domingo, 16 de agosto de 2015

CIPRIANI. LA PARADOJA DEL PLAGIO. LAS ANDANZAS DEL “CARDENAL COPY PASTE”. PLAGIADOR.

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"PLAGIO ESA COJUDEZ" La República.- "Lamento que la brevedad del espacio, me llevó a omitirlas fuentes y reconozco este error" dijo el purpurado Xerox para justificar su grosero pirateo. Y es que gracias a Utero.pe y al escritor José Carlos Yrigoyen nos enteramos que el Cardenal Juan Luis Cipriani le rapiñó unos textos a Ratzinguer y a Pablo VI. Lo cierto es que, con ese par de raterías nos ha quedado la sospecha latente de incluso podrán haber más latrocinios por ahí. Pero en fin como era previsible, Cipriani, además de echarle la culpa a la falta de extensión (que, dicho sea de paso, no fue así porque El Comercio le concedió prácticamente toda una página para su disertación sobre el cristianismo en el Perú), esgrimió que la Tesis que expuso en la mencionada página eran parte del patrimonio de las enseñanzas de la Iglesia Católica y en consecuencia dicho “patrimonio” no tendría propiedad intelectual. Tal cual.

Por su puesto El Comercio que demostró mayor dignidad y honestidad y modestia que el arzobispo limeño lamentó profundamente como correspondía, lo ocurrido con los dos últimos artículos de Cipriani. Y reconoció la incriminatoria evidencia. Y bueno, ya adivinarán. La reacción del cardenal fue un pelín diferente. Pues para Cipriani, la humildad, la autocrítica, el decoro y esas cosas, son palabras huecas, vacías, o carentes de algún sentido. O en su caso, saben a farsa. Por qué ya ven Cipriani es arrogante y pedante para pedir disculpas. Ahora bien sobre el asunto de fondo, para quienes leímos completito el artículo del Cardenal, lo que decía era un disparate temerario y descomunal que lamentablemente muchos comparten en el Perú. Me refiero a la Idea de que la iglesia católica y sus credos deben ejercer influencia sobre la política local”…… Pedro Salinas ( Lo tomo sólo como referencia).

A su tiempo el periodista Augusto Álvarez expresa lo siguiente: “No hay duda, por las reacciones producidas, que más interesante que los plagios del cardenal Juan Luis Cipriani, es la defensa en marcha para salvarlo Así como al Proyecto político al que pertenece. Quién escuche con regularidad su programa radial sabrá que, a diferencia de lo que dicen sus defensores, el cardenal no es justamente una luminaria. Su prédica se suele basar en argumentos mediocres. No estamos ante alguien que destaque por calidad intelectual. Si, en cambio por su vocación política.  El Cardenal Cipriani es para todo efecto práctico, un actor político como se desarrolla en el libro “Cipriani como actor político” Editado por Luis Pásara.

“En su calidad de arzobispo de Lima y Primado del Perú, Cipriani se ha situado como una actor político de primer orden que opina y crítica, adelanta iniciativas y debate acremente sobre los más diversos asuntos, incluidos aquellos de naturaleza estrictamente política, como candidaturas presidenciales, proyectos de Ley y en general políticas públicas”. Además aparte, en el último Tedeum varios se sorprendieron del documento entregado en la catedral como una encuesta que, como un político, pregunta por el desempeño del Cardenal …. ) La República domingo 16 de agosto del 2015. (Tomado como referencia).

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LA PARADOJA DEL PLAGIO.
(Una revisión histórica).
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Oscar Ugarteche.

ALAI AMLATINA, 13/08/2015.- Entre los literatos se han plagiado ideas a lo largo del tiempo.  Hay al menos cuatro Faustos, basados en el Faustbuch de 1597; el de Marlowe (1604), Goethe (1808), Turgenev (1850), y Thomas Mann (1947), por mencionar los autores más citados.  Uno se puede preguntar si la idea de la venta del alma al diablo por amor, dinero y poder plasmada en el Faustbuch de 1597 debería de ser mencionado por cada autor que usa la idea que fue utilizada luego en operas, ballets, poemas, etc.  La idea de Fausto es recreada cada vez.  ¿Es lo mismo recrear que plagiar?  La respuesta es no.  Si un autor o autora (aunque hasta ahora parece ser una actividad masculina) toma exactamente las palabras de otro y las pasa como propias, entonces plagia.

La primera acepción de plagiar en la vigésima tercera edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua dice: “Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”.  Esto remite de inmediato al concepto de verdad.  ¿Es verdad lo que digo yo?  O en realidad lo dice otro y lo repito para que parezca mi verdad, o en realidad es una apariencia.  Si no es mi verdad, ¿por qué la digo?  ¿Eso la convierte en mentira?  Estas son preguntas esenciales que le hacen sobre todo a los portadores de la verdad y a los formadores de conciencias, los que deben de enseñar a distinguir entre la verdad y la mentira; entre lo propio y lo ajeno; entre el bien y el mal.  Estos son desde siempre los maestros y los sacerdotes.  El robo de palabras ajenas, de ideas ajenas, ¿es menos robo que el de un reloj? ¿Que el de una cuenta corriente de una banco?  El asalto a la verdad encontrada ¿es menos asalto que el asalto a un banco?

En el mundo universitario como en el mundo religioso se ha dado la paradoja que los que buscan y defienden la verdad, se han transformado en plagiarios, toman trabajos ajenos y los pasan como propios.  Esta es una expresión de la descomposición de la sociedad contemporánea, urgida de gratificaciones rápidas y no de verdad.  Urgida de dinero y poder, como Fausto, y no de verdad.  Sociedad que le vende su alma al diablo para conseguir aparentar, sociedad que espera la próxima columna de periódico, el próximo libro que permitirá el ascenso universitario, la próxima homilía que permitirá golpear al adversario político.  La religión denigrada y la vida intelectual destrozada en el nombre del premio instantáneo, el poder y el dinero.  Para el sacerdote es la paradoja de su aprendizaje teológico sobre la búsqueda y defensa de la verdad revelada, tanto como para el académico, cuyo cotidiano es la búsqueda permanente de la verdad científica.

Ferrarte Mora dice en su Diccionario de Filosofía, 5ta edición, que “El vocablo 'verdad' se usa primariamente en dos sentidos: para referirse a una proposición y para referirse a una realidad.  En el primer caso se dice de una proposición que es verdadera a diferencia de "falsa".  En el segundo caso se dice de una realidad que es verdadera a diferencia de "aparente", "ilusoria", "irreal", "inexistente", etc.” (884).  La realidad del texto del plagio es ilusoria, no es la expresión de quien plagia sino del plagiado.

Agrega Ferrarte Mora que el sentido de verdad griego difiere del hebreo.  La verdad en el sentido griego tiene que ver con lo permanente frente a lo cambiante.  La verdad se enfrenta a la falsedad, la ilusión, la apariencia en este enfoque.  La verdad en el sentido hebreo es la seguridad, la confianza.  “La verdad de las cosas no es entonces su realidad frente a su apariencia, sino su fidelidad frente a su infidelidad.  Verdadero es, pues, para el hebreo lo que es fiel, lo que cumple o cumplirá su promesa, y por eso Dios es lo único verdadero, porque es lo único realmente fiel” (884).  El plagiario en última instancia es un gran mentiroso.

Por ambas razones los guardianes de la verdad son los maestros y los sacerdotes.  Estos no pueden ser mentirosos bajo ninguna circunstancia.  El descubrimiento en México que una tesis doctoral del Colegio de México era el plagio de otra tesis ya publicada en inglés, y que el joven doctor ascendió como profesor titular en la Universidad Nicolaita de Michoacan, a decano del post grado, ha sido un escándalo en el medio universitario.  En escala de menor a mayor, el descubrimiento que un investigador del nivel máximo del sistema nacional de investigadores de México, cuya beca es perpetua y equivale a un tercio de su ingreso mensual, igualmente había plagiado al menos una obra, llamó la atención a la manera como se promueve la labor científica.  La investigación es la búsqueda de la verdad y el premio máximo debe de ser igualmente para el que mejor lo hace.  Estos investigadores SNI III son los jurados que emiten opinión sobre la obra de jóvenes desconocidos que quieren ingresar al sistema y que son entregadas a ellos para que digan si estos jóvenes merecen o no ser premiados por su nueva obra.

En el pico está un cardenal, en el Perú, que plagió no una sino varias veces sus columnas de periódico.  El defensor máximo contra la mentira y el mal, el portador de la conciencia católica, expresión máxima de los valores católicos en el foro público, quedó atrapado igual que los académicos citados, por la urgencia de publicar.  En este último caso, no para obtener dinero y poder, sino para gozar del poder de la palabra y la jerarquía.  El goce de ejercer el poder político de la palabra, sin que importe más ni la verdad, ni Dios, ni los valores católicos aunque lo que plagie se refiera a esto.

En pocos días estos tres casos han removido al menos el tema de la verdad, la falsedad, la creatividad, y la faustiana venta del alma al diablo por dinero y por poder.  El plagio debe de ser sancionado ejemplarmente siempre, de rey a paje.  Es más transgresor e inadmisible conforme más influencia ejerza el plagiario sobre el íntegro de la sociedad.  El ejemplo que plagiar puede ser efectuado por cualquiera impunemente es un ejemplo nefasto, más nefasto si quien lo da es un formador de conciencias, un buscador de la verdad, un sacerdote de las ideas o la fe.  A los profesores en México sus instituciones los han defenestrado.  Al cardenal peruano le quitaron la columna en el diario donde publicaba.

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México, 13 de agosto de 2015

- Oscar Ugarteche es Investigador del instituto de Investigaciones Económicas UNAM, miembro del SNI/Conacyt, coordinador del proyecto Obela.

