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MIGRACIONES
O CARAVANAS DE LA MUERTE. TEXAS, FASCISMO Y RACISMO DESATADO. LA AFLUENCIA
MASIVA A LA FRANJA FRONTERIZA CON MOTIVO DEL FIN DEL TÍTULO 42 PLANTEA
DESAFÍOS Y GENERA UNA OBVIA PREOCUPACIÓN A LOS GOBIERNOS DE JOE BIDEN Y DE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR. Por ello,
ayer los mandatarios sostuvieron una conversación telefónica en la que se trató
una estrecha coordinación continua entre las autoridades y fuertes medidas de
cumplimiento de la ley. Al término de la llamada,
tanto el morenista como el demócrata expresaron
su satisfacción con la voluntad de cada parte de trabajar juntos en esta
problemática compartida. La Jornada - Imagen: A
diferencia de hace unos años, ahora viajan familias enteras, que esperaban ayer
en medio de la valla doble en San Diego, cerca de Tijuana.
EN
CONTRASTE con el clima de diálogo y cooperación entre Palacio Nacional y la Casa Blanca, el gobernador de Texas, GREG ABBOTT, se encuentra
embarcado en una campaña de estigmatización y
criminalización de los migrantes que por momentos adquiere tintes francamente fascistas. Desde hace años, el político
republicano se ha referido a las personas en tránsito como invasores y ha
azuzado a los sectores más retrógrados de su electorado
con una retórica inadmisible en cualquier democracia.
ALTO
al fascismo de los Republicanos. El año pasado, ABBOTT hizo de la xenofobia el centro de
su campaña por la relección, y su compañero de fórmula, Dan Patrick, llegó a comparar los cruces indocumentados de la
frontera con el ataque japonés sobre Pearl Harbor en
1941. Abbott ha acompañado su discurso con hechos a través de la Operación Estrella Solitaria (sobrenombre del estado de Texas), una salvaje persecución de migrantes
en la que ha derrochado miles de millones de dólares.
EN VÍSPERAS de que termine el Título 42, la escenificación de una batalla para salvar a Estados Unidos de una amenaza que sólo existe en la mente de sus partidarios ha alcanzado un paroxismo con el despliegue de helicópteros Black Hawk, aeronaves de combate que se han utilizado en las invasiones estadunidenses a Irak y Afganistán, así como en otros escenarios bélicos.
CADA
UNA de las acciones racistas de Abbott se complementa con una publicación en redes
sociales donde denuncia la política de fronteras
abiertas de Biden y la indefensión de los ciudadanos ante la presunta
negativa del gobierno federal demócrata a atender la crisis fronteriza. Estas afirmaciones pertenecen al género de bulos que
fueron normalizados por Trump, y son desmentidos
por la realidad, pues desde marzo de 2020 se han
efectuado 2.8 millones de expulsiones de migrantes.
EN
SUMA, el texano manipula los miedos de una parte significativa de los estadunidenses
a
que la llegada de extranjeros pobres lleve a una
pérdida de los valores tradicionales de esa sociedad o
al robo de empleos para impulsar su carrera
política y extorsionar a al gobierno federal. Dicha conducta es deplorable en sí misma, pero además atiza odios que
pueden derivar en tragedias mayúsculas como la ocurrida
en 2019, cuando un joven asesinó a 23 personas en El Paso en respuesta a lo que consideraba una invasión
hispana. Ahora mismo, las autoridades investigan si el atropellamiento que mató
a ocho migrantes e hirió a otros nueve en Brownsville fue
intencional y si tuvo motivaciones racistas.
LAMENTABLEMENTE, es poco lo
que puede hacer el gobierno de Biden frente a la
autonomía de que gozan los Estados, y también se
ha hecho patente que sus buenas intenciones tienen una repercusión limitada
debido a las inercias de un aparato burocrático federal
caracterizado por la insensibilidad, el colonialismo, el racismo
y la corrupción, lo cual deja un panorama
desolador para centenares de miles de personas desesperadas que únicamente
buscan circunstancias propicias para trabajar, estudiar
y sostener a sus familias. Editorial del Diario
La Protesta. México. 11/05/2023/. Pablo Raúl jueves 11 de mayo del 2023.
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ESTADOS UNIDOS BLINDA CON
24.000 AGENTES SU FRONTERA CON MÉXICO:
“No arriesguen sus vidas por
venir aquí”.
