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“No
lo olvidemos, siempre hemos sabido que los bancos no fueron diseñados para ser
seguros y que, juntos, constituyen un sistema
bancario constitucionalmente incapaz de cumplir con las reglas de un mercado
que funcione bien. El problema es que, hasta
ahora, no teníamos alternativa: los bancos eran
el único medio de canalizar el dinero a la gente,
a través de sus cajeros, sucursales, cajeros automáticos, etc. Esa falta de
alternativas hizo a la sociedad rehén de una red
de bancos privados que monopolizaban las funciones de sistema de pagos, almacén de ahorros y fuente de
crédito. Sin embargo, hoy en día, la tecnología nos ha proporcionado una
alternativa espléndida.
"Imagine que
el banco central proporciona a todos una billetera
digital gratuita, efectivamente una cuenta bancaria gratuita con
intereses a la tasa de un día del banco central. Dado que el sistema bancario
actual funciona como un cártel antisocial, el
banco central también podría utilizar la moderna tecnología digital basada en la nube para proporcionar
transacciones digitales gratuitas y almacenamiento de ahorros para todos, y que
sus ingresos netos sirvan para pagar bienes públicos esenciales. Liberados de
la compulsión de mantener el dinero en un banco
privado, y de pagar a la fuerza para realizar transacciones utilizando
su sistema, las personas serían libres de elegir si
desean utilizar instituciones financieras privadas que ofrecen intermediación de riesgos entre ahorradores y prestatarios cuyo
dinero, sin embargo, está, con total seguridad, en el
libro mayor del banco central.
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ES
HORA DE HACER VOLAR EL SISTEMA BANCARIO.
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Por Yanis Varoufakis | 24/05/2023 | Economía
Fuentes
Rebelión miércoles 24 de mayo del 2023.
Fuentes: Sin permiso
El sistema bancario que damos por sentado no tiene arreglo. La buena
noticia es que ya no necesitamos depender de ninguna red de bancos privada, a
la búsqueda de rentas y socialmente desestabilizadora. Al menos no de la manera
que la hemos necesitado hasta ahora.
Esta vez la
crisis bancaria es diferente.
Es, de hecho, peor que en 2007/8, cuando
pudimos culpar al colapso en serie
de los bancos por el fraude al por mayor, los préstamos depredadores generalizados, la colusión repugnante entre las agencias
de calificación y unos banqueros opacos para vender derivados cuyo valor
siempre iba a desaparecer. Por no mencionar un mecanismo regulatorio que los políticos criados
en Wall Street, como Robert
Rubin, solo han desmantelado hace
poco.
Nada de esto tiene la culpa de las quiebras bancarias actuales. Sí, el Silicon Valley Bank ha sido lo suficientemente tonto como para combinar una estrategia de asunción de graves riesgos con los tipos de interés al tiempo que la mayoría de sus depositantes no estaban cubiertos por seguros. Sí, Credit Suisse tenía una historia sórdida de criminales, estafadores y políticos corruptos. Sin embargo, a diferencia de 2008, no se silenció a los denunciantes, los bancos cumplieron (más o menos) con las regulaciones reforzadas posteriores a 2008, y sus activos eran relativamente sólidos. Además, de nuevo, a diferencia de 2008, ninguno de los reguladores de Estados Unidos y Europa podría afirmar de manera creíble que no sabían lo que estaba pasando.
De hecho, los
reguladores y los bancos centrales lo sabían todo.
Disfrutaron de pleno acceso a los modelos de negocio de los bancos.
Podían ver claramente que estos modelos
de negocio no sobrevivirían a la combinación de aumentos significativos de las tasas de interés a largo plazo y una huida repentina de los depositantes.
Y, sin embargo, no hicieron nada. ¿Por qué? ¿Una explicación es que no pudieron prever
una estampida en pánico de los grandes depositantes y, por lo tanto, sin
seguro? Tal vez. Sin embargo, la verdadera razón por la que los bancos
centrales no
hicieron nada cuando se enfrentaron a los frágiles modelos de negocio de los bancos bajo su ámbito es aún más preocupante: lo que había inducido los frágiles modelos de
negocio de los bancos era la
respuesta de los bancos centrales al colapso
financiero de 2008. ¡Y lo sabían!
La política
posterior a 2008, de nuestros estados, aplicada
simultáneamente en Europa y Estados Unidos, de dura austeridad para la mayoría y «socialismo de estado» para los banqueros
tuvo dos efectos que conformaron el
capitalismo financiarizado
de los últimos catorce años. En primer lugar, envenenó el dinero de Occidente. En concreto, aseguró que no hubiera
ya una sola tasa de interés nominal (por ejemplo, un 3,6 %) capaz de restablecer el equilibrio entre la demanda y la oferta de dinero y, al mismo tiempo, evitar una ola de quiebras bancarias. En segundo lugar, los banqueros occidentales asumieron que, si y cuando la inflación volviera a levantar
su fea cabeza, los bancos centrales
aumentarían las tasas de interés con una mano mientras los rescatarían con la otra, ya que era de
conocimiento público que no existía una tasa de interés única que lograse
tanto la estabilidad de los precios como la estabilidad del sector financiero. ¡Lo cual es, por supuesto, precisamente lo que estamos presenciando
ahora!
