miércoles, 28 de noviembre de 2012

Cataluña, la sobrevivencia del nacionalismo en tiempos de globalización.

&&&&&
La pregunta a hacerse en este caso, es si efectivamente Cataluña está en condiciones de ser un Estado independiente. Veamos algunos datos. Dispone de alrededor de 32.000 kilómetros cuadrados, una extensión respetable en Europa. En ese territorio viven siete millones y medio de personas, una población que duplica a Uruguay y muy parecida a la de Paraguay. Su desarrollo económico, la calidad de su clase empresarial y su sistema institucional es del primer mundo. Con todos estos atributos, Cataluña está en condiciones de ser un efectivo Estado nacional. Es más, como la historia lo demuestra, y muy en particular en Europa, con la mitad de esas virtudes se han fundado Estados que a pesar de todo sobreviven. Cataluña hoy es una sociedad pluralista, democrática y con fuertes tradiciones republicanas y nacionales. En ese contexto, esta Nación no sólo que está en condiciones de ser un Estado independiente, sino que además podría ejercer su nuevo status de manera eficaz, porque, de alguna manera, los catalanes hace décadas que se vienen preparando para dar este paso.
/////


El Partido Popular que responde a Rajoy y defiende a rajatabla la unidad española, ganó un escaño, por lo que ahora contará con 19 representantes. Los defensores de la unidad de España no han avanzado, pero tampoco han retrocedido de manera significativa.
***

Cataluña, la sobrevivencia del nacionalismo en tiempos de globalización.
*****
Rogelio Alaniz.
El Litoral.com  Martes 27 de noviembre del 2012.

Un politólogo catalán, célebre por su moderación y su afán por quedar bien con todo el mundo, declaró después de las elecciones del pasado domingo, que la independencia de Cataluña debía realizarse atendiendo a dos principios: ni contra España ni contra Europa. La consigna impresiona como agradable al primer golpe de vista, pero no bien se presta atención al escenario, lo agradable se transforma en difícil por no decir imposible, ya que por lo pronto el primer inconveniente que provocaría la independencia sería la animosidad del gobierno de Rajoy y la indiferencia y el hermetismo de la Unión Europea.

¿Será tan así? No lo sabemos y creo que por el momento no hay modo de saberlo. Convengamos que la independencia de Cataluña provocaría un impacto político y cultural trascendente en Europa y Occidente, más allá de las amenazas de los poderes establecidos. Por otra parte, a nadie se le escaparía que un paso de estas dimensiones abriría la puerta para que los vascos y, por qué no, los gallegos, apunten en la misma dirección, reduciendo a España -dicho como boutade- a un territorio parecido al que disponían en tiempos de los reyes católico.

Nunca sabremos si el presidente de Cataluña, Arturo Mas, quiere la independencia por razones genuinas o apela a este recurso para distraer a la opinión pública con una consigna simpática para la mayoría de los catalanes. En estos casos, los hechos importan más que las intenciones. En principio, si Mas esperaba fortalecer su liderazgo, los números no le fueron propicios. Su partido mantuvo la mayoría, pero perdió doce escaños, mientras que su competidor más fuerte, Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), aumentaba de diez escaños a veintiuno.

Por su parte, los opositores a la independencia no están del todo disconformes con los resultados. Los socialistas tendrán veinte escaños, aunque con relación a las elecciones anteriores perdieron nueve, por lo que en este caso no están muy contentos que digamos. Por su parte, el Partido Popular que responde a Rajoy y defiende a rajatabla la unidad española, ganó un escaño, por lo que ahora contará con 19 representantes, mientras que el gran triunfador moral y político de la jornada fue “Ciutadans de Cataluña”, que pasó de tres escaños a nueve, manteniendo un perfil progresista y moderno.

Conclusión: los defensores de la unidad de España no han avanzado, pero tampoco han retrocedido de manera significativa. Los votos que perdieron los socialistas se fueron para “Ciutadans...”. De todos modos, conviene recordar, una vez más, que el debate acerca de independencia o unidad con España no puede entenderse desde la polarización izquierda y derecha. El ejemplo más elocuente al respecto lo brinda la CIU, intentando liderar la independencia, mientras el Partido Popular se opone a ella.

