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“El BCP surgió en el contexto
de una intensa resistencia popular al régimen racista del apartheid en
Sudáfrica,
resistencia que no se desmoralizó con la prohibición del Congreso Nacional Africano
y el Congreso Panafricanista, sino que desembocó en la
formación de la Organización de
Estudiantes Sudafricanos (SASO) en 1968. La SASO estaba dirigida por Steve Biko
(1946-1977), quien dio forma a la filosofía de la Conciencia Negra y quien fue asesinado en las brutales celdas del
gobierno racista. Las ideas de Biko
sobre la Conciencia Negra eran amplias. Tenía un profundo sentido de que había
que afirmar la dignidad negra y desarrollar el liderazgo negro para establecer
una verdadera igualdad en el futuro. A lxs sudafricanxs
negrxs no se les podía regalar la libertad; tenían que aprovecharla,
alimentarla y construirla.
“Biko definió la
Conciencia Negra precisamente como una ideología que busca dar optimismo en la
perspectiva del pueblo negro
a sus problemas. Se basa en la idea de que el “odio a los blancos” es negativo, aunque
comprensible, y conduce a métodos precipitados y disparados que pueden ser desastrosos tanto para los negros como
para los blancos. Trata de canalizar las
fuerzas reprimidas de las masas negras enfurecidas hacia una oposición
significativa y direccional, basando toda su lucha en las realidades de la
situación. Quiere asegurar una unidad de
propósito en las mentes de los negros y hacer posible
la implicación total de las masas en una lucha esencialmente suya.
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DONDE LAS FLORES NO ENCUENTRAN
LA PAZ SUFICIENTE PARA CRECER.
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Steve Biko definió la
Conciencia Negra como una ideología que busca dar optimismo al pueblo negro en
la resolución de sus problemas.
Por Vijay Prashad |
24/09/2021 | Opinión.
Fuente.
ALAI. Sábado 25 de setiembre del 2021.
El
13 de julio de 2021, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas
(CDHNU) adoptó una
resolución histórica sobre la prevalencia del racismo y para la creación de un
mecanismo independiente, formado por tres especialistas, que investigue la raíz
del racismo y la intolerancia profundamente arraigados. El Grupo de Estados
Africanos impulsó esta resolución, surgida de la indignación mundial por el asesinato
de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis el 25 de mayo de 2020.
Los debates en
el CDHNU consideraron los problemas de la brutalidad policial y se remontaron a
la formación de nuestro sistema moderno en el crisol de la esclavitud y el
colonialismo. Algunos países occidentales —como Estados Unidos y Reino
Unido— dudaron tanto
en la evaluación del pasado como en la cuestión de las reparaciones; y lograron
eliminar la exigencia de investigar el racismo sistemático en las fuerzas
policiales estadounidenses.
El reconocimiento de la enormidad del coste de la esclavitud y el colonialismo es una exigencia básica de la mayoría de la población mundial. Los cálculos de estos costos oscilan entre los 777 billones de dólares por la trata transatlántica de personas esclavizadas y los 45 billones por el colonialismo británico en la India. Se trata de cálculos parciales, pero de todas formas son formidables. El coste total de las 191.900 toneladas de oro que se han extraído a un coste actual de 46,5 millones de dólares por tonelada es de solo 9 billones de dólares, mucho menos que la factura total de la esclavitud y el colonialismo. No es de extrañar que pocos gobiernos estén dispuestos a considerar la cuestión de las reparaciones para los y las supervivientes de la esclavitud y el colonialismo. Sin embargo, demasiado a menudo se oculta de cualquier debate significativo sobre las reparaciones el hecho de que los regímenes coloniales recibieron sumas masivas para compensar la pérdida de su fuente de ingresos. Se calcula que los propietarios franceses de personas esclavizadas en Haití cobraron 28.000 millones de dólares del gobierno revolucionario haitiano, una suma que no se pagó hasta 1947, para compensarles por los bienes —es decir, los seres humanos— recuperados durante la Revolución. Del mismo modo, Gran Bretaña pagó a los propietarios ingleses de seres humanos enormes sumas de dinero tras la Ley de Abolición de la Esclavitud de 1833; según el Tesoro, la finalización de estos pagos por parte de lxs contribuyentes británicxs se realizó en 2015.
La
negación de la humanidad a más de la mitad de la población mundial sigue
formando parte del amplio marco de nuestro sistema mundial. Incluso ahora, en
2021, la vida de un civil afgano se considera mucho menos valiosa que la de un
soldado estadounidense. Cuando 20.000 o más personas murieron por la explosión
de una fábrica de propiedad estadounidense en Bhopal (India) en 1984, H.
Michael Utidjian, director médico de American Cyanamid, expresó su
dolor pero pidió que se pusiera en contexto. ¿Cuál es el contexto? “Los
indios”, dijo, no tienen la “filosofía norteamericana de la importancia de la
vida humana”. Para Utidjian y tantos otros, sus vidas son desechables, tan
desechables como las vidas de los 1,6 millones de africanos y africanas
que mueren anualmente
de enfermedades prevenibles del tracto respiratorio inferior y de diarrea.
Casi
todas las muertes por diarrea se deben a
la falta de higiene y saneamiento, así como al agua no potable, problemas que
pueden solucionarse con la creación de mejores infraestructuras. Seis países
muy poblados —Congo, Gambia, Ghana, Kenia, Sierra Leona y Zambia— gastan más
en el servicio de la deuda externa que en sanidad y educación juntas. Esta es
una prueba más del desprecio por los pueblos que lucharon para acabar con el
colonialismo, pero que siguen siendo vistos por los poderosos —a pesar de su
liberalismo superficial— como inferiores y más débiles.
