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ESPAÑA.- El Presidente de la Transición
Democrática. Elegido por voto popular Presidente en 1976, hasta 1981.
La figura de Adolfo Suárez, recupera por un día la Unidad Política.- Los tres
ex presidentes y todas las fuerzas políticas se unen en homenaje al
principal artífice del Consenso Constitucional. El Rey y El Príncipe destacan la “gran pérdida para España”. Pocas
cosas pueden unir a un país que sufre una de las peores crisis económicas,
políticas, institucionales y territoriales de su historia reciente. Tal vez por
eso todos los dirigentes políticos y los miles de ciudadanos que han aguantado
este lunes largas horas de cola alrededor del Congreso se ha encargado de destacar que es un día triste
por la muerte de Adolfo Suárez, pero
a la vez alegre, por la UNIDAD que se ha creado alrededor de su figura,.
Se ha unido sólo por Suárez, y tal vez solo por un día. Quién ha resumido esa
extraña sensación de luto alegre ha sido Jordi
Puyol, Presidente Catalán entre 1980 y 2003, que ahora defiende el
Referéndum Soberanista y siempre estuvo alejado de las posiciones de un Suárez
que venía del franquismo: “Les puedo
sorprender, pero este es un día muy positivo. Es bueno para la sociedad, para
el país y para su familia, ver que una persona en el momento de morir, suscita
tanta adhesión sincera. Es bueno para el conjunto del país tener en la memoria
un referente”, ha
dicho este lunes en el Congreso.
Adolfo Suárez - 1932-2014 - Político español elegido por voto popular, Presidente del Gobierno, en 1976 hasta 1981, responsable de la Transición Democrática. (El gobierno post-franquista).
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El Primer Presidente de la Democracia, recuperada
se ha convertido así a su muerte en una especie de santo laico, un referente político incuestionable; y rápidamente el gobierno le ha
otorgado los mayores honores. Incluso ha anunciado una Orden Ministerial de Fomento para dar su nombre de inmediato al Aeropuerto de Barajas.
Nadie se ha atrevido aponer la más mínima objeción y hasta los políticos más
alejados del suarismo, incluso algunos que en su momento fueron durísimos con
él, ha reivindicado su figura. Eso, sí
unos para destacar su “audacia”, otros para reivindicar la Constitución y los más monárquicos para
ensalzar la Transición ola figura del
Rey. Suárez les valía a todos. Durante los últimos años, el Congreso ha
vivido algunas de las imágenes más duras de su Historia reciente. Rodeado de
vallas por todas partes para impedir que los Ciudadanos Indignados con los
recortes se acercaran para protestar en la Puerta. Protegido por decenas de
policías antidisturbios, como sucedió este mismo sábado ante las marchas por la
dignidad. Con unas encuestas que sitúan
a la política como el segundo gran problema para los españoles. Este lunes la imagen era la contraria. La
Puerta de los Leones, la principal que solo se usa para las grandes
ocasiones, estaba abierta para que los miles de Ciudadanos entraran por ella, después de superar una cola de más de
12 mil personas (a las ocho de la tarde) según Europa Press. De ahí accedían al
Salón de los Pasos Perdidos, donde estaba el féretro de Suarez. Un silencio respetuoso,
con algún grito de entusiasmo tipo “eres el mejor”, dominaba la escena.
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Los ex
presidentes Zapatero, Aznar y González saludan a los Reyes en el Congreso. A la
derecha el Presidente Rajoy. (La unidad de un día)
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ESPAÑA. HOMENAJE ADOLFO SUÁREZ.
Los Ciudadanos reclaman otra forma de hacer
política.
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El Mundo. Martes 25 de marzo del 2014.
EL
PUEBLO español despide desde ayer masivamente a Adolfo
Suárez, un presidente de Gobierno que hace más de 20 años que abandonó toda
actividad política y de cuya trayectoria personal poco o nada se ha sabido a
partir de entonces. Pero el pueblo español recuerda todavía lo que él hizo y
agradece sus esfuerzos por intentar lo que finalmente logró: que las dos
Españas, que vivían una de espaldas a la otra, se reconocieran y, juntas,
iniciaran el camino hacia el progreso y hacia las libertades democráticas. El
pasado de Suárez no se corresponde, sin embargo, con el homenaje masivo y
unánime que está recibiendo su memoria tras su muerte. Sus años en la
Presidencia del Gobierno fueron muy arduos, y no sólo por la dificultad de la
tarea que tenía encomendada, sino por el desprecio con que la prensa empezó a
tratarlo desde el mismo momento de su nombramiento y por el desdén de que fue
objeto por parte de sus más brillantes ministros en su segundo período
presidencial. La descomposición progresiva de su partido, UCD, el alejamiento
del Rey que le había dado su pleno apoyo en la primera parte de su mandato y,
finalmente, el acoso feroz al que le sometió el Partido Socialista acabaron
forzándole a renunciar. Más tarde, el pueblo soberano, ése que hoy le honra, le
negó el apoyo político cuando fundó un partido con vocación de bisagra entre
las dos grandes formaciones de entonces: la Alianza Popular de Manuel Fraga y
el Partido Socialista de Felipe González. Y ése fue el último intento de Suárez
por permanecer dentro de la vida política española.
Ésta fue de verdad la vida
de Suárez, la auténtica, totalmente ajena a los elogios que, desgraciadamente,
empezó a recibir cuando ya apenas llegaban a rozarle el recuerdo en su
maltrecha memoria. Quiere esto decir que no es cierto que el pueblo español
haya apreciado siempre y desde el primer momento la ejecutoria de Suárez. No lo
hizo, antes al contrario. Lo que sucede es que los años han ido poniendo de
relieve el valor de su obra y de su persona.
