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Los mismos grupos de 2013 se dieron cita
bajo un sol radiante. Los manifestantes llevaban gorros o
remeras de color, rosa para las mujeres, azules para los hombres. “No somos iguales, la diferencia se muestra
y se defiende”, decía Rose, una jubilada que había venido desde el norte de
Francia a “defender una civilización que se está pervirtiendo”. Las banderolas mostraban las mismas
consignas: “La familia es una y no se permuta el sexo”, “un papá, una mamá y
los hijos es algo natural”, “un papá
y una mamá son bases sólidas”. El fuego social que se encendió en 2013 a lo largo de las reiteradas y
multitudinarias protestas contra el matrimonio
igualitario no se apagó. Los integristas mantuvieron vivo el movimiento e
incluso consiguieron acrecentar el malestar. Hace unos días, los católicos integristas enviaron miles de SMS a los
padres de familia y llenaron las redes sociales con informaciones falsas
acerca de un
proyecto gubernamental tendiente a enseñar en las escuelas la controvertida
teoría de género.
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La marcha fue convocada por
La Manif pour Tous, que el año pasado protestó contra el matrimonio
igualitario.
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FRANCIA: Los mismos homofóbicos de
siempre.
Decenas de miles de personas marcharon
por la familia tradicional y contra el Gobierno de Francia.
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De acuerdo con los ultras, el Estado va a enseñar
masturbación y la teoría de género en las escuelas. Además señalan que el
gobierno va a facilitar la gestación asistida en parejas del mismo sexo, no
incluida en el proyecto de ley.
Eduardo Febbro
Desde París Página /12 lunes 3 de febrero del
2014.
La Francia crispada y
reaccionaria volvió a salir a las calles del país contra una serie de amenazas
imaginarias que los ultracatólicos y la extrema derecha propagaron por la
sociedad como si fuesen reales. Medio millón de personas según los
organizadores, 80 mil según la policía, protestaron contra “la ideología
destructora de los ministros” o “un cambio de civilización que va a trastornar
nuestra sociedad”. En esas frases cabe un puñado de fantasmas que van desde el
delirio según el cual el Estado va a enseñar masturbación en las escuelas
primarias y propagar la teoría de género en los establecimientos escolares,
hasta la procreación asistida médicamente para las parejas compuestas por
mujeres. La marcha fue convocada por el movimiento La Manif pour Tous
(Manifestación para Todos), que el año pasado encabezó las protestas contra la
ley que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo. Otro punto de
fricción entre el gobierno y los ultras son las PMA y la PGA, la procreación
asistida médicamente y la gestación por otra persona. En ambos casos, la
ministra de la Familia, Dominique Bertinotti, ya precisó que esos dispositivos
no formarían parte de la próxima ley sobre la familia.
Los mismos grupos de
2013 se dieron cita bajo un sol radiante. Los manifestantes llevaban gorros o
remeras de color, rosa para las mujeres, azules para los hombres. “No somos
iguales, la diferencia se muestra y se defiende”, decía Rose, una jubilada que
había venido desde el norte de Francia a “defender una civilización que se está
pervirtiendo”. Las banderolas mostraban las mismas consignas: “La familia es
una y no se permuta el sexo”, “un papá, una mamá y los hijos es algo natural”,
“un papá y una mamá son bases sólidas”. El fuego social que se encendió en 2013
a lo largo de las reiteradas y multitudinarias protestas contra el matrimonio
igualitario no se apagó. Los integristas mantuvieron vivo el movimiento e
incluso consiguieron acrecentar el malestar. Hace unos días, los católicos
integristas enviaron miles de SMS a los padres de familia y llenaron las redes
sociales con informaciones falsas acerca de un proyecto gubernamental tendiente
a enseñar en las escuelas la controvertida teoría de género. Esa teoría nació
en los Estados Unidos en los ’60 y enuncia que las diferencias sexuales no son
una exclusividad biológica sino una construcción social. El rumor, que le
atribuyó al Estado hasta la intención delirante de llevar transexuales a las
escuelas, fue tomado en serio por muchos padres que llegaron a sacar a sus
hijos de los establecimientos escolares. Jamás ningún ministro evocó la idea de
instruir a los niños la teoría de género o la masturbación. Pero mucha gente se
lo creyó. Ocho meses después de que se adoptara la ley que legalizó el
matrimonio entre personas del mismo sexo, los actores de las protestas del año
pasado ampliaron el abanico de su indignación incluyendo espejismos como el de
la teoría de género o la supuesta “familiafobia” promovida por el gobierno.
Tradicionalistas, católicos integristas, extrema derecha se aunaron en una
danza de reivindicaciones muy alejadas de la línea gubernamental y lograron
reavivar la llama a partir de fantasmas o interpretaciones aproximativas de los
planes del Ejecutivo.
La derecha agrupada en
la UMP, Unión por un Movimiento Popular, fundado por el ex presidente Nicolas
Sarkozy, se vio desbordada por el radicalismo de los reclamos y la fuerza de la
movilización. Apenas comenzado el año 2014, los grupos reaccionarios vuelven al
primer plano. Al igual que en 2013, las manifestaciones copian el estilo de las
protestas que la izquierda supo protagonizar décadas atrás. Se nota en las
calles una organización muy bien estructurada. Casi todas las personas con las
que se habla han recibido instrucciones muy claras y aprendido de memoria los
elementos de lenguaje que hay que desarrollar cuando los periodistas se acercan.
Manejan un vocabulario de alta precisión, como por ejemplo “la indiferenciación
sexual”. Los responsables del Ejecutivo repiten en todos los canales que jamás
se pensó o se planeó enseñar la teoría de género, no hay nada que hacer: los
promotores de la Manif pour Tous contra el matrimonio gay deslizaron esa idea
en la conciencia como si fuera un hecho consumado. Ludovine de la Rochère, la
presidenta de La Manif pour Tous, explica que se trata de denunciar “todas las
medidas que convergen para diluir el lazo padre-madre-niño, aquellas que van
contra el interés superior del niño o contra la diferencia entre hombres y
mujeres”. La misma Ludovine de La Rochère asegura que el ministro de Educación,
Vincent Peillon, busca “arrancar a los niños a todos los determinismos”
mientras que el gobierno sigue “inclinándose ante el lobby LGBT, lesbianas,
gays, bisexuales y transgéneros”. Por ahora, los responsables políticos
observan esta extraña salsa con prudencia. No temen que, como el año pasado con
la ley sobre el matrimonio igualitario, las calles desborden de manifestantes y
que estas protestas se tornen un peligroso movimiento social.
Con
todo, semana tras semana, los católicos tradicionalistas mantienen en vilo a la
sociedad con, en casi todos los casos, dos argumentos descabellados: la
supuesta “familiafobia” del Ejecutivo y la propagación de ideas que, como decía
un señor que participó en la manifestación, “lleven a que mi hijo aprenda en la
escuela a convertirse en una niña”. Si había una fobia, la encarnaron más bien los manifestantes.
Tiene un solo nombre: la homofobia.
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