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“Usted no ofrecía
entrevistas desde hace varios meses. Recuerdo que la cuestionaron por defender la idea de
la insurgencia, que está expresada en la Constitución,
dicho sea de paso. ¿Se reafirma?
“Totalmente. No he respondido a las críticas
porque quiero asumir que son producto de la ignorancia jurídica y, bueno, uno tiene que ser tolerante con las
opiniones. Pero sí permítame aclarar que el derecho a la insurgencia y el
derecho a la resistencia son mecanismos constitucionales que tenemos los
ciudadanos para rechazar cuando se altera el orden democrático. Un gran
ejemplo: el autogolpe de Fujimori.
Los golpes de Estado ya no son como
antes que se hacían con los militares. Ahora el que es elegido
democráticamente, tipo Fujimori, rompe las reglas de juego y toma para sí el
control de toda la institucionalidad del país. Vuelvo a leer el artículo 46 de
la Constitución, que lo tengo por acá. Dice “nadie debe obediencia al Gobierno usurpador, la población tiene el
derecho de insurgencia”. Y cuando yo hablé del derecho de insurgencia lo
hice, inclusive, inspirada en un comunicado que salió del Ministerio Público cuestionando un proyecto de ley que
pretendía recortarle sus facultades. Eso es alterar el modelo democrático. Y
-me dio mucho gusto- el Ministerio Público salió y habló para hacer respetar,
por lo menos, la institucionalidad de su función. Bueno, yo como ciudadana, en atención al artículo 46 que le leí,
también hablé de la posibilidad de ejercer este derecho a insurgir.
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Marianella
Ledesma: “VIVIMOS EN UNA ORGANIZACIÓN CRIMINAL Y EL BRAZO LEGAL ESTÁ DADO POR
EL CONGRESO.
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La expresidenta del Tribunal Constitucional analiza el papel del Ejecutivo y del Legislativo. Sobre el primero, señala que está "acelerando la destrucción del país". Del segundo, advierte que juega a favor de intereses criminales.
Por Enrique Patriau. Periodista.
Fuente Diario la República domingo 6 de octubre del 2024.
La expresidenta del Tribunal Constitucional, Marianella Ledesma, sostiene que en el Perú
las reivindicaciones sociales han pasado a un segundo plano porque ahora la
prioridad de los ciudadanos es mantenerse con vida, que no los maten por salir
a trabajar. El del Perú es un Estado que ha sido copado por la delincuencia
para operar con impunidad, afirma.
Preocupa
mucho la inseguridad ciudadana. Entre un sector del Congreso y del Gobierno hay
coincidencia en que la solución pasa por incorporar la figura del terrorismo
urbano. ¿Puede ser efectiva o es más una medida efectista, sin sustento?
Es una medida efectista. El nuevo actor social en el país se
llama delincuencia. No hablo del clásico Pedro
Navaja que describía Rubén Blades,
sino que estamos hablando de una delincuencia de cuello y corbata que trabaja
en una organización criminal, que tiene brazos jurídicos, que establece reglas
para protegerse desde el Congreso y con brazos operadores desde el Ejecutivo,
con ministros del Interior que no funcionan. La delincuencia ha ido copando al
Estado, ubicándose dentro de su estructura para operar con mayor funcionalidad,
protección e impunidad. Esa es la realidad. No hay que dejar de mirar que la
pobreza en nuestro país ha aumentado, que uno de cada tres peruanos es pobre
según las cifras del INEI. Claro, todos dicen que la delincuencia ha crecido,
sí, ¿y cómo están tus indicadores laborales, de perspectivas de crecimiento? Lo
del terrorismo urbano es puro populismo punitivo.
Mientras,
el Congreso se resiste a derogar la Ley 32108 que varios expertos han advertido
que beneficia a las organizaciones criminales.
Exactamente. ¿Usted
cree que los delincuentes actúan solitariamente? Acá hay una organización criminal y, por lo tanto,
quien forma parte de esa organización es
el Congreso. En todo caso, si quisieran deslindar tendrían que comenzar
derogando esa ley para que la Policía pueda ser más eficiente y hacer los
allanamientos con más efectividad. También se tendría que derogar la (nueva)
tipificación de organización criminal. Este tipo de delincuencia no opera sola,
opera en conjunto, en grupo y tiene diferentes formas de organización. Yo digo:
la clase política forma parte de la organización delincuencial y por estamos
como estamos.
