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La
Unión Europea, la zona-euro, España, Grecia, Portugal, Italia (Roma), representan hoy el epicentro de la
crisis estructural del capitalismo.- España en la actualidad es el centro de las movilizaciones y
la protesta mundial contra las consecuencias nefastas,
dramáticas y destructivas de la crisis estructural que acaba con el sistema
capitalista y su modelo financiero-especulativo actual, es además una crisis
civilizatoria. La crisis y sus consecuencias esta demoliendo la sociedad
actual. Pero quienes pagan las
consecuencias directas no son los verdaderos y
únicos responsables de la crisis – como son banqueros, prestamistas,
empresarios, financieros y corporaciones – están pagando por una crisis que no
la originaron y menos son los responsables, los trabajadores, los millones de
despedidos –desempleados y sub-empleados, la juventud, - millones de
desocupados, la más alta de toda Europa -
los profesionales – Maestros, Médicos, Docentes Universitarios, Ingenieros –
que trabajan para el Estado – o son despedidos en miles de miles, o se les recorta drásticamente su salario
hasta el límite de sobrevivir – las amas de casa, los migrantes, los jubilados
y en general los Ciudadanos al ver como
se destruye sus derechos sociales – educación, sanidad, servicios públicos
– no sólo se destruye, sino también se privatiza.
Es una crisis de valores, - estamos
presente en la sociedad
de los anti-valores – es una crisis generalizada de Instituciones –
instituciones que son destruidas directamente por la crisis, otras por haber
sido capturadas totalmente por el gobierno y sus políticas corruptas siguen el
mismo fin y finalmente otras se siguen destruyendo, porque no responden a una sociedad en crisis violenta y menos
representan a un sistema que internamente se han procesado serios y profundos cambios dentro del propio
sistema.
La juventud europea de nuestro tiempo, es directamente la más afectada en sus derechos fundamentales por la crisis estructural y crisis civilizatoria. Las políticas de austeridad, salvataje, ajuste, reajuste, impuestas por La Troika hasta la fecha no encuentra el camino - unos dicen que recién el 2025, puede comenzar con cierta estabilidad - para presentar una salida política a su propia crisis de la cual ellos - banqueros, empresarios, financieros, prestamistas, corporaciones, son los únicos y directos responsables. Sus políticas están "asesinando" a toda una generación.
***
En tiempos de crisis la clase
dominante en sus diversos sectores o grupos se beneficia doblemente:
porque las políticas de salvataje y de
austeridad impuestas por el Estado en la
coyuntura, es con dinero de todos los ciudadanos – los miles de millones de
euros o dólares destina al a los bancos, cajas, seguros, etc. con el argumento de movilizar dinero –
o privatiza los servicios esenciales
como agua, luz, seguridad, etc. o simplemente no invierte desde el Estado y ese dinero lo destina al pago de la
deuda que hoy es muy fuerte y pesada. En
segundo lugar la clase dominante se beneficia y le conviene continuar en
crisis, porque su deuda privada que es muy
gigantesca y propia de las clases dominantes, esta deuda se convierte en deuda pública y es
el Estado el que termina pagando la voluminosa, ilegal y corrupta
deuda, por su puesto con dinero de todos los Ciudadanos, por el camino más fácil y rápido: el endeudamiento y el beneplácito de la de la
Troika y el círculo político-financiero que rodea a la Canciller Alemana..
La deuda sigue creciendo y seguirá
creciendo mientras continúe la crisis, que según los cálculos más favorables,
los españoles tendrán cierto respiro el año 2025, es decir, 12 años más de brutalidad fascista de un
gobierno como del señor Rajoy que a pesar de todas las formas de lucha de
los sindicalistas, juventud, las Regiones y los Ciudadanos en general, pero el
sigue ahí, hablando de política y prometiendo más de lo mismo, que la crisis
pronto termina – incluso ha sido denunciado
por corrupción – y seguirá destruyendo el sistema, las Instituciones, la Democracia y el propio Estado, siempre con el
apoyo absoluto de la Sra. Canciller de Alemania y la Troika política-financiera
gobernante hoy en la Unión Europea, como es el Banco Central Europeo, la Comisión Económica y el Fondo
Monetario Internacional. Finalmente
frente a semejante arbitrariedad, prepotencia y salvajismo de la derecha
europea, sus políticas fascistas y su “bancocracia, - la dictadura de los
bancos - al pueblo, sindicalistas, juventud y los Ciudadanos Europeos, con su lucha permanente, hoy van construyendo una sola salida democrática, frente
a la crisis: La
salida es Política, la Ciudadanía organizada, movilizada y en lucha
diaria tiene la gran oportunidad política, como es el derecho a desobediencia
civil y entrar
en la lucha que hoy se mundializa en democracia, como es la insurgencia social
y política globalizada.
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En definitiva, como
veremos, ni las medidas neoliberales suponen un horizonte que permita
vislumbrar algo diferente a la regresión económica y social que hoy día
contemplamos, ni el proyecto de la Unión Europea –tal y como actualmente está
formulado– parece albergar algo más que la institucionalización de dichos
retrocesos.
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LA CRISIS
ECONÓMICA MUNDIAL: LA UNIÓN EUROPEA EN EL OJO DEL HURACÁN.
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Nacho Álvarez Peralta.
Colectivo Novecento.
Rebelión sábado 1 de febrero del 2014.
En septiembre de 2008
Lehman Brothers se declara en quiebra. La crisis de la economía mundial se
evidencia ya entonces en toda su dimensión. Desde la II Guerra Mundial las
economías desarrolladas no habían sufrido un colapso económico de tal magnitud.
Así, los países de la OCDE experimentan en 2009 un desplome del PIB del -3,6%,
contrayéndose la inversión empresarial en dicha zona un 12,3% y el comercio
mundial un 20%.
Las causas de esta crisis
hunden sus raíces en la especificad del modelo de crecimiento experimentado por
las economías desarrolladas durante las últimas décadas. En la articulación de
dicho modelo jugaron un papel esencial las medidas desplegadas por los
gobiernos y las empresas desde comienzos de los años ochenta.
Estas contrarreformas neoliberales
tenían por objetivo rescatar a la economía mundial de la crisis de rentabilidad
que esta estaba sufriendo en ese momento. Así, el colapso de la ganancia
empresarial en los años setenta —en parte consecuencia de las importantes
luchas obreras de la década de 1960, en parte consecuencia del proceso de
sobreinversión en unas economías con mercados saturados y maduros—, determinará
el inicio de la ofensiva neoliberal. El objetivo no era otro que el de ampliar
los marcos de valorización del capital, mercantilizando nuevos espacios
económicos y cuestionando los “cuerpos extraños” a la lógica de la rentabilidad
(como los servicios públicos o las empresas estatales).
De este modo, ya desde
comienzos de los años ochenta los gobiernos de Ronald Reagan, Margaret Thatcher
y Helmut Kohl comienzan a liberalizar las economías, a desreglamentar los
distintos mercados y a privatizar las empresas y los servicios públicos. Dos
son los resultados principales. Por un lado, se consolida la ralentización
económica durante las décadas siguientes, así como un elevado desempleo. Este
paro masivo explicará, junto con los procesos de flexibilización del mercado de
trabajo, un crecimiento de los salarios inferior al de la productividad y, por
tanto, la progresiva reducción del peso de estos en la renta nacional.
Por otro lado, la
liberalización de los mercados financieros internacionales y la apertura
externa de las economías desmantela el “corsé” que los poderes públicos habían
impuesto a la banca y a los inversores financieros, sentando las bases del
denominado proceso de financiarización. El capital financiero
internacional es capaz de dirigir a partir de ese momento un modelo de
crecimiento que pivota en torno a un patrón de distribución de la renta
favorable a los beneficios empresariales y un drenaje de estos capitales hacia
la esfera financiera en detrimento de la inversión productiva.
Sin embargo, a pesar del
limitado crecimiento económico, las cotizaciones bursátiles se disparan en las
economías de la OCDE durante las décadas de 1990 y 2000, el valor de las
transacciones financieras se multiplica y los activos inmobiliarios se
revalorizan intensamente. Esto es posible gracias al creciente endeudamiento de
millones de empresas y hogares norteamericanos y europeos, que sostienen de
este modo los niveles de consumo y de acceso a la vivienda. Así, el drenaje
hacia el ámbito financiero de los capitales no invertidos en la actividad
productiva —dada la mayor rentabilidad de la primera de estas esferas— conlleva
la formación de enormes burbujas bursátiles y crediticias, divorciándose
temporalmente el valor nominal de los distintos activos de su valor real.
La inestabilidad sistémica
que genera un modelo de crecimiento como este es evidente, en la medida en que
el divorcio entre las esferas productiva y financiera no puede ser sostenible.
Los títulos bursátiles deben estar respaldados por beneficios reales, y los
créditos financieros por ingresos que permitan devolver las deudas. Por ello,
la acumulación de este “capital ficticio” toca a su fin en el momento en el que
alcanza una dimensión tal que impide que los acreedores puedan seguir
ejerciendo con normalidad sus derechos de cobro sobre los deudores. Esto es
precisamente lo que sucede a partir del verano de 2007, momento en el cual la
desvalorización de los “activos ficticios” acumulados sume a las economías
desarrolladas en una intensa “recesión de balances”: los hogares, las empresas
y las instituciones financieras tratan de desendeudarse simultáneamente,
cortocircuitándose con ello el crédito, el consumo, la rentabilidad y la
inversión.
Cuando estalla la crisis el
nivel de endeudamiento de las principales economías del planeta es elevadísimo,
sobre todo en el caso del endeudamiento privado: en 2008 Estados Unidos acumula deuda por valor del 290% de su PIB, Japón alcanza el 460%, Reino Unido el 380%, Alemania el 274%, Francia el 308% y España
el 342%.
