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Esta China de hoy ha recorrido un sendero
histórico que una vez más maravilla a Occidente y embelesa a quienes admiten
nunca haber perdido la fe en su poderosa cultura; ¿cómo acaso dudar de la tenacidad de un pueblo que dio vida a la prosa taoísta de Li Pai, ofreció al
mundo una forma de entender el orden mundano a través de Confucio, protegió
en tiempos turbulentos el espíritu crítico y libre en la prosa de Lu Xun, de quien hoy es fiel expresión de su
pensamiento Mo Ye? Esa y esta China del presente son continuidad en
el cambio, adaptación ante la adversidad, expectativas nunca cedidas de auto rebelión y aceptación paciente de
los cambios producidos en el entorno. La China de hoy es heredera del Celeste Imperio, que rigió los destinos
del país hasta 1912, y aún cuando la
tradición modela el sendero ( jing , camino, vía) que el país recorre hacia su
desarrollo en la faz material muestra facetas pro capitalistas como resultado de
la “opción por la modernización social” filo occidental.
Es la misma China de dinastías
primordiales pero distinta, con un rostro matizado por
los vaivenes de imperativos históricos que empujaron su apertura al mundo. La China de hoy es Ying y Yang, bambú,
madera, hierro, acero, nuevos materiales obtenidos en el espacio por sus
hombres y mujeres, experiencia y experimentación, en una amalgama plagada de
multicolores: rojo real, amarillo oro
riqueza, azul celestial y en la que lejos quedaron los grises días de la
estandarización ideológica. China es
la demostración viva y vital de una cultura-civilización sobreviviente por más
de cinco milenios que hoy genera –como lo hizo en el pasado– un big bang de contradictorias emociones –temor/atracción–
expuesto en la generación de riqueza, la acumulación de poder político, científico-tecnológico y la proyección de su poder
blando ( soft power ) que oferta al mundo una matriz axiológica renovada y
adaptada a los tiempos de globalización:
armonía, justicia, equilibrio y estabilidad interna y externa. Sus rasgos
históricos dominantes hacen imposible que China se contente con fusionar
valores y crear “cultura” sólo fronteras adentro, por el contrario, una
pulsión inherente a su afán civilizatorio la impulsa a “derramar
valores”; ejemplo mediante la “universalización” de su máximo pensador
Confucio.
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China rediseña la globalización con sus estrategia mundial.
China se adapta velozmente al mundo globalizado.
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Del proletario
campesino, sujeto y fin de la revolución, al ciudadano consumidor, han pasado
poco más de tres décadas. El capitalismo pudo más. ¿Es una derrota para China?
Un experto analiza cómo afectará al mundo esta metamorfosis.
Por Sergio Cesarín.
Revista
Ideas Ñ. Martes 31 de octubre del 2012.
Como
epicentro de un nuevo espíritu de época, la transformación operada en China
durante los últimos treinta años destella luces y fulgores hacia la superficie,
al mismo tiempo que enraíza su potencia y vitalidad política, socio-cultural,
económica en el magma que constituye su ancestral paquete de tradiciones,
cosmovisiones, filosofías, especulaciones y saberes que definen una moral
social y una opción estética por la vida, la naturaleza, el individuo, la
sociedad, las relaciones de poder y el orden de lo humano, cuyo eje es el
precepto confuciano de la alteridad ( ren , benevolencia, caridad).
Como en
pocas ocasiones la humanidad puede ser espectadora privilegiada de estas
transformaciones. Una China históricamente reconocida como víctima, humillada,
encorsetada en sus propias carencias, presa de su propio conservadurismo y
temerosa del mundo exterior, agresivo y portador de dominación, ha vuelto la
página de su historia para recuperar una preeminente posición en la estructura
de poder mundial, tal como la que detentó hasta mediados del siglo XIX.
Esta China
de hoy ha recorrido un sendero histórico que una vez más maravilla a Occidente
y embelesa a quienes admiten nunca haber perdido la fe en su poderosa cultura;
¿cómo acaso dudar de la tenacidad de un pueblo que dio vida a la prosa taoísta
de Li Pai, ofreció al mundo una forma de entender el orden mundano a través de
Confucio, protegió en tiempos turbulentos el espíritu crítico y libre en la
prosa de Lu Xun, de quien hoy es fiel expresión de su pensamiento Mo Ye?
Esa y esta
China del presente son continuidad en el cambio, adaptación ante la adversidad,
expectativas nunca cedidas de auto rebelión y aceptación paciente de los
cambios producidos en el entorno. La China de hoy es heredera del Celeste
Imperio, que rigió los destinos del país hasta 1912, y aún cuando la tradición
modela el sendero ( jing , camino, vía) que el país recorre hacia su desarrollo
en la faz material muestra facetas pro capitalistas como resultado de la
“opción por la modernización social” filo occidental.
