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A tenor de la crisis económica y su relación causal
con la profundización de la crisis ambiental, se ha
evidenciado en los últimas décadas la mayor emergencia de fuerzas sociales
cuestionadoras del modelo económico hegemónico, no siendo, sin embargo, grupos
homogéneos; en muchos casos son
movimientos localistas o espontáneos que pasan por ciclos de ascenso y
descenso social sin necesariamente representar un único colectivo ideológico
progresista alternativo. De hecho son
movimientos y organizaciones de diversa índole: indígenas, ecologistas,
sindicalistas, nacionalistas y otras expresiones de democracia participativa
que pueden coincidir en sus cuestionamientos generales al modelo neoliberal,
pero no necesariamente en sus planteamientos alternativos al mismo. Sus propuestas
implican un mosaico de posiciones ideológicas y políticas, además de
diversas pugnas entre quienes consideran debieran liderar el proceso. De allí
que los activistas más críticos proponen superar
los localismos, articularse y dar el salto en la internacionalización de
las luchas de los pueblos, construyendo una convergencia democrático-popular
en la diversidad a escala mundial. Los movimientos y organizaciones sociales
protestarios, que no siempre confluyen en una
corriente socialista común alterglobalización, emergen no sólo en contextos
políticos de gobiernos de derecha, sino también en los de izquierda como en China, Venezuela, Brasil y Ecuador, para
citar algunos ejemplos, cuyos gobiernos por cierto pueden tener comportamientos
diferenciados frente a la lógica del mercado y al modelo neoliberal, aunque no
necesariamente así en materia ambiental donde más bien predomina un patrón
extractivista de los recursos naturales.
América Latina y el Caribe siguen siendo una de las
regiones más desiguales del mundo, donde la dispar
distribución del ingreso económico de los países afecta el vínculo entre el
nivel de ingreso per cápita y la calidad ambiental, siendo por ende el principal factor negativo sobre el cuidado del
ambiente. Al respecto, establecer políticas regionales y nacionales en
materia económica, social y ambiental implicará para los diferentes países
trascender la inercia burocrática y
tecnocrática neoliberal, y su limitado análisis sobre la evolución de la
economía global y el modelo primario exportador de recursos naturales
(dependiente del mercado), debiendo ir más allá de las medidas populistas de corto plazo y del cálculo político, porque ni
la incertidumbre por la crisis ni el conflicto ambiental ni la insatisfacción
social desaparecerán por sí solos. Se
debe terminar con las expectativas de lucro fácil en la explotación de recursos
naturales en aquellos sectores empresariales, públicos y políticos que
siguen un comportamiento compulsivo tras objetivos perversos de la economía global (lo
que para su racionalidad económica extrema se le conoce como “capitalismo
salvaje”.
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Los Límites del
Desarrollo sostenible a propósito de la racionalidad del capitalismo global.
*****
Walter Chamochumbi.
ALAI. América Latina en
Movimiento.
Viernes 14 de marzo del
2014.
En las últimas décadas la
evolución del concepto-paradigma de desarrollo sostenible, a la par del
desenvolvimiento de la crisis sistémica y la racionalidad del capitalismo
global, constituye hoy una propuesta inviable de alcanzar, excepto como
construcción metafórica de un imposible aceptable(oxímoron del capitalismo
global-desarrollo sostenible), en tanto no se apliquen cambios sustantivos en
las estructuras sistémicas del modelo económico hegemónico, en la
institucionalidad multilateral y en la aplicación de políticas regionales y
nacionales innovadoras e inclusivas en materia social, ambiental y de derechos
fundamentales para un nuevo orden entre los países del norte y del sur.[1]
En la situación actual,
analizando la lógica y arquitectura del modelo económico global, este no
resolverá per se la crisis ambiental ni facilitará la
internalización-instrumentalización de la variable en las políticas, modelos,
planes y procesos de desarrollo en una perspectiva post-extractivista. De hecho
la posibilidad de visionar un modelo alternativo de crecimiento relativo,
redistributivo, socialmente equitativo y compatible con el ambiente, será muy
difícil sino es que improbable mientras no se desestructure la lógica
utilitaria que el modelo económico neoliberal tiene de la naturaleza, además de
su sesgo solipcista en el sentido que cualquier alternativa al mismo es
utópica.
