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Francisca Zubiaga y Bernales (Salvador de Oropeza, Cuzco, Perú, 11 de septiembre de 1803 - Valparaíso, Chile, 8 de mayo de 1835), esposa del presidente Agustín Gamarra que fue conocida como "La Mariscala" o "Doña Pancha". Tuvo fama de mujer valerosa e intrépida. Acompañó a su esposo en la invasión peruana en Bolivia (1828) y lo apoyó durante su primer gobierno (1829-1833); derribó al vicepresidente Antonio Gutiérrez de la Fuente, acusándolo de conspirador (1831); y coadyuvó al golpe de estado del general Pedro Pablo Bermúdez (1834). Y finalmente, tras la derrota de sus partidarios, fue desterrada a Chile, donde falleció víctima de tuberculosis.
Nació en la
aldea de Huarcaray o Anchibamba,
en el actual distrito de Lucre del departamento del Cuzco, del
contador español de
origen vizcaíno, Antonio de Zubiaga,
y de la dama cusqueña Antonia Bernales. El apellido Zubiaga, que en euskera
significa 'Junto
al puente', por quienes ejercían el oficio de guardianes y
cobradores de peaje, viene de Subiaco,
localidad cercana a Roma. Desde
temprana edad sintió vocación religiosa,
por lo que sus padres autorizaron su
ingreso a un convento (1815),
pero extremó las penitencias hasta caer
enferma, por lo que debió retornar
al hogar (1820).
En medio de la efervescencia de la guerra emancipadora, su padre decidió volver a España,
dejándola a ella y a sus hermanas en el Monasterio
de la Encarnación. En esas circunstancias, se vinculó sentimentalmente con
el prefecto del Cusco, general Agustín Gamarra, con quién se
casó en Zurite en 1825. Cuando el Libertador Simón Bolívar llegó a la ciudad el 25 de junio del 1825, doña
Francisca fue la encargada de ceñir
en las sienes del Libertador una corona
de oro, pero él mismo decidió que ella fuese la que llevara la corona.
En una carta de septiembre de 1828 del
general Antonio José de Sucre a Bolívar,
se lee lo siguiente:
"Antes
de que olvide, le diré que Gamarra es acérrimo
enemigo de usted; procuré indagar los motivos, y por un conducto muy secreto,
supe que, sobre su aspiración a la Presidencia, añadía como pretexto, que,
habiéndole hecho tantos obsequios en el Cuzco, la enamoró la mujer; que esta
misma se lo ha dicho... Aunque doña Pancha es
muy buena pieza y que realmente ha hecho esta declaración, no sé la
verdad".
Citado por Jorge
Basadre.
Ella ganó fama de mujer valerosa al acompañar a su
marido en la expedición a Bolivia de 1828. La
tradición cuenta que iba montada a
caballo, armada y luciendo traje militar, y que ella misma dirigió la toma del pueblo de
Paria y asistió a las conferencias
que su esposo sostuvo con jefes
bolivianos. Cuando Gamarra llegó a la presidencia en 1829, tuvo entonces la ocasión
de disfrutar del poder a plenitud,
siendo llamada “la presidenta”. También era llamada “La Mariscala”, ya que su esposo fue investido con el rango de Mariscal,
apelativo que se perpetuaría.
En 1831, luego de que Gamarra partiera al sur con el fin de afrontar un conato de conflicto con Bolivia, quedó como encargado del mando el vicepresidente Antonio Gutiérrez de La Fuente. La Mariscala acusó a este personaje de conspirar contra su esposo y encabezó una asonada en su contra. Ella misma dirigió a las tropas que persiguieron a La Fuente por las azoteas del vecindario de Lima, hasta que el fugitivo halló refugio en un buque extranjero anclado en el Callao. Sin embargo, se dice que la verdadera causa del derrocamiento de La Fuente fue que éste había dado una medida liberalizadora del comercio de harinas, que afectaba los intereses económicos de doña Francisca. Sea como fuese, este episodio cimentó aún más la leyenda de La Mariscala.
Cuenta el viajero estadounidense Ruschenberger (1832) que
"la
presidenta, como es ella llamada(...), dispara
la pistola con
gran precisión en el tiro, maneja
la espada con
mucha agilidad y es un arriesgado e intrépido jinete".
Se hizo fama de mujer soberbia e intolerante, tras
ordenar que un piquete de soldados
apalease al editor de El telégrafo de Lima, Juan Calorio,
conocido opositor, el 26 de noviembre de
1832. Como testimonia el cronista
viajero francés conde
de Sartiges (1833), la propia Mariscala se encargó de azotar, durante un sarao en Palacio de Gobierno, a un
oficial edecán que se jactaba de haber
merecido sus favores.
