TEMER A INTERNET ES TEMER LA LIBERTAD.
Internetfobia.
Los
grandes cambios tecnológicos siempre han infundido pavor a los humanos, al
tiempo que los han asumido y usado para cambiar su existencia y modificar la
tecnología mediante su uso. Internet no es una nueva tecnología, porque nació
en 1969. Pero su difusión global y su penetración en todos los
ámbitos de nuestra existencia han suscitado reacciones tan viscerales como
desinformadas sobre su nocividad.
De nada sirve que los investigadores llevemos dos
décadas analizando rigurosamente la interacción entre internet, sociedad y
personalidad. Las leyendas urbanas sobre internet continúan proliferando sin
otra base que el miedo colectivo a asumir que hemos cambiado para siempre la
forma en que comunicamos, nos informamos, trabajamos, nos relacionamos, amamos
o protestamos.
Y no hay
nada peor que adentrarse en ese nuevo mundo que es el nuestro ignorando lo que
es y temiendo lo peor. Porque internet es como la electricidad: infraestructura
de nuestras vidas.
Hay razones para esta imagen distorsionada de
internet. Pero antes de exponerlas déjeme indicar por qué es distorsionada,
usando los datos existentes, a cuya consulta le remito para ahorrar palabras.
Si le interesa vea las webs del World Internet Project, del Pew Institute, del
Oxford Internet Institute o del Projecte Internet Catalunya de la UOC, entre
otras muchas.
Todos
los análisis disponibles concurren en desmentir una serie de mitos. Primer
mito: internet aísla, aliena, deprime. Es lo contrario: usar internet aumenta
la sociabilidad, dentro y fuera de la red, porque los dos tipos de sociabilidad
se acumulan.
Las redes sociales sirven para mantener vínculos
originados fuera de la red al tiempo que crean nuevas oportunidades de amistad
y relación. Y cuando hay personas que sufren de aislamiento o depresión, la red
ayuda a encontrar compañía.
En realidad, el BCS Institute inglés, con una
muestra mundial, encontró una correlación entre internet y los índices de
felicidad, porque incrementa sociabilidad y empoderamiento, factores clave
inductores de felicidad.
Segundo mito: la divisoria digital. En términos de
acceso, en los países desarrollados como España, el acceso a internet (desde
distintos lugares y plataformas) oscila entre el 70% y el 90% y supera el 85%
en la población adulta de menos de 60 años, porque el principal factor del no
uso es la edad, así que cuando mi generación haya desaparecido el uso de
internet será universal.
En el
mundo hay 2.800 millones de usuarios de internet y 6.700 millones de usuarios
de móviles, o sea, que la humanidad está conectada.
Obviamente, hay desigualdad en la calidad de la
conexión, pero dicha desigualdad es menor que en otros indicadores de
desigualdad, como patrimonio o renta, porque la gente otorga un valor
prioritario a sus prácticas de comunicación.
Tercer mito: internet maleduca a los niños porque no
prestan atención en clase y se distraen en casa. Lo que nos dicen los estudios
sobre el abandono escolar es que la escuela (no los maestros, que hacen todos
sus esfuerzos) no ha entrado en la pedagogía de la era digital y sigue aferrada
a libros de texto, negocio editorial y propaganda de las ideologías oficiales.
Resultado: los adolescentes, que viven plenamente en la creatividad de la
cultura digital, se aburren soberanamente en clase y, en cuanto encuentran
alternativa, se largan a la vida, que es más interesante.
Cierto que internet requiere menos memorización,
porque todo está en la red, pero al mismo tiempo ofrece múltiples posibilidades
de recombinar información, que es la base de la creatividad.
Manuel
Castells, español. el
sociólogo de las TIC, especialista en Tecnologías de la Información y la Comunicación,
***
Como
nuestra cultura está basada en la transmisión disciplinada de lo adquirido,
está mal visto que los niños piensen por sí mismos, ayudados por maestros que
les capaciten para buscar y usar la información enfocada a sus proyectos.
Y nuestra economía del conocimiento y nuestra sociedad
en cambio continuo requieren sobre todo personas capaces de improvisar e
innovar, no de repetir gestos rutinarios.
