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En
la actualidad, los imperialistas estadounidenses están enfrascados en una lucha
geopolítica con Rusia sobre Siria, Irán, Ucrania, el control sobre las
antiguas repúblicas soviéticas, el balance de poderío militar en Europa, el
refugio que Moscú dio a Edward Snowden y una serie de otros asuntos. El hecho es que cuando la URSS colapsó en
1991, la Casa Blanca, el Pentágono y los banqueros y empresarios en los EE.UU. estaban
ansiosos por integrar a la antigua Unión Soviética con sus repúblicas, al
sistema occidental imperialista del capitalismo. Se les hizo agua la boca con
la posibilidad de tener acceso a los recursos de petróleo y gas, el carbón, las
fábricas de acero, las minas de oro de
la antigua URSS y de las repúblicas, incluyendo la riqueza agrícola de
Ucrania. Las cosas parecían ir en esa dirección durante varios años después de
la contrarrevolución. La presidencia fue puesta en manos de Boris Yeltsin, marioneta de EE.UU. y
fabricante del golpe de estado que disolvió
a la URSS. La infraestructura industrial socialista construida durante 75
años se dividió y se le dio a un puñado de capitalistas multimillonarios. Rusia se abrió al
Fondo Monetario Internacional, y se invitaron a los asesores estadounidenses
para dar la “terapia de choque” económica.
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POLÍTICAS IMPERIALISTAS Y LAS OLIMPIADAS.
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El nuevo "zar" imperial ruso, felicitando a una destacada participante de su país en las últimas Olimpiadas de Invierno.
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Fred Goldstein.
Mundo Obrero.
Rebelión miércoles 26 de febrero del 2014.
Esta es la
era del imperialismo. Los Juegos Olímpicos no pueden escaparse de ser
arrastrados a las grandes luchas contemporáneas que se libran en la política
mundial.
En la actualidad, los imperialistas estadounidenses
están enfrascados en una lucha geopolítica con Rusia sobre Siria, Irán,
Ucrania, el control sobre las antiguas repúblicas soviéticas, el balance de
poderío militar en Europa, el refugio que Moscú dio a Edward Snowden y una
serie de otros asuntos.
El hecho es que cuando la URSS colapsó en 1991, la
Casa Blanca, el Pentágono y los banqueros y empresarios en los EE.UU. estaban
ansiosos por integrar a la antigua Unión Soviética con sus repúblicas, al
sistema occidental imperialista del capitalismo. Se les hizo agua la boca con
la posibilidad de tener acceso a los recursos de petróleo y gas, el carbón, las
fábricas de acero, las minas de oro de la antigua URSS y de las repúblicas,
incluyendo la riqueza agrícola de Ucrania.
Las cosas parecían ir en esa dirección durante
varios años después de la contrarrevolución. La presidencia fue puesta en manos
de Boris Yeltsin, marioneta de EE.UU. y fabricante del golpe de estado que
disolvió a la URSS. La infraestructura industrial socialista construida durante
75 años se dividió y se le dio a un puñado de capitalistas multimillonarios.
Rusia se abrió al Fondo Monetario Internacional, y se invitaron a los asesores
estadounidenses para dar la “terapia de choque” económica.
Putin y la nueva clase capitalista rusa.
Entonces Vladimir Putin llegó y tomó el mando. Él
representó la aparición de los ladrones capitalistas rusos que querían
recuperar el estatus mundial ganado por la URSS, cuando era un poder socialista
—excepto que esta vez sería en base a la expansión del capitalismo ruso y su
dominación regional sobre las antiguas repúblicas soviéticas, incluyendo a
Ucrania. Putin trató de poner fin a la dependencia y subordinación del
capitalismo ruso ante Wall Street y Washington.
La política de Washington comenzó a cambiar dramáticamente
a una dirección hostil. La OTAN se extendió hacia las fronteras de Rusia. Los
estados bálticos de Estonia, Letonia y Lituania se convirtieron en puestos
militares del occidente en la frontera occidental de Rusia. Polonia, la
República Checa, Eslovaquia y Rumania también se unieron a la OTAN.
EE.UU. anunció sus planes de construir un sistema
de misiles Aegis con base en destructores y en tierra. La intención de este
tipo de sistemas es permitir a EE.UU. mantener su capacidad de poder atacar
primero a Rusia. La construcción de este sistema ya se ha iniciado en España y
Rumania y está previsto que también involucre a Polonia.
Es bajo este contexto que la publicidad y la
política que rodea a los Juegos Olímpicos de Sochi deben ser vistas.
EE.UU. intenta enturbiar a Sochi.
Los actuales juegos se han rodeado, al menos en
EE.UU. y Europa, con publicidad negativa generada por Estados Unidos. Está
calculada para desacreditar a Rusia y socavar el estatus mundial que la
reaccionaria y contrarrevolucionaria clase dominante capitalista en Moscú busca
lograr como anfitriona de los juegos.
Advertencias antiterroristas han salido
regularmente de Washington, aumentando justo antes de la inauguración de los
juegos cuando EE.UU. emitió una “alerta de viaje” para Sochi. Se emitieron
normas de seguridad especiales restringiendo cualquier tipo de líquidos en los
aviones estadounidenses con destino a Sochi. Durante varios días, reportes de
la prensa estadounidense advertían que se “sabía” que unas supuestas “Viudas
Negras” terroristas islámicas tenían a los Juegos Olímpicos en su mira.