Capitalismo global y libre mercado: algunas paradojas sobre desarrollo y
ambiente.
En los últimos siglos el
capitalismo global ha ido evolucionando como sistema económico, como un modo de
producción, distribución y consumo, como una relación social y un mecanismo de
organización de las relaciones entre sociedades y clases sociales, configurando
diferentes escenarios en función de sus ciclos de crecimiento, decrecimiento y
de crisis, y en esa medida de la prioridad que los gobiernos de los países y
organismos multilaterales vienen diseñando y aplicando en materia de políticas
relativas a mercado, estado y sociedad. Sin embargo, el llamado libre mercado
no se comporta como tal y tampoco de igual forma para los países del norte y
del sur. En efecto el tratamiento es diferenciado, máxime en contexto de
crisis, por lo que hoy es cuestionable la incapacidad del mercado para
regularse a sí mismo, salvo en condiciones excepcionales, siendo mayormente
necesario la intervención gubernamental para corregir sus fallas y
distorsiones.
La globalización asociada
al capitalismo es por naturaleza polarizante, sostiene el economista Samir
Amin, porque produce una desigualdad creciente entre quienes participan del
sistema: “La lógica de la globalización capitalista es la del despliegue de
la dimensión económica a escala mundial y la sumisión de las instancias
políticas e ideológicas a sus exigencias.” Esto lo explica en base a la ley
del valor, propia del capitalismo, que supone la integración de los mercados a
escala mundial pero sólo en dos de sus dimensiones claves: los mercados de
productos y de capital, mientras que los mercados de trabajo permanecen
segmentados. De allí el agravamiento de las desigualdades en el contexto de la
economía mundial actual.
El proceso de gestación y
desarrollo de las formaciones sociales capitalistas es muy complejo y dispar,
pero sobre todo paradójico, porque la integración de las distintas economías
nacionales en un supuesto único mercado capitalista global, presenta múltiples
variantes e imperfecciones en su lógica de estructuración y funcionamiento
sistémico que va muy relacionado con el marco institucional global y
(des)regulatorio creado para tal fin, y en función al rol político de hegemonía
y subordinación de los estados al norte y al sur. Y que también se relaciona
con múltiples eventos ocurridos a través de la historia de la humanidad y que
influyeron en la complejización del escenario global: las crisis cíclicas del capitalismo,
las guerras mundiales, el fin de la guerra fría y la bipolaridad, las guerras
del medio oriente, la crisis energética por agotamiento del petróleo, la
industrialización, la mayor emisión GEI y la contaminación ambiental, la crisis
alimentaria y la desnutrición, etc. Son eventos donde han primado intereses de
orden económico y geopolítico sobre las variables de orden social, ambiental,
cultural y las relativas a soberanía, democracia, libertad y derechos humanos.
Lo que en parte explica los niveles de desarrollo y subdesarrollo de los
países, sus implicancias ambientales, así como la configuración de las
relaciones de hegemonía y dependencia actual.
En las últimas décadas, el
debate mundial entre los partidos políticos y gobiernos de izquierda y de
derecha se viene dando entre ideologías, programas y campos de actuación a
veces ya no tan definidos, sino más bien difusos y en muchos casos pragmáticos.
Es el caso de China que siendo un régimen comunista parece basar el
funcionamiento de sus operaciones económicas internas y las de su comercio
mundial en los principios del mercado. Por lo que existe cierta controversia de
la izquierda y la derecha política mundial de si se debe continuar viendo a
China como una potencia líder antiimperialista o como una potencia
imperialista, o si por su notable crecimiento económico sigue siendo parte del
sur o ya se volvió parte del norte.[2]
Lo cierto es que tanto China como Estados Unidos, que suponen dos modelos
económicos opuestos, hoy en día son los mayores responsables en la emisión de
GEI y el grave problema del calentamiento global y la crisis climática.