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LAS ANDANZAS DEL “CARDENAL COPY PASTE”.
El Archiconservador Obispo de Lima, Perú, plagió al menos a dos Papas.
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Conocido por su estilo intolerante y de confrontación, su facilidad para condenar al prójimo, su apego a los disfrutes del poder, su desprecio público por los derechos humanos, el cardenal Cipriani es, además, un gran plagiador.

Carlos Noriega

Desde Lima Página /12 domingo 16 de agosto del 2015.

Al arzobispo de Lima, el ultraconservador Juan Luis Cipriani, ahora lo llaman “el cardenal copy paste”. Conocido por su estilo intolerante y de confrontación, su facilidad para condenar al prójimo, su apego a los disfrutes del poder, su desprecio público por los derechos humanos, su defensa de importantes políticos y empresarios acusados de corrupción, el cardenal Cipriani suma ahora a esas características nada santas la de plagiador. El arzobispo limeño ha sido descubierto en pecado, robando ideas ajenas para hacerlas pasar como propias en artículos periodísticos firmados por él. Las víctimas de sus plagios son nada menos que dos papas: Paulo VI y Benedicto XVI.

El blog Utero.pe fue el que descubrió los plagios del cardenal. Este blog reveló que en un artículo publicado el pasado domingo 9 en el diario El Comercio, el más importante del país, Cipriani copia párrafos enteros del libro Communio de Benedicto XVI. El religioso peruano introduce algunas modificaciones menores a los párrafos copiados, cambia alguna palabra, pero mantiene inalterable el sentido y las ideas del papa emérito, que hace pasar como propias. Buena parte del artículo “El sentido primaveral de nuestra historia”, firmado por el cardenal peruano, es un plagio a Benedicto XVI.

Descubierto el plagio, estalló el escándalo. Pero la cosa no terminó ahí. Al día siguiente, el mismo blog reveló otro plagio del cardenal. Esta vez la víctima fue el papa Paulo VI. El artículo que copia al fallecido papa había sido publicado también en el diario El Comercio, en mayo de este año. En este artículo, Cipriani ni siquiera se dio el trabajo de mover alguna palabra o una coma del texto plagiado, copió literalmente párrafos completos de la encíclica Ecclesiam Suam, de Paulo VI, y los hizo pasar como suyos.

Puesto al descubierto, Cipriani intentó una explicación, pero terminó hundiéndose más. Envió una carta al diario El Comercio que resultó una justificación delirante de lo ocurrido. Ensayó una insólita defensa diciendo que “la brevedad del espacio me llevó a omitir las fuentes y reconozco este error”. Intentó minimizar el plagio señalando que los textos papales que había copiado sin citar a sus autores eran “patrimonio común de nuestra fe (...) lo que no tiene, por decirlo así, una propiedad intelectual”. La absurda explicación, que no convenció a nadie, terminó siendo tan vergonzosa como el plagio. El Comercio le respondió anunciando que no seguirá publicando los artículos del cuestionado arzobispo de Lima y retirando de su página web los textos del plagio.

Hasta el envío de esta nota, la Iglesia Católica peruana no se había pronunciado sobre el escandaloso plagio a dos papas cometido por su figura de mayor jerarquía. Un importante sector de ella no ve con buenos ojos al arzobispo Cipriani, prominente figura del ultraconservador Opus Dei. Su presencia al frente del único arzobispado del país, desde el cual ha atacado con dureza a los religiosos que muestran un mínimo de progresismo y compromiso social, ha dividido a la Iglesia peruana. La elección del papa Francisco, que le cayó muy mal al cardenal Cipriani, en las antípodas del pensamiento del nuevo Papa, ha debilitado la posición del arzobispo limeño al interior de la Iglesia.

Antes de ser nombrado arzobispo de Lima y primado del Perú por Juan Pablo II en 1999, Cipriani fue obispo de la andina región de Ayacucho en los años de la guerra interna, que tuvo como epicentro esta región. La Comisión de la Verdad y Reconciliación, que investigó el conflicto interno que dejó 69 mil muertos y 16 mil desaparecidos, acusó a Cipriani de haber protegido y bendecido desde su alto cargo eclesiástico las violaciones a los derechos humanos cometidas por las fuerzas de seguridad. En una ocasión, Cipriani declaró que los derechos humanos eran “una cojudez” (peruanismo subido de tono para decir una tontería).

Defensor de la dictadura de Alberto Fujimori, la que respaldó con entusiasmo, ha utilizado el púlpito para pedir la libertad del ex dictador, sentenciado por crímenes de lesa humanidad y corrupción. Políticos y empresarios acusados de corrupción también han merecido su indulgencia. Para quienes no comparten su fundamentalismo conservador sólo tiene duras condenas. Todo lo que suene a progresismo le sabe a herejía. Ha calificado como “espiritualmente enfermos” a los países que han aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo o despenalizado el aborto. De los homosexuales ha dicho que “no están en los planes de Dios”. Acostumbrado a condenar a otros, ahora el cuestionado arzobispo Juan Luis Cipriani, rebautizado como “el cardenal copy paste”, enfrenta la vergüenza del plagio descubierto.

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