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Acompañando a los ciclos empresariales creados por
el encarecimiento de los factores de la producción durante la expansión y el abaratamiento durante la recesión, la caída
de la tasa de rentabilidad de las inversiones industriales es el mecanismo
central del surgimiento de la crisis en el sistema capitalista. Es lo que Marx denominó la ‘Ley de la tasa decreciente de ganancia o beneficios’. Según este
planteamiento, la competitividad entre
empresas genera una dinámica en la que cada firma individual entra en una
carrera con sus competidoras por
introducir nueva tecnología y medios técnicos que aumenten la productividad y
reduzcan el coste de la mano de obra empleada. En cada ciclo de inversión
que realizan las empresas competidoras se
reduce la proporción global del gasto en personas empleadas respecto a la
inversión realizada en maquinaria e innovación tecnológica. Y en cada nuevo ciclo el coste de la
inversión en nueva maquinaria para mantenerse al nivel competitivo que
requiere el mercado supone un coste mayor. De esta forma, el ritmo de crecimiento de la inversión
industrial es más rápido que el de la inversión en mano de obra. Pero los
beneficios en última instancia provienen del
trabajo realizado por las personas (del apropiamiento por parte de los
capitalistas de una parte del valor generado por los humanos a través de su
trabajo). El resultado es que
globalmente la inversión industrial crece mucho más rápido que la fuente de los
beneficios (el trabajo humano) y por tanto el ritmo de la obtención de
beneficios en el sistema se ralentiza.
*****
Europa: la crisis del 2012-2013- 2014 Continúa la destrucción del Estado. Violencia policial contra los Ciudadanos. Privatización de los servicios públicos. Educación, Salud, salarios, trabajo (desempleo es su primera característica), derechos laborales, despidos arbitrarios masivos, cierre de empresas y reubicación en el sudoeste asiático, liquidación de derechos de los jubilados, destrucción de los centros de investigación científica, liquidación de derechos de las minorías sexuales, migrantes. Política xenofóbica y homofóbica. Etc. Y continua la destrucción del Estado sin encontrar una salida política a la crisis estructural y civilizatoria.
***
ECONOMÍA: ¿Recuperación
económica? Un análisis anticapitalista.
*****
Miguel Sanz Alcántara.
En lucha.
Rebelión sábado 22 de
febrero del 2014.
Los beneficios de las
empresas del Ibex 35 han crecido un 13% entre enero y septiembre de 2013.
Emilio Botín decía que “es un momento fantástico para España porque llega el
dinero de todas partes”. La economía española se está recuperando… ¿es esto
cierto? ¿hemos salido ya de la crisis? Quizás sea sólo el punto de vista de los
ricos y poderosos. Aun así, ¿es real hablar de recuperación incluso desde
este punto de vista?
Durante los últimos meses
el Gobierno español, las autoridades europeas y el aparato mediático vinculado
a la gran banca están trasmitiendo el mensaje de que la economía está en camino
de su recuperación definitiva. Los datos de crecimiento económico de los dos
últimos trimestres de 2013 en Europa y el Estado español parecen respaldar esta
afirmación. La zona euro creció un 0,3%
en el segundo trimestre de 2013 y un 0,1%
en el tercero, saliendo así de más de año y medio de crecimiento negativo. Por
su parte, la economía española, según los datos de Instituto Nacional de Estadística (INE), el mismo tercer trimestre
de 2013 abandonaba el crecimiento
negativo también con un 0,1% de
expansión económica.
Las previsiones tanto del
Gobierno español como de las entidades privadas más importantes dedicadas al
análisis económico prevén además que este crecimiento del Producto Interior
Bruto (PIB) se mantendrá para el
último trimestre de 2013 y todo el
año 2014. Según el consenso en el
mundo de la economía, dos trimestres seguidos de decrecimiento del PIB determinan un estado de recesión
–de crisis– económica. Técnicamente, en consecuencia, tanto en el Estado
español como en Europa hemos salido ya de la recesión.
Más allá del
crecimiento del PIB, ¿dónde estamos en realidad?.