Se anunció que el presidente Barack Obama y
Michelle Obama no asistirían a ninguna ceremonia de los Juegos Olímpicos debido
a las leyes anti-homosexuales aprobadas por el Parlamento de Rusia antes de los
Juegos Olímpicos. Un número de prominentes atletas homosexuales estadounidenses
fueron elegidos como delegados para los juegos para dar una nota de desafío
contra la postura anti-gay del régimen de Putin.
Por supuesto que el régimen de Putin no es sólo
anti gay, sino que también es completamente anti-obrero. El Parlamento ruso
acaba de aprobar una ley de salario mínimo que está por debajo del nivel de
pobreza. Las huelgas obreras son reprimidas. Hay pobreza y personas sin hogar
tanto en las zonas urbanas como en las rurales.
La comunidad gay, bisexual, lesbiana y transexual
(LGBT por sus siglas en inglés) en Estados Unidos y por todo el mundo ha
ejercido su derecho y su deber de protestar este trato reaccionario de la gente
gay en Rusia por los medios que han sido necesarios. El Comité Olímpico
Internacional ha prohibido la protesta abierta. El COI utilizó una decisión que
prohíbe gestos políticos de protesta que fue aprobada en 1968 después de que
dos medallistas afroamericanos, Tommie Smith y John Carlos, levantaron sus
puños con el saludo del Poder Negro en los Juegos Olímpicos en México para
protestar contra el racismo en los Estados Unidos.
Las protestas del movimiento LGBT y sus
simpatizantes, no importa si son alentadas y apoyadas por el gobierno de los
EE.UU, son totalmente genuinas y plenamente justificadas.
Pero con respecto al gobierno imperialista
estadounidense, todo el mundo debe estar claro que Washington es totalmente
hipócrita con sus expresiones de conmiseración para la comunidad LGBT.
Hay 14 estados en EE.UU que todavía tienen leyes
que prohíben las relaciones homosexuales, a pesar de que la Corte Suprema
declaró la inconstitucionalidad de esas leyes en el 2003. Ocho estados tienen
leyes que prohíben cualquier discusión objetiva de la vida gay en las aulas. Y
numerosos estados prohíben el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Sin embargo, la administración de Obama ha estado
totalmente inactiva sobre estas violaciones. Estas leyes anti-gay de los EE.UU.
debían ser protestadas en Sochi, así como en los EE.UU.
Washington ha resaltado la legislación anti-gay de
Rusia no por preocupación por los derechos LGBT, sino porque su rival
geopolítico es completamente vulnerable debido a estas leyes anti-gay
retrógradas y reaccionarias.
Mientras tanto, hay una persecución feroz contra la
gente gay en Arabia Saudita, Egipto y muchos otros aliados de Washington.
En Ucrania ahora, los nazis del Partido Svoboda se
encuentran en las calles denunciando a los comunistas, los judíos y los
homosexuales; son parte del movimiento inspirado por los Estados Unidos para
derrocar al gobierno y llevar a Ucrania al dominio de los EE.UU y Europa. Pero
no ha habido conferencias de prensa o noticias de Washington denunciando al
Partido Svoboda.
Putín.- El nuevo "zar" imperial ruso, se enquistó por años - y sigue - en poder después de la caída de la Unión Soviética y la destrucción final del "socialismo realmente NO existente".
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Carácter de clase de la Guerra Fría.
Muchos observadores políticos se han referido al
actual conflicto Estados Unidos – Rusia como la nueva guerra fría. Esto es
correcto, pero incompleto. La actual lucha entre el imperialismo estadounidense
y el capitalismo ruso podría tener muchas de las mismas formas geopolíticas que
la Guerra Fría entre los EE.UU. y la URSS. Pero tiene un contenido social
diametralmente opuesto.
La Guerra Fría anterior fue una guerra de clases
entre dos sistemas sociales opuestos. La actual guerra fría está entre una
Rusia capitalista debilitada que trata de aferrarse a la posición geopolítica
que heredó de la era soviética en relación con Siria y Ucrania, entre otros, y
que trata de consolidar su control sobre las antiguas repúblicas de la unión
económica regional.
La Guerra Fría anterior era una campaña por 45 años
para destruir la base socialista de la URSS — su economía planificada de
propiedad social con monopolio estatal del comercio exterior y con las
garantías económicas y sociales para la clase obrera. El imperialismo trató de
poner fin a la ayuda soviética a Cuba y a las luchas de liberación en África
del Sur, Namibia, Angola y Etiopía. En lugar de tener un imperio en Europa del
Este, la URSS subsidió los suministros de petróleo y gas en la región.
La URSS prestó ayuda a numerosos países que se
habían liberado del coloniaje, para ayudarles a evitar la dominación del
neoliberalismo imperialista. Desarrolló proyectos de construcción, incluyendo
la presa de Asuán en Egipto y la primera fábrica de acero en la India, entre
otros.
Para los hombres de negocio, los agricultores ricos
y sus partidarios en las calles de Ucrania que quieren alinearse con el
capitalismo de los EE.UU y Europa, la Unión Soviética representaba “un imperio”
porque bajo el régimen soviético sus privilegios de clase fueron prohibidos y
tenían que operar clandestinamente.
El entendimiento de la política sobre los juegos
debe tener en cuenta la actual rivalidad geopolítica entre el imperialismo
estadounidense y el capitalismo ruso.
Mientras que la clase obrera debe desarrollar una
posición independiente que lucha contra el imperialismo estadounidense y el
capitalismo ruso,
sería un revés si Wall Street fortaleciera su dominio del mundo al controlar
Rusia o cualquiera de las antiguas repúblicas, especialmente Ucrania.
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Goldstein es el autor
de “Capitalismo de bajos salarios” y “El capitalismo en un callejón sin
salida”. Ambos están disponibles en Amazon.
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