Ahora bien, la crisis —a
pesar de tener una dimensión mundial— presenta una significativa particularidad
en Europa. Esto llevará a que el ojo
del huracán de la tormenta económica se sitúe a partir de 2009 en dicho
continente, materializándose la tempestad en ataques a las deudas soberanas de
los países de la periferia y en el propio cuestionamiento del euro.
Las razones que explican que la crisis económica esté siendo más intensa
en la Unión Europea deben buscarse en la propia configuración de la moneda
única, así como en la especificidad del proceso de sobre-endeudamiento privado
en la zona euro.
La
clase dominante, los capitalistas en tiempos de crisis se beneficia totalmente
con las políticas impuestas por los gobernantes de turno, por ello le conviene continuar en crisis, porque su deuda privada que es muy gigantesca y propia de las clases
dominantes, esta deuda se
convierte en deuda pública y es el Estado el que termina pagando la voluminosa,
ilegal y corrupta deuda, por su puesto con dinero de todos los Ciudadanos, por el
camino más fácil y rápido: el endeudamiento para beneplácito de la Troika
y el círculo político-financiero que rodea a la Canciller Alemana.
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La construcción de un mercado unificado y una
moneda común a partir de espacios económicos no
integrados contribuyó a profundizar las asimetrías productivas y comerciales en
esta área. La participación de buena parte de las economías europeas en una
misma zona monetaria facilitó y abarató la financiación privada captada por los
países periféricos (Grecia, Portugal o
España, entre otros), debido a la libertad total de los flujos financieros
intracomunitarios, a la “seguridad” propiciada por una moneda común y a unos
tipos de interés reales muy reducidos fruto de los diferenciales de inflación
entre los distintos países. Estas circunstancias permitieron que apareciesen
economías “impulsadas por la deuda”
(como España), que contribuyeron a dinamizar el limitado crecimiento de
aquellas otras “impulsadas por las exportaciones” (como Alemania). Así, la
moneda común posibilitó una mayor penetración de las exportaciones de los
países centrales (Alemania, Austria, Países Bajos, Finlandia) en el resto de
países, al tiempo que reciclaba los crecientes superávits comerciales de estos
hacia la periferia y contribuía a propiciar burbujas crediticias, inmobiliarias
y bursátiles en este último grupo de economías.
En caso de que no hubiese
existido el euro, estas crecientes
divergencias en las balanzas de pagos intra-europeas no habrían quedado
“invisibilizadas” ni se habrían prolongado tanto. Los mercados financieros, como sucedió en la crisis de 1993,
habrían atacado las monedas nacionales de los países periféricos y estos
habrían tenido que devaluar. El monto de endeudamiento externo acumulado
tampoco habría sido tan elevado. La moneda común contribuyó por tanto a
impulsar la lógica del capital financiero internacional, basada en la creciente
acumulación de capital ficticio antes descrita y, con ello, en una valorización
caracterizada por sus frágiles vínculos con la actividad productiva.
Para hacer frente a esta
crisis la llamada troika —Comisión
Europea, Fondo Monetario Internacional y Banco Central Europeo— diseña la
estrategia que presentamos en el siguiente capítulo, con el objetivo
fundamental de garantizar la estabilidad del euro y de que no se desvaloricen
ni se cuestionen los derechos de cobro de los acreedores.
Las implicaciones políticas
de esta crisis, tanto a escala mundial como europea, son muy significativas. En primer lugar, la profundidad de la
crisis evidencia la insostenibilidad en el tiempo de las “soluciones” que el
sistema capitalista había encontrado a sus problemas de acumulación en la
década de 1970. La crisis actual es
por tanto la crisis del neoliberalismo,
en un contexto en el que el sistema parece no tener ningún otro modelo de
recambio para salir de esta situación.
En segundo lugar, además la crisis revela, en el contexto europeo, la inviabilidad de que una zona monetaria
unificada pueda garantizar la convergencia de las distintas economías que la
integran, o los derechos sociales, en ausencia de un Estado que respalde dicha moneda. El papel histórico del euro no ha sido precisamente el de
garantizar esta convergencia o los derechos sociales a escala europea sino, al
contrario, el de institucionalizar las
medidas neoliberales y, con ello, el permanente cuestionamiento de tales
avances. Este papel se ha agudizado con la crisis hasta extremos antes
inimaginables, como se ha podido comprobar en Grecia.
En definitiva, como
veremos, ni las medidas neoliberales
suponen un horizonte que permita vislumbrar algo diferente a la regresión
económica y social que hoy día contemplamos, ni el proyecto de la Unión Europea –tal y como actualmente
está formulado– parece
albergar algo más que la institucionalización de dichos retrocesos.
Capítulo 1 del libro Lo
llamaban democracia. De la crisis económica al cuestionamiento de un régimen
político (Colectivo Novecento)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de
Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
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