En este contexto global, de la Guerra Comercial entre
Estados Unidos y China, - escenario multipolar – es sumamente difícil, “para que el comercio mundial, realmente apoye
los objetivos de los ODM, planteados para
el 2030, debería fortalecer tres áreas esenciales para los países
empobrecidos: acceso a mercados, tratamiento de los apoyos agrícolas y trato
especial y diferenciado. Pero la transformación de las medidas de inversión, de
los derechos de
propiedad intelectual, los movimientos temporales de personas
(liberalización escalonada de mercados laborales), el tema de la deuda y la
crisis de productos básicos, demuestran no ser la agenda prioritaria de los
países desarrollados, ni en el caso de los Estados Unidos, ni
mucho menos para la UE”.
“Los ODM fuerzan a cambios
urgentes en la estructura del comercio multilateral, así como a toda una discusión de fondo sobre la ayuda y la cooperación
internacional, los
flujos de capital
y las migraciones, la distribución de ingresos mundiales, la transferencia
de conocimiento y tecnologías y los modelos de consumo energéticos para la
protección del medio ambiente y el cambio climático. Hemos asistido en los
últimos años como la Unión Europea
viene celebrando acuerdos bilaterales con países (México y Chile, los
casos más destacados de América Latina) y más recientemente lo intenta con
regiones (Mercosur
y los países Asia-Caribe-Pacífico). Estos acuerdos buscan posicionar a la UE en mejores
condiciones de competitividad frente a otros grandes socios comerciales. Aunque
la retórica de los tratados de la UE, tiene una
fuerte dosis de términos asociados con políticas de
desarrollo, cooperación y derechos humanos, la práctica demuestra que los
objetivos de este bloque no están situados en los ODM, sino en la
defensa de sus mercados internos y en aumentar el potencial competitivo de sus
empresas. Es una
prueba más, de que en la práctica la agenda del desarrollo esta disociada de
los objetivos comerciales de los países desarrollados”.
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La Guerra global Comercial, en relación a los Aranceles - pánico en el capitalismo mundial - impuesto por Estados Unidos sobre China. En el fondo es la lucha y enfrentamiento entre las dos economías más poderosas del mundo. Entre el "proteccionismo populista y seudo-nacionalista" de las políticas del Presidente TRUMP y las políticas del Multilateralismo global, asumido por el Estado Chino y el Presidente XI JINPING, desde una nueva estrategia mundial de la Nueva Ruta de la Seda y en general la disputa global por el Nuevo Orden Mundial.
***
LA OMC DEBILITADA, ENTRE LOS DIMES Y
DIRETES DEL CAPITALISMO GLOBALIZADO.
*****
Eduardo Camín.
CLAE.
Jueves 16 de mayo del 2019.
Corren malos tiempos para el multilateralismo, la
prolongada agonía del comercio mundial ha ido debilitando a la Organización Mundial del Comercio (OMC). Se
ha llegado a un callejón sin salida: el intento de transformar la OMC para adaptarla a
las necesidades e intereses de los países más desfavorecidos ha fracasado.
Si a esto le agregamos la actual guerra comercial
que libran EEUU China y la Unión Europea,
a golpe de aranceles, se instala un mar de dudas que generan un fuerte
cuestionamiento de la Organización, a tal punto que algunos expertos predicen
la desaparición de dicho organismo.
Es cierto que la
OMC, la institución que fija las normas para el comercio mundial, atraviesa
un momento muy delicado. Muchos son los que alertan que el freno en el comercio
y los intercambios globales, desalientan el panorama mundial.
A su vez, sostienen que el comercio mundial puede convertirse en una herramienta fundamental
para el desarrollo de los países empobrecidos, y que ésta sigue siendo
necesaria para no volver a dinámicas y modelos puramente bilaterales en que los
Estados más fuertes pueden imponer
más fácilmente sus condiciones.
No obstante debemos analizar, o evaluar algunas de
las razones por las cuales la agenda de liberalización comercial agresiva de la
actualidad, no es una agenda ni para el denominado desarrollo sostenible, ni ayuda a reducir los problemas de pobreza.
Lo significativo, es la constatación de la crisis
general del sistema capitalista y en particular del sistema de comercio basado
en estrategias de liberalización
agresiva (libre comercio) que frenaron y desnudaron las verdaderas
intenciones de los países desarrollados en las negociaciones multilaterales y
que han terminado por construir un complejo laberinto de acuerdos bilaterales, tanto en el plano comercial como en el de las
inversiones.
Algunos analistas insisten en destacar en diversos
organismos y/o foros internacionales que si bien el comercio no es la panacea
para avanzar en todos estos aspectos, si resulta esencial para poder alcanzar
algunas de las metas fijadas, en los Objetivos
de Desarrollo del Milenio (ODM) para la reducción de la pobreza.
