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"Finalmente, sobre el territorio se ejerce una triple fragmentación. La primera a través del entramado jurídico lo desconecta de situaciones análogas, casi idénticas. En las diferentes localidades atravesadas por las mismas problemáticas asociadas a las mismas prácticas productivas las instancias legales recomienzan, deben generar evidencia probatoria, realizar y financiar relevamientos inexistentes, y sortear los tiempos propios del entramado judicial. La segunda fragmenta las experiencias de vida, también comunes. La tercera escinde las condiciones socioeconómicas de las socioambientales. Frente a estas políticas de la desconexión son las propias poblaciones las que generan lazos entre sus vivencias comunes, ensayan estrategias para crear y recuperar antecedentes, reúnen lo escindido y tejen el puente borrado. El reclamo social insiste en la vía legal como estrategia para frenar la desprotección (como el viralizado pedido por #LeydeHumedalesYa!), pero al mismo tiempo explicita que la lucha es por otros modos de producir y habitar. Antes que la alternativa infernal termine de devorarnos.
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AMÉRICA
LATINA. ARGENTINA.
ARDE
EL EXTRACTIVISMO: INCENDIOS, SEQUÍAS Y UN MODELO AGOTADO.
(Perú, ¿Cómo va el incendio en provincias
del Cusco, se controla o NO?
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Por Cecilia
Gárgamo |1309/2021 | Ecología Social.
Fuente Rebelión lunes 13 de setiembre
del 2021.
Dos lógicas
muy diferentes. Quienes insisten con el agronegocio, la megaminería y la
explotación de litio como forma de desarrollo. Y, por otro, poblaciones y
organizaciones que son la prueba de los impactos sociales, ambientales y
sanitarios del modelo económico-político. Incendios, sequía histórica en el Río
Paraná y propuestas de otras formas de habitar y producir.
La proliferación de focos incendios vuelve a poner la lupa en las dinámicas productivas dominantes y en la insistencia por presentar a estos eventos como accidentales y aislados. Durante el 2020, sólo en el Delta del Paraná, se incendiaron 300.000 hectáreas. Durante 2021 se registraron 9253 focos de incendio. Solamente en agosto de 2021 se identificaron incendios en seis localidades cordobesas de Traslasierra (La Paz, Travesía, Quebracho, Luyaba, Cruz de Caña, y Guanaco Boleando). El Delta también vuelve a estar en llamas, desde el 20 de agosto el Gran Rosario amaneció bajo una cortina de humo proveniente de nuevos incendios en las islas. Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires: la geografía del fuego coincide no casualmente con la ruta del agronegocio.
En buena
parte del Delta, con cifras que ya
quedaron viejas y serán reemplazadas en breve por nuevos récords, más de 800
kilómetros de humedales del Paraná fueron arrasados. Este caso expone como
pocos los efectos en cadena de la transformación predatoria del territorio
argentino intensificada en las últimas décadas.
Si bien la quema para mejorar la oferta forrajera
asociada a la actividad ganadera es una práctica histórica, de la mano de la
expansión de la frontera agrícola (liderada por la soja) la cría de ganado se vio desplazada a las islas del Delta. Su
intensificación cuadriplicó su presencia, y también la de los incendios. La
“pampeanización” que opera homogenizando territorios, borrando su biodiversidad
y uniformando los sujetos sociales agrarios en los “productores” que logran
subirse al modelo mientras expulsa a
la agricultura familiar y campesina,
aquí tuvo su propia expresión.
Puesteros,
isleñas, pescadores y hasta escuelas también se vieron desplazadas. Sumado a
esto, en 2003 la nueva conexión vial Rosario-Victoria atrajo a los inversores inmobiliarios que pusieron
su atención en las islas. Y fueron parte del conflicto por la tenencia de la
tierra que involucra la privatización de tierras fiscales, en un proceso
extendido de apropiación de los comunes.
El proceso de control y explotación del territorio ocupa un lugar fundamental en las dinámicas de los extractivismos en general, y del agronegocio en particular.
La Hidrovía Paraguay-Paraná, corredor de
transporte fluvial de más de 3442 kilómetros de largo a través de los ríos
Paraná y Paraguay que permite la
navegación entre los puertos de
Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay, y Uruguay, también integra esta
dinámica. Parte de la “Cuenca del Plata”, una
de las reservas hídricas más importantes
del planeta por el caudal de los ríos, la biodiversidad
del área, y su extensión, tiene una importancia estratégica porque allí se
comercializa la producción de granos y derivados agroindustriales de Argentina, Paraguay, Bolivia y parte de Brasil. Y expresa la conjunción de
conflictos territoriales, socioambientales y económicos.
Su
explotación y diseño es una de las principales muestras del entramado
neoliberal persistente entre Estado
y privados: el dragado y balizamiento de
la Hidrovía fue concesionado en la década de
1990 cuando se privatizaron las cuencas navegables de Argentina. Las obras implicadas también han generado diversos impactos ambientales que incluyen los daños a los sistemas de humedales en detrimento de su capacidad de
estabilizar los flujos del río. Y la histórica bajante del Río Paraná registrada
en 2021 tampoco está desconectada de esta infraestructura. Como
señala Álvaro Álvarez, en la zona del Paraná medio e
inferior donde se encuentran diversas ecoregiones,
como las islas y el delta del Paraná,
los bosques y esteros del Chaco húmedo, los espinales y algarrobales pampeanos,
y los pastizales de la Pampa Húmeda, es donde el megraproyecto de
infraestructura IIRSA proyecta
la mayor cantidad de obras.
