes no se discuten: se acatan", suele decirse. Quien detenta una cuota
de mayor poder puede exigir algo, pero él mismo no lo cumple. Eso es la
impunidad.
Esto no significa que forzosamente, siempre y en todas
las circunstancias, el poder sea hipócrita. Pero no hay dudas que ello es
posible, y mucho. El poder, por definición, no va de la mano de la justicia.
Como decía el refrán latino: "Lo que es lícito para el
dios Júpiter, no es lícito para todos". En otros términos:
todos somos iguales… ¡pero hay algunos más iguales que otros!
Si fuera la equilibrada justicia la que rigiera el
mundo… pues muy distinto sería el mundo entonces. Los poderes no suelen ser
justos precisamente: son autoritarios. Cuanto más grande es la cuota de poder
en juego, mayor puede ser la cuota de injusticia. O dicho en otros términos:
mayor puede ser la impunidad, la hipocresía, la doble moral.
La clase dirigente de Estados Unidos de América y su
aparato de gobierno -no es esto ninguna novedad- constituyen el más grande
poder edificado en la historia humana. Su capacidad económica, política,
militar, cultural, es única. Nunca había habido en la historia algo similar, y
una vez que caiga como imperio -lo cual quizá no esté tan lejos- no es seguro
que pueda repetirse algo igual. ¿Cómo será el mundo post imperio
estadounidense? ¿Se llegará a la justicia real alguna vez? No sabemos, pero hoy
eso se ve difícil. Las Naciones Unidas, la instancia supuestamente erigida para
establecer una justicia global, se demuestra ineficiente, pues el poder real
-aunque sea bochornoso tener que admitirlo- sigue asentando en el mayor poderío
de fuerza bruta. En otros términos: el que tiene el garrote más grande, gana. Y
la ONU absolutamente lejos está de poseer poder de coacción (no tiene garrote.
Estados Unidos, sí).
Aprovechando ese poder descomunal (su economía
continúa siendo la más grande, aunque China esté pisándole los talones, y su
inversión militar equivale a la suma de todos los otros países del mundo
juntos), aprovechando ese desarrollo monumental, su impunidad y doble moral son
cada vez más absolutas. Señal, probablemente, que ha perdido la racionalidad.
Las grandes potencias en ascenso son racionales, equilibradas, armónicas;
cuando comienzan la curva descendente, todas, irremediablemente todas se
trastocan, se vuelven "locas". Eso está pasándola al gran imperio del
Norte. En su avidez universal llegó al punto de sentirse un dios invencible
(ahí está el proyecto del escudo antimisiles como prueba, para reafirmar su
impunidad). Pero eso no es sino el síntoma de su descomposición, de su festín
de impunidad irracional (claro que, preciso es decirlo, esa supuesta impunidad
militar empieza a hacer agua. Rusia le ha tomado la delantera en armamentos
estratégicos, superándolo en al menos 5 años de avance tecnológico). El
discurso ya no se corresponde totalmente con la realidad. El ensoberbecimiento
por la riqueza acumulada comienza a nublarle la vista.
Mientras cae, sin embargo, la hipocresía de su doble
moral no deja de crecer. Se llena la boca hablando de democracia y libertad,
mientras es el gobierno que más ha intervenido en todo el mundo violando
infinitas veces los principios básicos de no-injerencia entre Estados. Es
proverbial su defensa de las libertades civiles, pero con el Acta Patriótica
aprobada luego de los atentados contra las Torres Gemelas y su universal
cruzada contra el "terrorismo", funciona peor que la peor dictadura
antidemocrática concebible. Su población, sin que lo sepa, está infinitamente
más vigilada que la de cualquier régimen dictatorial tercermundista.
Su gobierno vive hablando hasta el hartazgo de la
no-proliferación de armas nucleares por parte de países "sospechosos"
(Irán, Corea del Norte), pero se permite tener la mitad del arsenal atómico del
mundo: 6.000 misiles intercontinentales de los 12.000 que existen en el
planeta. Y mientras condena a los gobiernos de Teherán o de Pyongyang por sus
avances en materia nuclear, sin la más mínima vergüenza equipa a Israel con el
mismo tipo de armas que fustiga furioso en otros (400 bombas atómicas,
oficialmente inexistentes).
Habla de la transparencia de los mecanismos
democráticos en los sistemas políticos de todo el mundo arrogándose el derecho
de ser juez de las elecciones que le parecen "dudosas", pero muchas
de sus administraciones federales llegaron a la Casa Blanca con escandalosos
fraudes electorales probados. Además, la metodología electoral que emplea (a
través de colegios de electores) es la más proclive al fraude, hoy día superada
por otros recursos técnicos.
