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Varios bancos estadounidenses tienen estrategias que llegan más
lejos que las de los europeos en el control de una parte del mercado de
commodities.
Se trata de JP Morgan, Morgan Stanley y
Goldman Sachs. Por ejemplo, en Estados Unidos, JP Morgan importó 31 millones de barriles de petróleo durante los cuatro primeros meses de 2013. Los bancos estadounidenses son
propietarios de refinerías de petróleo,
centrales eléctricas, redes de
distribución de energía, empresas de
almacenamiento de metales, stock de
productos agrícolas, empresas de
explotación de gas de esquisto…
¿Cómo se llegó a esto? La Fed autorizó
en 2003 al banco universal Citigroup
la compra de la sociedad de corretaje Phibro, alegando que era normal completar
la actividad del banco en el mercado de derivados de commodities con la posesión física de un stock de materias primas (petróleo, granos, gas, minerales, etc.).
En cuanto a Morgan Stanley y Goldman Sachs, que hasta 2008, tenían el estatus
de banco de negocios, desde 1999 y gracias a la ley de reforma bancaria que
completó la abolición de la Glass Steagall Act, pudieron adquirir centrales eléctricas, barcos petroleros
y otras infraestructuras. ¡Y es así como Morgan
Stanley posee gabarras, barcos petroleros, oleoductos, terminales de
petróleo y de gas! Por su parte, JP
Morgan compró la división commodities
de RBS en 2010 por 1.700 millones de dólares, lo que le permitió adquirir 74 naves para almacenar metales, tanto
en el Reino Unidos como en Estados Unidos, mientras que Goldman Sachs tiene 112 de éstas. Ambos bancos poseen en
conjunto más naves de almacenamiento de metales que Glencore (quien posee 179). Tener naves de almacenamiento es fundamental: principalmente en el caso
de una sociedad o un cártel de varias
sociedades (por ejemplo, bancos) que quieren especular con el precio de un
producto reteniéndolo el mayor tiempo posible para hacer subir su precio y
luego deshacerse de éste y hacerlo bajar. Eso es exactamente lo que está
pasando en el mercado del aluminio
desde 2008. Según una investigación llevada a cabo por The New York Times, tras la compra por Goldman Sachs en 2010 de los almacenes de aluminio de Detroit, el tiempo que se debía esperar para que
libraran barras de aluminio pasó de 6 a 16 semanas. Los precios subieron (pese
a que la oferta y el stock de este metal en el mercado mundial habían
aumentado), lo que provocó fuertes reacciones en empresas que, como Coca Cola y la cervecera Miller, son grandes consumidores de aluminio para la
fabricación de sus latas… Sólo con los ingresos del almacenamiento de aluminio en Detroit,
Goldman se embolsó 220 millones de dólares.
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Nueva York.- Emisores de
deuda corporativa high yield latinoamericana e inversores institucionales(
bancos, aseguradoras, fondos de pensiones, fondos de inversiones) inversiones
centralizadas en los commodities, mercado de los bienes primarios (minería,
petróleo, gas, productos agrarios (soja, trigo, maíz), etc.
***
LA BANCA
ESPECULA CON MATERIAS PRIMAS Y ALIMENTOS.
*****
Eric
Toussaint (CADTM) ARGENPRESS.info
Jueves
20 de marzo del 2014.
Mediante
sus actividades de trading,
los bancos son los principales
especuladores en los mercados de contratación directa y a término de materias
primas y de productos agrícolas, puesto que disponen de medios financieros
netamente más grandes que los otros protagonistas en juego. Un corta visita a
la web del Commodity business awards , permite descubrir una lista de bancos y de corredores de bolsa que
tienen un papel de primer orden en el mercado
de commodities - sea el mercado donde los bienes primarios se compran y
venden físicamente o aquel de derivados que tienen como subyacentes las
commodities-.
Entre esos bancos, encontramos casi
siempre a BNP Paribas, Morgan Stanley,
Crédit Suisse, Deutsche Bank y Société General. Algunos van incluso más
allá y se dotan de instrumentos para influir directamente en los stocks de
materias primas. Es el caso del Crédit Suisse, que está asociado a
Glencore-Xstrata, la mayor sociedad mundial de corretaje de materias primas.