Los ciclos de expansión y
contracción de la economía global vienen ocurriendo a costo de la biosfera
finita, por lo que entre las causas generadoras en la aceleración de los
desequilibrios ambientales, se ha encontrado mayor evidencia de la relación:
calentamiento-cambio climático y aumento de las emisiones GEI provocados por el
modelo de desarrollo económico-comercial global y las relaciones de
hegemonía-dependencia de las sociedades de los países industrializados y en
desarrollo.
A tenor de la crisis
económica y su relación causal con la profundización de la crisis ambiental, se
ha evidenciado en los últimas décadas la mayor emergencia de fuerzas sociales
cuestionadoras del modelo económico hegemónico, no siendo, sin embargo, grupos
homogéneos; en muchos casos son movimientos localistas o espontáneos que pasan
por ciclos de ascenso y descenso social sin necesariamente representar un único
colectivo ideológico progresista alternativo. De hecho son movimientos y
organizaciones de diversa índole: indígenas, ecologistas, sindicalistas, nacionalistas
y otras expresiones de democracia participativa que pueden coincidir en sus
cuestionamientos generales al modelo neoliberal, pero no necesariamente en sus
planteamientos alternativos al mismo. Sus propuestas implican un mosaico de
posiciones ideológicas y políticas, además de diversas pugnas entre quienes
consideran debieran liderar el proceso. De allí que los activistas más críticos
proponen superar los localismos, articularse y dar el salto en la
internacionalización de las luchas de los pueblos, construyendo una convergencia democrático-popular en la diversidad a
escala mundial.
“El
ascenso del capitalismo de Estado”; “La vuelta de la mano visible”; “La era del
libre mercado ha llegado a su fin”; “Leviatán vuelve”.
***
Los movimientos y organizaciones sociales protestarios, que no siempre confluyen en una corriente socialista común
alterglobalización, emergen no sólo en contextos políticos de gobiernos de
derecha, sino también en los de izquierda como en China, Venezuela, Brasil y
Ecuador, para citar algunos ejemplos, cuyos gobiernos por cierto pueden tener
comportamientos diferenciados frente a la lógica del mercado y al modelo neoliberal,
aunque no necesariamente así en materia ambiental donde más bien predomina un
patrón extractivista de los recursos naturales.
América Latina y el Caribe
siguen siendo una de las regiones más desiguales del mundo, donde la dispar
distribución del ingreso económico de los países afecta el vínculo entre el
nivel de ingreso per cápita y la calidad ambiental, siendo por ende el
principal factor negativo sobre el cuidado del ambiente. Al respecto,
establecer políticas regionales y nacionales en materia económica, social y
ambiental implicará para los diferentes países trascender la inercia
burocrática y tecnocrática neoliberal, y su limitado análisis sobre la
evolución de la economía global y el modelo primario exportador de recursos
naturales (dependiente del mercado), debiendo ir más allá de las medidas
populistas de corto plazo y del cálculo político, porque ni la incertidumbre
por la crisis ni el conflicto ambiental ni la insatisfacción social
desaparecerán por sí solos. Se debe terminar con las expectativas de lucro
fácil en la explotación de recursos naturales en aquellos sectores
empresariales, públicos y políticos que siguen un comportamiento compulsivo
tras objetivos perversos de la economía global (lo que para su racionalidad
económica extrema se le conoce como “capitalismo salvaje”).[3]
Alternativas de desarrollo en curso: una
aproximación prospectiva.
