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Brasil.- El Movimiento Social de los Sin Tierra.
(MST) el de mayor población y uno de los más antiguos a nivel mundial. Columna vertebral social del Partido de los Trabajadores (PS). Cansados
de tanto ofrecimiento, manipulados en sus aspiraciones de clase, han postergado
tanto tiempo sus reclamaciones, reivindicaciones y derechos, pero siguen esperando el Derecho a la Tierra.
Han cambiado estos días la azada por la palabra y se han desplazado desde
sus asentamientos para teñir con el rojo
de su bandera el centro del poder político brasileño. Son aquellas personas
ninguneadas, como diría el escritor
uruguayo Eduardo Galeano, que gritan
y luchan por la tierra, por la dignidad, por la vida… Bajo el lema “Luchar, construir,
Reforma Agraria Popular”, miles de delegados y delegadas de todos
los rincones de Brasil se dieron cita en la capital para celebrar el VI Congreso Nacional del Movimiento de los
Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), que tuvo lugar entre el 10 y el 14 de
febrero.
Confiaron en "su" Presidente Lula, siguen confiando en ·"su" Presidenta Dilma y su triunfo político fue el triunfo del Movimiento Social de los Sin Tierra. (MST). Hasta cuando seguirán postergando un derecho que les asiste a los millones de los trabajadores sin tierra.
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Este año era
especial porque, coincidiendo con el evento, se celebraban los 30 años del
movimiento. Una amplia delegación internacional de más de 27 países también
participó en las jornadas. En un país
económicamente creciente como Brasil, las injusticias crecen también. El
MST estima que hay entre 150.000 y 400.000 familias viviendo en asentamientos. Son
personas sin tierra, excluidas por un sistema agroalimentario que les ha
obligado a ocupar los terrenos que necesitan para sobrevivir. Dentro de los
asentamientos del MST, sus moradores construyen sus escuelas y talleres,
cultivan sus huertas y crean sus estructuras sindicales. Por eso, cuando son
desalojados por
el Estado, están obligados a marchar a otro lugar donde instalan de nuevo sus
“barracas” de plásticos y madera.
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Treinta (30) años luchando y peleando por un derecho histórico: La Reforma Agraria en Brasil y el Derecho a la tierra de los millones de trabajadores de los sin tierra.
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BRASIL. TREINTA
(30) AÑOS DEL MOVIMIENTO DE LOS SIN TIERRA (MST) Y LA LUCHA POR LA TIERRA.
Reclaman una
aceleración de la Reforma Agraria y un cambio de sistema social y político.
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Manuel Flores.
Diagonal. Martes 18 de
marzo del 2014.
Entre el 10 y el 14 de
febrero, 15.000 campesinos participaron en el VI Congreso Nacional del
Movimiento de los Sin Tierra, que este año coincidía con el trigésimo aniversario
de la organización.
Amanece en un polideportivo
del centro de Brasilia, capital de Brasil, y alrededor de 15.000 campesinos
empiezan otra jornada de lucha. Los niños corretean y hombres y mujeres
charlan, leen o ayudan en tareas de organización. Huele a frijoles, a bollo y a
tierra mojada. Han cambiado estos días la azada por la palabra y se han
desplazado desde sus asentamientos para teñir con el rojo de su bandera el
centro del poder político brasileño. Son aquellas personas ninguneadas, como diría
el escritor uruguayo Eduardo Galeano, que gritan y luchan por la tierra, por la
dignidad, por la vida…
Bajo el lema “Luchar,
construir, Reforma Agraria Popular”, miles de delegados y delegadas de todos
los rincones de Brasil se dieron cita en la capital para celebrar el VI
Congreso Nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST),
que tuvo lugar entre el 10 y el 14 de febrero. Este año era especial porque,
coincidiendo con el evento, se celebraban los 30 años del movimiento. Una
amplia delegación internacional de más de 27 países también participó en las
jornadas.
En un país económicamente
creciente como Brasil, las injusticias crecen también. El MST estima que hay
entre 150.000 y 400.000 familias viviendo en asentamientos. Son personas sin
tierra, excluidas por un sistema agroalimentario que les ha obligado a ocupar
los terrenos que necesitan para sobrevivir. Dentro de los asentamientos del
MST, sus moradores construyen sus escuelas y talleres, cultivan sus huertas y
crean sus estructuras sindicales. Por eso, cuando son desalojados por el
Estado, están obligados a marchar a otro lugar donde instalan de nuevo sus
“barracas” de plásticos y madera.