Utilizar el crecimiento del
PIB para determinar la salud de una
economía puede ser engañoso. Los beneficios de las grandes compañías
financieras están incluidos en los cálculos del PIB o muchas otras actividades económicas que no generan empleo,
inversión productiva, consumo en los hogares o consumo entre diferentes
empresas. Es en parte la explicación al reciente crecimiento económico en el Estado español –pírrico, de un 0,1%–, en el que se está produciendo
una entrada masiva de capital extranjero y una reactivación de capitales
internos para la compra, a precio de saldo, de los restos del estallido de la burbuja inmobiliaria:
promociones de viviendas que no se logran sacar del mercado, participaciones en
las grandes constructoras y entidades bancarias enteras que están siendo
adquiridas por capitales que trabajan a corto plazo y en términos especulativos.
Nada de esto generará una reactivación real de la economía.
El aumento de las
exportaciones es el gran argumento del Gobierno y la patronal. Pero es un dato
que, además de ser engañoso, desvela la injusta estrategia de fondo del capital
español, consistente en la reducción de salarios. Las exportaciones han
aumentado en los últimos trimestres del 2013
a costa exclusivamente de la reducción del coste de la mano de obra (los
sueldos). La producción es más barata y la minoría de empresas que se dedica
regularmente a la exportación (un
4,35% del total) pueden competir mejor en el mercado internacional. La balanza comercial del Estado español
–la relación entre lo que se exporta e importa– mejora (otro argumento estrella
del Gobierno), pero no tanto porque las exportaciones aumenten, sino por la
enorme reducción de las importaciones que se viene produciendo debido a la
caída del consumo de hogares y empresas.
En general, los repuntes
económicos en el PIB estatal debidos
a las exportaciones o a cualquier otro parámetro deben verse en un contexto
internacional y en una escala temporal más larga, hacia el pasado y hacia el
futuro. Las grandes crisis económicas
globales en la historia del capitalismo han necesitado un tiempo prolongado
de al menos 15 años para recuperar
la pauta de crecimiento del periodo anterior a la recesión (lo que constituye
la salida real y no sólo “técnica”, momentánea, de la recesión).
En la crisis económica de 1873 –entonces llamada la Gran Depresión– en EEUU y Gran Bretaña la recuperación no se produjo hasta finales de
la década de 1880, mientras que en la Gran
Depresión de 1929 el ritmo de crecimiento económico no se recuperó hasta la
Segunda Guerra Mundial. En ambas crisis hubo periodos intermedios de
crecimiento del PIB mundial y de las
principales economías nacionales –algunos de ellos muy intensos– acompañados
posteriormente de una nueva recaída económica. Es muy probable que nos
encontremos actualmente en el comienzo de uno de esos momentos de repunte (al
igual que ocurrió levemente en 2010),
pues hay elementos respecto a otras crisis globales del capitalismo que hacen
enormemente difícil la recuperación económica definitiva en esta ocasión. Y
esto no es un argumento esgrimido sólo por economistas radicales de la
izquierda. Instituciones como la Comisión
Europea y analistas privados líderes en el mercado financiero global prevén
una alta probabilidad de que se produzca este esquema de comportamiento de la
crisis internacional actual. Una nueva recesión global, como explicaremos más
abajo, está muy probablemente aún por producirse.
A.- Países con recesión oficial. (Rojo). B.- Países con recesión no oficial. (Entre rojo y rosado). C.- Países con desaceleración superior al 1%.(Rosado oscuro). D.- Países con desaceleración superior al 0.5%.(rosado claro). E Países con desaceleración superior al 0.2%. (blanco). F.- Países en crecimiento.(Celeste).
*****
Cuando invertir
ya no merece la pena.
El tiempo necesario para la
recuperación del ritmo de crecimiento en todas las recesiones de mayor o menor
envergadura desde la Segunda Guerra
Mundial ha sido mucho menor que en la crisis actual (ver tabla). ¿Qué tiene
de especial esta gran crisis que parece desarrollarse como una larga depresión?
Dos son los elementos que
caracterizan el contexto global de la gran
crisis de 2007-2009 y su posterior evolución: la baja tasa de rentabilidad de las inversiones productivas y el inédito
nivel de endeudamiento público y privado.
Acompañando a los ciclos
empresariales creados por el encarecimiento de los factores de la producción
durante la expansión y el abaratamiento durante la recesión, la caída de la
tasa de rentabilidad de las inversiones industriales es el mecanismo central
del surgimiento de la crisis en el sistema capitalista. Es lo que Marx denominó la ‘Ley de la tasa decreciente de ganancia o beneficios’. Según este
planteamiento, la competitividad entre empresas genera una dinámica en la que
cada firma individual entra en una carrera con sus competidoras por introducir
nueva tecnología y medios técnicos que aumenten la productividad y reduzcan el coste de la mano de obra
empleada. En cada ciclo de inversión que realizan las empresas competidoras
se reduce la proporción global del gasto en personas empleadas respecto a la
inversión realizada en maquinaria e innovación tecnológica. Y en cada nuevo
ciclo el coste de la inversión en nueva maquinaria para mantenerse al nivel competitivo
que requiere el mercado supone un coste mayor. De esta forma, el ritmo de crecimiento de la inversión
industrial es más rápido que el de la inversión en mano de obra. Pero los
beneficios en última instancia provienen del
trabajo realizado por las personas (del apropiamiento por parte de los
capitalistas de una parte del valor generado por los humanos a través de su
trabajo). El resultado es que
globalmente la inversión industrial crece mucho más rápido que la fuente de
los beneficios (el trabajo humano) y por tanto el ritmo de la obtención de
beneficios en el sistema se ralentiza.
Esta tendencia a la baja de
la tasa de beneficios puede ser compensada por diferentes contratendencias. Las principales son la disminución del
coste de la mano de obra (aumento de la tasa de explotación) y el abaratamiento de la inversión en
medios técnicos, en maquinaria. Cuando la tasa de obtención de beneficios
inicia su tendencia a decaer como consecuencia de la carrera competitiva
mencionada, los capitalistas tienen que buscar formas de seguir manteniendo su
ritmo de ganancias y, si no lo consiguen, la
inversión se paraliza y comienza la crisis económica.
La tasa de ganancia de las
principales economías mundiales alcanzó su último máximo –dentro de un contexto
de bajada desde los años 60– en
20046. Durante 2005 comienza una
leve caída, la suficiente para que la economía real no pudiera sostener la
enorme cantidad de capital financiero
ficticio que había crecido exponencialmente desde principios de la década.
Finalmente el sector de servicios inmobiliarios y financiero (las inversiones
más improductivas del capital) acabaron su boom y comenzaron su contracción.
Muchos analistas de la
izquierda no tienen en cuenta este proceso y buscan la explicación para el
surgimiento de la crisis en la caída del
consumo o en el aumento de la financiarización y el estallido de la burbuja
especulativa. Pero en última instancia ambas cosas son un efecto de la
caída de la tasa de beneficios a corto y largo plazo, porque la inversión en la
economía productiva deja de ser rentable. En este sentido, la enorme
financiarización que se ha producido en el sistema desde la década de los 80 y el papel desmesurado de las
finanzas en la economía tienen su origen en la caída de la tasa de beneficios
obtenidos de la inversión industrial y en los servicios desde el final del boom
económico de la postguerra, a mediados de la década de los 60 (ver gráficos 1 y 2).
Los capitalistas fueron poco a poco
compensando sus ganancias a través de la economía financiera, desviando
recursos económicos hacia diferentes burbujas especulativas y dejando de
dedicarlos –en la proporción que lo hacían antes– a la inversión industrial. La
recuperación de la tasa de beneficios desde mediados de los años 70 corresponde a la época de
introducción del neoliberalismo, que ha jugado el papel, como decíamos antes,
de aumentar drásticamente el nivel de explotación de la mano de obra y ejercer
así como contratendencia.
La deuda
a nivel mundial fue creciendo durante todo el periodo neoliberal y tuvo un incremento
descomunal desde el surgimiento de la burbuja inmobiliaria a partir de 2002
(ver gráfico 3). Estamos en un contexto global de deuda pública y privada
creciente o al menos de incapacidad para reducir la deuda existente.
***.
Reestructuración
y deuda.