Entre los bancos europeos, BNP Paribas es, junto con Deutsche Bank, uno de los
más influyentes en el mercado de commodities, y tiene un papel clave en el
sector de los derivados sobre materias primas.
Varios
bancos estadounidenses
tienen estrategias que llegan más lejos que las de los europeos en el control
de una parte del mercado de commodities. Se trata de JP Morgan, Morgan Stanley y Goldman Sachs. Por ejemplo, en Estados
Unidos, JP Morgan importó 31
millones de barriles de petróleo durante
los cuatro primeros meses de 2013. Los
bancos estadounidenses son propietarios de refinerías de petróleo, centrales eléctricas, redes de distribución de energía, empresas de almacenamiento de metales, stock de productos agrícolas, empresas de explotación de gas de esquisto… ¿Cómo se llegó a esto?
La Fed autorizó en 2003 al banco
universal Citigroup la compra de la
sociedad de corretaje Phibro, alegando que era normal completar la actividad
del banco en el mercado de derivados de commodities
con la posesión física de un stock de materias primas (petróleo, granos, gas, minerales, etc.). En cuanto a Morgan
Stanley y Goldman Sachs, que hasta 2008, tenían el estatus de banco de
negocios, desde 1999 y gracias a la ley de reforma bancaria que completó la abolición
de la Glass Steagall Act, pudieron adquirir centrales eléctricas, barcos petroleros y otras infraestructuras.
¡Y es así como Morgan Stanley posee
gabarras, barcos petroleros, oleoductos, terminales de petróleo y de gas! Por
su parte, JP Morgan compró la
división commodities de RBS en 2010
por 1.700 millones de dólares, lo que le permitió adquirir 74 naves para almacenar metales, tanto en el Reino Unidos como en
Estados Unidos, mientras que Goldman Sachs tiene 112 de éstas. Ambos bancos poseen en conjunto más naves de
almacenamiento de metales que Glencore (quien posee 179). Tener naves de
almacenamiento es fundamental: principalmente en el caso de una sociedad o
un cártel de varias sociedades (por ejemplo, bancos) que quieren especular con
el precio de un producto reteniéndolo el mayor tiempo posible para hacer subir
su precio y luego deshacerse de éste y hacerlo bajar. Eso es exactamente lo que
está pasando en el mercado del aluminio
desde 2008.
Según una investigación llevada a cabo por The New York Times, tras
la compra por Goldman Sachs en 2010 de los almacenes de aluminio de Detroit, el tiempo que se debía esperar para que
libraran barras de aluminio pasó de 6 a 16 semanas. Los precios subieron (pese
a que la oferta y el stock de este metal en el mercado mundial habían
aumentado), lo que provocó fuertes reacciones en empresas que, como Coca Cola y la cervecera Miller, son grandes consumidores de aluminio para la
fabricación de sus latas… Sólo con los ingresos del almacenamiento de aluminio
en Detroit, Goldman se embolsó 220 millones de dólares.
Después de lograr jugosos beneficios
manipulando los precios, los bancos más
notables en el mercado físico de commodities han adoptado una estrategia de
salida. Son tres las razones que los
han empujado en esa dirección. En primer
lugar, las autoridades de control se dieron cuenta de las manipulaciones
que habían llevado a cabo varios bancos. JP Morgan, Barclays y Deutsche Bank
tuvieron que pagar multas por varios asuntos relacionados con la manipulación
del mercado de la electricidad en
California. JP Morgan aceptó pagar
una multa de 410 millones de dólares en este proceso, que todavía no ha
terminado. Las autoridades estadounidenses, bajo la presión de sociedades en
competencia con los bancos y dada la
impopularidad de los banqueros ante el gran público, pensaron seriamente en
limitar las actividades de los bancos en el mercado físico de commodities. En segundo lugar, los beneficios que
obtienen los bancos con sus
actividades en este mercado comenzaron a
bajar desde 2011-2012, ya que los precios de las materias primas tienen
tendencia a disminuir. Y en tercer
lugar, el capital principal (Core Tier 1) requerido para inversiones en las
empresas de corretaje es mayor que en otras inversiones (como, por ejemplo, las
de deuda soberana). De pronto, al tener los bancos que aumentar su ratio de fondos propios/activos ponderados
para continuar en ese negocio, han calculado que era mejor abandonar todo o
parte de sus inversiones en el mercado físico de commodities. Un asunto al que
debemos estar atentos. Por supuesto, los bancos
se mantendrán activos en los mercados de derivados de commodities y en los
segmentos de mercados financieros relacionados con las materias primas. Su
capacidad para perjudicar es y continuará siendo muy considerable si no se
toman medidas radicales.
