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“Los
efectos de la precarización de los trabajadores del conocimiento. Es evidente
que estos cambios obligan a ampliar el foco al mensaje sindical mientras atiende sus asuntos de
siempre y en particular, hoy, la pérdida de
poder adquisitivo como manifestación urgente de la
crisis energética y de relocalización de
procesos productivos. El reto es inmenso. Las capas intermedias de
profesionales sienten envilecida su situación por la externalización
del conocimiento que, por un lado, devalúa su trabajo hasta
confundirlo con el de operadores de aplicaciones y plataformas, sin capacidad de aportar valor,
mientras, por otro, se les margina en análisis y estrategias departamentales,
trasladadas a consultores. Afectadas de una
precarización creciente acabarán fomentando plataformas para defender sus
intereses si los sindicatos de clase no son sensibles a
su situación. Incorporar esas preocupaciones en elecciones sindicales y
convenios es fundamental para integrarlas en una nueva idea de empresa.
“Hay
que acabar con la concepción monárquica de la empresa y la verticalización creciente
de las relaciones laborales, un lugar donde minorías de control asumen el gobierno
y deciden por todos. La cúpula directiva que
detenta el poder se apropia de la bandera de «lo común»
como si el trabajo no fuera empresa, como si avanzar hacia la mejor
organización capaz de crear riqueza no fuera el objetivo de los principales
interesados en su desarrollo, que son los trabajadores.
La unidad de los diferentes colectivos y capas de trabajadores pasa hoy por hacer confluir sus demandas laborales e
interesarles en el cómo producir y en el qué producir en una lógica de
participación en el gobierno de las empresas. El trabajo es hoy, objetivamente,
el grupo social más interesado en una mejora continua de la calidad de los activos
intangibles (organización, procesos, know how) que es la fuente principal de
innovación y de especialización productiva. Y
esos activos que no pue, de adquirirse en el exterior y deciden el éxito de las
empresas, precisan de un clima colaborativo que fomenté la participación, la inteligencia colectiva y la
convergencia de esfuerzos.
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CIUDADANOS
O ESCLAVOS: SINDICATOS Y DIGNIDAD DEL TRABAJO.
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Por Ignacio Muro | 12/05/2023 | Economía
Fuente. Rebelión
viernes 12 de mayo del 2023.
Fuentes: Economistas
frente a la crisis
Todos los
grupos sociales, desde los transportistas a los médicos, desde los campesinos
a las grandes empresas, tienen tendencia espontánea a identificar
y defender sus intereses colectivos. El
capitalismo neoliberal les asigna el vocablo de grupos de interés o lobbies y pretende degradar a ese
rol el papel de los sindicatos. Pero
objetivamente son mucho más que eso.
El hecho de vivir del propio trabajo ha constituido durante mucho tiempo un cemento suficiente para favorecer una identidad común que surge del conflicto con el capital. Siempre fue, no obstante, una identidad trabajada tarea que ha correspondido a los sindicatos de clase, organizaciones volcadas en integrar lo disperso, dotándole de una unidad que nunca surgió de forma espontánea.
Observar el
mundo desde los ojos del trabajo es una
tarea que requiere integrar a los diferentes
colectivos resaltando lo que comparten: una perspectiva que concibe el mundo como una patria común
sin depender del origen de las personas ni de su capacidad
económica, sin
servidumbres de ningún tipo; que entiende la libertad
como la ausencia de explotación y dominio de unos sobres otros; que entiende
el interés general como el resultado
de la cooperación voluntaria de las mayorías en un entorno de equilibrios, hoy necesariamente
vinculado con el medio ambiente. Al final, descendiendo a lo concreto, late el sueño de concebir la empresa como
una organización de personas libres organizadas para crear y compartir riqueza.
La lucha por
esa construcción del futuro a largo plazo se articula en una dialéctica en las que se alternan propuestas de resistencia, confrontación o colaboración
integradas en un mismo discurso. Cuál debe ser hoy ese discurso es la cuestión.
La
tarea de reajustar el discurso del trabajo en tiempos complejos.
La
complejidad y globalidad de los procesos productivos y tecnológicos ha
diluido la solidaridad primaria asociada a
formas de trabajo y explotación simples. Lo que
entendemos por crecimiento se ha convertido en un proceso de apropiación del excedente que trasciende a las empresas
y que aspira a extraer plusvalías del ciudadano en todos los
espacios de su vida: cuando va al
banco, se compra una vivienda o pretende curar sus dolencias, en su hogar
o en el transporte, cuando trabaja y cuando se dedica al ocio.
El desarrollo
del último capitalismo está lleno de
contradicciones. Cuanto mayor es la productividad del trabajo, mayores son los beneficios empresariales
y mayor la apropiación por el capital del valor creado; cuando mayor es la presencia
del trabajo intelectual, mayor su sobre cualificación, mayor su precariedad
y mayor su exclusión en la gestión de las empresas; cuando mayor es la
globalización de la economía y mayor capacidad ofrecen las tecnologías
para trabajar en red, mayor es la fragmentación de los procesos
y mayor es la penosidad del trabajo sufrido en solitario.