¿El
Congreso entonces parece actuar como brazo legal de organizaciones criminales?
Totalmente de acuerdo, no podemos decir que existe
terrorismo urbano sin mirar a quienes protagonizan, toleran y generan leyes
para poder blindar a este tipo de personas. El Congreso forma parte de esa
organización criminal. Y no solo el Congreso, también el Ejecutivo, con
decisiones ineficientes, con designaciones de ministros del Interior que no
están a la altura de poder dirigir una lucha como la que se necesita
¿La
reacción de los transportistas le parece la esperable? Se ha convocado a un
nuevo paro este jueves.
La discusión ya no es cómo mejoro salarialmente. Las reivindicaciones sociales pasaron a un segundo plano. Ahora la discusión es cómo protejo mi vida, ese es el reclamo central, y para mí ese va a ser el punto de caída de esta clase política, sobre todo de quien está gobernando el país, que es Boluarte. Todos somos víctimas de la inseguridad y eso va a permitir que los ciudadanos se unan para apoyar esta causa. Insisto, la discusión no es por temas salariales, es para proteger nuestras vidas. Plantean sanciones más graves cuando eso es algo inocuo. Por ejemplo, se han aumentado las penas para los que roban celulares, ¿y acaso ha disminuido su robo? No.
El
proyecto del Ejecutivo que propone lo del terrorismo urbano plantea, además,
que los policías y militares denunciados por actos de función durante los
estados de emergencia sean investigados en el fuero militar y policial. Eso
sabe a impunidad garantizada, ¿cierto?
Abiertamente, es impunidad. En el fuero militar se juzgan
delitos como la deserción. Pero si un militar o policía viola, asesina,
lesiona, eso es un delito común y tiene que ser juzgado en un escenario de
imparcialidad. Lo que se está buscando en medio de todo este desorden es
nuevamente la impunidad para el abuso que pueda generarse desde el ejercicio de
la violencia por parte de los miembros de las Fuerzas Armadas.
¿Ve
algún rumbo, algún norte, aunque sea mínimo en este Gobierno?
Al contrario. Este Gobierno está acelerando la
destrucción del país. Quiero decir algo: queremos más seguridad, más educación,
algo de salud, pero desde el año 90, desde que intervino Fujimori, lo único que
se ha buscado es destruir al Estado, debilitarlo. En algún momento todos los
ciudadanos nos daremos cuenta de que necesitamos un Estado fuerte para luchar
contra la minería ilegal, contra la tala ilegal, contra la extorsión.
Necesitamos un Estado fuerte, no podemos seguir manteniendo esta lógica del
Estado reducido a la mínima intervención. Esa es una reflexión. Y una segunda
es que acá no se trata de ideologías vinculadas a la izquierda o a la derecha
porque a mí me parecen conceptos anacrónicos. Acá hay una sola ideología: o
estás con la delincuencia o no estás con la delincuencia. Veo una dinámica
delincuencial en la que se destruye la democracia, la seguridad, el medio
ambiente y la naturaleza. Hacia eso estamos caminando, lamentablemente.
¿Es un
proceso involutivo?
Así es, un
proceso involutivo. Y los propios ciudadanos van a decir basta, como ya lo
están diciendo los señores transportistas. Vuelvo a decir: acá el tema central
ya no es mi reivindicación salarial sino evitar que me maten.
Usted
no ofrecía entrevistas desde hace varios meses. Recuerdo que la cuestionaron por defender la idea de
la insurgencia, que está expresada en la Constitución,
dicho sea de paso. ¿Se reafirma?