Estos
bancos son
actores de primer orden en el desarrollo de la burbuja especulativa que se ha
formado en el mercado de commodities.
Cuando estalle, el efecto bumerán provocará nuevos estragos sobre la salud de
los bancos. También se debe tener en cuenta el desastre real, y mucho más
grave, que sufrirán las poblaciones de los países del Sur exportadores de materias primas. El conjunto de los pueblos del
Planeta se verá afectado de una u otra manera.
Volvamos a considerar el papel
fundamental de la especulación en la escalada de los precios de los alimentos y del petróleo en 2007-2008
La
especulación
en los principales mercados de Estados Unidos, donde se negocian los precios mundiales de bienes primarios (productos
agrarios y materias primas) tuvo un papel decisivo en la escalada brutal de los
precios de los alimentos en 2001-2008. Esta alza de precios provocó un aumento
dramático del número de personas con nutrición
deficiente: más de 140 millones en un año. Y más de mil millones de seres humanos (una de cada siete personas) sufren hambre. Quienes generan este
hambre no son francotiradores, sino son los inversores institucionales (los llamados zinzins: bancos, fondos de
pensiones, fondos de inversiones, aseguradoras), las grandes sociedades de
comercialización como Cargill. Los hedge funds también intervinieron, aunque su peso fue bastante inferior al
de los inversores institucionales.
“En el último decenio, América Latina realizó el pasaje del Consenso de
Washington, asentado sobre la valorización financiera y una política
generalizada de privatizaciones, al Consenso de los Commodities, basado en la
extracción y exportación de bienes primarios a gran escala, sin mayor valor
agregado, hacia los países más poderosos”.
***
Michael
W. Masters,
que dirigía desde hacía doce años un hedge fund en Wall Street, explicó
claramente el nefasto papel de esos inversores institucionales en un
testimonio, presentado el 20 de mayo de 2008, ante una comisión del Congreso en
Washington, encargada de investigar el posible rol de la especulación en el alza de precios de los productos básicos. Con
ocasión de esta comparecencia declaró: «Vosotros habéis planteado la pregunta:
¿Contribuyeron los inversores institucionales a la inflación de precios de los
alimentos y la energía? Mi respuesta, inequívocamente, es SÍ». En este testimonio, que sienta cátedra, explica que el aumento de precios de los alimentos y la
energía no se debe a una insuficiente oferta, sino a un aumento brutal de
la demanda proveniente de los nuevos actores en los mercados a término de los bienes primarios (commodities), donde
se negocian los «futuros». En ese mercado, también llamado de contratos a
término, los intervinientes compran la
producción futura: por ejemplo, la próxima cosecha de trigo, el petróleo que se producirá en 6 meses o en 5 años vista,
etc. En el pasado, los principales intervinientes en este tipo de mercado eran
empresas que tenían un interés específico relacionado con su actividad,
respecto a uno de esos bienes primarios.
Podría tratarse, por ejemplo, de una
compañía aérea que compra el petróleo que necesita o una alimentaría que se procura cereales.
Michael W. Masters señala que, en Estados Unidos, los capitales asignados por
los inversores institucionales al segmento «index trading» de bienes primarios
en los mercados a término pasaron de 13.000
millones de dólares a fines de 2003 a 260.000 millones de dólares en marzo de
2008. Los precios de los 25 bienes primarios cotizados en estos mercados subieron el 183 % durante ese mismo
período. También explica que se trata de un mercado limitado, en el que basta
que los inversores institucionales
-tales como los fondos de pensiones o bancos- asignen un 2 % de sus activos para alterar su funcionamiento. En 2004, el valor total de los
contratos de futuros concernientes a 25 bienes primarios se elevaba sólo a
180.000 millones de dólares. Y esto se puede comparar con el mercado mundial de
acciones que era de 44 billones de
dólares, o sea 240 veces más. Michael
W. Masters indica que ese año, los inversores institucionales invirtieron
25.000 millones de dólares en el mercado de futuros, lo que representa el 14 %
de dicho mercado. Nos demuestra que durante el primer trimestre de 2008, los inversores institucionales
aumentaron de manera importante sus inversiones en este mercado: 55.000
millones de dólares en 52 días hábiles. ¡Suficiente
para una brutal escalada de precios!