La “función” de la crisis económica en el
sistema capitalista es, por tanto, la reestructuración de la producción para
volver a recuperar la rentabilidad de la inversión productiva. De esta forma,
las crisis en términos reales terminan cuando la tasa de beneficios vuelve a alzarse, vuelven a recuperarse las
inversiones y con ellas la pauta de crecimiento económico.
Durante la crisis se produce la eliminación de
todos aquellos capitales menos
competitivos y los capitalistas que sobreviven adquieren, a precios mucho
más bajos, las empresas arruinadas y su parte en el mercado de productos y
servicios. Si esta reestructuración no se produce, no puede haber recuperación
de la tasa de beneficio, la
inversión no volverá y por tanto no se saldrá de la crisis económica.
Hoy por hoy esta reestructuración del sistema está
teniendo lugar, pero aún existe una enorme cantidad de medios técnicos
sobrantes que deben ser eliminados o absorbidos por otros capitales para que se
pueda recuperar la tasa de ganancia. El
estado –que en otras crisis jugó el papel de reactivador de la inversión–
ha bloqueado en esta ocasión una parte de la reestructuración económica,
protegiendo a ciertas firmas de su bancarrota por ser “demasiado grandes para caer”. Son demasiado grandes porque el
proceso de concentración de capitales y creación de enormes firmas no ha parado
de aumentar.
Además, en este caso la
reestructuración tiene otro impedimento no existente en crisis anteriores: la enorme deuda pública y privada que
el sistema ha ido engordando desde la década de los 80. Si la reestructuración
del sistema productivo descrita más arriba tuviera lugar en un contexto de
reducción del endeudamiento, existirían recursos disponibles por parte del
estado para ir recuperando el apoyo a la inversión y, por parte de las
empresas, para ir haciéndose con los medios técnicos que la crisis ha
abaratado. Sin embargo, a cuenta de la enorme bolsa de deuda que se ha ido
generando en la economía durante las últimas
tres décadas, este proceso se encuentra lastrado.
La deuda a nivel mundial fue creciendo durante todo
el periodo neoliberal y tuvo un incremento descomunal desde el surgimiento de
la burbuja inmobiliaria a partir de 2002 (ver gráfico 3). Estamos en un
contexto global de deuda pública y privada creciente o al menos de incapacidad
para reducir la deuda existente. La conclusión es que, para recuperar la
rentabilidad de la inversión, el sistema necesita aún una enorme disminución de
la deuda pública y privada y una
eliminación de todo el capital productivo no competitivo existente en el
mercado. Y este proceso no podrá darse sin un nuevo hundimiento económico
general –que reduzca el valor del capital financiero que constituye la deuda– y
que dé un nuevo empujón a la reestructuración del capital productivo. Es por
eso que existen muchas probabilidades de que aún tengamos que enfrentarnos a
una nueva recesión global. Ésta podría además tener a su vez el efecto
contradictorio de volver a aumentar la deuda
pública y privada, si no existen grandes proporciones de “quitas”
unilaterales a costa de los grandes acreedores.
El agujero bancario
generado por la especulación y las hipotecas “subprime” sigue creciendo, debido
a la caída del precio de la vivienda y al constante aumento de la morosidad. Desde
el punto de vista del endeudamiento, la economía española se encuentra en una
pésima situación.
***
La difícil
situación de la economía española.
Si analizamos la situación
de la economía española en base a los elementos descritos anteriormente
entenderemos su dificultad para salir de la crisis, incluso en términos
puramente capitalistas, y por qué la recuperación no será tan milagrosa como
quiere hacernos entender el Gobierno.
Existen tendencias globales que hacen probable una nueva recesión global pero
el capitalismo español tiene además sus propias dificultades.
La tasa de beneficios en la economía española ha seguido básicamente
la misma trayectoria que en la economía global. Como puede observarse en el
gráfico 4, durante los años 80 se
produce una recuperación muy acusada de la tasa de beneficios en el Estado
español gracias a la contención salarial emanada de los Pactos de la Moncloa,
la política de desindustrialización (dentro de un régimen industrial ya de por
sí con bajas tasas de beneficios) y la introducción de la dualidad en el
mercado de trabajo español (la contratación temporal, que permitió revertir la
caída de la tasa de ganancia a través de un aumento de la tasa de explotación
del 50% hasta 1999).
