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"El “terremoto” en Afganistán ha
provocado ondas expansivas que a contrapelo de las tendencias de los últimos
años
parecieran estar señalando un ambiente más positivo en el planeta. Sin querer “cantar victoria” ni “echar las campanas a
volar”, tampoco se deben soslayar en el análisis, ciertos hechos positivos
en el escenario internacional que, de transformarse en tendencia, podrían
señalar un rumbo distinto para la humanidad, siempre y cuando China y Rusia sigan asumiendo su responsabilidad como garantes
de la paz y la estabilidad mundial.
Septiembre ha traído manifestaciones
asombrosas, impensables hace solo unas semanas atrás: ¿consecuencias de la debacle en
Afganistán?, ¿pragmatismo
estadounidense ante su crisis económica?, ¿temor en Europa de seguir asumiéndose como apéndice de Estados Unidos,
incluso a costa de afectar a sus propios ciudadanos?, ¿avance indetenible de China hacia su transformación en primera
potencia mundial?, ¿constatación en Occidente de que la alianza Rusia-China transforma este bloque en opción de futuro a partir
de una mirada distinta de las relaciones internacionales?, ¿todas las
anteriores? Las respuestas a estas preguntas apuntan a dar pautas de análisis
para observar la realidad de mejor manera. Veamos algunos hechos:
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¿HACIA
UN NUEVO ORDEN MUNDIAL?
China y Estados Unidos.
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Evaluar
que una guerra contra China y Rusia podría conducir a una derrota, inaugura una
nueva época en el tradicional discurso guerrerista y triunfalista que ha
caracterizado a los altos mandos del Pentágono
Sergio Rodríguez Gelfenstein, Alainet
Alainet. Jueves 16 de setiembre del
2021.
Hace pocos meses atrás, en vísperas de
la IX Conferencia sobre Seguridad Internacional que se realizó en Moscú
entre el 22 y el 24 de junio, el coronel general Alexander Fomin, viceministro
de Defensa de Rusia, declaró en una entrevista para RT que se podía “observar la formación de un nuevo orden
mundial”. Para sostener su punto de vista argumentaba que había una
tendencia por llevar al mundo a una nueva guerra fría y a una nueva
bipolaridad.
El
viceministro ruso aseveró que en la actualidad se está produciendo
“una
destrucción sistemática del sistema establecido de relaciones internacionales
[y] de la arquitectura de seguridad”, mientras paralelamente disminuye “el
papel de las organizaciones internacionales como herramientas para la adopción
colectiva de decisiones en el ámbito de la seguridad”. Con preocupación
señalaba que estaban apareciendo novedosas armas que alteran de forma radical
el equilibrio de poderes en el planeta, llevando el conflicto a un terreno
distinto al tradicional, el cual incluye la consideración del espacio y el
ciberespacio como escenarios de guerra, lo cual está obligando a cambiar los
principios y métodos para su ejecución.
Estas declaraciones, hechas por el
segundo jefe de una de las fuerzas armadas más poderosas del planeta deben ser
tomadas en cuenta con mucha atención. Aunque apuntan a un
análisis de largo plazo y se produjeron solo unas semanas antes de la hecatombe
estadounidense y de la OTAN en
Afganistán, hay que observar que este hecho ha comenzado a generar una
serie de tendencias interesantes en torno a la dinámica internacional global
que deberían estudiarse en términos de coyuntura sin obviar que también podrían
tener influencia desde el punto de vista estratégico.
El “terremoto” en Afganistán ha provocado ondas expansivas que a contrapelo de las tendencias de los últimos años parecieran estar señalando un ambiente más positivo en el planeta. Sin querer “cantar victoria” ni “echar las campanas a volar”, tampoco se deben soslayar en el análisis, ciertos hechos positivos en el escenario internacional que, de transformarse en tendencia, podrían señalar un rumbo distinto para la humanidad, siempre y cuando China y Rusia sigan asumiendo su responsabilidad como garantes de la paz y la estabilidad mundial.
Septiembre ha traído manifestaciones
asombrosas, impensables hace solo unas semanas atrás: ¿consecuencias de la debacle en
Afganistán?, ¿pragmatismo
estadounidense ante su crisis económica?, ¿temor en Europa de seguir asumiéndose como apéndice de Estados Unidos,
incluso a costa de afectar a sus propios ciudadanos?, ¿avance indetenible de China hacia su transformación en primera
potencia mundial?, ¿constatación en Occidente de que la alianza Rusia-China transforma este bloque en opción de futuro a partir
de una mirada distinta de las relaciones internacionales?, ¿todas las
anteriores? Las respuestas a estas preguntas apuntan a dar pautas de análisis
para observar la realidad de mejor manera. Veamos algunos hechos:
1. Realización el 8 de septiembre de
una reunión de los ministros de Exteriores de los países del G7… con
la participación de los cancilleres de Rusia
y de China para abordar la situación de Afganistán. ¡Insólito!
2. Confrontación en Europa en torno al
futuro a seguir en materia de seguridad y defensa. El día 3, el alto
representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de
Seguridad, Josep Borrell, instó a
los países del bloque a crear una fuerza militar de reacción rápida capaz de
intervenir en acontecimientos como los registrados en Afganistán. Con el argumento de que, contar con una mayor defensa
europea nunca había sido tan evidente, Borrell
apuntó al imperativo de crear una fuerza militar europea autónoma de
reacción rápida para actuar fuera de las fronteras reduciendo la dependencia de
Estados Unidos.
3. Como estamos hablando de hechos
extravagantes, la respuesta a Borrell vino ni más ni menos que
del secretario general de la OTAN, Jens
Stoltenberg, quien dos días después opinó que la creación de una fuerza de
reacción rápida podría “dividir a Europa”.