A fines de 1833, Gamarra intentó imponer a toda costa
como su sucesor al general Pedro Pablo Bermúdez y azuzó a sus
partidarios a hostilizar al nuevo presidente provisorio elegido
por la Convención Nacional,
el general Luis José de Orbegoso y Moncada. Siguiendo
las directivas de Gamarra, Bermúdez
se autoproclamó en Lima Jefe Supremo el
4 de enero de 1834, mientras que Orbegoso
se refugiaba en la Fortaleza del Real Felipe del
Callao. Los gamarristas intentaron
sin éxito tomar dicha fortaleza, mientras que en Lima el pueblo organizado en milicias enfrentaba a los golpistas, en las memorables jornadas cívicas del 28 al 29 de
enero. Providencialmente, Bermúdez,
sitiado en Palacio de Gobierno, fue salvado
por la llegada de tropas procedentes del Callao al
mando de La
Mariscala, que rescataron al caudillo y lo condujeron hacia la
sierra. Se dice que, en esta ocasión, La Mariscala recorrió impávida las calles de Lima,
montada a caballo y cubierta con una capa azul y con bordados de oro,
disparando e incitando a sus hombres a no cejar en la lucha.
La guerra civil culminó con
el abrazo de Maquinhuayo. En Arequipa,
los gamarristas tuvieron que hacer frente a una revuelta militar a favor de Orbegoso, cuyo cruento resultado excitó
la ira popular. Gamarra
pudo huir a Bolivia, mientras que doña Francisca, disfrazada de clérigo, logró
escapar de la furia del populacho
saltando desde la azotea de su casa hasta un patio vecino. Luego se embarcó en Islay (puerto de la costa
arequipeña), a bordo de un buque inglés,
que enrumbó al Callao.
Perdido el poder de antaño, camino al exilio,
conoció en junio de 1834, en el Callao,
a la escritora Flora Tristán, quien rememoró el
encuentro en sus Peregrinaciones de una paria (1838). Allí trazó el siguiente retrato de La Mariscala:
"Era
de mediana talla y fuertemente constituida, a pesar de haber sido muy delgada;
su figura no era en verdad bella, pero, si se juzgaba por el efecto que
producía en todo el mundo, sobrepasaba a la mejor belleza. Como Napoleón,
el imperio de su belleza estaba en su mirada, cuánta fuerza, cuánto orgullo y
penetración; con aquel ascendiente irresistible ella imponía el respeto,
encadenaba las voluntades, cautivaba la admiración.. Su voz tenía un
"sonido sordo, duro, imperativo".
Flora
Tristán, "Peregrinaciones de una paria".
Del Callao, la Mariscala viajó a Valparaíso, donde murió pobre y enferma de tuberculosis, el 8 de mayo de 1835. Antes de morir dispuso que se le extrajera su corazón para enviárselo a su esposo.
Resumen. Presentado por el Dr. Pablo Raúl Fernández Llerena. Sociólogo MG. en Ciencias de la Comunicación. Dr. en Sociología. Dr. en Ciencias de la Educación.
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Conocida como ‘La Mariscala’, Francisca Zubiaga fue la primera y única mujer en llegar a la cúspide del poder de un Perú que aún luchaba por consolidarse como República.
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FRANCISCA ZUBIAGA, LA CUSQUEÑA
QUE GOBERNÓ PERÚ EN LOS INICIOS DE LA INDEPENDENCIA.
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3 Sep, 2021 | Actualidad, Últimas Noticias
Fuente. Wayka.pe. domingo 5 de setiembre del 2021.
Por Graciela Tiburcio Loayza.
En la lista de los 130 hombres que han
ocupado el sillón presidencial peruano en 200 años de historia,
hay un nombre olvidado en el tiempo, es la identidad de la única mujer que
también gobernó el país cuando aún era una incipiente República. Se trata de Francisca Zubiaga y
Bernales, la cusqueña que quebró el poder masculino de la época
independentista para desempeñarse, en la práctica, como presidenta del Perú.
“Francisca se presenta como
una oportunidad para explorar una época que por casi dos siglos ha sostenido un
discurso asentado en la masculinidad. Representa uno de los rostros femeninos
más importantes de nuestra historia nacional. Pero la historia tradicional la
ha mantenido marginada”, advierte la historiadora feminista Claudia Nuñez quien se ha dedicado
varios años a rescatar el legado de la también
llamada ‘Mariscala’.
