La enorme
mayoría de los adolescentes adolecen de las destrezas para tomar decisiones
cruciales. A tan temprana edad muchos no saben tomarlas todavía,
porque no están lo suficientemente entrenados para ello. Sé que hay personas
que llaman experiencia a los 80 años de
estar repitiendo los mismos errores de toda la vida. Pareciera que la televisión estimulara la mala crianza y tuviera el
interés de hacer añicos el tejido social.
Sería espléndido que sus actuaciones desdijeran la
idea de que los medios opulentos justifican el fin del tejido social. Sería
maravilloso que colaboraran en algo para que la sociedad no continuara
pudriéndose, revelando la verdad. Vamos a crear cultura entre todos y para todos. Si
hay un público exigente y formado con calidad, ganamos todos, puesto que la calidad exige esmero, dedicación y
persistencia, además de ser un hábito, no un acto.
Despertemos la
crítica, porque toda crítica justa es solidaria, un acto humanitario, un gesto de
generosidad cuando se parte del principio de que el criticado cuenta con el
talento de ser mejor y ubicarse en otro nivel superior. Por eso, exijamos calidad y verdad. Ayudemos a los medios de comunicación que no estén
comprometidos con la verdad a que se
quiebren, no viéndolos, ni oyéndolos ni leyéndolos. Volvámosles la espalda a sus
chambonadas y el engaño. No más mentiras ni posverdad. ¡Basta ya de manipulación y tergiversación!
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MEDIOS MERCANTILES PARA EMBRUTECER AL PUEBLO.
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Fernán Medrano.
Granma Internacional.
Viernes 7 de diciembre del 2018-
Las
«narconovelas», las telenovelas (o «telebobelas») turcas, la sección de
farándula de los noticieros, la televisión chatarra y los programas de risas de
los medios de comunicación poderosos dan rabia, porque les
hace falta rigor, calidad, compromiso y pasión por la verdad, que dijo el filósofo mexicano Fernando Buen Abad.
Las cosas importantes de la sociedad las tratan con demasiada mediocridad.
Quizá pretenden trivializarlo todo para luego hacerlo trizas.
No pocas veces
los medios comercializadores de noticias suprimen la esencia para hinchar la
apariencia de los hechos (algo
equiparable con la posverdad). Con frecuencia los comerciantes de la información
proveen verdades a medias, realidades fuera de contexto o distorsionadas, o
exprimen al extremo la tan cacareada equidistancia periodística, que, como
advierte el periodista español Pascual
Serrano, consiste en ponerles micrófonos a dos versiones enfrentadas, para
ahorrar el esfuerzo que exige la investigación de la autenticidad de los
acontecimientos o –sencillamente– para no granjearse enemigos y fingir
equilibrio informativo. Con todo eso, la equidistancia del
periodismo no deja de ser una actitud de gallina y mojigata.
Ya sabemos que
una verdad mal divulgada, retocada y manoseada corre el
riesgo de convertirse en una falsificación de la realidad; digo más, se
convierte en una falsa noticia, sobre todo cuando se ansía influir en la
opinión pública y ganar audiencia. Ya
sabemos que el deseo de impactar y lograr la conversión de más seguidores,
modelándolos para determinados fines conlleva el peligro de tejer y difundir
embustes. Quien se aplica a la orfebrería del engaño se constituye en un
embustero manipulador de sucesos. El que
deliberadamente repite mil veces una mentira es mil veces un mentiroso.
Las enormes
corporaciones mediáticas adquieren cada vez más la misma forma y estilo de las
fábricas de noticias falsas.
Sostienen abundantes puntos de comparación entre sí, dada la similitud
manifiesta entre lo que informan y el fenómeno de las noticias falsas,
comparable con los procedimientos usados por la comunicación estratégica de
guerra en la falsificación de los hechos objetivos, lo cual es semejante a las
mentiras encubiertas. Por ejemplo, los
medios mexicanos transmitieron para el mundo durante 16 horas la noticia de la
niña Frida Sofía atrapada bajo escombros que
resultó falsa.