Frente al
duro dilema entre frenar la
inflación y salvar a los bancos, los venerables comentaristas hacen un llamamiento a los bancos centrales para que hagan
ambas cosas: continuar aumentando
las tasas de interés mientras continúan con la política
de socialismo para los banqueros después de 2008,
que es la única política que puede,
en igualdad de condiciones, evitar
que los bancos
quiebren uno tras otro. Esta estrategia de apretar la soga monetaria alrededor del cuello de la
sociedad mientras se prodiga
rescates del sistema bancario es la única forma en
que las autoridades pueden servir
simultáneamente a los intereses de la clase de
acreedores-rentistas y de los bancos. También es una forma segura de condenar a la mayoría a un sufrimiento
innecesario (a causa de unos precios
evitablemente altos y un desempleo
prevenible), mientras, al mismo tiempo,
siembra las semillas de la próxima conflagración bancaria.
No lo
olvidemos, siempre hemos sabido que los bancos no fueron diseñados para ser
seguros y que, juntos, constituyen un sistema bancario constitucionalmente incapaz de cumplir con las reglas de un mercado que funcione bien. El problema es
que, hasta ahora, no teníamos
alternativa: los bancos eran el único medio de canalizar el dinero a la gente, a través
de sus cajeros, sucursales, cajeros automáticos, etc. Esa falta de alternativas hizo a la sociedad rehén de una red de
bancos privados que monopolizaban
las funciones de sistema de pagos, almacén de ahorros y fuente de crédito. Sin embargo, hoy en día, la tecnología nos ha proporcionado una
alternativa espléndida.
Imagine que el banco central proporciona a todos una billetera digital gratuita, efectivamente una cuenta bancaria gratuita con intereses a la tasa de un día del banco central. Dado que el sistema bancario actual funciona como un cártel antisocial, el banco central también podría utilizar la moderna tecnología digital basada en la nube para proporcionar transacciones digitales gratuitas y almacenamiento de ahorros para todos, y que sus ingresos netos sirvan para pagar bienes públicos esenciales. Liberados de la compulsión de mantener el dinero en un banco privado, y de pagar a la fuerza para realizar transacciones utilizando su sistema, las personas serían libres de elegir si desean utilizar instituciones financieras privadas que ofrecen intermediación de riesgos entre ahorradores y prestatarios cuyo dinero, sin embargo, está, con total seguridad, en el libro mayor del banco central.
Es este punto
de mi propuesta el que provocará el rechazo de la hermandad
criptográfica, que me acusará
de defender un banco central Gran Hermano que vea y
controle cada transacción que hacemos. Dejando a un lado su impresionante hipocresía, días después de que exigieran al banco central un
rescate inmediato de sus banqueros de
Silicon Valley, permítanme
señalar que el Tesoro y otros
órganos del estado ya tienen acceso
a cada
transacción nuestra. De hecho, la privacidad podría salvaguardarse
mejor si las transacciones se
concentraran en el libro mayor del
banco central bajo la supervisión de
algo así como un Jurado de Supervisión Monetario compuesto
por ciudadanos seleccionados al azar y
expertos procedentes de una amplia gama de profesiones.
En resumen,
ha llegado el momento de llegar a una conclusión
inevitable: el sistema bancario que damos por sentado es
irreparable. Esa es la mala noticia. Pero
hay buenas noticias. Ya no necesitamos
confiar, al menos no de la
forma en que lo hemos hecho hasta
ahora, en ninguna red privada de
bancos, desestabilizadora y sedienta
de rentas. Ha llegado el momento de hacer estallar un sistema bancario irreparable que
solo sirve a los propietarios y accionistas a expensas de la mayoría.
Los mineros del carbón han descubierto de la manera más
dura que la sociedad no les debe un subsidio permanente
por dañar el planeta. Es hora de que los banqueros hagan un descubrimiento similar.
Yanis Varoufakis.
Cofundador del Movimiento por la Democracia en Europa (DIEM25), es diputado y
portavoz de este grupo en el Parlamento griego y profesor de economía de la
Universidad de Atenas. Fue ministro del Gobierno de Syriza, del que dimitió por
su oposición al Tercer Memorándum UE-Grecia. Es autor, entre otros, de «El
Minotauro Global».
Traducción:
Enrique García
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