La construcción de un
modelo de desarrollo alternativo al que impera como expresión del pensamiento
único del capitalismo global, implicará acciones transformadoras desde la
propia sociedad. De ahí la pertinencia de cuestionar al sistema como tal, desde
una posición conceptual, principista y activista, pero, sobre todo, enfatizando
en la dimensión humana y en el legítimo derecho de los pueblos de aspirar a un
mundo mejor.
Un modelo alternativo de
desarrollo supone, siguiendo los postulados de Samir Amin, definir nuevas líneas
de acción para lo que denomina “la desconexión o desvinculación del sistema”.
Concepto que no necesariamente significa autarquía, sino básicamente la
supeditación de las relaciones externas a las necesidades internas. Es decir,
cambiar la lógica de la extraversión por la del autocentramiento. La propuesta
no se desvincula o niega el proceso de globalización -como tal- ni se afinca en
el nacionalismo extremo, sino que, al contrario, propone un avance, un salto
sustantivo en la perspectiva de forjar una globalización alternativa a la
actual que, sin perder de vista lo local, “resulte solidaria, redistribuya la
riqueza, y en especial, restituya el valor de la naturaleza y lo humano”.
Una propuesta alternativa
de desarrollo supone además “un cambio estructural de dos patas” que deben
apoyarse mutuamente para que el proceso avance. La primera patase
refiere a un“cambio estructural externo”, o sea, al reto de un nuevo orden
internacional cuyo fin es romper la dicotomía Centro-Periferia: el Centro
“miniproductor caro y súperconsumidor despilfarrador” y la Periferia
“súperproductor barato y miniconsumidor marginal”. Y la segunda pata se refiere
a un “cambio estructural interno”, es decir, un proyecto de desarrollo de
contenido “democrático popular” que priorice la soberanía y cultura de los
pueblos, así como sus necesidades y aspiraciones internas de desarrollo a las
que deberán supeditarse las relaciones externas.
Se trata entonces de no
sólo cuestionar los enfoques economicistas de desarrollo promovidos desde la
perspectiva occidental de los países del norte, sino que, además, debemos
orientarnos en la construcción de nuevos modelos que potencien la perspectiva del
sur, integrando en un mismo plano multidimensional las variables económica,
social y ambiental con los nuevos elementos de la dimensión cultural, étnica,
ética y la humana. En ese sentido, son importantes los aportes de Amartya Sen
cuando afirma que “la noción de libertad se constituye en un elemento
fundamental e instrumental de los procesos de desarrollo”. También debemos
considerar el rol fundamental que cumplen los derechos humanos en los procesos
de desarrollo y cuidado del ambiente. De allí que incorporar el enfoque de
derechos humanos sobre el grave problema del cambio climático es crucial,
porque las emisiones contaminantes de carbono de los países industrializados
del norte han aumentado y vulneran los derechos de millones de personas, sobre
todo de los países más pobres.
Revertir las condiciones
estructurales de pobreza y desigualdad social mundial requiere mucho más que
ayuda solidaria o cooperación para el desarrollo. Se trata de asumir verdadera
voluntad y compromiso político para cambiar las cosas. Por eso iniciativas de
carácter global como los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la redefinición
de las prioridades de desarrollo para la agenda post 2105 con inclusión,
vulnerabilidad y sostenibilidadson puntos importantes pero insuficientes si no
existe un compromiso político y social de los países para revertir las enormes
disparidades de desarrollo y la crisis ambiental. O sea aquellas condiciones a
las que paradójicamente el progreso del capitalismo global, a costo de su
racionalidad, expansión y proceso de acumulación nos ha conducido.
*****
Walter Chamochumbi
Consultor en Gestión Ambiental y Desarrollo.
[1] “Capitalismo global y desarrollo sostenible: analogía de un nuevo
oxímoron”, artículo de Walter Chamochumbi (2009).
[2] “La crisis global en tiempos de incertidumbres: un debate
inacabado”, artículo de Walter Chamochumbi (2009).
[3] “Recursos naturales y racionalidad económica global: el síndrome
peruano”, artículo de Walter Chamochumbi (2008).
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