Los precios de los bienes primarios
en el mercado a término repercuten inmediatamente en los precios corrientes de
esos bienes. Así, cuando los inversores
institucionales compraron cantidades enormes de maíz y trigo en 2007-2008, fue inmediata el alza desmesurada de los
precios de estos productos.
Señalemos que, en 2008, el órgano de control de los mercados a término, la Commodity Futures Trading Commission (CFTC) calculó que los inversores institucionales no podían considerarse especuladores. La CFTC definió los zinzins como participantes comerciales en los mercados («commercial market participants»). Esto le permitía afirmar a esa comisión que la especulación no tenía ningún papel significativo en la escalada de precios. Masters hace una crítica severa de la CFTC, pero es sobre todo Michael Greenberger, profesor de derecho en la universidad de Maryland y director de un departamento de la CFTC de 1997 a 1999 quien, con su testimonio ante la comisión del Senado del 3 de junio de 2008, criticó el laxismo de sus dirigentes, quienes hacen la vista gorda frente a la manipulación de precios de la energía por parte de los inversores institucionales. Y cita una serie de declaraciones de esos dirigentes digna de figurar en una antología de la hipocresía y de la estupidez humana. Según Michael Greenberger, entre el 80% y el 90 % de las transacciones en las bolsas en el sector de la energía de las bolsas estadounidenses son especulativas. Su experiencia y capacidad sobre el tema es indudable.
Señalemos que, en 2008, el órgano de control de los mercados a término, la Commodity Futures Trading Commission (CFTC) calculó que los inversores institucionales no podían considerarse especuladores. La CFTC definió los zinzins como participantes comerciales en los mercados («commercial market participants»). Esto le permitía afirmar a esa comisión que la especulación no tenía ningún papel significativo en la escalada de precios. Masters hace una crítica severa de la CFTC, pero es sobre todo Michael Greenberger, profesor de derecho en la universidad de Maryland y director de un departamento de la CFTC de 1997 a 1999 quien, con su testimonio ante la comisión del Senado del 3 de junio de 2008, criticó el laxismo de sus dirigentes, quienes hacen la vista gorda frente a la manipulación de precios de la energía por parte de los inversores institucionales. Y cita una serie de declaraciones de esos dirigentes digna de figurar en una antología de la hipocresía y de la estupidez humana. Según Michael Greenberger, entre el 80% y el 90 % de las transacciones en las bolsas en el sector de la energía de las bolsas estadounidenses son especulativas. Su experiencia y capacidad sobre el tema es indudable.
El trueque - una costumbre ancestral de intercambio de productos alimentarios (básicamente), hoy constituye una buena alternativa para asegurar la Soberanía alimentaria.
***
El
22 de septiembre de 2008,
en plena tormenta financiera en Estados Unidos, mientras el presidente Bush anunciaba un plan de rescate para
los bancos consistente en inyectarles 700.000 millones de dólares (sin contar
con la enorme liquidez que ya había sido puesta a su disposición), el precio de
la soja sufrió un aumento
especulativo del 61,5 %.
Jacques
Berthelot
señala también el papel crucial que tiene la especulación de la banca en la escalada de los precios agrícolas
mundiales. Pone como ejemplo el banco
belga KBC, que llevó a cabo una campaña publicitaria para vender un nuevo
producto comercial: una inversión para ahorradores en seis materias primas
agrícolas. El fondo de inversión «KBC-Life MI Security Food Prices 3» capta
clientes con un lema cínico: « ¡Sacad
provecho del alza de precios de los productos alimentarios!». Esta
publicidad presenta como una «oportunidad» la «penuria de agua y de tierras
agrícolas explotables», que tiene como consecuencia «una penuria de productos
alimentarios y un alza del precio de los alimentos».
La
justicia estadounidense
piensa que los especuladores están
en su derecho Paul Jorion, en una opinión publicada en Le Monde, cuestiona la
decisión de un tribunal de Washington, que invalidó el 29 de septiembre de 2012
las medidas tomadas por la CFTC «que
tenían por fin limitar el volumen de las posiciones que un interviniente puede
tomar en el mercado a término de materias primas, cuyo objetivo es evitar que
un solo interviniente lo pueda desequilibrar.
Jean Ziegler, ex relator de las Naciones Unidas para el derecho a la alimentación, expresa sin eufemismos:
Jean Ziegler, ex relator de las Naciones Unidas para el derecho a la alimentación, expresa sin eufemismos:
«La crisis financiera de 2007-2008 provocada por el
bandidismo bancario tuvo principalmente dos consecuencias. Primera, los fondos especulativos
(hedge funds) y los grandes bancos se desplazaron después de 2008 hacia los
mercados de bienes primarios, en especial a los de materias primas agrícolas,
abandonando algunos sectores de los mercados financieros. Los precios de los
tres alimentos de base (el maíz, el
arroz y el trigo), que cubren el 75
% del consumo mundial, explotaron. En 18 meses, el precio del maíz aumentó un 93 %, la tonelada de arroz pasó de 105 a 1.100 dólares y la
tonelada de trigo harinero duplicó
su precio desde septiembre de 2012, superando los 271 euros. Esta escalada de
precios genera beneficios astronómicos a los especuladores, pero mata en los barrios miserables a centenas de
miles de mujeres, de niños, de hombres. La segunda consecuencia es la fiebre de los hedge
funds y otros especuladores por las tierras
cultivables del hemisferio sur. Según el Banco Mundial, en 2011, 41 millones de hectáreas de tierras
cultivables fueron acaparadas por fondos de inversiones y multinacionales
únicamente en África. Y el resultado
fue la expulsión de los campesinos.»
En febrero de 2013, en un informe titulado «Esos
bancos que especulan con el hambre», la ONG Oxfam en Francia señaló que los
cuatro principales bancos galos -BNP Paribas; Société Générale; Crédit Agricole
y Natixis (BPCE)- gestionaban para sus clientes, en noviembre de 2012, al menos 18 fondos que
especulaban con materias primas. «Hay dos maneras de especular -explica
Clara Jamart, responsable de seguridad alimentaria en Oxfam Francia- una, tomando posiciones en los mercados
de productos derivados de materias agrícolas; o mediante esos fondos índice, que siguen los precios de las
materias primas agrícolas y los empujan al alza.». La mayoría de esos
fondos fueron creados tras el comienzo de la crisis alimentaria de 2008, con el manifiesto objetivo de obtener
beneficios especulando con alimentos y otras commodities.
En Bruselas, la Red Financiación Alternativa (Réseau Financement Alternatif) también denunció en 2013 la implicación de 6 bancos activos en Bélgica en la especulación con el hambre en el mundo. Cerca de 950 millones de euros provenientes de clientes de bancos belgas sirvieron para especular con las materias primas alimentarias.
En Bruselas, la Red Financiación Alternativa (Réseau Financement Alternatif) también denunció en 2013 la implicación de 6 bancos activos en Bélgica en la especulación con el hambre en el mundo. Cerca de 950 millones de euros provenientes de clientes de bancos belgas sirvieron para especular con las materias primas alimentarias.
Soberanía alimentaria, cultura local, semillas orgánicas (semilla natural, normal) y soberanía alimentaria, representa hoy una alternativa frente a los productos transgénicos - la prepotencia de las transnacionales como Monsanto - y un camino seguro para fortalecer la soberanía alimentaria.
***
Se debe acabar con este orden de
cosas, y ofrecemos 22 propuestas
para establecer una
alternativa a la crisis alimentaria: La Soberanía Alimentaria.
Prohibir la especulación con la alimentación: es un crimen especular con
la vida de la gente y, por tanto, los gobiernos y las instituciones
internacionales deben prohibir las inversiones especulativas con los productos
del agro.
Prohibir los derivados sobre las commodities.
Prohibir a los bancos y a otras sociedades financieras
privadas intervenir en el mercado de commodities. Socializar la banca, bajo control ciudadano, dándole
principalmente como misión la financiación de proyectos agrícolas que
favorezcan la soberanía alimentaria y que dé prioridad a las pequeñas
explotaciones familiares, a las cooperativas y al sector agrícola público.
Establecer o restablecer organizaciones internacionales
para la regulación de mercados
y de producciones de los principales productos de exportación (cárteles de
países productores, por ejemplo, en los sectores del café, del cacao, de los
plátanos, del té, etc.) y garantizar así precios estables en el ámbito
internacional.