Cuarto mito: la educación universitaria virtual
degrada la calidad por la falta de contacto con el profesor. De hecho, el
contacto con el profesor es mucho más limitado en las universidades
tradicionales que en las virtuales con calidad basada en tutorías. Y además,
las virtuales se dirigen mayoritariamente a una población adulta que sin esa
educación no tendría posibilidad de estudiar y reciclarse. Siendo así que el
aprendizaje a lo largo de la vida es esencial en una economía en constante
transformación.
Quinto mito: internet es el Gran Hermano donde todo se
sabe y se vigila. Es cierto que la privacidad en internet es difícil, pero a
cambio sabemos que la denuncia del abuso, los movimientos sociales y la
resistencia a tiranías encuentran en internet un instrumento esencial de
autoorganización y movilización.
Internet
autonomiza y empodera: los vigilantes también son vigilados.
Sexto mito: la información en internet no es fiable.
Mucha no lo es, otra sí, como en los medios de comunicación, pero a diferencia
de estos, en internet se puede comentar y corregir mediante la participación
activa de múltiples productores de información.
Séptimo mito: internet es causante de violencia,
terrorismo, pornografía, sexismo y toda clase de aberraciones. Se olvida que
estas lacras son rasgos de nuestras sociedades y por tanto también existen en
internet. Es cierto que la viralidad en internet incrementa riesgos, por ejemplo,
la difusión de técnicas terroristas o propaganda extremista.
Pero es
que internet es libertad y los usos de la libertad son reflejo de quienes
somos, de modo que somos nosotros los que tenemos que cambiar en lugar de
ocultarnos la verdad.
La imagen deformada de internet proviene del tremendismo
de los medios de comunicación, aterrados por su supervivencia como medios
unidireccionales controlados por el dinero y el poder, a pesar del periodismo
profesional.
De la fobia de intelectuales que perdieron el
monopolio de la palabra. Del miedo de los gobiernos a una ciudadanía informada,
capaz de autocomunicarse y autoorganizarse. Del temor de burocracias que basan
su autoridad en el control de la información.
Y de
nuestro espanto a saber quiénes somos tras las celosías de la hipocresía
social. Temer a internet es temer la libertad.
/////
Dr. Manuel Castells y la Revolución 5G.
LA NUEVA REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA 5G.
*****
Manuel Castells.
La Vanguardia.
Rebelión viernes 10 de mayo del 2019.
Con el aséptico nombre de 5G se presentó la nueva generación de
comunicación móvil en el Mobile World Congress de Barcelona, a finales de febrero. Se trata de una profunda transformación
tecnológica con importantes consecuencias empresariales, sociales y geopolíticas.
La estrella del congreso fue el nuevo
modelo Mate X de Huawei, la principal empresa tecnológica china. Claro que
el teléfono no sirve de mucho mientras no se despliegue la red por la que
circulan las señales. Y esto se supone que ocurrirá, al menos en China, Europa
y Estados Unidos, en el 2020.
La conexión de internet con 5G se proyecta como 40 veces más rápida que la del 4G que actualmente utilizamos y el
volumen de datos comunicados significativamente mayor (aquí las estimaciones
varían). La importancia de esta tecnología es que constituye la infraestructura
necesaria para el funcionamiento de la
nueva sociedad en red, incluyendo la nueva economía. Esta nueva estructura,
que ya existe en gran medida, está en la base de la conexión de grandes bases
de datos (big data), del despliegue
de las aplicaciones de inteligencia
artificial y, por tanto, de la robótica
avanzada (máquinas capaces de aprender) y, sobre todo, de la llamada “internet de las
cosas”. Por tal se entiende la
multiplicidad de conexiones ultrarrápidas de
internet no sólo entre humanos y sus
organizaciones, sino entre objetos de todo tipo, en el ámbito doméstico, el
dinero móvil, el coche sin conductor, la cirugía a distancia, la enseñanza
virtual o las guerras de drones. No hablamos de ciencia ficción, sino de lo
que ya ha sido investigado, diseñado, producido y es operativo.
Como indicación de lo que ocurre, en el 2014 había unos 1.600 millones de
objetos/máquinas conectados. En el 2020
se estima que serán 20.000 millones.