Es la misma
China de dinastías primordiales pero distinta, con un rostro matizado por los
vaivenes de imperativos históricos que empujaron su apertura al mundo. La China
de hoy es Ying y Yang, bambú, madera, hierro, acero, nuevos materiales
obtenidos en el espacio por sus hombres y mujeres, experiencia y
experimentación, en una amalgama plagada de multicolores: rojo real, amarillo
oro riqueza, azul celestial y en la que lejos quedaron los grises días de la
estandarización ideológica.
China es la
demostración viva y vital de una cultura-civilización sobreviviente por más de
cinco milenios que hoy genera –como lo hizo en el pasado– un big bang de
contradictorias emociones –temor/atracción– expuesto en la generación de riqueza,
la acumulación de poder político, científico-tecnológico y la proyección de su
poder blando ( soft power ) que oferta al mundo una matriz axiológica renovada
y adaptada a los tiempos de globalización: armonía, justicia, equilibrio y
estabilidad interna y externa. Sus rasgos históricos dominantes hacen imposible
que China se contente con fusionar valores y crear “cultura” sólo fronteras
adentro, por el contrario, una pulsión inherente a su afán civilizatorio la
impulsa a “derramar valores”; ejemplo mediante la “universalización” de su
máximo pensador Confucio.
Una
concepción militante del poder asume como motor una visión autorreferencial que
rescata la centralidad de la herencia imperial para construir un futuro como
país económicamente poderoso, socialmente desarrollado y políticamente más
tolerante, capaz de enfrentar los desafíos impuestos por un sistema
internacional anárquico y conflictivo en el siglo XXI. La China de hoy opera
sobre su propia realidad rescatando “héroes nacionales” (el Alte. Zheng He),
entroncando su actual liderazgo político con la figura del primer emperador
pero evoluciona en el plano socio-económico y cultural asumiendo su preeminente
rol como potencia mundial a mediados de siglo.
Sus pasadas
y actuales circunstancias, reflejan la ajustada resolución de “tensiones” entre
pasado y futuro; sus líderes asumen la importancia de la regularidad histórica
pero persisten en sostener una teleología de las (auto) reformas que impulsan a
China hacia la modernización.
La
curiosidad por la China de hoy, provoca el abandono de imágenes predeterminadas
y estereotipos. Un caleidoscópico país ofrece a la vista del viajero campesinos
doblados ante la tierra como en un rito de eterno agradecimiento por lo que les
brinda, fábricas humeantes enuncian el frenesí productivo destinado al mercado
mundial, alocados vehículos lanzados hacia carreteras, puentes y viaductos
interconectan ciudades y aldeas chinas, y millones de hombres en traje y
mujeres luciendo marcas occidentales de lujo, aportan con sus pasos alocados al
rugir de grandes ciudades como Beijing, Tianjin y la populosa Shanghai.
La
observación cotidiana de la vida urbana muestra las profundas mutaciones del
paisaje ciudadano. Los antiguos y típicos callejones pekineses ( hutongs ), los
restaurantes típicos, propios de una cultura todavía apegada a la sencillez y
el recato, han cedido espacio ante el avance de las grandes tiendas, avenidas y
centros comerciales. El arte nacional del teatro (ópera) es una manifestación
orientada al turismo, la televisión inunda de mensajes publicitarios e induce
el consumo popular, las marcas de automóviles más afamadas reinan en lugar de
las bicicletas, los mercados callejeros han sido constreñidos a espacios únicos
(aún cuando no pierden la práctica del regateo). El Mausoleo de Mao poco a poco
se ve opacado ante el atractivo ejercido por edificaciones aledañas
consistentes en grandes tiendas, barrios culturales que invitan a un tipo de
consumo de la clase media. Los antiguos templos y palacios han quedado opacados
por la magnificencia de la construcción “monumentalista” –insulsa– de modernos
hoteles, edificios inteligentes y autopistas.
La estrechez
de facilidades habitacionales, confort urbano, oferta de bienes públicos ha
sido superada mediante el acceso a medios tecnológicos de última generación,
mejoras en infraestructura, y una oferta cultural diversa que modela la
mentalidad de las nuevas generaciones. “Trilogía revolucionaria” compuesta por
el trabajador (obrero/campesino), el soldado y la mujer que presiden el ingreso
al predio del Salón Memorial, al mismo tiempo, otros se preguntan dónde está el
lugar reservado para la escultura de los “nuevos empresarios” surgidos del
capitalismo reformista, si tendrán ellos algún día lugar en ese Olimpo
escultórico y si en ellos reside aún la utopía revolucionaria al igual que en el corazón de quienes
–petrificados– dejaron sus vidas casi medio siglo atrás.
LEJOS DE LOS
ESTEREOTIPOS. En la China actual conviven autos de lujo y tradiciones de cinco
milenios.
***
La ideología cayó por propio peso, el
capitalismo pudo más; ¿es una derrota para China? No, sólo parte de su constante adaptación al mundo para poder modelar la
historia. Del proletario campesino,
sujeto y fin de la revolución, al ciudadano consumidor, sólo han pasado
poco más de tres décadas; en este lapso la obtención de conocimiento occidental
ha sido determinante mediante alianzas empresarias, organización del trabajo,
inversiones en capacitación, alianzas universitarias y envío de jóvenes
becarios al mundo (léase EE.UU., Europa, Japón, Australia) se ha producido una
acumulación de conocimiento aplicada a la competitividad global de la economía,
la innovación, la construcción de capacidades científico tecnológicas; un dato
importante si hasta comienzos de siglo el proceso estaba más centrado en el
exterior, desde comienzos del milenio las capacidades endógenamemte desarrolladas
adquieren primacía.
La China de
hoy es una sociedad con “nuevas clases”. Renegando del axioma maoísta sobre
lucha de clases como concepto articulador de la dinámica política, Deng edificó
su ideario reformista; sin embargo, el capitalismo duro de hoy ha reflotado
esta lógica producto de la reingeniería social que en China se evidencia en la
segmentación social, las disparidades de ingreso y la heterogeneidad de
intereses. Una sociedad más compleja incluye campesinos parte de una pujante
“clase media rural”, consumidores urbanos, funcionarios públicos, burócratas,
gerentes, tecnócratas, profesionales independientes, empleados y trabajadores
en firmas extranjeras. La cultura del consumo entronizada en la mente de
residentes urbanos y en la juvetud china impele la emulación por los gustos
occidentales como forma de equiparación y aceptación. Particular interés
concitan los nuevos ricos y millonarias que, como “nuevos héroes”, se
consideran modelos a imitar; ¿por qué no?, si han cumplido el axioma de Deng
que postulaba: hacerse rico es maravilloso.
Los centros
de estudio, thinks tanks y universidades interconectan la economía mediante
parques tecnológicos, clusters que apañan firmas de alta tecnología y son cunas
de noveles empresarios.
Las teorías
económicas basadas en la planificación han sido reemplazadas por un conjunto de
técnicas para el aprendizaje del idioma inglés, administración de empresas,
planificación estratégica, logística, y desarrollo de negocios internacionales.
La China industrial y tecnológicamente avanzada de hoy ofrece una plataforma
ideal para asumir riesgos y alentar a los emprendedores. Osados jóvenes en los
noventa (ejemplo, Ma Huateng) aprovecharon las ventajas de la economía.com y
crearon grandes firmas tecnológicas como Baidu, Alibaba, Tencent; en aras de
una economía digital, los “hijos de las reformas” aprovecharon su formación en
China y perfeccionamiento en Estados Unidos para desarrollar sus negocios en la
madre patria. La China de hoy se siente cómoda en una “economía mundial de
redes”.
Hacedora de
globalizaciones, la China antigua persiste en el ADN de la nación y por tanto
aprovecha cultura de redes: “redes familiares”, “redes políticas”, “redes
étnicas” para entroncarlas con lógicas de interconexión global. A este dato
sociocultural, sin duda debe agregarse la potenciación de capacidades
científico tecnológicas que han posibilitado la expansión de redes sociales y
el uso de Internet.
Como
resultado de “la silenciosa revolución cultural”, la universalización de
valores chinos se acelera y la difusión de la imagen china se universaliza.
China ocupa hoy el primer lugar en número de internautas con 480 millones de
usuarios; equivalentes al 35,7% de la población del país representan el 21,4%
del total mundial (EE.UU. 12,2%). Uno de cada 5 usuarios del mundo es chino y
sólo los usuarios de Internet en China doblan la población estadounidense.
En el plano
económico la expansión de redes ha dado sobrado impulso al consumo interno y el
desarrollo interno y global de negocios. Con 145 millones de compradores
on-line, China se sitúa en segundo lugar –sólo por detrás de EE.UU. (170
millones)– pero, según informes técnicos, el comprador chino gasta más y compra
más habitualmente. Valga como dato de color mencionar que cada internauta chino
pasa –en promedio– 18,7 horas semanales conectado, frente a las 19,5 horas que
invierte un estadounidense.
En el plano
político, la revolución cultural se procesa a través de redes sociales que
sostienen la entidad de organizaciones sociales y canalizan las demandas al
poder político. El espacio virtual genera cyber identidades individuales y/o
colectivas por aporte de jóvenes que interrogan al poder político, movilizan
voluntades y sirven para canalizar la “disidencia” en un país donde las medidas
de control sobre la prensa, reunión y censura siguen vigentes, por ejemplo
mediante el control de contenidos en la Web, el bloqueo de cuentas o la
sujeción de firmas proveedoras extranjeras (Facebook, Microsoft) a condiciones
de censura para poder operar en China. Se presume que los blogueros chinos
superan a los 200 millones de usuarios que tiene Twitter en el mundo.
La
modernización es epidérmica y la tradición determina el pulso actual de la
historia. Más allá de la sucesión de períodos, Ying o Yang, que faciliten o
demoren el logro de sus objetivos, China cambia el mundo de una forma tan sutil como radical;
recién comienzan a aparecer los contornos del cambio a ojos de Occidente.
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