De personalidad imponente, Francisca supo hacerse de los hilos del poder para convertirse en la cabeza de un país que aún batallaba por consolidar su autonomía. ‘La Mariscala’ era una mujer valerosa, estratega, guerrera y apasionada en cada proyecto que emprendía. No por nada la escritora Flora Tristán la describió tan poderosa como Napoleón Bonaparte y Abraham Valdelomar la reseñó como una soldado audaz y temeraria en la lucha. Esta es su historia.
De joven rebelde a
Gobernadora
En 1824, con tan solo 21 años y con la
patria recién liberada del yugo de España, Francisca Zubiaga también decide emanciparse de su familia al casarse con
el coronel Agustín Gamarra. Esta
sería la primera acción que rompería con
los cánones tradicionales de la época. Ella, hija de un español, se casó con un mestizo viudo que casi le doblaba
la edad y que había servido a las fuerzas independentistas.
Juntos gobernaron Cusco, la ciudad que
la vio nacer. “Francisca Zubiaga y Agustín Gamarra se
presentan como los nuevos ‘padres’
de la recién inaugurada república en Cusco
y asumen la prefectura de la ciudad como una dupla política que encarna los
ideales de una nueva Nación”, narra
Nuñez en su investigación ‘De
Francisca Zubiaga a La Mariscala: construcciones del campo de batalla desde el
poder femenino”.
El título de prefecta no era una denominación decorativa, era
un cargo que ella ejercía con reconocimiento
ciudadano. Como gobernadora de la
ciudad, Francisca Zubiaga dotó de autonomía
económica al emblemático colegio Educandas y reformó su plan de estudios para que las mujeres cusqueñas también pudieran
aprender matemáticas y ciencias,
materias que entonces estaban reservadas solamente para hombres.
Gracias
a estas gestiones, el colegio Educandas
forjó a renombradas mujeres que han dado grandes aportes a la historia del Perú
como la escritora indigenista Clorinda Matto de Turner y María
Trinidad Enríquez, la primera mujer en cursos estudios universitarios en
Perú y Sudamérica y la primera mujer jurista del
país. Zubiaga incluso fue la primera cusqueña en ser condecorada con la Orden del Sol.
Y,
en julio de 1825, organizó la llegada de
Simón Bolívar al Cusco para quien había preparado una guirnalda de oro como presente de bienvenida. Los periódicos de la época resaltan que
Bolívar,
al recibir el obsequio, decidió coronar
a Zubiaga con la guirnalda en un acto simbólico
para reconocer su liderazgo como
Prefecta de la ciudad. Sin imaginar que, años después, Zubiaga sería pieza fundamental para expulsar del Perú al llamado ‘Libertador’.
Francisca Zubiaga potenció el colegio
Educandas de Cusco para que las mujeres tuvieran mayor acceso a educación.
Foto: RPP
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Su ascenso como
Mariscala
Con Cusco en
sus manos, Francisca
Zubiaga se preparó para conquistar
los campos de batalla. En 1828,
lideró las tropas en la toma del pueblo
de Paria al sur de Perú para hacerle frente a tropas grancolombianas que
habían ocupado el límite entre Bolivia y
Perú. En ese período, José de La Mar
gobernaba Perú, pero las fronteras aún eran ocupadas por el ejército de Simón Bolívar quien tenía
el proyecto de formar una sola gran
nación de Repúblicas bolivarianas.
Esta inestabilidad en los límites
territoriales sería aprovechada por la dupla Gamarra-Zubiaga para hacerse del control militar y político nacional,
borrando el rastro de Bolívar de Perú
y, posteriormente derrocando el gobierno de José de La Mar. Desde Cusco,
Zubiaga partió con la vestimenta que se convertiría en su ‘marca personal’ de ese momento en
adelante.
Vestida con un traje de terciopelo azul
y espuelas de oro, lideró un
batallón de 25 lanceros que le permitió tomar personalmente la plaza de Paria y ganar el
enfrentamiento. Esta hazaña la hizo
adquirir el título de Mariscala. El expresidente de Bolivia, Andrés de Santa
Cruz, se referiría a ella como ‘Gran Mariscala del Perú’ en
varias de las correspondencias que le enviaba ofreciendo apoyo al futuro
gobierno que tendrían ella y su esposo Agustín
Gamarra.
“Ella no asume el traje
convencional de las tropas. Ella viste terciopelo, oro, capa, quiere que la
vean entrando al campo de batalla. Ella se asienta como cabeza de tropa desde
ese momento y es ahora ‘La Mariscala’ porque no solo tiene el control político
de Cusco, sino que también ha tomado las riendas del campo de batalla”, cuenta
Nuñez.