Castiga a los gobiernos que se da el lujo de calificar
de dictatoriales y a los golpes de Estado…., siempre y cuando constituyan
obstáculos a su hegemonía: Fidel Castro, Mohamed Khadafi o Nicolás Maduro se
presentan como "dictadores", según su lógica, pero no lo eran Pinochet
o Suharto. Y la doble moral llega al colmo de criticar cuartelazos -siendo que
todos los golpes militares en Latinoamérica son, en definitiva, producto de su
inspiración- mientras en lo doméstico ha tenido infames golpes palaciegos: el
de Kennedy con magnicidio incluido, o el intento de destitución de Clinton con
el indecoroso montaje escenificado a partir de su vida personal (la becaria
Mónica Lewinsky), en los casos en que el titular del Ejecutivo no sigue a pie y
juntillas los dictados de la gran empresa multinacional (para el caso, porque
tocó los intereses de las grandes tabacaleras).
Habla de terrorismo -el nuevo demonio de mil cabezas-
mientras protege a connotados mercenarios terroristas como Luis Posada
Carriles, autor de un acto infame en contra de un avión comercial en vuelo con
76 muertes, quien también tomara parte en el atentado en Texas contra la vida
del presidente Kennedy.
Y en relación a este connotado terrorista de Posadas
Carriles, el gobierno de Estados Unidos, siempre en la lógica de su bochornosa
doble moral, alegó no entregarlo a la administración bolivariana de Venezuela
por temor a que sea torturado mientras continúa torturando a mansalva en
cárceles secretas, y no tan secretas, como en la oprobiosa base de Guantánamo
en la isla de Cuba, o la tristemente célebre prisión de Abu Graib, en Irak.
Si de terrorismo se trata, los "fanáticos
musulmanes" que hoy aterrorizan al mundo "libre y civilizado"
(Al Qaeda, el Estado Islámico), son su creación. "¿Qué significan un
par de fanáticos religiosos si eso nos sirvió para derrotar a la Unión
Soviética?", dijo alguna vez Henry Kissinger sin la menor vergüenza.
Habla de la lucha frontal contra el narcotráfico,
cuando está infinitamente probado que sus mismos órganos de seguridad y
espionaje son quienes promueven ese negocio, el cual es gran impulso para su
economía pero fundamentalmente: arma de control social. Doble moral infame que
permite despotricar contra la producción de drogas ilegales cuando es su
población la principal consumidora a escala planetaria.
Doble moral
deleznable que lleva a su clase dirigente y a su gobierno a hablar de libertad
mientras manejan por lejos el mercado internacional de las comunicaciones y de
la creación de opinión pública (85% de los mensajes audiovisuales que circulan
en Occidente provienen de su industria), manejando mentes y voluntades de un
modo infinitamente superior al ideado por los primeros ideólogos nazis.
Hollywood es, por lejos, la principal fábrica universal de mentiras.
Tal es el descaro en su hipócrita doble moral (dicho
en otros términos: tal es su poderío intocable) que habla interminable de las
bondades del libre mercado y el parasitismo del Estado, pero subsidia su
producción agrícola nacional y traba el libre comercio haciendo jugar al Estado
un papel fundamental en el mantenimiento del equilibrio de la gran empresa a
través de su intervencionismo. Cada vez que alguna de sus grandes corporaciones
multinacionales está en apuros (Lehman Brothers, General Motors Company, por
mencionar algunos casos), su Estado sale al rescate. Privatiza las ganancias,
pero socializa las pérdidas, haciéndole pagar al resto del mundo las mismas,
con emisión inorgánica de su moneda, hoy por hoy, intocable aún en buena parte
del mundo.
Habla del trabajo y la producción, pero en su fase de
caída irremediable como imperio su dinámica económica básica está puesta en la
más descarada especulación financiera, y dándose el lujo de criticar soberbio
la "corrupción" de los "atrasados" países de su periferia,
está en manos de impenetrables mafias corruptas que cada vez detentan más
poder… y hacen negocios sucios a la sombra del Estado federal. Los paraísos
fiscales de que se nutren son infinitamente más mafiosos, corruptos y
repugnantes que el más mafioso de los capos de la droga latinoamericano.
Doble moral desvergonzada que le permite hablar de la
ley para luego saltarla impunemente, como demuestra cada vez en forma más
marcada su abandono de los mecanismos civilizados de la humanidad como la
Organización de Naciones Unidas, la Corte Penal Internacional o los diversos
tratados internacionales que desconoce jactancioso. Uno de sus funcionarios
-John Bolton- pudo decir jactancioso y provocativo algunos años atrás que
"si es necesario bombardear el edificio de la ONU, lo haremos".
En otros términos: el mundo está gobernado por una
banda de mentirosos descarados, machistas y agresivos convencidos que tienen el
derecho natural de hacerlo. El actual presidente no es sino un exponente más de
esa ideología. No
es un payaso como algunos lo quieren presentar; es un cabal ícono
representativo de esa impune insolencia bravucona. ¿Hasta cuándo lo
permitiremos?
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