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La
situación actual es heterogénea, por momentos contradictoria. Se debe celebrar, por
ejemplo, contar con ámbitos de discusión política como UNASUR o CELAC, rompiendo con las tutelas de Estados Unidos. Pero
persisten estrategias conservadoras de liberalización comercial, como los de la
Alianza del Pacífico. Unas cuantas razones de esa heterogeneidad
se encuentra en la divergencia entre
izquierda y progresismo, y para explicar esas circunstancias es apropiado
un breve repaso histórico. La izquierda latinoamericana que maduró en la
década de 1990 tenía unas cuantas
ideas bastante claras sobre la integración.
Su proyecto político iba mucho más allá de la liberalización comercial,
defendiendo coordinaciones en manejar inversiones y endeudamiento, protección
de los migrantes, y apoyos a obreros y campesinos, especialmente por medio de
políticas productivas regionales. Buscaba romper la dependencia ante la
globalización y cuestionaba institucionalidades como las de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
La
lucha contra el ingreso de México al TLCAN, o ante los tratados de libre
comercio de Chile, Perú, Colombia y
varias naciones centroamericanas con EE.UU.,
obligó a explorar otras opciones económicas y políticas de la integración.
Todavía más se aprendió en las coordinaciones de amplios sectores de izquierda en las negociaciones del Área
de Libre Comercio de las Américas (ALCA),
lideradas por EE.UU., con el apoyo de Canadá. Muchos de esos aprendizajes explican
muchas de las medidas que se tomaron cuando la izquierda conquistó varios gobiernos. Se cambió la postura en el
seno de los bloques regionales, se detuvo el ALCA, y se lanzaron innovaciones, algunas específicas (como la idea
boliviana de tratados de comercio entre los pueblos, el Banco del Sur, o un mecanismo propio de pagos recíprocos, el
SUCRE), o incluso más ambiciosos (como el ALBA,
y sus estructuras asociadas). Pero a medida que el impulso inicial de izquierda
fue reemplazado por el pragmatismo del
progresismo, se afectaron muchas posturas. Ese cambio se puede ilustrar con algunos
ejemplos.
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La Integración de América Latina: un trabajo político permanente entre "el progresismo y la izquierda latinoamericana". El camino político, es hoy un objetivo estratégico. Pero la derecha también tiene su propio proceso de integración.
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Izquierda y progresismo ante la
integración y la globalización.
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Eduardo Gudynas.
ALAI.- América Latina en Movimiento.
Miércoles 19 de febrero del 2014.
En los últimos tiempos el progresismo parece estar
tomando un sendero distinto al de la izquierda que le dio su origen. Esta
divergencia que asoma también se expresa en cómo se aborda la globalización y
la integración latinoamericana.
La situación actual es heterogénea, por momentos
contradictoria. Se debe celebrar, por ejemplo, contar con ámbitos de discusión
política como UNASUR o CELAC,
rompiendo con las tutelas de Estados Unidos. Pero persisten estrategias
conservadoras de liberalización comercial, como los de la Alianza del Pacífico.
Unas cuantas razones de esa heterogeneidad se
encuentra en la divergencia entre
izquierda y progresismo, y para explicar esas circunstancias es apropiado
un breve repaso histórico. La izquierda
latinoamericana que maduró en la década de 1990 tenía unas cuantas ideas bastante claras sobre la integración. Su proyecto político iba
mucho más allá de la liberalización comercial, defendiendo coordinaciones en
manejar inversiones y endeudamiento, protección de los migrantes, y apoyos a
obreros y campesinos, especialmente por medio de políticas productivas
regionales. Buscaba romper la dependencia ante la globalización y cuestionaba
institucionalidades como las de la Organización
Mundial del Comercio (OMC).
La lucha contra el ingreso de México al TLCAN, o ante los tratados de libre comercio de Chile, Perú, Colombia y varias naciones
centroamericanas con EE.UU., obligó a explorar otras opciones económicas y políticas
de la integración. Todavía más se aprendió en las coordinaciones de amplios
sectores de izquierda en las negociaciones del Área de Libre Comercio de las
Américas (ALCA), lideradas por
EE.UU., con el apoyo de Canadá.