Durante la
década de los 90 se produjo un boom
en la inversión extranjera cuando el capital alemán y otras compañías se
desplazaron al Estado español en busca de mano de obra más barata, lo que
provocó un aumento del 19% en la
proporción de capital fijo (medios técnicos) respecto a la mano de obra,
renovando así las presiones a la baja para la tasa de ganancia del capital.
El capitalismo español,
apoyándose en la estructura de propiedad de la vivienda generada desde el
franquismo, en el bajo coste de los créditos y con la ayuda del BCE y la
entrada del Euro, giró hacia la inversión inmobiliaria que produjo el “milagro”
económico de la década del 2000.
Todo esto se vino abajo con el estallido de la recesión en 2007, haciendo reventar la burbuja inmobiliaria y generando, entre
otros muchos males, la crisis bancaria que aún está por resolverse. El agujero bancario generado por la
especulación y las hipotecas “subprime” sigue creciendo, debido a la caída del
precio de la vivienda y al constante aumento de la morosidad.
Desde el punto de vista del
endeudamiento, la economía española
se encuentra en una pésima situación. Las cifras varían, pero la deuda total de
la economía española ronda los 4,5
billones de euros, alrededor del 425% del valor absoluto del PIB10. Por un lado se está dando un
proceso de reducción de la deuda privada concentrado en familias y empresas no
financieras. Esta reducción de la deuda se está produciendo a costa de la
reducción del consumo de la gente y de la paralización de la inversión,
bloqueando el conjunto de la demanda interna del Estado español. El sector financiero, que fue el que empujó la
creación de esta deuda privada tan descomunal, continuó incrementando la suya
en plena crisis y ahora las pérdidas están siendo sufragadas por el conjunto de
la población por diferentes vías (garantías y avales del Estado, préstamos a
los bancos, FROB y SAREB).
La consecuencia directa de
este proceso ha sido la explosión de la deuda pública, que ha crecido en
relación al PIB del 40,2% en 2008 al
92,3% en 2013 (estaba en el 35,7%
en 2007)11, y se situará alrededor del 100%
para inicios de 2014. Este es el
resultado de un Estado que tiene que hacer frente a sus gastos en un contexto
de caída de la recaudación a través de los impuestos y del aumento del
desembolso de prestaciones por desempleo, pero sobre todo, como hemos indicado,
la explosión de la deuda está ocasionada por el rescate bancario y las ayudas
que están siendo otorgadas a la banca por diferentes vías. En el gráfico 5
puede observarse la carga que ha supuesto el rescate bancario respecto a otros
gastos sociales del Estado en el presupuesto de 2013. Por su parte, la deuda
genera intereses que serán cada vez más difíciles de pagar, incluso en un
escenario de crecimiento leve o estancamiento prolongado, que sería el otro
escenario “más positivo”,
alternativo al de una nueva gran recesión.
En la Gran Depresión de
1929 el ritmo de crecimiento económico no se recuperó hasta la Segunda Guerra
Mundial.
***
Con este nivel de
endeudamiento resulta cuanto menos aventurado decir que el Estado español está
saliendo de la recesión. Pero aún hay más. Una de las consecuencias del
crecimiento de la deuda pública es el aumento también del déficit. Desde la Unión Europea existen fuertes presiones
para que el Estado español alcance el nivel de déficit que se le requiere. Ya
se han otorgado varias moratorias para aplazar los objetivos de déficit, pero
¿por cuánto tiempo aguantarán las clases dirigentes europeas esta situación?
Nuevas medidas de recortes en el gasto público están siendo exigidas por
Europa. En un contexto de nulo o ínfimo crecimiento económico, paro en torno al
25%, bajo nivel de consumo y un
altísimo nivel de deuda pública, las medidas de austeridad que el Gobierno del
PP habrá de tomar probablemente empujarán la economía española hacia una nueva
recesión.
La ‘solución’ del
capital español: más explotación.