La razón de ser de cualquier empresa comercial normal
es la misma: producir, vender y obtener ganancias financieras a través de la combinación de las más
efectivas tácticas de mercadeo de su producto, mercancía y/o servicio. Así
también ocurre con la cadena de producción de la mercancía informativa. La
validez de la analogía tiene lugar toda vez que las agencias distribuidoras de
noticias fundaron el mercado de la información, y son precisamente ellas las
que atienden la demanda de los clientes. ¡Vaya
negocio redondo!
Las Novelas, medios para embrutecer al pueblo?
Los medios de
comunicación mercantiles poseen el desafío de abstraerse de la realidad
planteada por el negocio de traficar con noticias si no desean incurrir en el
menoscabo de la veracidad de la
información. Personalmente, tengo la curiosidad de saber cómo ejercen su
compromiso con la verdad, pues no es fácil excluirse del envolvente círculo
vicioso de la narrativa engañosa, luego de que se ha entrado en ella.
En ese mismo
orden de ideas, vale la pena traer a cuento lo que el canal RCN obró con la memoria del asesinado periodista y
humorista colombiano Jaime Garzón. Lo que
efectuó el canal no tiene nombre. Conviene someter su producción a un examen de
rigor, a fin de descartar una posible revictimización de este hombre gigante. La vida de esta gran alma la han reducido a
menudencias. Presentí que la susodicha telenovela iba a estropear tanto la
memoria de Jaime como la mía, es decir, maltrataría la genialidad que recuerdo
de él, pues él vive en el corazón y el imaginario de las gentes.
A uno le duele la razón cuando mira ese chambón
producto televisivo que lo único que tiene de Jaime es su nombre; sufre cantidad. La vida de Jaime merece otro
epílogo, ya que él pensó el país y se rió del poder en Colombia; y en un
país intolerante eso es un peligro. El
mejor tributo que se le puede realizar a Jaime
es honrarlo, especialmente ahora que él mismo no puede defenderse.
Pero no. Ahí quedó pintada la industria de la
televisión residual. Es como si tuviera derechos, pero ningún deber. Su
responsabilidad social de honrar la verdad de los hechos sufre de desnutrición crónica, en tanto que su libertinaje de
expresión padece de obesidad mórbida. La libertad de
expresión no es un cheque en blanco. Nadie puede creerse con
salvoconducto para mentir.
La
«elefantiasis» de los medios de comunicación dominantes es espantosa. No deberían hacerse
los de la vista gorda delante de la voladura del tejido social, ni propiciarlo.
Su libreto tiene que ser algo más que
distraer con rumores. El espacio de entretenimiento lo rebajaron para
hablar exclusivamente de los chismes de la farándula. El arte también tiene
derecho a la vida.
Tampoco nosotros podemos encogernos de hombros ante la
erosión social. El negocio de embrutecer a la gente merece el rechazo social
total.
Pongamos por caso el fantasma de las series de
televisión mexicanas que recorre América
Latina. Presentan a los padres como a unos malvados cuando ellos no les
complacen a sus hijos todos sus caprichos.
La enorme
mayoría de los adolescentes adolecen de las destrezas para tomar decisiones
cruciales. A tan temprana edad muchos no saben tomarlas todavía,
porque no están lo suficientemente entrenados para ello. Sé que hay personas
que llaman experiencia a los 80 años de
estar repitiendo los mismos errores de toda la vida. Pareciera que la televisión estimulara la mala crianza y tuviera el
interés de hacer añicos el tejido social.
Sería espléndido que sus actuaciones desdijeran la
idea de que los medios opulentos justifican el fin del tejido social. Sería
maravilloso que colaboraran en algo para que la sociedad no continuara
pudriéndose, revelando la verdad. Vamos a crear cultura entre todos y para todos. Si
hay un público exigente y formado con calidad, ganamos todos, puesto que la calidad exige esmero, dedicación y
persistencia, además de ser un hábito, no un acto.
Despertemos la
crítica, porque toda crítica justa es solidaria, un acto humanitario, un gesto de
generosidad cuando se parte del principio de que el criticado cuenta con el
talento de ser mejor y ubicarse en otro nivel superior. Por eso, exijamos calidad y verdad. Ayudemos a los medios de comunicación que no estén
comprometidos con la verdad a que se
quiebren, no viéndolos, ni oyéndolos ni leyéndolos. Volvámosles la espalda a sus
chambonadas y el engaño. No más mentiras ni posverdad. ¡Basta ya de manipulación y tergiversación!
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