Muchos de esos aprendizajes explican muchas de las
medidas que se tomaron cuando la izquierda
conquistó varios gobiernos. Se cambió la postura en el seno de los bloques
regionales, se detuvo el ALCA, y se lanzaron innovaciones, algunas específicas
(como la idea boliviana de tratados de comercio entre los pueblos, el Banco del Sur, o un mecanismo propio de
pagos recíprocos, el SUCRE), o incluso más ambiciosos (como el ALBA, y sus estructuras asociadas).
Pero a medida que el impulso inicial de izquierda fue reemplazado por el pragmatismo del progresismo, se
afectaron muchas posturas. Ese cambio se puede ilustrar con algunos ejemplos.
El primero se refiere a la iniciativa en
infraestructura sudamericana, conocida como IIRSA, una iniciativa inicialmente alentada por Brasil, sin duda era funcional a la
ideología del ALCA. A tono con el
espíritu neoliberal, apostaba a una red de carreteras e hidrovías extrovertidas
hacia la globalización, que permitiera enviar
materias primas desde el corazón del continente a los grandes puertos
oceánicos. Las izquierdas
latinoamericanas criticaron duramente IIRSA;
no podía ser de otra manera dada su estrecha asociación al proyecto ALCA. A su vez, las alternativas de
izquierda postulaban otra integración física continental. A pesar de ello, a
medida que se consolidó el progresismo, se aceptaron las ideas de IIRSA, aunque ahora reubicadas como
Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento (Cosiplan), dentro de UNASUR
(1). Todos los gobiernos, sin distinciones entre conservadores o
progresistas, lo financian.
En la misma línea, en 2006, Evo Morales presentó a los presidentes y pueblos
sudamericanos una carta proponiendo otra integración
continental “para Vivir Bien”.
Defendía, por ejemplo, la complementariedad entre las economías, el comercio
justo, fondos económicos para compensar asimetrías, y una articulación física
distinta a la de IIRSA (2). Aunque
en su carta estaba el espíritu de una integración desde la izquierda, no tuvo
mayor acogida, y con el paso del tiempo, el progresismo actual parecería que la
ha olvidado.
Estos ejemplos ilustran vías desde las que asoma la
divergencia entre izquierda y
progresismo, una distinción planteada en un artículo anterior (3), en este caso ante la integración y
la globalización. No es que desaparecieran todas las posturas y sensibilidades
previas, ya que muchas de ellas siguen presentes, explicando elementos como la
resistencia a los TLCs y la retórica
latinoamericanista.
El llamado "sector progresista" es parte dela izquierda latinoamericana. Su Proyecto de Integración continental es el mismo ( con algunos puntos divergentes), ante una derecha que ataca por todos los caminos y alternativas en su poder.
*****
Pero el
progresismo, al seguir priorizando las exportaciones de
materias primas, termina en países que compiten entre ellos en acceder a los
mercados globales. Los países cafeteros
y sojeros compiten entre sí, y otro tanto hacen los exportadores de cobre, hierro, plata y otros minerales,
y así en otras materias primas. También compiten en atraer el capital necesario para esos proyectos,
en flexibilizar las condiciones sociales y los permisos ambientales, e incluso
en asistencias en infraestructura o energía barata.
Esta dinámica impide una integración productiva y
comercial genuina. Los gobiernos resisten llegar a compromisos regionales para
regular la oferta, los stocks disponibles, y los precios de sus materias primas
(a pesar de existir iniciativas pasadas en ese sentido). A su vez, necesitan
avanzar en redes construidas bajo el espíritu de IIRSA para asegurar sus exportaciones.
Frente a la
globalización, existen algunos intentos en recuperar autonomía
(por ejemplo, desvinculándose del CIADI).
Pero, en líneas generales el progresismo
quedó anclado en la globalización, ya que la necesita para mantener esas
corrientes exportadoras y los flujos de capital. Cumplen con los acuerdos de la
OMC y siguen las regulaciones
globales para el comercio e inversiones. Brasil
es, posiblemente, el país que más ha batallado por instalarse en esa
globalización (buscando la dirección de la OMC,
participando activamente en el G-20
y formalizando a los BRICs). Por
esas y otras razones, el progresismo no logró desglobalizarse.