“El MST está en una
encrucijada. El enemigo ahora es otro. El latifundio continúa pero ahora
también luchamos contra las grandes transnacionales, la banca, el mercado, el
poder judicial…”, aseguraba uno de los delegados. En el año 2013 la
producción de soja en Brasil ocupaba más de 27 millones de hectáreas (más de la
mitad del territorio español) y producía unas 81 millones de toneladas, de
las cuales el 80% son utilizados para la producción de pienso animal y más del
25% es exportado a la UE para la ganadería intensiva. Todo ello hace avanzar la
frontera agrícola capitalista, destruyendo ecosistemas naturales y quitando
terreno a la agricultura familiar.
Desde el año 2000, con el
apogeo económico brasileño, el Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) ha
dejado de lado la reforma agraria. “Venimos a recordar a Dilma [Rousseff,
presidenta de Brasil] que no pararemos hasta que todas las familias tengan una
tierra y un hogar donde vivir”, gritaba un delegado. “La Reforma Agraria
necesita dos grandes cambios”, decía el catedrático Guilherme Delgado, “uno es
un cambio en el uso y propiedad y el otro es la necesidad de redistribuir la
tierra”.
Internamente, el MST
también está en proceso de cambio. El feminismo está cada vez más presente y
existe paridad en el ejecutivo nacional. También se ha apostado por la
agroecología, línea que sigue de la Vía Campesina, organización campesina a
nivel mundial de la cual forma parte el MST. Aun así, se siguen denunciando
agresiones machistas en los asentamientos y rechazo a los colectivos LGTB, así
como una jerarquización excesiva en la organización interna del movimiento
sin tierra.
Uno de los momentos más
importantes del congreso fue la marcha multitudinaria que cubrió de rojo la
capital brasileña. Los asistentes al Congreso del MST reclamaron en la Plaza de
los Tres Poderes y durante el recorrido, que duró más de cinco horas, una
aceleración de la reforma agraria y un cambio de sistema social y político.
Se vivió algún momento de tensión entre los manifestantes y la policía frente
al edificio de trabajo de la presidenta, Dilma Rousseff, que acabó con un
campesino detenido y tres heridos debido al uso de bombas lacrimógenas, pelotas
de goma y espráis de pimienta, por parte de la policía. Al día siguiente,
representantes del MST entregaron a Rousseff, tras un breve encuentro, una
carta con las exigencias del movimiento.
El MST, como movimiento
socialista, aspira a la llegada al poder de los trabajadores. Actualmente
defiende la política de “palo y prosa”, es decir, por un lado negociación con
Gobierno y Estado y por otro lado lucha social en la calle y en el campo y creación
de conflicto. Los delegados y delegadas que han participado en las ponencias
han expresado su profunda preocupación por las agresiones y asesinatos hacia
campesinos a manos de pistoleros contratados por los grandes terratenientes y
policías, que ha dejado más de 1.600 campesinos muertos en estos 30 años de
lucha, hecho que también han denunciado grupos indígenas allí presentes, que
comparten con los campesinos el conflicto por la tierra.
El discurso agroecológico,
a favor de las semillas autóctonas, la lucha contra los agrotóxicos y la
agricultura familiar han estado presentes en todo momento, defendiendo un
modelo de producción familiar, saludable y orgánico, muy lejos de las
políticas del Gobierno de Brasil de apoyo a grandes corporaciones destinadas a
la producción de soja transgénica.
El congreso acabó con miles
de colchones y maletas agolpándose en los autobuses. En un año en el que se
están viviendo numerosas movilizaciones sociales debido a la Copa Mundial de
Fútbol y a las elecciones, los campesinos han venido a reclamar y a luchar por
la tierra. Uno de los líderes del MST en el Estado de Bahía levantó a todo
el Congreso al grito de “la lucha es el único camino para retomar el debate de
la Reforma Agraria, el oxígeno de nuestra lucha es el conflicto y la
resistencia. ¡Luchar… luchar!”. Y así continúan luchando, como en los últimos
30 años, reclamando un pedazo de tierra desde asentamientos en cientos de
rincones de Brasil. Decía Anastácio, un indígena de Mato Grosso, “podrán cortar las
ramas, podrán quemar la copa, pero nunca acabarán con nuestras raíces, porque
son profundas”.
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