Continuemos. La ilusión de transformar a las elecciones en una suerte de referéndum a favor de la independencia, se vio frustrada, o no se cumplió como sus promotores lo pensaban. En el parlamento catalán hay 135 escaños de los cuales 87 están a favor de la independencia, mientras que 48 se han manifestado en contra. La mayoría independentista, por lo tanto, existe, pero el problema es que antes de las elecciones era más amplia, por lo cual hay motivos para suponer que la estrategia fracasó o las elecciones estuvieron de más, opinión esta última que comparten varios analistas catalanes, quienes estiman que Mas cometió un error en adelantar las elecciones, alentando la fantasía de que iba a incrementar su poderío.

El análisis acerca de los efectos de la coyuntura electoral, no debería hacernos perder de vista un hecho que para quienes conocen Barcelona resulta casi obvio. Nos referimos al fuerte sentimiento indepedentista de la región, un sentimiento que se respira en el aire, se percibe en todos los niveles, atraviesa todas las clases sociales y que en las ciudades y localidades del interior es mucho más fuerte, como lo demuestra el hecho elocuente y aleccionador de que de 947 localidades que integran la región, alrededor de 160 se han declarado en diferentes momentos, pero con idéntico entusiasmo, como territorio libre y soberano.

O sea que hay buenos motivos para deducir de que en algún momento ese sentimiento se hará realidad, más allá de las sobreactuaciones de los dirigentes y de las previsibles tensiones con España. Los catalanes hace rato que de manera conciente e inconciente vienen trabajando en esa dirección. Nunca los conformó ser parte de España, una realidad que aceptaron como una imposición o como una conveniencia de la coyuntura. Es verdad que durante años los líderes catalanes mantuvieron con el poder de Madrid un comportamiento utilitario y oportunista, caracterizado por la tendencia a amenazar con la secesión o algo parecido para reclamar más recurso o negarse a colaborar con el estado nacional, pero no es menos cierto que desde siempre o desde casi siempre, vienen trabajando cotidianamente para afirmar una identidad diferenciada con los españoles, empezando por el lenguaje y extendiéndose a otras áreas del quehacer cultural.

La pregunta a hacerse en este caso, es si efectivamente Cataluña está en condiciones de ser un Estado independiente. Veamos algunos datos. Dispone de alrededor de 32.000 kilómetros cuadrados, una extensión respetable en Europa. En ese territorio viven siete millones y medio de personas, una población que duplica a Uruguay y muy parecida a la de Paraguay. Su desarrollo económico, la calidad de su clase empresaria y su sistema institucional es del primer mundo. Con todos estos atributos, Cataluña está en condiciones de ser un efectivo Estado nacional. Es más, como la historia lo demuestra, y muy en particular en Europa, con la mitad de esas virtudes se han fundado Estados que a pesar de todo sobreviven.

Cataluña hoy es una sociedad pluralista, democrática y con fuertes tradiciones republicanas y nacionales. En ese contexto, esta Nación no sólo que está en condiciones de ser un Estado independiente, sino que además podría ejercer su nuevo status de manera eficaz, porque, de alguna manera, los catalanes hace décadas que se vienen preparando para dar este paso.

Habría que preguntarse cómo rebotaría esta decisión en España, donde algunos dinosaurios amenazaron hasta con la guerra civil para impedirlo, una amenaza que evoca a los tiempos del Generalísimo Francisco Franco y el nacionalismo hispanizante y católico de carlistas requetés y falangistas. Pero por sobre todas las cosas, habría que indagar si la Unión Europea la reconocería como un nuevo Estado, sobre todo cuando España ya adelantó que vetaría cualquier iniciativa en esa dirección.

El otro tema teórico digno de reflexión es acerca de la persistencia de los nacionalismos en el actual mundo globalizado. En los tiempos que corren, existe un amplio consenso en admitir que los Estados nacionales, tal como fueron concebidos a finales del siglo XIX, están en crisis o en vías de disolución. La globalización económica y financiera parecería que borró las identidades nacionales en nombre de un cosmopolitismo uniformador. Así como en algún momento la expansión del capitalismo y el despliegue de cierta visión triunfalista de la modernidad, permitió habilitar la noción de la muerte de Dios, para confirmar a la vuelta del camino que este señor gozaba de muy buena salud, ahora, con argumentos parecidos se ha dicho que los nacionalismos están en vías de extinción, cuando no, ya forman parte del pasado y merecen descansar el sueño eterno junto a sus reliquias.

Pues bien, la realidad demuestra que los hechos circulan por otros carriles. La globalizacion existe como dato económico, pero está muy lejos de resolver satisfactoriamente otros dilemas de la humanidad. Puede que la revolución en las comunicaciones sea un fenómeno avasallante, pero parecería que no alcanza a dar respuesta a las exigencias de identidad y permanencia de los pueblos.
*****

No hay comentarios: