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En el mundo surgido de la era
moderna, de la revolución industrial, de la cosmovisión capitalista en
definitiva, importa más una máquina, un robot, un automóvil, que un
ser humano. Explosión demográfica por
medio -que hace cada vez más problemática la vida en este golpeado planeta, pues
crece la población pero no la repartición equitativa de los recursos- el mundo
que se fue forjando en el siglo XX (el capitalismo hiper desarrollado, digamos
con más propiedad) ha generado nuevos
valores, desconocidos tiempo atrás (panegírico de la tecnología, del
consumo por el consumo mismo, del dinero), que en cierta forma desprecian el valor de la vida humana. Por eso, seguramente,
se puede haber concebido (¡y usado!) armamento nuclear. Y nada asegura que no se vuelva a usar. De hecho, las hipótesis de
conflicto de la gran superpotencia actual lo contemplan, aunque ello sea una
locura en términos humanos. ¿Progresamos humanamente entonces? De ahí también la
violencia gratuita que vemos crecer como epidemia -Rambo podría ser su
payasesco arquetipo-; de ahí, pandillas juveniles que matan por
diversión, consumo alocado de drogas, cultura
cotidiana plasmada en mensajes audiovisuales (televisión, cine, videojuegos)
que hacen del desprecio por la vida la norma obligada: se puede matar a alguien
para robarle un reloj, se pueden dejar
morir impasiblemente miles de de personas (Pearl Harbor, torres gemelas de
Nueva York) para justificar proyectos de dominación. La vida humana pasa a ser una ecuación
matemática más -por eso es posible clonarla-.
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¿Somos más o menos violentos?.
La historia de la humanidad
es, sin más, una larga sucesión de hechos violentos: guerras, invasiones,
conquistas, revoluciones.
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Martes, 6 de noviembre del
2012
Marcelo Colussi (especial para
ARGENPRESS.info)
"La guerra diferencia al hombre de los animales."
Pierre-Joseph Proudhom
"La guerra diferencia al hombre de los animales."
Pierre-Joseph Proudhom
La violencia -"partera de la
historia", como decía Marx- en cierta forma define al ser humano. La
historia de la humanidad es, sin más, una larga sucesión de hechos violentos:
guerras, invasiones, conquistas, revoluciones. Pero no sólo violencia -como
estamos tan acostumbrados a entenderla- en el sentido de explotación económica,
opresión social, ataque bélico o ejércitos blandiendo sus armas. También, y con
la misma virulencia - aunque sus efectos no sean todavía igualmente deplorados-
discriminación de género, segregación étnica, verticalismo, autoritarismo de
los adultos sobre los niños.
El tema de género, por ejemplo, recientemente en la historia comenzó a formar parte de las reivindicaciones sociales por la justicia. En la Revolución Francesa, inicio del mundo moderno con sus ideales de igualdad y libertad, llevada a cabo enteramente por varones, las mujeres a duras penas entraban en la categoría de ser humano; y el mismo marxismo -indiscutible adalid en la defensa de los explotados- no las tuvo en cuenta como un eje fundamental para la transformación de la sociedad. Todo se redujo a la lucha de clases; mientras tanto, a la espera de la victoria final, los varones podían seguir ejerciendo sus privilegios (solapada forma de violencia de la que casi no se ha hablado hasta ahora, que por supuesto no "supera" a la lucha de clases, pero que se complementa con ella como una forma más de inequidad).
El tema de género, por ejemplo, recientemente en la historia comenzó a formar parte de las reivindicaciones sociales por la justicia. En la Revolución Francesa, inicio del mundo moderno con sus ideales de igualdad y libertad, llevada a cabo enteramente por varones, las mujeres a duras penas entraban en la categoría de ser humano; y el mismo marxismo -indiscutible adalid en la defensa de los explotados- no las tuvo en cuenta como un eje fundamental para la transformación de la sociedad. Todo se redujo a la lucha de clases; mientras tanto, a la espera de la victoria final, los varones podían seguir ejerciendo sus privilegios (solapada forma de violencia de la que casi no se ha hablado hasta ahora, que por supuesto no "supera" a la lucha de clases, pero que se complementa con ella como una forma más de inequidad).
Hoy día, con la caída de las primeras
experiencias socialistas surgidas en el siglo XX, queda claro que la violencia
no se ejerce sólo en el orden de la expoliación de las masas paupérrimas por
parte de las élites dominantes; si no, para demostrarlo, ahí están los
fusilamientos en masa de disidentes en la era estaliniana, o el genocidio de
Pol Pot contra población urbana en Camboya. Escudándose en
"sacrosantos" intereses justicieros, se puede ser ferozmente
violento. Las guerras religiosas -por el "amor de dios"- nos lo
demuestran de modo trágico.
Violencia ha habido siempre, con
distintas formas, con expresiones culturales particulares. Pero ahí está
persistentemente, incólume, más allá del tiempo. Quizá hoy día se comienzan a
cuestionar ciertas manifestaciones que, hasta hace muy poco, ni siquiera se
consideraban como el ejercicio de una violencia. Por ejemplo, en la actualidad
va ganando terreno el obligado respeto hacia la comunidad homosexual, incluida
apenas unos años atrás en la Clasificación Internacional de Enfermedades como
expresión de una psicopatología.
¿La sociedad, entonces, se va haciendo
más "civilizada"? ¿Condenamos hoy más formas de violencia, que antaño
no eran tenidas por tales? -piénsese en el respeto hacia los discapacitados,
una nueva actitud ante las diferencias étnicas, ante las poblaciones
marginales-. Esto plantea la pregunta respecto a si el mundo evoluciona hacia
formas de mayor tolerancia, de menos violencia y solidaridad.
Respuesta muy difícil, por cierto. Sí
y no. No hay dudas que en la historia humana se han dado algunos pasos
importantes en el proceso civilizatorio. Actualmente contamos con una serie de
mecanismos y procedimientos que -se supone- deberían hacer la vida de toda la
población más digna, más agradable, menos violenta. Hay una legislación, ya
universalizada, que protege la vida en todos sus aspectos, así como su dignidad
y calidad. El discurso de los derechos humanos, en tanto intrínsecos al mismo
hecho de existir como seres humanos, y por tanto inalienables, se ha ido
incorporando en el grado de desarrollo global que toca a los más de siete mil
millones de almas que poblamos el planeta. Existe -aunque pueda abrirse el
interrogante respecto a su real efectividad- un sistema supranacional que
regula (o debería regular al menos) la vida planetaria: las Naciones Unidas.
Para responderlo con un ejemplo quizá sarcástico, pero real: hoy día no se mata
al mensajero portador de malas noticias. ¿Progresamos entonces?
II
Vistas las cosas en este sentido, la sociedad global actualmente es menos violenta que antaño. Hasta las guerras están reguladas por marcos jurídicos: la Convención de Ginebra. Se puede seguir matando al enemigo, pero hay que hacerlo conforme a normas. Las "guerras sucias" -aunque de hecho se hagan- están prohibidas, por lo que son condenables. Hoy día un general puede ir preso como "asesino de guerra". ¿Podríamos decir, entonces, que eso es progreso humano?
Vistas las cosas en este sentido, la sociedad global actualmente es menos violenta que antaño. Hasta las guerras están reguladas por marcos jurídicos: la Convención de Ginebra. Se puede seguir matando al enemigo, pero hay que hacerlo conforme a normas. Las "guerras sucias" -aunque de hecho se hagan- están prohibidas, por lo que son condenables. Hoy día un general puede ir preso como "asesino de guerra". ¿Podríamos decir, entonces, que eso es progreso humano?
También en los otros aspectos a que
hacíamos alusión como formas de violencia hasta no hace mucho tiempo no
visibilizadas en el discurso dominante -la de género, el autoritarismo de
padres sobre hijos, etc.- igualmente ahí se ha avanzado. Si bien se puede
problematizar en tanto tradición cultural, no deja de abrirse la pregunta sobre
la práctica de la forzada circuncisión femenina de tantos pueblos -una
mutilación, dicho en términos más ajustados-. Hoy día, aunque no ha cambiado en
lo sustancial -el grueso de las propiedades materiales del mundo lo sigue
detentado varones- el lugar de obligada sumisión de las mujeres está en
entredicho, y las mismas van ganando un protagonismo social desconocido hace
apenas una décadas atrás. En otro ámbito, hay ya desde años toda una nueva
tendencia que promueve el respeto absoluto y la no violencia para con los
menores. El trabajo infantil tiende a estar prohibido -aunque, de hecho, tenga
lugar y sea imprescindible para completar el ingreso familiar en innumerables
lugares del mundo-. Una vez más, entonces: ¿progresan las sociedades?
