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“Recordó
que varias instituciones internacionales,
entre ellas el Fondo Monetario
Internacional (FMI), han demostrado que la subida de los precios de los alimentos
en 2022, que amenazó el acceso a la alimentación de miles de millones de personas en todo el mundo,
se debió en gran medida al aumento
significativo de los márgenes de beneficio de las empresas agroalimentarias. Todos los grandes actores
transnacionales del sector han obtenido beneficios récord en los últimos años tras aumentar sus precios de
venta. Los consumidores pueden reducir con relativa facilidad su propio desperdicio
alimentario, pero esto no debe
distraerles del verdadero reto, que
es que se movilicen como ciudadanos y recuperen el control de sus sistemas alimentarios, afirmó Mousseau
desde Okland, en el estado occidental de California. «La mayoría de los
gobiernos han pasado por alto las cuestiones anteriores y muchos de los más
destacados, empezando por la administración Biden, siguen pidiendo más
producción de alimentos», dijo.
Añadió
que «se trata de un caso de ceguera voluntaria,
que va en contra de todas las pruebas de que el problema no es la cantidad de
alimentos producidos, sino lo que hacemos con ellos y quién controla y se
beneficia de la producción y el comercio de productos alimentarios». Ha llegado la hora de un tratado mundial sobre la no proliferación de la producción industrial de carne y agrocombustibles para frenar la aparentemente interminable expansión de la producción agrícola para usos no alimentarios, argumentó Mousseau «La otra urgencia es actuar con
más decisión sobre un mecanismo fiscal global de las grandes corporaciones
alimentarias y agroquímicas que limite sus comportamientos especulativos y
redistribuya parte de sus ingresos como solidaridad global para hacer frente
tanto al hambre en el mundo como a la crisis climática», consideró
el especialista.
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EL
OBJETIVO DE ACABAR CON EL HAMBRE EN EL MUNDO EN 2030 ESTÁ DESTINADO AL FRACASO.
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Por Thalif
Deen | 18/10/2024 | Economía
Fuente.
Revista Rebelión viernes 18 de octubre del 2024.
La
violencia imperante, el cambio
climático, la desertificación y la tensión por los recursos
naturales están agudizando el hambre y la pobreza
en Chad y en otros muchos países de África.
NACIONES
UNIDAS – Un histórico informe publicado en julio por cinco agencias
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
resumió los retrocesos en la lucha contra el hambre en el mundo y
advirtió que el mundo ha retrocedido más
de 15 años en su implacable batalla
contra la escasez de alimentos, con
niveles de subnutrición comparables
a los de 2008-2009.
Las agencias
participantes en el informe son
la Organización Mundial de la Salud
(OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO), el Fondo
Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA),
el Programa Mundial de Alimentos (PMA)
y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El futuro, a su juicio colectivo, parece realmente sombrío, sobre todo si se mantienen las tendencias actuales, cuando se prevé que más de 582 millones de personas sufrirán desnutrición crónica en 2030, la mitad de ellas en África.
Además, es
improbable que se cumpla el 2 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)
establecidos por la comunidad
internacional dentro de la ONU. El
ODS 2, el del Hambre Cero, destinado a poner fin al hambre en todo el mundo para 2030, que,
La ONU también señala una cruel paradoja: que el mundo
produce suficientes alimentos
para alimentar a todos, pero casi 20 %
se pierde o se desperdicia antes de
ser consumido.
Las
deficientes instalaciones de almacenamiento en las granjas pueden provocar la pérdida de cosechas debido a las plagas y el moho. En los países ricos,
el desperdicio de alimentos suele
producirse en la cocina, cuando se preparan, pero no se consumen, o se dejan
estropear en el frigorífico.
Desde una perspectiva diferente, Joseph Chamie, demógrafo consultor y exdirector de la División de Población de las Naciones Unidas, dijo a IPS que, además del medio ambiente, el cambio climático, las tecnologías,
la organización social y los conflictos, la población sigue siendo un factor importante que incide en la crisis alimentaria de muchos
países.
El rápido
crecimiento de la población, señaló, intensifica la demanda global de alimentos. El crecimiento de la población mundial significa que la producción de alimentos debe aumentar para satisfacer la demanda.
«El rápido crecimiento de la población puede conducir a niveles crecientes de inseguridad alimentaria debido a la escasez de recursos. Aunque el mundo produce suficientes alimentos para alimentar a su población actual de 8000 millones, con demasiada frecuencia estos alimentos no llegan a quienes los necesitan o no pueden acceder a ellos», dijo Chamie, autor de numerosas publicaciones sobre cuestiones de población.
En las
últimas cinco décadas, la población mundial se ha duplicado, pasando de 4000 millones a los 8000 millones actuales. Y a medida que
ha aumentado la población mundial,
ha aumentado el número de personas en el mundo que se enfrentan a
la inseguridad alimentaria, con más de 800 millones de personas que se acuestan con hambre cada noche.
Incluso en
los países del Norte industrial,
señaló, demasiadas personas se enfrentan a la inseguridad alimentaria
porque no pueden permitirse comprar
alimentos o tienen un acceso limitado a los recursos alimentarios.