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Washington
refuerza sus efectivos a lo largo de 3.200 kilómetros de divisoria. En El Paso, uno de los puntos más calientes, las
autoridades ‘limpian’ de migrantes las calles.
Por Iker SeisDedos Luis Pablo Beauregard.
El Paso jueves 11 de mayo del 2023.
Edixon,
venezolano de 19 años, estaba “enojado y estresadísimo” a eso de las 10.30 de la mañana del miércoles en
el centro de El
Paso (Texas, EE UU). Acababa
de cruzar de madrugada ilegalmente
la frontera que separa México y Estados Unidos a la altura de Ciudad Juárez con su novia
Milena, que reía eufórica por la sensación de haberlo logrado. Con los
pantalones rasgados por las concertinas,
se protegía del sol sentada en el suelo a la sombra de unos de esos urinarios públicos portátiles.
Edixon y
Milena son los penúltimos migrantes de la era del Título 42, una norma sanitaria impuesta en 2020 por Donald Trump con la excusa
de la protección frente a la pandemia. Más de 40 meses después, esa medida, que
permitió 2,6 millones de devoluciones en
caliente, expira al final de este
jueves, y esa perspectiva ha animado
a miles de personas a intentarlo antes de que sea demasiado tarde. Qué pasará cuando ya lo sea es a estas
alturas difícil de predecir hasta para
el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, que en
una conferencia
de prensa avanzó que
“los
próximos días y semanas podrían ser muy difíciles”. También recordó que la
Administración de Biden ha reforzado a las autoridades sobre el terreno (más de
24.000 agentes en total a lo largo de la linde
de 3.200 kilómetros) y lanzó dos mensajes a los
migrantes. Uno: “La frontera no está abierta”. Dos:
“No arriesguen su vida o los ahorros de toda una vida
para venir aquí”.
El anuncio del fin del Título 42 ha revolucionado el tablero migratorio entre México y Estados Unidos. El próximo 11 de mayo, Washington da por terminada la emergencia sanitaria de la covid-19 y con ella la polémica medida que permitía expulsar de forma inmediata a los migrantes que cruzaban sin permiso la frontera.
En la imagen, agentes estadounidenses en un punto de la frontera entre Ciudad Juárez y El Paso, el pasado 9 de mayo. NAYELI CRUZ
Como tantos otros, Edixon y Milena
desoyeron esas advertencias. Caminaron durante tres
meses y atravesaron Venezuela, Panamá, Costa Rica, Honduras, Guatemala y
México. Una vez en la frontera siguieron un
poquito más, hasta la Iglesia del Sagrado Corazón, en el centro de El Paso. Él tenía “toda la esperanza
puesta en este refugio”, epicentro de la última crisis migratoria de
la ciudad, donde en días pasados se
llegaron a concentrar más de 2.000 hombres, mujeres y niños durmiendo en la calle. Cuando Edixon llegó,
apenas quedaban unas decenas.
“No sé qué vamos a hacer. No
sé si es buena idea entregarnos. Van a correr a todo el mundo. Nos van a
destrozar el corazón”, dijo.
La estampa de la crisis
El
desalojo de estas calles, erigidas de nuevo en la estampa de la eterna crisis
de la frontera, fue cosa de 24 horas. A las 5.00 del
martes, unos agentes sin identificar
repartieron unas octavillas en las que invitaban a los que pasaron ilegalmente y aún no se habían reportado a las autoridades a entregarse
urgentemente en la oficina más cercana.
El panfleto también les advertía de
consecuencias graves si optaban por seguir en el limbo.
Así comenzó lo que los burócratas, con su talento para el eufemismo, habían nombrado como una “operación localizada de cumplimiento de la ley”. Por la tarde, una veintena de hombres armados insistieron a los migrantes en que corrieran a “procesarse”, en un gesto que fue denunciado como una intimidación por las ONG locales. Centenares de ellos, persuadidos por los miembros del ICE (siglas en inglés del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas) hicieron cola hasta la caída del sol para entrevistarse con los funcionarios migratorios en un edificio blanco rodeado por alambre de espino.
Muchos
salieron de allí con un documento, un puñado de papeles grapados, que se conoce como el Alien ID (algo así como la identificación del extranjero). Lleva inscrita una fecha y un lugar de
Estados Unidos en la que deben presentarse ante un juez migratorio. A algunos les
dieron cita tan pronto como a fin de mes.