En la medida
que el nuevo poder empresarial se
fortalece también se difumina y oculta, se hace invisible,
pero se siente en todas partes. Es un
poder que todo lo ve porque la
tecnología se lo permite. Mientras
los primeros directivos se sienten
dioses con su poder absoluto, la
empresa se convierte en una organización obsesionada por la vigilancia, el control y la penalización
por incumplimientos.
La forma en que se ejerce el poder acaba impregnándolo todo: construye íntimamente al sujeto, moldea al trabajador. Cuando las fronteras del tiempo y lugar se diluyen, el trabajador-ciudadano pasa a ser una mercancía potencialmente trazable las 24 horas del día. Entonces, los derechos laborales y los derechos ciudadanos se entremezclan y funden. Afectan a la vivienda, la movilidad, los cuidados, la privacidad, la desconexión o la intimidad.
Paradójicamente,
aunque la sobreexplotación se instala en el
mundo la invisibilidad del poder favorece que el sentimiento de «estar explotado» se
mitigue. En su lugar, resucitan otras sensaciones
que podemos identificar con las de frustración, exclusión, marginación, ninguneamiento,
desprecio, indiferencia… La dignidad
humana recupera protagonismo. El movimiento
de lo INDIGNADOS que
se extendió por el mundo en la década
pasada fue un movimiento ciudadano, pero ahondaba sus raíces en la indignidad del
trabajo actual.
Los
efectos de la precarización de los trabajadores del conocimiento
Es evidente
que estos cambios obligan a ampliar el foco al mensaje sindical mientras atiende sus asuntos de
siempre y en particular, hoy, la pérdida de
poder adquisitivo como manifestación urgente de la
crisis energética y de relocalización de
procesos productivos.
El reto es
inmenso. Las capas intermedias de profesionales sienten envilecida su situación por la externalización del conocimiento que, por un lado, devalúa su trabajo hasta
confundirlo con el de operadores de
aplicaciones y plataformas, sin capacidad de aportar valor,
mientras, por otro, se les margina en
análisis y estrategias departamentales, trasladadas a consultores. Afectadas de una precarización creciente acabarán fomentando plataformas para defender sus intereses si los sindicatos de clase
no son sensibles a su situación.
Incorporar esas preocupaciones en
elecciones sindicales y convenios
es fundamental para integrarlas en una
nueva idea de empresa.
Hay que
acabar con la concepción monárquica de la
empresa y la verticalización
creciente de las relaciones
laborales, un lugar donde minorías
de control asumen el gobierno y
deciden por todos. La cúpula directiva que detenta el poder se apropia de la bandera de «lo
común» como si el trabajo no fuera empresa, como
si avanzar hacia la mejor organización capaz de crear riqueza no fuera el objetivo de los principales interesados
en su desarrollo,
que son los trabajadores.
La unidad de los diferentes colectivos y capas de trabajadores pasa hoy por hacer confluir sus demandas laborales e interesarles en el cómo producir y en el qué producir en una lógica de participación en el gobierno de las empresas.
El trabajo es
hoy, objetivamente, el grupo social más
interesado en una mejora
continua de la calidad de los activos intangibles (organización, procesos, know how) que
es la fuente principal de innovación y de especialización
productiva. Y esos activos
que no pue, de adquirirse en el exterior y deciden
el éxito de las empresas, precisan de un clima colaborativo que fomenté la participación,
la inteligencia colectiva y la convergencia de esfuerzos.
Empresa
republicana frente a empresa monárquica
Probablemente no estemos en un momento en el que podamos aspirar a un cambio esencial hacia la democracia económica. Difícil imaginar una empresa autogestionada ni plenamente democrática, en la que, por ejemplo, hubiera mecanismos de elección del CEO, pero sí, al menos, aspirar a una organización intermedia, con mecanismos de poder delegados, institucionalizados y participativos que incluyen la codecisión y la participación en el capital.
A ese tipo de
empresa que podemos llamar republicana se le puede exigir un clima laboral participativo que dignifique el trabajo.
El sistema productivo vigente en
el norte y centro de Europa indica
que innovación,
eficiencia y participación caminan juntos. Reclamar trabajo digno, es identificar al trabajador como ciudadano adulto y libre, no como un siervo asustado o como
un esclavo sometido, y a la empresa como el lugar donde se nos ofrece la oportunidad de compartir
objetivos para mejorar productos y
procesos y crear riqueza.
Hacer
sindicalismo será, probablemente
cada vez más, ampliar derechos de
participación para establecer un contrapoder democrático en la empresa y en la organización
del sistema productivo.
Ignacio Muro. Economista. Miembro de Economistas Frente a la
Crisis. Experto en modelos productivos y en transiciones digitales. Profesor
honorario de comunicación en la Universidad Carlos III, especializado en nuevas
estructuras mediáticas e industrias culturales. Fue Director gerente de Agencia
EFE (1989-93). @imuroben
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