Hace ya tiempo que los
españoles empezaron a valorar lo que Suárez defendió y practicó a lo largo de
su vida activa:el respeto al adversario; el abandono de las posiciones
enrocadas para buscar un espacio de encuentro en el que cupiéramos todos; el
rechazo absoluto del «nosotros y ellos» que con tanto afán destructor se
practica en nuestros días; la honradez personal aplicada a la vida política, lo
cual aleja de sí cualquier sospecha de corrupción; la entrega a la tarea de
servir a España y de tener como única meta la atención a los intereses de los
españoles.
Todo eso es lo que el
pueblo español añora hoy y su falta es la que explica que se vuelque en honrar
a Suárez y a quienes, como él, hicieron un día de la política una actividad
noble y apreciada por la ciudadanía. No otra cosa significan las largas colas
en torno al ataúd de quien nos dejó de hecho hace muchos años. Es el homenaje a
una forma de hacer política y, en cierta forma, es también el grito de alerta
de una población que no es que no esté interesada en la política, como se dice
últimamente para explicar -por ejemplo- la previsible abstención en las
próximas elecciones europeas, sino que desprecia y rechaza esta forma precisa
de hacer política. Es decir, la que sufrimos hoy. Las colas para despedir a
Suárez son, por eso, también un contundente mensaje a nuestros dirigentes. Ésta ha sido la
última lección de Adolfo Suárez.
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Adolfo Suárez.- Fiel a
su plan de "elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de
calle es plenamente normal", uno de sus declarados propósitos, derogó por decreto-ley los controles establecidos sobre la información y proclamó la
libertad de expresión cuando se iban a cumplir los nueve
meses de su toma de posesión.
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La libertad de expresión también le debe a Adolfo Suárez.
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El Mundo.- martes 25 de marzo del 2014.
En la obra política de Adolfo Suárez
también se encuentra la instauración de la libertad de expresión. Era
inevitable para establecer una democracia; sin libertad de expresión no hay
libertades. Pero fue una
de sus primeras resoluciones, claramente orientada a lograr su
objetivo final.
En julio de 1976, cuando
toma posesión de la Presidencia del Gobierno, rige la ley de Prensa e Imprenta
de 1966, que controlaba la información mediante el establecimiento de unos
límites políticos y las facultades atribuidas a la Administración para
sancionar a los medios.
Desde antes de la muerte
de Franco los periódicos y algunas radios -no la única televisión pública, sometida
a control directo- habían ensanchado en la práctica los límites con su
actividad informativa, situación que se había consolidado tras el 20N de 1975
de tal manera que en España circulaba
información real, aunque redactada con lógicas precauciones.
Fiel a su plan de "elevar a la categoría política de
normal lo que a nivel de calle es plenamente normal", uno de
sus declarados propósitos, derogó
por decreto-ley los controles establecidos sobre la información
y proclamó la libertad
de expresión cuando se iban a cumplir los nueve meses de su
toma de posesión.
El real decreto-ley
24/1977, de 1 de abril sobre Libertad de Expresión, publicado en el Boletín
Oficial del día 12, definía como "indeclinable"
la libertad de información y establecía que no tendría "más limitaciones que las
establecidas en el ordenamiento jurídico con carácter general",
por lo que derogaba las existentes en la ley de Prensa citada.
No obstante, esta norma
seguía manteniendo algunas
cautelas, propias del tiempo de transición, hasta que otra
norma superior las suprimiera definitivamente. Así, mantenía el secuestro
administrativo para evitar contenidos "contrarios
a la unidad de España", que fueran en "demérito o menoscabo"
a la Corona o que atentaran al "prestigio
institucional" de las Fuerzas Armadas.
Era un reflejo de las ambiciones y las prudencias con
que se tomaron determinadas decisiones en aquellos momentos en
el que un régimen se resistía a morir -los franquistas radicales pretendían
establecer un cerco en torno a Suárez- mientras se iba alumbrando por vía de
reforma el nuevo sistema. El decreto-ley pretendía preparar el terreno para la
libertad pero los riesgos aconsejaban precauciones.
No obstante, a partir de
aquel momento, los medios de comunicación entendieron que la libertad de expresión era ya
terreno conquistado y la información fluía con naturalidad.
Pocas semanas después se celebraban las primeras elecciones democráticas, 15 de
junio, que discurrieron en medio de un ejercicio prácticamente libre de la
libertad de expresión y de información.
Y poco más de un año
después, esta libertad quedó plasmada en la Constitución, cuyo artículo 20
contiene el más amplio
reconocimiento a los derechos relacionados con la comunicación,
en parangón con las consolidadas democracias occidentales.
El presidente Suárez fue
en los años posteriores víctima
de una campaña de críticas y desprestigio, que tuvo
principalmente tres orígenes: su partido, Unión de Centro Democrático, que
empezó como coalición y terminó en rencillas internas tras la promulgación de
la Constitución; los partidos de la oposición, principalmente el Partido
Socialista, que en muchos aspectos fue cruel con él y no le reconoció el mérito
de su labor; y parte de la Prensa, que secundó con ardor el trabajo de zapa de
la izquierda.
Adolfo Suárez soportó esas
acometidas hasta que su paciencia y su fortaleza no aguantaron más y el 29 de
enero de 1981 presentó su dimisión. Aunque muchos de los ataques que recibió
fueron injustos y
desmedidos -y
el reconocimiento que se le tributa tras su fallecimiento así lo confirma-,
Suárez los soportó con aparente serenidad. Procedió siempre como un político
demócrata. Pero es incuestionable que fue demasiado lo que tuvo que resistir y
que un uso arbitrario
de la libertad de expresión le causó a veces heridas que, no obstante, no
provocaron en él una sola queja pública.
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