Acabar con los planes de ajuste estructural (PAE), que obligan a los
Estados a renunciar a su soberanía alimentaria.
Proscribir el acaparamiento de tierras.
Emprender reformas agrarias globales (por supuesto sobre la
tierra, pero también sobre el agua y las
semillas) para garantizar a los campesinos y campesinas que producen los
alimentos para la población tengan acceso a los recursos agrícolas, y no a las
grandes empresas que producen para la exportación.
Introducir en el derecho internacional -principalmente en el Pacto
Internacional de los derechos económicos, sociales y culturales (PIDESC) - el derecho a la soberanía alimentaria,
para que sea reconocido el derecho de todos los países a desarrollar sus
propias políticas agrícolas y a proteger su agricultura, sin perjudicar a otros
países
Acabar con los mecanismos esclavizantes de la deuda
pública externa o interna,
dominada por los bancos privados, y acabar también con el sometimiento que
sufren las familias campesinas por los prestamistas privados.
Establecer una moratoria para los agrocombustibles
industriales; proscribir los organismos
genéticamente modificados.
Reformar la Política Agrícola Común de la Unión Europea
y la Farm Bill de Estados Unidos, que tienen efectos devastadores sobre el equilibrio de
los mercados agrícolas.
No firmar, y si eso no fuera posible, denunciar los acuerdos de
libre comercio, multilaterales y bilaterales (TLC y APC), que se oponen a la soberanía alimentaria.
Establecer o restablecer las protecciones aduaneras frente a las importaciones
agrícolas
Reconstituir las reservas alimentarias públicas de todos los países.
Restablecer los mecanismos de garantía de los precios agrícolas.
Restablecer los mecanismos de garantía de los precios agrícolas.
Desarrollar políticas de control de la producción para
estabilizar los precios agrícolas.
Controlar el margen de los intermediarios.
La
seguridad alimentaria de todos y todas depende de precios agrícolas
estables, que cubran los gastos de producción y garanticen una remuneración
decente para los productores. El modelo de los precios agrícolas bajos, promovidos
por los gobiernos para aumentar el
consumo de masa de productos manufacturados y de servicios (turismo, diversión, telecomunicaciones, etc.) no es duradero, ni
en el plano social ni en el plano ambiental. Ese modelo beneficia esencialmente
a las grandes empresas del
agrobusiness, a los bancos privados y, al desviar las expectativas democráticas
de las poblaciones hacia el consumo de masa, a las elites políticas y económicas de los países, que confiscan el
poder.
Frente
a las crisis alimentarias y ambientales actuales son indispensables y
urgentes los cambios radicales. Las proposiciones expuestas ofrecen pistas para
políticas agrícolas y comerciales basadas en la soberanía alimentaria y permitirían una estabilización de los
precios agrícolas a unos niveles capaces de asegurar una producción de
alimentos duradera en la gran mayoría de países del mundo.
En
el plano local, conviene agregar:
Sostener la producción agrícola local, especialmente apoyando la
actividad agrícola y facilitando los mecanismos de crédito para los pequeños
productores, hombres y mujeres.
Sostener y desarrollar circuitos de comercialización directos/cortos entre
productores y consumidores con el fin de garantizar precios justos para los
campesinos y asequibles para el consumidor.
Alentar a la población al consumo de productos locales.
Apoyar modos de producción más autónomos con respecto a los insumos
químicos, y así, menos sujetos a las variaciones en los costes de producción (una crianza basada
en la hierba en lugar de en maíz o soja).
Traducido por Griselda Pinero y Raúl Quiroz
*****
Éric
Toussaint,
profesor en la Universidad de Lieja, preside el CADTM Bélgica. Autor, entre
otros, del libro Procès d’un homme exemplaire, Editions Al Dante, Marsella,
2013 ; Una mirada al retrovisor: el neoliberalismo desde sus orígenes hasta la
actualidad, Icaria editorial, Barcelona, 2010. Es también coautor, junto con
Damien Millet del libro AAA, Audit, Annulation, Autre politique, Le Seuil,
París, 2012; La deuda o la vida, Icaria editorial, Barcelona, 2011. Este último
recibió el Premio del libro político concedido por la Feria del libro político
de Lieja.
*****
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