Hoy es reconocido que los mayores problemas que se
presentan en los temas de desarrollo humano, está vinculado en los avances con
regiones más o menos convergentes del comercio internacional. De esta forma,
Asia presenta avances significativos, mientras el África Subsahariana presenta rezagos en materia de comercio y reducción de la pobreza. En
lo que respecta a América Latina, según la FAO, se aprecian algunas reducciones
en el número y porcentajes de hambrientos, pero en América Central se registran incrementos significativos.
Es cierto que desde finales de la década de 1980, casi todos los países
latinoamericanos han experimentado un proceso de profundas reformas económicas,
que particularmente se han dado en el comercio internacional, la liberalización
financiera y de la balanza de pagos. La mayor apertura ha brindado nuevas
fuentes de crecimiento económico
pero también un aumento de la volatilidad y de la sensibilidad a los shocks externos.
Al comienzo, parecía que las reformas fueran a
funcionar como se había prometido. Aumentó el crecimiento económico, la inflación se redujo y hubo un gran auge
de entrada del capital extranjero. Pero en algún momento, el crecimiento
fracasó.
Hoy ,es una opinión comúnmente admitida por
diversos grupos de especialistas en economía y políticas del desarrollo o en
algunos informes de los organismos
internacionales (caso la OIT), que el crecimiento económico ni significa
mejores condiciones de desarrollo, ni está necesariamente asociado con la
liberalización comercial y las reformas promovidas por los organismos
financieros internacionales desde décadas.
No olvidemos que durante décadas el comercio estuvo
dominado por una fuerte ortodoxia
liberalizadora, de raigambre monetarista, que apostó por un esquema que
combinaba lo multilateral y lo bilateral.
Los resultados de estas políticas, en los años
siguientes provocaron no solo una revisión y un debate sobre los fundamentos
económicos del monetarismo y del regionalismo abierto de la Comisión Económica para América Latina
(CEPAL), significaron sobre todo una alarma constante por el crecimiento
desmedido e incontrolado de acuerdos bilaterales y la crisis desatada en las
negociaciones multilaterales de la OMC a
partir de su V Conferencia Ministerial en Cancún, México (2003).
El dilema multilateralismo-bilateralismo , en
realidad se muestra falso frente a los intereses de los países desarrollados,
que combinan ambas negociaciones, interesados en sus industrias y sobre todo
las empresas multinacionales y no en las políticas de desarrollo o de alcance
internacional para reducir la pobreza.
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, postergados, olvidados, - o echados al olvido - por motivos estructurales y estratégicos de las Grandes potencias, básicamente alineados en la globalización de las élites, que hoy se asfixia y entra en su crisis final, producto de las contradicciones de sus propios integrantes centrales o principales.
***
Los ausentes siempre pierden
Hace años que los cuestionamientos al sistema
mundial de comercio nos obligan a reflexionar sobre la deriva del capitalismo.
Para algunos, son necesarias nuevas
reglas, nuevas instituciones, cambiar el enfoque del comercio, romper la
identificación con una serie de políticas ortodoxas de libre comercio, para
colocar el mismo en función de un desarrollo social y ecológico, de un marco
amplio y comprehensivo de los derechos humanos, romper el falso dilema
protección-liberalización o en su forma más ideológica: aislamiento-apertura.
Bajo las actuales circunstancias, y a pesar de
los cantos de sirena de muchos gobernantes, el comercio lejos
de significar un factor de desarrollo y convergencia de las economías más
empobrecidas ha significado en algunos casos dramáticas reducciones de
participación en el mercado mundial (la
más llamativa la de África Subsahariana).
En este contexto, para que el comercio realmente
apoye los objetivos de los ODM,
planteados para el 2030, debería fortalecer tres áreas esenciales para los
países empobrecidos: acceso a mercados, tratamiento de los apoyos agrícolas y
trato especial y diferenciado.
Pero la transformación de las medidas de inversión,
de los derechos de propiedad
intelectual, los movimientos temporales de personas (liberalización
escalonada de mercados laborales), el tema de la deuda y la crisis de productos
básicos, demuestran no ser la agenda prioritaria de los países desarrollados,
ni en el caso de los Estados Unidos, ni
mucho menos para la UE.
Los ODM fuerzan a
cambios urgentes en la estructura del comercio multilateral, así como a toda
una discusión de fondo sobre la ayuda y la cooperación internacional, los flujos
de capital y las migraciones, la distribución de ingresos mundiales, la
transferencia de conocimiento y tecnologías y los modelos de consumo
energéticos para la protección del medio ambiente y el cambio climático.