Una
de las razones por las que la oficina de Johannesburgo (Sudáfrica) del
Instituto Tricontinental de Investigación Social ha invertido una gran cantidad
de energía en la excavación de las historias de lucha, es para dejar constancia
de la lucha por la libertad liderada por las personas negras en el sur de
África. Han retrocedido en el tiempo para contarnos la historia del Sindicato
de Trabajadores Industriales y Comerciales (ICU por sigla en inglés) de 1919 a
1931, antecesor del movimiento sindical moderno en Sudáfrica (dossier
nº 20, septiembre de 2019). Nos han hablado de la evolución de
la política sudafricana contemporánea (dossier
nº 31, agosto de 2020) y del movimiento contemporáneo de
residentes de barracas —Abahlali baseMjondolo— y de su dominio en el imaginario
de los pobres del país (dossier
nº 11, diciembre de 2018). Estos documentos han sido acompañados
por dossiers sobre el impacto de poderosos teóricos sociales de las
insurgencias africanas y las pedagogías de los pobres ofrecidas a través de la
obra de Frantz Fanon (dossier
nº 26, marzo de 2020) y Paulo Freire (dossier
nº 34, noviembre de 2020), cuyo centenario celebramos este año.
Cada uno de estos textos trabaja para construir un archivo de la lucha negra
contra los regímenes del odio.
El dossier
nº 44 (septiembre de 2021) se titula Programas
de la Comunidad Negra: La manifestación práctica de la filosofía de la
conciencia negra. Estos Programas de la Comunidad Negra (BCP)
funcionaron de 1972 a 1977, y fueron fundados y dirigidos por sudafricanxs
negrxs para promover la causa de la comunidad negra. Todos y cada uno de ellos
fue clausurado por el régimen del apartheid. El BCP incluía proyectos de
bienestar comunitario, arte negro, teología negra y educación descolonizada. Un
área clave del BCP era el desarrollo de la salud de los sudafricanos negros,
conscientemente descuidada por la sociedad. Proyectos como el Centro de Salud
Comunitaria Zanempilo (Cabo Oriental) y Solempilo (Durban, KZN) llevaban los
objetivos reflejados en sus nombres: zanempilo significa
‘el que trae la salud’ y solempilo significa ‘ojo
de la salud’. Ambos fueron clausurados por el régimen del apartheid cuando prohibió
todos los grupos de Conciencia Negra en octubre de 1977.
El
BCP surgió en el contexto de una intensa resistencia popular al régimen racista
del apartheid en Sudáfrica, resistencia que no se desmoralizó con la
prohibición del Congreso Nacional Africano y el Congreso Panafricanista, sino
que desembocó en la formación de la Organización de Estudiantes Sudafricanos
(SASO) en 1968. La SASO estaba dirigida por Steve Biko (1946-1977), quien dio
forma a la filosofía de la Conciencia Negra y quien fue asesinado en las
brutales celdas del gobierno racista. Las ideas de Biko sobre la Conciencia
Negra eran amplias. Tenía un profundo sentido de que había que afirmar la
dignidad negra y desarrollar el liderazgo negro para establecer una verdadera
igualdad en el futuro. A lxs sudafricanxs negrxs no se les podía regalar la
libertad; tenían que aprovecharla, alimentarla y construirla.
Biko definió la Conciencia Negra precisamente como una ideología que busca dar optimismo en la perspectiva del pueblo negro a sus problemas. Se basa en la idea de que el “odio a los blancos” es negativo, aunque comprensible, y conduce a métodos precipitados y disparados que pueden ser desastrosos tanto para los negros como para los blancos. Trata de canalizar las fuerzas reprimidas de las masas negras enfurecidas hacia una oposición significativa y direccional, basando toda su lucha en las realidades de la situación. Quiere asegurar una unidad de propósito en las mentes de los negros y hacer posible la implicación total de las masas en una lucha esencialmente suya.
No se trata de un afropesimismo ni de una fútil desesperación de lxs
afrodescendientes, ni de una declaración de separatismo negro. Se trata más
bien de la síntesis más profunda de una política de la dignidad humana y de una
política del socialismo.
En
2006, el periodista Niren Tolsi habló con el poeta Mafika Pascal Gwala
(1946-2014) y le preguntó por el significado de la Conciencia Negra en su vida.
“No tomamos la Conciencia Negra como una especie de Biblia”, dijo Gwala
a Tolsi. “Solo era una tendencia, que era necesaria porque significaba aportar
lo que la oposición blanca [al apartheid] no podía aportar a la lucha. La
Conciencia Negra aportó mucho a la lucha”. El movimiento de la Conciencia Negra
—junto con el comunismo sudafricano (como se documenta en el nuevo y monumental
libro de Tom Lodge, Red Road to
Freedom, 2021) y el movimiento sindical que surgió de las
huelgas de Durban en 1973— ciertamente incorporó a las masas a la lucha contra
el apartheid de una manera que la oposición blanca no pudo; pero también aportó
la sensibilidad de la valía, de ser digno de la vida humana, de hacer de la
lucha por la libertad algo preciso y valioso para la dignidad de la existencia
y no una abstracción.
Esa búsqueda de la dignidad define la poesía de Gwala, cuyos poemas de Soweto bullen de deseos de libertad:
Nuestra historia se escribirá
en las puertas de las fábricas
en las oficinas de desempleo en las
colas chamuscadas de bocas moribundas
Nuestra historia será nuestras alegrías nuestras
penas
nuestras angustias garabateadas en
sucios baños de tercera clase
Nuestra historia serán las figuras
distorsionadas y los eslóganes amargos
que decoran los muros de
nuestros guetos donde las flores no encuentran paz suficiente para crecer.
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