A otros, tan tarde como en noviembre de
2026. Como muchos otros recovecos de
los tortuosos y aleatorios trámites de “procesamiento”, es
todo un misterio por qué los plazos
difieren tanto.
A decenas de ellos aún no les habían dejado salir del edificio casi un día después, y sus allegados esperaban en la iglesia su suerte con consternación. Al resto, una cantidad imposible de concretar, los deportaron a México, según contaron otros migrantes, familiares, amigos, a este diario. A medianoche, varios autobuses descargaron expulsados en Ciudad Juárez. Fue imposible, de nuevo, descartar que los destinos de unos y otros no fueran cosas del azar.
El Alien ID
permite a los migrantes circular libremente por Estados
Unidos, pero no trabajar: ese
permiso tiene sus propios misteriosos
designios. Algunos tomaron un avión rumbo a
lugares como
Nueva York u Orlando, donde los esperaban quienes llegaron a Estados
Unidos antes que ellos. La mayoría
parecía compartir destino: Denver, ciudad de
Colorado a unas nueve horas (y 90
dólares) en autobús, cuyas
autoridades, les han contado, están dispuestas a prestarles apoyo, y eso
incluye pagarles pasajes a otros lugares
con un porvenir aparentemente más
halagüeño.
Centenares
de los migrantes que durante las últimas semanas habían hecho un hogar de las aceras que rodean
la Iglesia del Sagrado Corazón no perdieron el tiempo al emprender el viaje; a ratos pareció una de esas películas del Oeste
en la que a un forajido le dan hasta el
final del día para abandonar la ciudad. A los más rezagados, la policía local los invitaba a mudarse a los refugios que funcionan
en El Paso, donde no admiten a indocumentados. Si no era para irse a uno de ellos, no los dejaba salir de un perímetro de un par de manzanas. Un grupo de venezolanos jóvenes contó a EL PAÍS que los habían amenazado con romperles los papeles (y
con tener que volver a empezar) si volvían
a tratar de salir del redil. Un par
de calles más arriba, un uniformado con cara de pocos
amigos no confirmó ni desmintió esa información.
Despejadas las aceras, que habían amanecido la mañana anterior aún abarrotadas por un millar de personas, apareció un ejército de limpiadores que se deshicieron de lo que había quedado atrás: mantas, restos de comida, sandalias, camisetas... Y en estas también llegaron Edixon y Milena. Esperaban encontrar “una comunidad” de la que solo quedaban los restos. No sabían cómo iban a conseguir algo de comida, si habría sitio en los refugios para ellos, si era mejor entregarse o no, ni dónde buscar los 120 dólares que les pidió un desalmado con la falsa promesa de conseguirles un permiso legal.
Dio la
impresión de que las autoridades federales, locales y estatales descubrieron la prisa por limpiar las calles, como ese adolescente
que tiene que recoger la casa antes de que vuelvan sus padres. Este jueves, todas las miradas estarán puestas en El Paso con
la llegada del fin del Título 42. A partir del viernes, se espera
que las detenciones en la frontera,
que han subido recientemente hasta 8.000
personas diarias, aumenten hasta superar
los 10.000. Lo que trae la caída de
la medida sanitaria es en realidad la entrada en vigor de nuevo del Título 8,
pero con un añadido: se comenzará a negar asilo a los migrantes que se personen en la
frontera sin haber solicitado previamente refugio a través de una aplicación para móviles llamada CPB
One.
Oscar
Leeser, alcalde de El Paso, presentó
por la tarde un flamante refugio temporal para migrantes inaugurado en una escuela de educación secundaria en desuso a
las afueras de la ciudad. Era su manera
de compartir con la prensa que la situación está bajo control. Durante el acto insistió en que el desalojo
es fruto de un programa en el que llevan
trabajando “meses” y se desentendió de las acciones de los agentes del ICE, mientras repetía una y otra vez algo parecido a lo
que decía el protagonista de aquella película francesa, El
odio, mientras se precipitaba al vacío: “Hasta el momento, todo va bien”. ¿Qué sucederá a
partir del viernes? No se atrevió a aventurarlo, más allá de una frase que
también repetía como un mantra. “La frontera estaba cerrada ayer. Está cerrada hoy. Y
continuará cerrada el sábado”.
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