Junto a las
infraestructuras y a determinadas
lógicas de poblamiento y
despoblamiento, el territorio también opera como ámbito en el que se ejercen relaciones de poder, y se
disputa su sentido. Mientras las movilizaciones
persisten, en pleno estallido de
nuevos incendios, la Ley de Humedales está cerca de perder estado
parlamentario. El lobby en su contra involucra a los intereses
más concentrados de capitales locales y
extranjeros. Una vez más, los vínculos entre la especulación inmobiliaria, el agronegocio, y los desastres socioambientales se expone
con violencia.
Foto: Eduardo
Bodiño / Greenpeace
Lógicas
de la fragmentación
¿Qué conecta
los incendios en Córdoba con la quema de humedales en el Delta, la realidad de
los pueblos fumigados y la actividad minera en Argentina? En forma persistente y recreando las mismas viejas
promesas incumplidas, la matriz productiva del país se asienta en la explotación
extractiva de los mal llamados “recursos”
naturales.
El
agronegocio está conectado a
los incendios por los desmontes, por
la expulsión de la ganadería a zonas
marginales, y por las especulaciones
inmobiliarias que están detrás de algunas de las quemas. La explotación de litio,
que apunta a la Puna
jujeña y anticipa uso intensivo de
los reservorios de agua dulce,
también aparece involucrada en tanto encontraría un freno en la protección de
los humedales. La megaminería, otro
de los engranajes fundamentales del mapa extractivista, desde su especificidad
establece una conexión fundamental con estas otras dinámicas: también avanza
disociando sus costos ambientales de los procesos de concentración de riqueza que agudiza.
Si
históricamente las tierras fueron
constituidas material y simbólicamente como “desiertos” para
lograr su explotación capitalista, las legitimaciones presentes se asientan en lógicas que presentan como naturales
a los desastres ambientales, sanitarios, y sociales generados por estos esquemas productivos. Todas estas
prácticas productivas presentan sus daños
socioambientales, estructurales y compulsivos, como accidentes y/o males
necesarios para sostener la columna vertebral de la economía argentina.
El
agronegocio lo hace mediante
la apelación a los malos usos de “buenas prácticas agrícolas”, la actividad megaminera plantea a los desastres ambientales que produce como
eventos nuevamente accidentales.
Lo que es presentado bajo la forma de un estado de excepción (incendios, sequías,
inundaciones y derrames), es en realidad una lógica normalizada, parte
estructural de un patrón de acumulación
predatorio.
En tiempos de crisis y pandemia, el argumento de la
encrucijada cobra nuevo ímpetu: o
intensificamos las actividades extractivas en general, o nos quedamos sin PBI.
La trampa es similar al vericueto legal que exige pruebas certeras para
daños deliberados: estas actividades no solamente no constituyen soluciones
verdaderas, sino que son parte fundamental del problema, y de su
profundización. Salir de esta
encrucijada demanda poner en cuestión las escalas productivas y los objetivos,
pero antes requiere que quienes la sostienen como destino inexorable expliciten
que esta “solución”
es a costa del sacrificio inocultable de cuerpos y espacios vitales.
Después de veinticinco años de agricultura
transgénica intensiva en biocidas, quienes experimentan en sus cuerpos los
daños de la agricultura hegemónica deben continuar persiguiendo evidencia de
los efectos sanitarios y ambientales.
Aunque estos son ya inocultables (incluyen agua que ya no es potable por la
presencia de plaguicidas y grupos familiares con daño genético) continúan siendo
presentados como casos singulares, y las batallas legales se suceden lentas,
una a una, sin criterios nacionales. Algo
similar experimentan quienes viven los efectos de derrames mineros, como el que
en 2015 contaminó al menos cinco ríos con solución cianurada en Jáchal,
provincia de San Juan. Por su parte,
si bien la población se asienta mayormente en centros urbanos, el
denominado extractivismo urbano también apropia espacios comunes y hasta
mercantiliza el tiempo de ocio mientras concentra el negocio inmobiliario.
Finalmente,
sobre el territorio se ejerce una triple fragmentación. La primera a través
del entramado jurídico lo desconecta
de situaciones análogas, casi idénticas. En las diferentes localidades
atravesadas por las mismas problemáticas
asociadas a las mismas prácticas productivas las instancias legales
recomienzan, deben generar evidencia probatoria, realizar y financiar
relevamientos inexistentes, y sortear
los tiempos propios del entramado judicial. La segunda fragmenta las experiencias de vida,
también comunes. La tercera escinde
las condiciones socioeconómicas de las
socioambientales.
Frente a
estas políticas de la desconexión son las propias poblaciones las que generan
lazos entre sus vivencias comunes, ensayan estrategias para
crear y recuperar antecedentes, reúnen lo escindido y tejen el puente borrado. El reclamo social insiste en la vía legal
como estrategia para frenar la desprotección (como el viralizado pedido por
#LeydeHumedalesYa!), pero al mismo
tiempo explicita que la lucha es por otros modos de producir y habitar. Antes
que la alternativa infernal termine de devorarnos.
CECILIA
GÁRGANO. Investigadora Adjunta de Conicet, LICH-Unsam. c.gargano@conicet.gov.ar
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