Se prevé que en 2060
la población mundial alcance los 10
000 millones de personas, y que
la mayor parte de ese crecimiento se
produzca en los países con mayores niveles de inseguridad
alimentaria.
África,
con la mayor proporción de personas
que pasan hambre, tiene una población actual de 1500 millones que crece
rápidamente y se espera que alcance los 2000
millones en una docena de años y
los 3000 millones en 40 años, dijo Chamie.
«Desgraciadamente, es poco probable que se consiga
un mundo sin hambre
para 2030, Objetivo 2 de los ODS, debido a las
grandes tendencias mundiales y nacionales, incluido el rápido crecimiento de la
población en muchos países en desarrollo», anticipó.
Olivier de Schutter, copresidente del Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sostenibles (Ipes-Food), y relator especial de la ONU sobre pobreza extrema y derechos humanos, consideró que «estas cifras sobre el hambre son una importante
llamada de atención».
El hambre en
el mundo sigue siendo catastrófica: 733 millones de personas
se acuestan con hambre cada día, 36 % más que hace una década, dijo en diálogo
con IPS.
Y además, añadió, 2800
millones de personas no pueden
permitirse una dieta sana, lo que
significa que para una de cada tres,
los salarios son demasiado bajos o la protección social demasiado débil para
tener una nutrición adecuada.
«El sistema alimentario industrial mundial es desastrosamente vulnerable a las crecientes crisis climáticas, económicas y de conflictos, y el cambio climático golpea cada vez más a los agricultores», planteó De Schutter.
A su juicio,
«construir sistemas alimentarios resistentes al
clima es ahora una cuestión de vida o muerte. Como lo es establecer niveles
mínimos de protección social y garantizar que los trabajadores cobren salarios
dignos».
«Necesitamos desesperadamente una nueva receta para
hacer frente al hambre,
basada en una producción agroecológica diversificada y
mercados de alimentos localizados, en lugar de
cadenas alimentarias industriales globales, así como sistemas de protección
social que garanticen el derecho a la alimentación de los más pobres del
mundo», subrayó De Schutter.
Frederic
Mousseau, director de Políticas del Instituto Oakland, un
centro de pensamiento progresista
con sede en la ciudad estadounidense de Oakland,
dijo a IPS que, a pesar de la crisis
climática y la guerra en Ucrania, el mundo ha producido
récords históricos de alimentos en los últimos años.
Ese récord
productivo, sin embargo, no ha impedido el aumento de los precios de los alimentos y la
persistencia de un nivel insoportable de hambre
en el mundo.
Reducir el
despilfarro es importante,
pero no debe hacer que los gobiernos
pierdan de vista dos cuestiones
políticas fundamentales que requieren una acción decisiva, señaló.
En primer lugar, consideró Mousseau,
el uso de productos alimenticios para usos
no alimentarios es masivo y está creciendo rápidamente: los piensos y los agrocombustibles representan respectivamente 38 y 18 % de los cereales utilizados en el mundo.
«Esto está ocurriendo a un alto coste para la
humanidad, con productos básicos no disponibles para el consumo humano, pero
también con tierras arrebatadas a comunidades indígenas y locales, la
devastación de bosques, aguas y biodiversidad y la contaminación por la
agricultura industrial intensiva basada en productos químicos y combustibles
fósiles», detalló.
En segundo
lugar, añadió Mousseau, los alimentos
están disponibles, pero a menudo no son
asequibles para los hogares pobres, incluso en los países ricos donde el hambre va en aumento.
Recordó que varias instituciones internacionales, entre ellas el Fondo Monetario Internacional (FMI), han demostrado que la subida de los precios de los alimentos en 2022, que amenazó el acceso a la alimentación de miles de millones de personas en todo el mundo, se debió en gran medida al aumento significativo de los márgenes de beneficio de las empresas agroalimentarias.
Todos los
grandes actores transnacionales
del sector han obtenido beneficios
récord en los últimos años tras
aumentar sus precios de venta.
Los
consumidores pueden reducir
con relativa facilidad su propio desperdicio alimentario, pero esto no debe distraerles del verdadero reto, que es que se movilicen como ciudadanos y recuperen
el control
de sus sistemas alimentarios, afirmó
Mousseau desde Okland, en el estado
occidental de California.
«La mayoría de los gobiernos han pasado por alto
las cuestiones anteriores y muchos de los más destacados, empezando por la
administración Biden, siguen pidiendo más producción de alimentos», dijo.
Añadió que
«se trata de un caso de ceguera voluntaria, que va
en contra de todas las pruebas de que el problema no es la cantidad de
alimentos producidos, sino lo que hacemos con ellos y quién controla y se
beneficia de la producción y el comercio de productos alimentarios».
Ha llegado la
hora de un tratado
mundial sobre la no proliferación
de la producción industrial de carne
y agrocombustibles para frenar la aparentemente interminable expansión de la producción agrícola para usos no alimentarios, argumentó Mousseau
«La
otra urgencia es actuar con más decisión sobre un mecanismo fiscal global de
las grandes corporaciones alimentarias y agroquímicas que limite sus
comportamientos especulativos y redistribuya parte de sus ingresos como
solidaridad global para hacer frente tanto al hambre en
el mundo como a la crisis climática», consideró
el especialista.
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