La economía española se
encuentra en un callejón sin salida. Como hemos visto, el agujero de las
pérdidas bancarias está bloqueando la reducción de la deuda y en este sentido
cabe poco que hacer. Para que haya una salida capitalista a la
crisis es necesario conseguir que el Estado español vuelva a ser
atractivo para la inversión, que el capital adquiera rentabilidad a la hora de
realizar inversiones. Pero el gran
capital no quiere invertir en un territorio donde la economía está
paralizada por las excesivas deudas. De esta forma, la única manera de hacer
atractiva –rentable– la inversión en el Estado español es reduciendo los costes
laborales, al mismo tiempo que se reestructura la economía. Y esta es la senda
que definitivamente quiere ser andada por el capital.
Desde hace meses se viene
hablando de la necesidad de una bajada generalizada de sueldos en el Estado español. La Comisión Europea, el
FMI, la patronal española, las entidades privadas de análisis económico…
todas coinciden en los beneficios en términos de empleo y competitividad de las
exportaciones que ocasionaría una bajada de sueldos significativa. En noviembre
de 2013 el servicio de estudios del BBVA
declaraba que una bajada de sueldos del 7% conllevaría un aumento del empleo
del 10,4%13. Sin embargo, según los sindicatos, los salarios ya han caído desde
2010 un 6,3% y durante los tres primeros trimestres de 2013 los costes laborales se han reducido mes tras mes (algo que
nunca había pasado desde que el INE comenzó a realizar la estadística de costes
laborales por hora en el año 2000). Pero la caída de los salarios no ha
aumentado la creación de empleo, y es así porque el único efecto inmediato de
la caída de costes salariales es una disminución del consumo interno, es decir
no un aumento de la contratación.
La reforma laboral, que
está aún siendo endurecida por el Gobierno del PP, ha abaratado los costes del
despido –facilitando al capital su reestructuración a bajo coste– y está
efectivamente reduciendo la “dualidad”
del mercado laboral entre el trabajo precario y fijo, pero a la baja,
acabando con la contratación estable y destruyendo los derechos conquistados
por la clase trabajadora del Estado. De
esta manera, parece evidente que el único mecanismo que la clase dirigente
española está dispuesta a seguir aplicando para atraer la inversión es reducir
los costes laborales en un contexto por retornar al modelo económico de
especulación y construcción.
Las movilizaciones permanentes de la juventud Europea, contra las consecuencias dramáticas y destructivas de la crisis capitalista. El desempleo y la perdida de derechos sociales y políticos es la agresión de asesinato colectivo a toda una Generación, porque “La crisis que estamos atravesando es
fundamentalmente gratuita: no hace falta sufrir tanto ni destruir la vida de
tanta gente”. expresa el economista Premio Nobel Paul Krugman.
***
Cuando los costes laborales hayan disminuido lo
suficiente en relación a otras economías competidoras, las exportaciones de una
minoría de compañías sean lo suficientemente baratas y un número muy
significativo de empresas hayan quebrado –reestructurando así el sistema
productivo español–, podrá recuperarse la rentabilidad de las inversiones y la
salida al final del túnel de la crisis empezará a tener luz. Si no cambiamos esta tendencia a través de la lucha en las empresas y el
fortalecimiento de los movimientos sociales, el capitalismo español
resurgirá de su catástrofe dejando tras de sí millones de personas
desempleadas, niveles de vida mucho más bajos, pensiones ínfimas y servicios
públicos degradados y privatizados.
Aun así, hoy por hoy la
clase dirigente española está encontrando serios problemas para reflotar la
economía. Estas dificultades se están trasladando al campo político a través de una inestabilidad permanente con
múltiples expresiones y diferentes frentes abiertos (descrédito de los grandes
partidos, la lucha por la soberanía nacional de Catalunya, la necesidad de una mayor represión de las protestas por
parte del Estado…). El escenario de
inestabilidad política generado por estas dificultades de la clase
dirigente para resolver la crisis económica seguirá abierto durante un tiempo
–no sabemos cuánto. Por eso todas las iniciativas de resistencia deberían tener
en cuenta que la salida de la crisis no está ni mucho menos a la vuelta de la
esquina.
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