Totalmente. No he respondido a las críticas
porque quiero asumir que son producto de la ignorancia jurídica y, bueno, uno tiene que ser tolerante con las
opiniones. Pero sí permítame aclarar que el derecho a la insurgencia y el
derecho a la resistencia son mecanismos constitucionales que tenemos los
ciudadanos para rechazar cuando se altera el orden democrático. Un gran
ejemplo: el autogolpe de Fujimori. Los golpes de Estado ya no son como antes
que se hacían con los militares. Ahora el que es elegido democráticamente, tipo
Fujimori, rompe las reglas de juego y toma para sí el control de toda la
institucionalidad del país. Vuelvo a leer el artículo 46 de la Constitución,
que lo tengo por acá. Dice “nadie debe
obediencia al Gobierno usurpador, la población tiene el derecho de
insurgencia”. Y cuando yo hablé del derecho de insurgencia lo hice,
inclusive, inspirada en un comunicado que salió del Ministerio Público cuestionando
un proyecto de ley que pretendía recortarle sus facultades. Eso es alterar el
modelo democrático. Y -me dio mucho gusto- el Ministerio Público salió y habló
para hacer respetar, por lo menos, la institucionalidad de su función. Bueno,
yo como ciudadana, en atención al artículo 46 que le leí, también hablé de la
posibilidad de ejercer este derecho a insurgir.
¿Qué
es insurgir?
Insurgir es protestar, es decir “no estoy de acuerdo”, es decir, aunque sea desde una posición
minoritaria frente al poder, que acá hay algo que no va de acuerdo con las
reglas. (Insurgir) es defender el modelo democrático en el que yo creo en un
100%. Yo no creo en los pensamientos totalitarios ni autoritarios, los detesto,
no están en mi ADN. Ejercer el
derecho a la insurgencia para hacer prevalecer un modelo democrático es
sencillamente utilizar las reglas de juego que la propia Constitución da a todo
ciudadano.
Las
elecciones que vengan serán casi una tómbola. Hay 35 partidos inscritos, unos
30 en proceso. ¿Se ha degradado el ejercicio de la política en el Perú?
Totalmente. Recuerdo cuando estaba en San Marcos, había grandes debates ideológicos entre un grupo y otro y eso es saludable en el ejercicio de un modelo democrático. Ahora no hay nada de esto. La delincuencia ha tomado el poder. Diríamos que hay una ideología de la delincuencia en el poder a fin de lograr réditos para sus actividades. Vivimos en una organización criminal en nuestro país y el brazo legal está dado por el Congreso a través de las normas que se dan para blindar actividades ilícitas. ¿Cómo se justifica la minería ilegal, la tala de árboles, la extorsión?
En el
Tribunal Constitucional (TC) hay una sentencia que se debería haber emitido ya
hace semanas referida a la demanda competencial que el Congreso presentó contra
el Poder Judicial y que podría terminar afectando la composición de la Junta
Nacional de Justicia. En paralelo hay un dictamen en la Comisión de
Constitución para reducir de cinco a cuatro los votos para dar por fundada una
demanda competencial, incluyendo aquellos casos que se están viendo en la
actualidad en el TC. Cuando uno ve todo el escenario la impresión es que hay un
juego en pared. ¿Qué reflexión tiene?
El juego en pared del Congreso con el
TC no es una novedad. Ha
sido una constante. La verdad, como siempre he dicho, no espero nada de este
Tribunal, no tengo ni la mínima expectativa de lo que pueda decidir. Más bien
es el brazo extendido del Congreso. Hace tiempo ha abdicado de hacer ese
ejercicio del control de la institucionalidad. Ya no me llama la atención.
En un
momento usted estuvo analizando la posibilidad de involucrarse en la política
partidaria. Entiendo que eso se frustró. ¿Ya lo dejó de lado definitivamente o
sigue siendo una opción más adelante? Se lo pregunto porque la he escuchado con
un discurso bastante encendido.
Claro porque para mí la política no me ha sido
ajena. Vengo de una cuna donde mi padre (Genaro
Ledesma) era un luchador y realmente murió creyendo en sus ideas, con
consecuencia. La política era entrega de la vida y de la familia en aras de un
ideal. Tal vez por eso siempre voy a tener la emoción y la fuerza para hablar
con mucha convicción de lo que debe ser el pensamiento y el ejercicio político.
Pero, lamentablemente, no advierto condiciones para poder tener una práctica
política. He ejercido 40 años en el
Estado y sería para mí una nueva experiencia que, por el momento, no he
incorporado en mi actividad.
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