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“En definitiva, hay que
reparar y compensar lo que se ha dañado en
los últimos sesenta años. Es decir, el enderezamiento de
los ríos, la desecación
de los humedales, la destrucción
de nuestros suelos y la expansión
sin fin de las superficies artificializadas. Es loable interesarse por el agua de los ríos, pero sería mejor interesarse por el agua antes de que llegue a los
ríos, en beneficio de todos, incluidos los peces. El agua es un bien común, sólo debería cobrarse por su
tratamiento y suministro. Si aceptamos pagar por
este bien común, estaremos metiendo el dedo en
un círculo vicioso. Hoy es el agua. Mañana será
el aire que respiramos. Pasado mañana, la vida
misma podría ser una mercancía. No nos dejemos guiar por las emociones
y el miedo. Son muy malos
consejeros. Las soluciones existen, son
sencillas, baratas y eficaces. No pongamos nuestras
vidas en manos de los mercaderes.
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«EL AGUA NO ES UN RECURSO, ¿ES QUE HACE
FALTA RECORDARLO?»
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Por Pierrick Berthou | 03/05/2023 | Ecología social
Fuente Rebelión miércoles 3 de mayo del
2023.
Pernos, bolas de petanca, porras, granadas… 400 heridos, 40 de ellos muy graves. ¿Es una guerra? No, sólo un fin de semana de protesta
en Sainte-Soline por
causa del agua: la lucha por el agua. Este
episodio nos dice dónde estamos en relación al acceso al
agua, pero sobre todo es indicativo de lo que nos
espera y de la violencia potencial. Y sin embargo, no nos falta agua y nunca nos faltará… El agua es un bien común, nadie puede, ni debe, reclamar
su paternidad. El agua sigue un ciclo, por lo que
no es un recurso, no es un volumen cuantificable limitado, que pueda faltar.
Disponemos de la misma cantidad de agua desde la
noche de los tiempos. No falta ni una gota de agua, eso es un hecho. El agua está a nuestra disposición en cantidades
ilimitadas, igual que el aire que respiramos.
Dejemos de tener miedo y de reaccionar ante los temores transmitidos y mantenidos por los mercantilistas, ¡el problema está ahí! Sin embargo, el
debate existe.
Entre sequías, olas de calor, inundaciones y…estanques de almacenamiento, el debate está muy presente, tanto irracional y apasionado como radicalizado. Irracional y apasionado porque afecta a nuestra vida cotidiana y a nuestra supervivencia, radicalizado porque hay que estar a favor o en contra. No sabemos muy bien a favor de qué, ni en contra de qué, pero en este debate no hay mucho espacio para la contemporización, la moderación y la lucidez. Sin embargo, es lo que intentaremos hacer… En Deux-Sèvres, se oponen cada vez más dos concepciones. Los actos incívicos se suceden. La situación en Deux-Sèvres es bastante simbólica y representativa de lo que está ocurriendo en torno a la «guerra del agua». Y sin embargo, no falta el agua y el agua no es un recurso, ¿es que hay que recordarlo?
Olvido de lo común
Por
un lado, tenemos a los agricultores que, con el fin de producir, afirman que el almacenamiento de agua es vital para
ellos. Si no tienen agua en reserva, no pueden producir. Claro, esto no es del todo falso, pero…pero, regar sus cultivos responde a las exigencias de los industriales que recogen sus cosechas (fechas de cosecha, regularidad, calidad, etc.). Ante todo, se trata de preservar la agricultura industrial,
cueste lo que cueste. En efecto, una
gran parte de la producción agrícola que se regará
no se destinará a la alimentación local, ni siquiera nacional, sino que irá a la exportación ¡o servirá incluso
para llenar metanizadores! Mediante
el chantaje
alimentario - sin agua no hay alimentos-, los partidarios de las «cuencas» exacerban las crispaciones. En el fondo, no quieren cuestionar el
agronegocio, que está en la raíz de
sus problemas, ya se trate del agua, de la
forma de enfocar sus prácticas agrícolas
o de su relación con la industria.
El regadío
no es malo en sí mismo, incluso es
bueno, ya que permite garantizar las cosechas, incluso
en periodos de sequía. Lo que se debate,
y debería debatirse, son las condiciones de llenado de las balsas,
el método de almacenamiento (que se
hace impermeabilizando el suelo) y,
sobre todo, el
acceso al agua. Ahora bien, sólo quienes tengan acceso al capital tendrán acceso al agua y, por tanto, podrán
producir. Tener acceso al agua dará derecho a vivir.