Sin embargo, el funcionamiento real de estas múltiples redes sobre una única
infraestructura de comunicación requiere una red con las características Con
sus consiguientes riesgos. Por un lado, el de la ciberseguridad (interferencias y vigilancias de todo tipo, sobre
todo de gobiernos, incluidos todos). Por otro lado, los peligros potenciales para la salud aún poco evaluados. Resulta que
una característica clave de esta nueva red
es una altísima densidad de miniantenas
que están sembrando en todas las ciudades para, mediante su cobertura
coordinada del espectro, obtener una comunicación ubicua de cualquier punto de
la red a cualquier otro. Antes de que le entre pavor piense que esta red, como todo lo que hemos ido
inventando, se va a desplegar y usted (o sus hijos o sus nietas) la van a
utilizar, sí o sí. Con lo cual lo urgente es analizar seriamente los impactos
de estos múltiples campos electromagnéticos sobre la salud (sobre lo que hay muchos mitos, parecidos al movimiento
antivacunas) y encontrar soluciones técnicas para prevenir el daño potencial.
En cualquier caso, la construcción y gestión de la(s) red(es) 5G se convierte en un
campo esencial de la lucha por el poder y el dinero, porque vivimos en la época del capitalismo de los datos y los datos sólo sirven cuando
pueden ser procesados y conectados.
Por eso se ha desatado una violenta reacción del Gobierno estadounidense contra la
participación de Huawei en el diseño
y construcción de la red. Y es que
resulta que, en opinión de la mayoría de los expertos, Huawei posee la tecnología de diseño y fabricación más avanzada del
mundo en las redes de telecomunicación
5G. Creo que el choque psicológico del Gobierno (mucho menos el de las
empresas) es comparable al pánico surgido ante el Sputnik soviético en 1957.
¿Cómo es posible –dicen en Estados
Unidos– que los chinos estén más avanzados cuando se suponía que su ventaja
competitiva estaba en copiar y fabricar más barato explotando su mano de obra,
sin añadir valor mediante investigación? Estamos en
presencia de una mezcla de complejo de
superioridad e ignorancia. Huawei está entre las primeras cinco empresas
del mundo en gasto en I+D, tiene
decenas de miles de investigadores, con centros en todo el mundo, no sólo en China, sino en Silicon Valley y otros
núcleos tecnológicos. Y obtuvo más patentes
tecnológicas en el 2017-2018 que
cualquier empresa tecnológica en Estados Unidos. Aun así, la paranoia de los
estrategas estadounidenses es tal que, teniendo en cuenta las consecuencias
geopolíticas e incluso militares de esta tecnología, decidieron que la ventaja
de Huawei sólo podía provenir del espionaje
industrial y han arrestado y
procesado a la directora financiera, Meng
Wanzhou, hija del fundador de la empresa. ¿Pruebas? En el momento de su detención llevaba un iPhone y un iPad. Concluyente, ¿no? La
acusación en serio es que Huawei es
una empresa estatal (falso, es privada, como lo es Alibaba, la mayor empresa de e-commerce del mundo) y está
introduciendo un acceso de “puerta
trasera” en la red mediante el cual
se puede espiar a todo el mundo. Y sólo faltaba que justo ahora el Gobierno chino lance su iniciativa de construcción de infraestructuras de transporte y
comunicaciones en Europa y Asia (la nueva ruta de la seda)
en colaboración con diez países europeos, incluida Italia, para que el 5G
se interprete como un proyecto de dominación china sobre Occidente.
Objetivamente, hace falta mucho cinismo para presentar
al Gobierno de Estados Unidos, así como
los europeos, como respetuosos de la privacidad. Hay múltiples revelaciones
y documentos (en particular los papeles de Snowden)
que muestran la práctica sistemática de vigilancia
legal o ilegal de las agencias estadounidenses en todo el mundo, como hace el Gobierno chino. Y la ayuda de
mercados militares a empresas como Boeing
y a Silicon Valley es un hecho.
La nueva revolución tecnológica se está convirtiendo en un campo de
batalla geopolítico, en detrimento de la cooperación
sinérgica que intentan algunas empresas europeas.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario