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“Vos que estudiaste a Gramsci: ¿Cómo ves
que los intelectuales se llevan con la izquierda y sus partidos, o los sectores
populares? La
intelectualidad de izquierda no se puede mirar en general. Cada país, cada
sociedad han tenido sus propios intelectuales, y relaciones específicas de
estos intelectuales con las masas populares y con la clase obrera. Para dar un
ejemplo dentro de Latinoamérica tenés el caso de Perú donde el primer partido socialista, el primer partido de
izquierda importante, es prácticamente fundado por un intelectual eminente como era José Carlos Mariátegui. Perú
es diferente del caso Argentina,
donde los partidos de izquierda son fundados por militantes de base, por
maestros y trabajadores… y no aparece un protagonismo marcado de militantes con
un pensamiento más elaborado, con una formación más sistemática, y entonces hay
una presencia más episódica y menos activa de los intelectuales en esos
partidos”.
De todas
maneras siguiendo con el caso Argentina se pueden mencionar intelectuales destacados que han tenido vinculación orgánica,
directa y permanente con los partidos políticos. En el PC (Partido Comunista)
estuvo el caso de Héctor Agosti en
la década del 40 y 50 que fue el apogeo de su actuación; el partido socialista
en sus comienzos contó con importantes intelectuales en sus filas, algunos con
una presencia más duradera y otros episódicamente; el trotskismo tuvo figuras como Silvio Frondizi o Melcíades Peña que
jugaron un papel, escribieron y participaron en el debate, y algunos formaron
activamente parte de la fundación y organización de determinados partidos. Lo
que ha habido muchas veces es cierto “anti-intelectualismo”
en los militantes de izquierda o populares, con la idea que el intelectual era una figura ajena que venía a
traer influencias que no eran propias del movimiento obrero, la idea del
intelectual como el representante de un pensamiento y actitudes pequeño
burguesas. Es
una relación, militancia política-intelectuales, que tiene sus tensiones,
conflictos, sus puntos no resueltos.
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La visión de Gramsci es enriquecedora en cuanto a captar mayor
complejidad de la vida política, social y cultural. Leer a Gramsci
constantemente nos llama la atención, nos trae a superficie la visión de temas
que suelen no colocarse en el primer lugar Ahora lo que hay que decir es que
Gramsci no era otra cosa que un dirigente del movimiento obrero, era comunista,
fue Secretario General del Partido Comunista Italiano, fue diputado por ese
partido, era un luchador de la política y un intelectual militante y el
fascismo italiano lo condenó por varios años a la cárcel. Pero nunca se
doblegó. Nos dio al mundo una lección del trabajo intelectual, el socialismo y
la clase obrera.
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POLITÓLOGO: “HAY QUE REIVINDICAR LA IDEA MILITANTE DEL INTELECTUAL”.
*****
Martes
18 de febrero del 2014.
Andrés
Sarlengo (CONTRAPUNTOS, especial para. ARGENPRESS.info)
Daniel Campione es politólogo y docente de Teoría del Estado y Evolución del Estado Argentino en la UBA. (Universidad de Buenos Aires).
Daniel Campione es politólogo y docente de Teoría del Estado y Evolución del Estado Argentino en la UBA. (Universidad de Buenos Aires).
En su
libro “Para leer a Gramsci” repasa
la vida y obra de ese “pequeño” intelectual comprometido con las clases
oprimidas. Y aquí, en las siguientes preguntas y respuestas, insistimos sobre
el valor y la función del conocimiento y sus creadores.
No se
debe ser “neutral u objetivo” en
tiempos de hambre, asesinatos e ignorancia colectivos. Campione así lo explica y asume.
Si el
Proceso de Reorganización Nacional 1976-1983
y su “plan de desaparición de personas se articuló con un proyecto de
desaparición de símbolos, discursos, imágenes y tradiciones (1)”, es imprescindible retomar lo
“desaparecido” e iniciar otro “proyecto” donde
la memoria, los saberes, las experiencias y el conocimiento de los trabajadores
y el pueblo batallen contra los intereses de la plutocracia.