Stoltenberg se mostró a favor de elevar los instrumentos europeos en
materia de defensa, pero sin que estos “sobrecarguen
los escasos recursos” de los aliados de la OTAN. Su argumento se basa en que
siendo válido que Europa haga mayores esfuerzos para su defensa, estos nunca
van a reemplazar a la OTAN, por lo que el
Viejo Continente debería asegurarse
permanecer unido a Estados Unidos.
El
renacimiento de la doctrina De Gaulle
que opone el europeísimo al atlantismo
de la OTAN, pone de relieve las grandes contradicciones que aquejan a las élites europeas, augurando un debate de
imprevisibles consecuencias.
3. Finalización de la construcción y pronta puesta en marcha del gasoducto Nordstream 2, sin que Estados Unidos haya podido impedirlo a pesar de las sanciones y los frenos para llevar el proyecto a feliz término. El proyecto duplicará el suministro de gas ruso que Europa recibe, incrementándolo hasta 110.000 millones de metros cúbicos al año en un momento de crisis energética de Europa que ha llevado incluso a triplicar los precios de la energía.
4. Llamada telefónica del presidente Joe
Biden a su colega chino Xi Jinping con el objetivo
–según el comunicado oficial de la Casa Blanca- de “rebajar tensiones” y “evitar
el conflicto”. Durante la conversación de 90 minutos Biden habría apuntado a
que las dos partes puedan trabajar en temas de interés mutuo, incluido el
cambio climático y la prevención de una crisis nuclear en la península de
Corea, a pesar de las crecientes diferencias. Por su parte, según una nota de la agencia oficial china Xinhua, citando
un comunicado del ministerio de relaciones exteriores, el presidente Xi abogó por la cooperación en temas como el calentamiento global, la
prevención de epidemias y la recuperación económica. Xi afirmó que:
“Cuando China y Estados
Unidos trabajan juntos, ambos países y el mundo se benefician. Ambos países y
el mundo sufrirán si los dos se enfrentan”
5. Lo anterior resulta sorprendente si
se considera la conflictividad entre los dos países en los últimos 20 años,
escalada a niveles superlativos por la administración del presidente Donald Trump que hasta ahora no había sido alterada durante los
siete meses de mandato de Joe Biden.
Incluso, en un libro recientemente publicado por los periodistas Bob Woodward y Robert Costa del Washington Post titulado “Peril”
(Peligro), el presidente del Estado
Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, general Mark Milley,
dio a conocer que ante el temor por las probables acciones de Trump en
sus últimas semanas como presidente, se había visto obligado a tomar
precauciones para limitar la capacidad militar del entonces mandatario, además
de tener que hacer dos llamadas
telefónicas a su homólogo chino, general
Li Zuocheng, los días 30 de octubre de 2020 y 8 de enero de 2021 para
convencerlo de que China no
tenía nada que temer porque Estados
Unidos no iría a una guerra contra ella.
Milley dio a conocer en el citado libro
que su decisión estuvo basada en una llamada telefónica que
le hiciera la presidenta de la Cámara de
Representantes Nancy Pelosi, quien le manifestó su preocupación por la posibilidad
de que “un presidente inestable”
ordenara acciones militares o incluso un ataque nuclear. Pelosi le dijo a Milley: “Sabes que está loco. Ha estado loco durante
mucho tiempo”, ante lo que Milley se mostró “de acuerdo en todo”.
Resulta difícil constatar que el planeta estuvo en manos de un “loco” (Ver mi artículo del 22 de abril de 2020 ¿Está el mundo en manos de un sicópata?) y mucho más impactante de digerir, que el mundo haya estado al borde de un holocausto nuclear. En esa medida, el paso de ello a una conversación telefónica amistosa para allanar el camino a la cooperación, es una noticia de la mayor importancia para toda la humanidad.
6. Esta nueva situación se ha venido a confirmar tras las declaraciones del general John Hyten, vicepresidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, quien en una videoconferencia el pasado martes 14 de septiembre para el Instituto Brookings, señaló que el objetivo de su país debía ser evitar una guerra con Rusia o con China, ya que, en caso contrario, las consecuencias devastadoras no solo se dejarían sentir en los países implicados, sino en todo el planeta. En este sentido, informó que Estados Unidos está llevando a cabo “conversaciones de estabilidad estratégica con Rusia” para mantenerse al día sobre el sector nuclear y el ámbito espacial. Asimismo, el general estadounidense consideró sumamente importante entablar este tipo de diálogo con la parte china. Afirmó que: “Por muy diferentes que seamos, tenemos un objetivo mutuo fundamental: el de no entrar nunca en guerra entre nosotros”. Tal vez, la conversación telefónica entre Biden y Xi se inscriba en esta lógica de búsqueda de esa “estabilidad estratégica”.
Evaluar
que una guerra contra China y Rusia
podría conducir a una derrota, o cuando menos a “consecuencias devastadoras”, inaugura una nueva época en el
tradicional discurso guerrerista y triunfalista que ha caracterizado a los altos mandos del Pentágono en las últimas
décadas y señala un cambio –al menos retórico- en su impronta belicista.
Si bien es cierto que se deben saludar
estas manifestaciones de distensión en el escenario de la confrontación global
entre las potencias, los países del sur deben mantenerse alerta porque estas
aseveraciones dicen relación con el
intento de impedir una confrontación directa entre poderes mundiales además
de abrir ciertos espacios a la negociación y la cooperación entre ellos. Sin
embargo, el talante agresivo de los
países imperialistas y colonialistas no se ha modificado y, sobre todo en América Latina siguen mostrando su condición
intervencionista, belicosa y pendenciera.
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