Durante las campañas frente al ALCA, las izquierdas aprendieron la importancia de una articulación
continental que redujera las asimetrías (diferencias entre economías grandes y
pequeñas) y permitiera una convergencia (mejorando las condiciones de las
economías más pequeñas). Al caer el ALCA,
el temario de asimetrías y convergencias perdió fuerza. Es que discutir esos
procesos dentro de América del Sur implica debatir el papel de Brasil, la
economía más grande, una cuestión más que espinosa para gobiernos (y varios en
los movimientos sociales). Es cierto que Brasil
y otros países aceptaron la propuesta de Chávez de transitar desde una Comunidad Sudamericana de Naciones a
una “unión”, pero no puede olvidarse que uno de sus resultados concretos fue
abandonar la construcción concreta de políticas comunes y mecanismos para
reducir asimetrías y asegurar convergencias. Aunque el progresismo invoca el latinoamericanismo, parece haber adoptado finalmente
la postura brasileña, que defiende
una soberanía en un viejo sentido, para rechazar cualquier compromiso
supranacional.
El MERCOSUR, que se
suponía sería “refundado” en los años en que todos los gobiernos de sus
miembros estaban en manos del progresismo,
avanzó en cuestiones como cultura o migraciones, pero no logró acuerdos en
sectores claves como energía, minería y agroalimentos. No sólo eso, sino que ha
caído en todo tipo de disputas internas (incluso imposiciones sobre los socios
pequeños), hasta casi paralizarlo. A nivel continental también quedaron por el
camino otras innovaciones audaces, como la propuesta de Hugo Chávez de “compartir” sus recursos petroleros, mediante
acuerdos recíprocos con empresas estatales de países amigos. La situación se ha
vuelto tan compleja, que hasta más de un gobierno progresista ahora mira con
interés a la Alianza del Pacífico (Ecuador
y Uruguay son observadores), o está dispuesto a negociar un acuerdo de libre
comercio con la Unión Europea (como
Brasil o Ecuador).
Ante el fracaso político-económico-comercial de integración continental del ALCA, la derecha y el imperialismo jamás se durmieron. Hoy trabajan con la Alianza del Pacífico (ALPA) en clara oposición a la UNASUR, el CELAC, el - ALBA - , como proyectos políticos de forjar y construir la Unidad de Nuestra América.
*****
Sin duda que este repaso no agota una problemática
por demás compleja. Tenemos claro que el camino futuro no está, por ejemplo, en
esquemas como los de la Alianza del
Pacífico. Pero hay que saber reconocer el malestar con los problemas de una
integración estancada o contradictoria en algunos frentes. Sus limitaciones las
sufren, por ejemplo, obreros fabriles o pequeños agricultores, que como no
encuentran salidas productivas dentro del continente, quedan a merced de la
globalización. No siempre es fácil analizar esa cuestión, ya que cualquier
observación podrá ser usada por los sectores conservadores para promover sus
modelos TLCs.
La mejor manera de romper con esas trampas es
retomar el espíritu de izquierda
para enfrentar la globalización y la integración. Esto es fortalecer instancias
como UNASUR o CELAC, pero
incorporándoles mecanismos para recuperar autonomías frente a la globalización
y acuerdos regionales concretos. Entre las prioridades están la regulación de
la oferta y stocks de materias primas, cadenas industriales compartidas entre
países, y la reorientación de la agropecuaria y las conexiones de transporte
hacia las necesidades continentales, antes que los mercados globales. Esas y
otras medidas se corresponden a aquel llamado, lanzado desde Quito, hace más de diez
años atrás, “otro desarrollo es posible, otra integración es posible”, que
sigue siendo válido.
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- Eduardo Gudynas es analista en
CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social), Montevideo. Twitter:
@EGudynas
Notas:
1. La
resurrección de la IIRSA, Héctor L. Moncayo, 30 octubre 2012, ALAI: 2. Propuesta del Presidente
Evo Morales: Construyamos con nuestros pueblos una verdadera Comunidad
Sudamericana de Naciones para “Vivir bien”, 4 octubre 2006.
3. Izquierda
y progresismo: la gran divergencia, E. Gudynas, 24 diciembre 2013, ALAI: http://alainet.org/active/70074
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