Eso es lo
que deseamos con estas entrevistas que incompletas y asistemáticas buscan
desobedecer lo que el amo transburgués pretenden que sintamos y pensemos.
• Daniel, sos el tercer entrevistado en esta serie de consultas para reflexionar sobre el rol de los intelectuales. ¿Cómo podríamos arrancar?
• Daniel, sos el tercer entrevistado en esta serie de consultas para reflexionar sobre el rol de los intelectuales. ¿Cómo podríamos arrancar?
D.C: El tema es amplio, una primera cuestión que marcaría es la necesidad de reivindicar
la idea militante del intelectual, o en términos gramscianos, la idea del intelectual orgánico vinculado a un determinado
sector social o clase social, que no aspira a una supuesta verdad neutral,
equidistante, objetiva, si no que tiene conciencia que el conocimiento también
es construcción de poder, el saber es
poder, y puede ser contrapoder. Se puede construir conocimiento al servicio
del cuestionamiento del orden social y político existente. Por eso me parece
importante defender, reconocer y rescatar esa noción de intelectual.
• Todo
intelectual tiene una posición al fin y al cabo…
D.C: Seguro, lo que ocurre es que muchas veces no se
reconoce, y sobre todo las posiciones más conservadoras o convencionales suelen
ocultarse bajo la apariencia del discurso de la objetividad científica, la
independencia, no solo en el campo de las ciencias si no en el campo de la
divulgación o comunicación. Sabemos hasta el cansancio lo del periodismo
independiente, que sería superior cualitativamente al periodismo que se
reconoce como militante, enrolado u orgánico. Entonces, viene Mariano Grondona
y es periodista independiente; viene Eduardo Feinmann y es periodista
independiente; Marcelo Bonelli dice ser independiente…
En
ámbitos más académicos no pasa esto de manera tan burda, no es fácil de
desentrañar pero se da algo parecido. La aspiración de presentarse en sociedad
y ante los alumnos o el público general como portadores de una verdad objetiva,
de una búsqueda desinteresada del conocimiento, que no está teñida de alguna
ideología, ni por ninguna posición política, y menos todavía por una militancia
o un compromiso directo con una visión del mundo y la realidad...
• ¿Los partidos políticos más conocidos tienen intelectuales o aparece esto del marketing político para construir y difundir sus ideas y programas?
• ¿Los partidos políticos más conocidos tienen intelectuales o aparece esto del marketing político para construir y difundir sus ideas y programas?
D.C: Digamos que en la construcción político partidaria
de las últimas décadas el rol del intelectual tradicional, del experto o
técnico sigue existiendo pero muchas veces aparece mediatizado por el experto
en imagen, el encuestador y el analista de opinión. Se apunta más a la
construcción de una imagen y a sondear permanentemente la recepción de la
figura del candidato y sus sloganes y posiciones públicas que a la construcción
de un saber político específico. De todas formas, continúan existiendo y en
algunos casos con fuerza y prestigio lo que en inglés se suele llamar Think Tank,
los tanques de pensamiento, las entidades o colectivos dedicados a la
elaboración de programas de gobiernos o políticas públicas.
Además,
cuando eligen asesorarse con intelectuales muchas veces los partidos hacen una
elección de intelectuales mediáticos, es decir, en lugar de ver quiénes son los
expertos en un tema, le van a pedir la opinión a aquellos que más aparecen en
los medios o los que más seguido opinan en los programas periodísticos de TV.
• Vos que
estudiaste a Gramsci: ¿Cómo ves que los intelectuales se llevan con la
izquierda y sus partidos, o los sectores populares?
D.C: La intelectualidad de izquierda no se puede mirar
en general. Cada país, cada sociedad han tenido sus propios intelectuales, y
relaciones específicas de estos intelectuales con las masas populares y con la
clase obrera. Para dar un ejemplo dentro de Latinoamérica tenés el caso de Perú donde el primer partido
socialista, el primer partido de izquierda importante, es prácticamente fundado
por un intelectual eminente como era
José Carlos Mariátegui. Perú es diferente del caso Argentina, donde los
partidos de izquierda son fundados por militantes de base, por maestros y
trabajadores… y no aparece un protagonismo marcado de militantes con un
pensamiento más elaborado, con una formación más sistemática, y entonces hay
una presencia más episódica y menos activa de los intelectuales en esos
partidos.