«Desde hace mucho tiempo recorro el Perú en todas sus direcciones, vestida con un largo pantalón de tosco paño fabricado en Cusco, mi ciudad natal, con una amplia chaqueta del mismo paño, bordado de oro con botas con espuelas de oro. Me gusta el oro. Es el mejor adorno de un peruano, es el metal precioso al que mi país debe su reputación. Tengo también una gran capa un poco pesada, pero muy abrigadora. Fue de mi padre y ha sido muy útil en medio de las nieves de nuestras montañas"
Cita de Francisca Zubiaga en el libro Peregrinaciones de una paria de la escritora Flora Tristán
Francisca Zubiaga en su trabajo militar.
Imagen: Pintura del Museo Histórico Militar del Perú
En 1829, Agustín Gamarra toma el poder y
Francisca Zubiaga va a su encuentro en Lima
para unirse al nuevo gobierno. El diario
Minerva de Cusco describiría su partida de esta forma:
“La excelentísima
Sra. presidenta de la República dejó
su querido suelo natal la mañana del
martes 17 para dirigirse a la capital de Lima. (…) Un lúcido y numeroso
acompañamiento salió de la ciudad a dar un interesante adiós a esta amable
Generala”.
‘La Mariscala’ en el poder
nacional
Ya en la cúspide del poder, Francisca Zubiaga se encargó de dirigir el Perú
mientras Agustín Gamarra combatía
levantamientos en contra de su gobierno en diferentes partes del país.
Según detalla la historiadora Claudia
Nuñez, los documentos de la época reportan que Zubiaga ejerció una política proteccionista del mercado peruano,
priorizando la producción nacional
frente a la extranjera y haciendo
alianzas políticas para mantener su gobierno en el mando.
Pero no todos veían con buenos ojos el
liderazgo y el poder que tenía Zubiaga. Antonio Gutiérrez de la Fuente, entonces vicepresidente del Perú, era su mayor opositor y crítico.
“Francisca es el brazo político y Gamarra es el poder militar. Pero no todos tenían
clara esa dupla. Antonio Gutiérrez trata de revelarse a Francisca y ella le responde de manera contundente vacándolo”,
relata la historiadora.
Este
hecho fue registrado en abril de 1831,
cuando Francisca Zubiaga organizó un motín en contra de Antonio Guitérrez.
Las crónicas históricas detallan que ‘La Mariscala’ envió
tropas a su casa y Gutiérrez tuvo
que huir en ropa interior por el techo. “Francisca
gobierna por casi cuatro años el Perú y designa personas que puedan apoyarla en
su proyecto político”, agrega Claudia
Nuñez.
En 1833, el gobierno Gamarra-Zubiaga cae y asume la presidencia Luis José de Orbegoso. Esto enfurece a Zubiaga, pues esperaba que Pedro Bermúdez, a quien ella había preparado como sucesor, tomara el mando del Perú y así continuar en el poder como aliada del nuevo gobierno. Ante este escenario adverso para ella, ‘La Mariscala’ inicia un motín en Lima contra Orbegoso que dura tres días. Pero no tuvo éxito y termina partiendo al exilio rumbo a Chile.
Francisca Zubiaga tuvo que partir
exiliada a Valparaíso, Chile. Foto: memoria chilena.
Exilio histórico
‘La Mariscala’ murió
el 8 de mayo de 1835 a la edad de 32 años. Al parecer, fue enterrada en una fosa común de la que,
actualmente, no existe registro alguno. Antes
de morir, le pidió al militar Bernardo Escudero, su amigo de confianza, que le retiren el corazón y lo entierren en Cusco, la tierra
donde nació y que la vio crecer forjando sus gloria política y militar.
Los mitos y las fuentes señalan que el corazón de Francisca era mucho más grande que un
corazón convencional. Como era su voluntad, fue llevado a Cusco y enterrado en la iglesia de la
Merced, pero fue robado y ya no
existe mayor registro sobre él. Y así como se
perdió el rastro de su cuerpo, se perdió
también la historia de la primera mujer que tuvo
el mando político del Perú.
Para Nuñez,
“no
fue solo un exilio político, fue un exilio histórico porque a partir de ahí Francisca termina olvidada en nuestra historia,
borrada de nuestra memoria”.
Rememorar
la historia de ‘La
Mariscala’ no solo la rescata de ese olvido histórico, también redefine
el rol que tuvieron las mujeres en
los inicios del Perú republicano e
incluso mucho antes, cuando se luchaba
por la independencia.
Francisca Zubiaga nunca
se sintió derrotada e incluso ahora su historia continúa peleando por ser revalorada y recordada como lo
que fue en la práctica: la mandataria de Perú. Tal como la describe Flora Tristán en su
libro Peregrinaciones de una paria: “Prisionera doña Pancha, era aún presidenta”.
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