Hemos asistido en los últimos años como la Unión Europea viene celebrando acuerdos
bilaterales con países (México y Chile,
los casos más destacados de América Latina) y más recientemente lo intenta
con regiones (Mercosur y los países
Asia-Caribe-Pacífico). Estos acuerdos buscan posicionar a la UE en mejores condiciones de
competitividad frente a otros grandes socios comerciales.
Aunque la retórica de los tratados de la UE, tiene una fuerte dosis de términos
asociados con políticas de desarrollo,
cooperación y derechos humanos, la práctica demuestra que los objetivos de
este bloque no están situados en los ODM,
sino en la defensa de sus mercados internos y en aumentar el potencial
competitivo de sus empresas. Es una prueba más, de que en la práctica la agenda
del desarrollo esta disociada de los objetivos comerciales de los países
desarrollados.
La
orientación de la UE, puede notarse en el siguiente párrafo:
“ En la segunda mitad del siglo XX, los Estados
Unidos, Europa y Japón impulsaron a la economía mundial. En la actualidad, se les están sumando economías
en expansión cada vez más abiertas, en particular China e India, pero también Brasil, Rusia y otros países […] Debido
a todo ello, está cambiando la naturaleza del comercio mundial […] En el caso de Europa, las actuales
claves de la competitividad son el conocimiento, la innovación, la propiedad
intelectual, los servicios y un uso eficiente de los recursos. Debe adaptarse
la política comercial y todo nuestro planteamiento de la competitividad
internacional” (CE, 2006: 2-3).[i]
Este esquema de redefinición de la competitividad y
de cambios en el comercio internacional significa en lo concreto que en el
marco de negociaciones bilaterales la UE persigue una negociación que va más
allá de los temas negociados en el ámbito multilateral (OMC-plus). En su documento: “Europa
Global: Competir en el Mundo”, bajo la modalidad de “nuevas áreas de crecimiento”, se
propone la apertura de mercados y normas más estrictas para la propiedad
intelectual, los servicios, la inversión, la contratación pública y la
competencia.
Quienes defienden que efectivamente el comercio es
importante para el desarrollo, pero no cualquier tipo de comercio, ni para
cualquier tipo de desarrollo, deben partir de la base que el actual sistema
multilateral es profundamente desigual y desequilibrado, y que los acuerdos
bilaterales no son una respuesta frente a este problema, sino la causa de esta
estructura de relaciones internacionales.
Algunas organizaciones a nivel internacional
pretenden una reforma de la OMC, al
sostener que es el instrumento multilateral con que contamos. Es una falacia
pensar que es posible, con algunas reformas de democratización y transparencia,
modificar la estructura de una institución que fue creada para lo que está
haciendo: la liberalización agresiva del comercio y los servicios.
Si el foco central de de la estrategia está en
reducir las desigualdades y sobre todo la pobreza, pues se debería centrarse
más en los problemas y las soluciones para los países más empobrecidos. El
sistema de comercio internacional debe prevalecer un concepto esencial sobre
los derechos humanos y orientarse sobre todo en función de estas urgencias y no
para favorecer los intereses y lucro de los países desarrollados.
No es casual que en los últimos años, el
pensamiento económico de la ortodoxia neoliberal haya construido un
instrumental de opiniones fácilmente generalizables para invertir estos
derechos y transformarlos a su vez en
derechos de las corporaciones y en “libertad” para estos conglomerados
económicos.
No podemos negar, que la expansión del comercio
internacional ha permitido sacar de la pobreza a cientos de millones de
personas de las economías emergentes de América
Latina, África y particularmente Asia.
Además, de haber multiplicado la oferta de bienes y servicios, resultando en
una disminución de los costos para los consumidores y la creciente competencia
global ha ocasionado el surgimiento de empresas nuevas y más eficientes.
No obstante, la mayoría de los países abrieron sus
fronteras a ojos cerrados, sin tener en cuenta a los perdedores. Es cierto que
la liberalización comercial no produjo la desigualdad, pero lo que no cabe duda
es que la haya profundizado. No podemos negar que la apertura de mercados sin
el acompañamiento de políticas de mercado laboral, de ajustes estructurales y
de políticas sociales ha ocasionado un desencanto generalizado con la
globalización económica.
¿Nos acercamos al final de la liberalización
comercial? Difícilmente. Sin embargo, preocupa un panorama en el que se
comienza a entrever el recrudecimiento del proteccionismo. Entre los dimes y
diretes del capitalismo los plazos para el desarrollo se suceden y se repiten:
si ayer el objetivo era 2015 ahora es 2030, pero estas metas no van más allá de la retórica
de los discursos, y las idas y venidas del capital especulativo transnacional.
Nota:
[i] Unión
Europea (2006). “Europa Global: Competir en el Mundo”, Bruselas.
EDUARDO
CAMÍN. Periodista uruguayo, corresponsal de prensa de la ONU. en Ginebra.
Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la )
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