De todas
maneras siguiendo con el caso Argentina
se pueden mencionar intelectuales destacados que han tenido vinculación
orgánica, directa y permanente con los partidos políticos. En el PC (Partido Comunista) estuvo el caso de Héctor Agosti en la década del 40 y 50 que fue el apogeo de su
actuación; el partido socialista en
sus comienzos contó con importantes intelectuales en sus filas, algunos con una
presencia más duradera y otros episódicamente; el trotskismo tuvo figuras como Silvio
Frondizi o Melcíades Peña que jugaron un papel, escribieron y participaron
en el debate, y algunos formaron activamente parte de la fundación y organización
de determinados partidos.
José Carlos Mariátegui en su casa de Jr. Washington . Lima con un grupo se intelectuales en 1930. Fue fundador, junto a dirigentes obreros del Partido Socialista (Comunista) en 1928. La revolución no es copia ni calco, es creación heroica de los pueblos.
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Lo que ha
habido muchas veces es cierto “anti-intelectualismo”
en los militantes de izquierda o populares, con la idea que el intelectual era
una figura ajena que venía a traer influencias que no eran propias del
movimiento obrero, la idea del intelectual como el representante de un
pensamiento y actitudes pequeño burguesas.
Es una
relación, militancia política-intelectuales, que tiene sus tensiones, conflictos,
sus puntos no resueltos.
• Vos
citabas a Peña, Frondizi y Agosti. ¿Los jóvenes de hoy conocen esas historias?
Porque la última dictadura cívico militar religiosa ha calado fuerte en la
transmisión cultural…
D.C: Es evidente que no hay un conocimiento ni una
lectura masiva de estos intelectuales. Es más, en algunos casos ni siquiera son
reeditados sus libros con frecuencia, encontrar en las librerías de Buenos
Aires un libro de Silvio Frondizi es
un trabajo. Lo mismo se puede decir-con alguna excepción- de los libros de Agosti. Peña ha sido reeditado, es
leído por algunos militantes, se han rescatados obras suyas que no eran muy
conocidas como un curso de marxismo que dicto en aquellos años, pero se podría
decir que no hay un trabajo militante consecuente de rescate de los
intelectuales argentinos de Izquierda por los partidos de esa orientación.
Podrían hacer mucho más en esa línea, por ejemplo hay un Instituto del
Pensamiento Socialista que está realizando una gran labor de reedición de los
clásicos del marxismo, empezando por Trostky,
pasando por Lenin, etc.; sin embargo, que sepa casi no han incluido pensadores
argentinos en sus ediciones. Quizás porque la izquierda no valore esos
intelectuales, o a la hora de organizar la lectura y dar el debate se prefiera
(a veces con buenas razones) un clásico o un pensamiento consagrado de origen
europeo, que alguien con menos nivel intelectual o vuelo teórico pero que tiene
el mérito de haber actuado y pensado en nuestro país y nuestra realidad, y en
ese sentido tiene afinidades con nosotros que obviamente no tiene alguien cuya
actuación se desenvolvió en Alemania, Rusia o Italia.
• ¿Qué
visión tenes de Carta Abierta, en el sentido que muchos de esos intelectuales
eran críticos en los 90’ y ahora no lo son tanto?
D.C: A Carta Abierta hay que situarlo en el momento que
se origina, es hija del conflicto sojero de mediados de 2008, con el gobierno de Cristina Fernández acorralado por las
movilizaciones de las organizaciones de los propietarios rurales, ahí aparecen
ellos como tratando de proveer un discurso de defensa, de auto-referencia, de
autoafirmación de un gobierno que aparecía en crisis, en retroceso, en la
consideración pública y el dominio de la calle.
Creo que los intelectuales de Carta
Abierta son un fenómeno complejo, pero si hubiera que acercarse en un par de
frases sobre ellos se podría decir que frente a lo que fueron los 90, lo que
fue la experiencia totalmente fallida de la Alianza, muchos han visto el
kirchnerismo como algo que al menos se proponía una relación entre el Estado,
el poder, las organizaciones sindicales y populares y los propios intelectuales
distinta a lo que había sido en la larga noche neoliberal.