Dicho todo esto estaríamos tentados de
afirmar que sí, en efecto, el mundo -aunque lejos de ser un paraíso- cuestiona
cada vez más el recurso a la violencia (ya no va quedando lugar para
dictadores, las mujeres seguirán su paso ascendente hacia la igualdad de
derechos y un funcionario corrupto puede ir preso).
No obstante, la violencia está lejos
de desaparecer (¿crece incluso?). No sólo eso; podría decirse que se presenta
con otra cara, más sutil tal vez, o simplemente: acorde a los tiempos que
corren, tiempos de modernidad, o de post modernidad. Tiempos de inimaginables
logros científico-técnicos, que abren posibilidades ni siquiera soñadas décadas
atrás, no digamos ya siglos o milenios.
Hoy no hay esclavismo, al menos
oficialmente; y si nos enteramos que en algún paraje todavía persiste esta
infame práctica (y de hecho persiste: alrededor de 30 millones de trabajadores
en condiciones de esclavitud, según datos confiables), el mundo puede poner el
grito en el cielo seguro que en instantes -medios de comunicación mediante- la
opinión pública internacional se indignará ante tamaña forma de violencia. Esto
es cierto, y podría hacer pensar -honestamente sin dudas- que le vamos cerrando
espacio a la violencia. Pero las formas de la violencia se hacen más sutiles,
más refinadas. No hay esclavismo abierto, no se venden esclavos en subastas
públicas, pero las condiciones laborales de muchos lugares, con el silencio
cómplice de quienes deberían hablar, son realmente esclavizantes (maquilas,
unidades agrarias cerradas, prostíbulos). Hoy día, aunque de hecho en algunos
lugares aún se puedan escuchar denuncias de tratos esclavistas, la
productividad alcanzada por el despliegue técnico no necesita de esta modalidad
laboral. El esclavismo actual es más "exquisito": bastan 8 horas de
trabajo, y después a mirar televisión (eso funciona mejor que el látigo).
Es, al menos en este momento,
quimérico pensar en la erradicación de la violencia de la dinámica humana. Ella
es tan fundante, tan constitutiva del hecho humano que conocemos como lo puede
ser su calidad de racional, o su capacidad de mentir (lo cual no es sino una
forma de la violencia). Se puede, en todo caso, reducirle su espacio, ponerle
las cosas más difíciles, lo cual no es poco. Normas, leyes, reglas de
convivencia, autocrítica, liberación de prejuicios; la lista para ayudar en
tamaña empresa es grande. Y por supuesto, una horizontalización -hasta donde
sea posible- del poder, junto a la repartición más justa de la riqueza que la
especie ha producido.
III
Ahora bien: retomando la pregunta inicial respecto a si ahora el mundo es más o
menos violento, puede decirse entonces que junto a este
"mejoramiento" -si no es muy osado llamarlo así- en las condiciones
generales con que ahora podemos enfrentar el problema, por la misma potencia
que hemos ganado en el desarrollo de nuestras fuerzas productivas, los efectos
de la obra humana (al menos en el ámbito material) hoy día son más impactantes;
la tecnología es más eficaz, las guerras son más mortíferas, las torturas
consiguen mejores resultados. A lo que podría agregarse: las mentiras son más
convincentes. "Naturalmente la gente común no quiere guerra. Pero son los
líderes de un país quienes determinan su política, y siempre es un asunto
simple involucrar a la gente. Con voz o sin voz, la gente siempre puede verse
forzada a acatar los mandatos de sus líderes. Esto es fácil. Sólo tiene que
decírsele a la gente que está siendo atacada, y denunciar a los pacifistas por
su falta de patriotismo y por exponer al país a peligro. Funciona igual en
todos los países." (Herman Goering, asesor de Hitler, discurso que podría
pronunciar hoy cualquier dirigente de cualquier potencia).