¡Ya pueden reventar los demás! Esto es sencillamente inaceptable, ¡esta gestión del agua es inaceptable!
En
cuanto a los detractores de los «estanques», lo que proponen como alternativa es la aplicación de la «continuidad ecológica». Se trata de una hermosa
fórmula que favorece el flujo sin
obstáculos del agua, ¡y es ley! También podríamos decir que hay que dejar que
el agua
fluya libremente. La «continuidad ecológica», tal como se define,
se aplica y se impone, es un
verdadero insulto a las civilizaciones antiguas (incas, aztecas, romanos, etc.) que, por empirismo,
habían adquirido un conocimiento
prodigioso del agua. Jamás se les habría ocurrido dejar correr el agua, puesto
que justamente la necesitaban. Por
un lado, estos mismos pueblos exigían
que se ahorrara agua, por no decir que se racionara, y por otro
lado exigían que se dejara correr el agua sin trabas
hasta el océano. ¡Qué bonita
paradoja! De hecho, quienes se oponen a las balsas tienen razón al oponerse a este tipo de gestión del agua, pero lo hacen por razones equivocadas.
Defender
la «continuidad ecológica», esta idea totalmente absurda, que se basa en una ideología descabellada erigida en dogma IN-CON-TES-TA-BLE, nos conducirá a todos a una catástrofe: la falta de agua. Porque
aceleraremos el trasvase de nuestra agua dulce al mar. Al final, organizaremos la expulsión de nuestra
agua dulce. Esta agua dulce que tanto necesitamos. Debemos frenar drásticamente su escorrentía e
incluso almacenarla, pero no con «estanques». La
lucha de los «anti-estanques» queda
desvirtuada por sus objetivos. La
ironía es que sus reivindicaciones y
su activismo le harán el juego a sus
adversarios «pro-estanques» y nos conducirán directamente
a la instauración de una lógica monetizable
de un bien común. Los beligerantes de esta lucha unirán sus fuerzas a pesar suyo. Bajo estas oposiciones radicalizadas subyace la mercantilización del agua, nuestra agua, ese bien común a todos.
Hay soluciones
Mark
Shepard, agricultor estadounidense
de la New Forest Farm, nos recuerda
que
«hay
que asegurarse de que cada gota de lluvia que cae en tu granja permanezca allí
el mayor tiempo posible».
Con
esta retórica, deberíamos entender dos cosas.
En primer lugar, el agua se nos
escapará de todos modos, ya sea por infiltración,
escorrentía, evapotranspiración o evaporación, y eso es exactamente lo que necesitamos para alimentar
el ciclo del agua.
Pero no la retendremos. In fine, el agua siempre su recorrido en un
río, ¡siempre!
En
segundo lugar,
debemos darnos cuenta de que el agua,
antes de que termine su periplo en un río
(para desembocar en el océano) –
ciertamente, el agua no se pierde,
pero sigue siendo un enorme desperdicio
de agua dulce – debe gestionarse
en cuanto la lluvia toca el suelo.
En
definitiva, hay que reparar y compensar lo que se ha dañado en los últimos
sesenta años. Es
decir, el enderezamiento
de los ríos, la
desecación
de los humedales, la destrucción de nuestros suelos y la expansión
sin fin de las superficies
artificializadas. Es loable
interesarse por el agua de los ríos, pero sería mejor interesarse por el agua
antes de que llegue a los ríos, en
beneficio de todos, incluidos los peces. El agua
es un bien común, sólo debería
cobrarse por su tratamiento y
suministro. Si aceptamos pagar por este bien común, estaremos metiendo el dedo en un círculo
vicioso. Hoy
es el agua. Mañana será el aire que respiramos. Pasado mañana, la vida misma podría
ser una mercancía. No nos dejemos guiar por las emociones y el miedo.
Son muy malos consejeros. Las soluciones existen, son sencillas, baratas y eficaces.
No pongamos nuestras vidas en manos de los mercaderes.
Pierrick Berthou. Agricultor en la granja de Poulfang, en Quimperlé (en el Finisterre
francés).
Fuente:
Marianne, 27 de abril de 2023
Traducción:
Lucas Antón
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