Sobre
todo esos intelectuales valoraron
aspectos simbólicos del kirchnerismo: la
política de los derechos humanos, la revalorización de la militancia de los 70,
la defensa de la educación pública… fueron puntos que les parecieron muy
halagüeños y positivos, disruptivos con respecto a los 90, entonces dejaron de tener posiciones críticas fuertes, de
reivindicación a rajatabla de una autonomía e independencia, y pasaron a ser en
más de un sentido fundamentadores o constructores de un discurso de apoyo al
kirchnerismo.
En
relación al movimiento obrero: ¿Ves que hay formación política más allá de lo
gremial en las organizaciones de los trabajadores?
D.C: No conozco el tema a fondo, pero por lo que sé,
por mis contactos, me parece que falta mucho en ese aspecto. Hay por supuestos
esfuerzos de formación en los sindicatos combativos o con mayor intencionalidad
de formación de conciencia, tienen sus cursos de capacitación, sus jornadas de
debates, pero hay muchísimo por hacer en ese terreno. Hay muchísimo por hacer
en el acercamiento entre intelectuales y trabajadores, en el sentido de formar
militantes con inquietudes y capacidad para el debate. Hay mucho espacio para
que se dé un trabajo mayor entre el movimiento obrero y el conocimiento
teórico, el movimiento obrero y la construcción de un discurso fundamentado, la
vinculación de los trabajadores con la tradición marxista…
Cada tanto doy cursos, charlas o ciclos de formación en organizaciones sindicales, y en general me quedo con la impresión que hace falta más trabajo, incluso en los delegados o activistas de larga trayectoria falta mucho de formación teórica, de discusión, de debate, hay mucho practicismo, empirismo, mucha confianza en la mera lucha, en el que el mero trabajo cotidiano proporcionado por la experiencia directa alcanza para analizar la realidad, y no es tan así. Se necesita otro tipo de reflexión, asentada por supuesto en la experiencia, en el conocimiento de la realidad, pero con ciertos parámetros, ciertas herramientas, más duras, amplias y abstractas que la experiencia cotidiana.
Cada tanto doy cursos, charlas o ciclos de formación en organizaciones sindicales, y en general me quedo con la impresión que hace falta más trabajo, incluso en los delegados o activistas de larga trayectoria falta mucho de formación teórica, de discusión, de debate, hay mucho practicismo, empirismo, mucha confianza en la mera lucha, en el que el mero trabajo cotidiano proporcionado por la experiencia directa alcanza para analizar la realidad, y no es tan así. Se necesita otro tipo de reflexión, asentada por supuesto en la experiencia, en el conocimiento de la realidad, pero con ciertos parámetros, ciertas herramientas, más duras, amplias y abstractas que la experiencia cotidiana.
Héctor Pablo Agosti. Escritor, político, periodista Argentino e introductor de la obra de Gramsci. Agosti fue uno de los principales intelectuales marxista y comunista de la Argentina. En mayo del 2011, se realizó un Homenaje al Centenario de su nacimiento.
***
• De los intelectuales que niegan la clase obrera o que desde hace mucho vienen
preparando que se acabó la historia, el trabajo, el mundo obrero: ¿Qué opinas?D.C: Por un lado es cierto que la extinción de la clase obrera se la viene pregonando desde larguísimas épocas, de mucho antes que inventaran el fin de la historia o la posmodernidad. Ya cuando la sociología norteamericana hablaba de la creciente diferenciación entre los cuellos blancos y los cuellos azules (empleados y obreros, respectivamente), cuando se hablaba del ascenso social de los trabajadores que los convertían en clase media, son fenómenos que han sido medias verdades, no es que fueron inventos desde la nada, reflejaban procesos reales, pero los magnificaban, los forzaban en dirección a poder proclamar eso tan ansiado por los grandes capitalistas, la idea de que ya no hay clase obrera, ya no va haber trabajadores que se afilien al sindicato, ya no va a haber trabajadores que hagan huelga, ya no va haber trabajadores que militen en partidos socialistas.