Tal vez no pueda dirimirse la cuestión
respecto a si ahora somos, o no, más violentos. Antes había sacrificios
humanos; hoy no. Pero hoy hay armas de destrucción masiva que pueden exterminar
millones de personas de un golpe. Antes el poder del emperador era
incontrolado; hoy día la "democracia" moderna (representativa, por
cierto, de la directa no se habla) va ganando espacio. Pero ¿quién controla hoy
a los mega-bancos globales, verdaderos dictadores omnipotentes de la escena
mundial, que pueden decretar el hambre de millones y millones de seres humanos
con una decisión desde un lujoso pent house? Hoy existen otros códigos, hay
otra cosmovisión en relación a las culturas de hace 500, 1.000 o 10.000 años
atrás. Hay mayores resguardos para la vida humana, para nuestro entorno. Tiempo
atrás era inconcebible preocuparse por el deterioro de nuestra casa común: el
planeta, simplemente porque la tecnología no era tan dañina. Hoy, hacerlo, es
una cuestión de vida o muerte como especie. Ahora existen seguros de salud, de
vida, seguros de desempleo, cobertura para la vejez, todos avances en términos
humanos, innegablemente. Pero al mismo tiempo vemos códigos culturales que, sin
la apología de la tecnología de la que hoy somos víctimas, no hubieran podido
concebirse. Ha cambiado el valor de la vida. Las guerras históricamente la
hacían los ejércitos combatiendo entre sí cuerpo a cuerpo; en la actualidad
vivimos lo que los estrategas estadounidenses han llamado "guerras de
cuarta generación", donde la población planetaria es objetivo militar por
medio de sutiles manipulaciones mediático-psicológicas sin que siquiera lo
sepan, y lo peor de todo: ¡hasta contentas! La violencia, en tal sentido, se ha
ido incorporando como normalidad cotidiana.
En el mundo surgido de la era moderna,
de la revolución industrial, de la cosmovisión capitalista en definitiva,
importa más una máquina, un robot, un automóvil, que un ser humano. Explosión
demográfica por medio -que hace cada vez más problemática la vida en este
golpeado planeta, pues crece la población pero no la repartición equitativa de
los recursos- el mundo que se fue forjando en el siglo XX (el capitalismo hiper
desarrollado, digamos con más propiedad) ha generado nuevos valores,
desconocidos tiempo atrás (panegírico de la tecnología, del consumo por el
consumo mismo, del dinero), que en cierta forma desprecian el valor de la vida
humana. Por eso, seguramente, se puede haber concebido (¡y usado!) armamento
nuclear. Y nada asegura que no se vuelva a usar. De hecho, las hipótesis de
conflicto de la gran superpotencia actual lo contemplan, aunque ello sea una
locura en términos humanos. ¿Progresamos humanamente entonces? De ahí también
la violencia gratuita que vemos crecer como epidemia -Rambo podría ser su
payasesco arquetipo-; de ahí, pandillas juveniles que matan por diversión,
consumo alocado de drogas, cultura cotidiana plasmada en mensajes audiovisuales
(televisión, cine, videojuegos) que hacen del desprecio por la vida la norma
obligada: se puede matar a alguien para robarle un reloj, se pueden dejar morir
impasiblemente miles de de personas (Pearl Harbor, torres gemelas de Nueva
York) para justificar proyectos de dominación. La vida humana pasa a ser una
ecuación matemática más -por eso es posible clonarla-.
Avanzamos en la legislación universal
(se comienza a aceptar el aborto, la eutanasia, los matrimonios homosexuales)
al mismo tiempo que se fabrican -¡y utilizan!- bombas "inteligentes".
En definitiva, eso somos los humanos: podemos avanzar a velocidades
vertiginosas en los aspectos materiales, mientras que los progresos culturales
-si los hay- son pasitos de hormigas.
Si se tuviera que dar una respuesta
sintética -sí o no- a la pregunta sobre el crecimiento de la violencia, habría
que decir que actualmente -era cibernética, era post moderna- se ha generado
una nueva forma de la misma. La actual violencia de las megápolis se muestra
inaudita; esto es cierto, sin dudas, pero debe reconocerse que esos
"monstruos" poblacionales son un elemento nuevo en la historia. Por
lo que se podría concluir que somos tan violentos como los imperios de la
antigüedad clásica, como cualquier cultura que realizaba sacrificios humanos o
como la inquisición medieval, con el agravante que tenemos 1) más capacidad
técnica y 2) una nueva forma de desprecio por la vida.
Lo que sí ha crecido, caído el bloque
socialista soviético y con un neoliberalismo triunfante, es la injusticia, que
no es sino una forma de la violencia. Por último, preguntarse en términos
comparativos si somos ahora más o menos violentos que en el pasado, puede ser
ocioso, irrelevante; lo importante es ver qué nuevas formas de violencia se han
generado y qué hacer al respecto. Hablar de "cultura de paz" mientras
se acumulan arsenales termonucleares puede ser un contrasentido. Si tiene sentido
hacerse preguntas es para buscarle salida a los cuellos de botella. Y la
violencia es un desafío siempre abierto que nos convoca a pensar.
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