De todas
maneras creo que hay que merituar, darle un valor al hecho de que ha habido
profundos cambios en la estructura de la clase obrera, lo que es la industria
vía transformación tecnológica y modificaciones en la organización del trabajo,
en relocalización de los mercados, etc.… ha cambiado la fisonomía de la clase
obrera tradicional. Hoy no se puede pensar en términos del obrero de fábrica al
estilo de la Córdoba de los 60, o de
las afueras de Sao Pablo de los 70. Hoy
tenemos sectores económicos enteros que son en gran medida nuevos, donde
aparecen trabajadores que tienen otro tipo de formación, otra relación con la
máquina y con el proceso de trabajo, otro tipo de relaciones laborales y
contratos. Lo que ocurre es hay que seguir trabajando con ellos, ahí están los
trabajadores, ahí está la clase obrera, no hay que comprar el discurso
dominante que decía: “No, ese tipo de trabajadores ya no tiene la sensibilidad
de los obreros de antes, ya no piensan en términos de transformación social, ya
no son críticos del capitalismo…”. Eso está por verse, y una y otra vez
aparecen sectores de trabajadores que supuestamente no responden a las pautas
tradicionales y que sin embargo hacen huelga, actúan, se comprometen.
Recuerdo
hace muy poco una huelga en EE.UU. de los trabajadores de una cadena de comidas
rápidas y de otras ramas precarizadas, que se suponen que son laborantes que
por sus condiciones de trabajo son difíciles de organizar y que tomen medidas
de fuerza, sin embargo, ahí estaban, manifestando por sus derechos, buscando
tener contratos de trabajo más dignos. Es decir, la realidad cambia, las clases
explotadas se transforman pero no dejan de ser explotadas, y no dejan de ser
pasibles de la lucha, la protesta social y el cuestionamiento al capitalismo.
• En este
contexto: ¿qué puede aportar Antonio Gramsci?
D.C: Gramsci tiene
varias líneas de pensamiento, de análisis, que pueden ser interesantes para la
realidad de hoy. Dicho muy en general un tema central en Gramsci es la importancia del rol de los intelectuales y de la lucha en
el campo cultural, la batalla por lo que Gramsci llama hegemonía; es decir, la
dirección moral-intelectual de las masas, la conquista progresiva de distintos
espacios sociales tomados o disputados al dominio de la clase dominante.
Otra lucha clave de Gramsci es lo
que se puede denominar el anti-economicismo,
es decir mediatizar, matizar y enriquecer
la idea de una relación demasiada automática y lineal entre economía y política que tomaba
mucha fuerza en ciertos sectores de la tradición
marxista y que Gramsci lo pone en discusión. La visión de Gramsci es enriquecedora en cuanto a
captar mayor complejidad de la vida política, social y cultural. Leer a
Gramsci constantemente nos llama la
atención, nos trae a superficie la visión de temas que suelen no colocarse en
el primer lugar Ahora lo que hay que decir es que Gramsci no era otra cosa que un dirigente del movimiento obrero, era comunista, fue Secretario General
del Partido Comunista Italiano, fue diputado por ese partido, era un luchador
de la política. A veces se pinta a Gramsci
como un especialista en temas culturales y un intelectual sin mayor compromiso
político, sin un encuadre militante; y Gramsci
lo tenía, lo tenía en un lugar fundamental de su vida, y si no lo sigue
desarrollando es porque el fascismo italiano lo pone preso y vive la última
década de su vida en prisión y muere bastante joven todavía.
Brevemente
e insistiendo: no caben los “neutrales”
en estos tiempos de cultura desubjetivante y teóricos de verba seductora,
vacíos de compromiso social pero repletos en sus cuentas bancarias.
O capitalismo o democracia.
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Notas:
1) Paula Guitelman. La infancia en dictadura. Modernidad y conservadurismo en el mundo de Billiken. Prometeo Libros. 2006.
1) Paula Guitelman. La infancia en dictadura. Modernidad y conservadurismo en el mundo de Billiken. Prometeo Libros. 2006.
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