"PLAGIO ESA
COJUDEZ" La República.- "Lamento que la brevedad del espacio, me
llevó a omitirlas fuentes y reconozco este error" dijo
el purpurado Xerox para justificar su grosero pirateo. Y es que gracias
a Utero.pe y al escritor José Carlos Yrigoyen nos enteramos que
el Cardenal Juan Luis Cipriani le rapiñó unos textos a Ratzinguer y a Pablo VI. Lo cierto es que, con ese par de raterías
nos ha quedado la sospecha latente de incluso podrán haber más latrocinios por
ahí. Pero en fin como era previsible,
Cipriani, además de echarle la culpa a la falta de extensión (que, dicho
sea de paso, no fue así porque El Comercio le concedió prácticamente toda una
página para su disertación sobre el cristianismo en el Perú), esgrimió que la Tesis que expuso en la mencionada
página eran parte del patrimonio de las enseñanzas de la Iglesia Católica y en
consecuencia dicho “patrimonio” no
tendría propiedad intelectual. Tal cual.
Por su puesto El Comercio que demostró mayor dignidad y honestidad
y modestia que el arzobispo limeño lamentó
profundamente como correspondía, lo ocurrido con los dos últimos artículos de
Cipriani. Y reconoció la incriminatoria evidencia. Y bueno, ya adivinarán. La reacción
del cardenal fue un pelín diferente. Pues
para Cipriani, la humildad, la autocrítica, el decoro y esas cosas, son
palabras huecas, vacías, o carentes de algún sentido. O en su caso, saben a
farsa. Por qué ya ven Cipriani es arrogante y pedante para pedir disculpas.
Ahora bien sobre el asunto de fondo, para quienes leímos completito el artículo
del Cardenal, lo que decía era un disparate temerario y descomunal que
lamentablemente muchos comparten en el Perú. Me refiero a la Idea de que la
iglesia católica y sus credos deben ejercer
influencia sobre la política local”…… Pedro Salinas ( Lo tomo sólo como
referencia).
A su tiempo el periodista
Augusto Álvarez expresa lo siguiente: “No hay duda, por las
reacciones producidas, que más interesante que los plagios del cardenal Juan
Luis Cipriani, es la defensa en marcha para salvarlo Así como al Proyecto
político al que pertenece. Quién escuche
con regularidad su programa radial sabrá que, a diferencia de lo que dicen
sus defensores, el cardenal no es justamente una luminaria. Su prédica se suele
basar en argumentos mediocres. No estamos ante alguien que destaque por calidad
intelectual. Si, en cambio por su vocación política. El
Cardenal Cipriani es para todo efecto práctico, un actor político como se
desarrolla en el libro “Cipriani como actor político” Editado
por Luis Pásara.
“En
su calidad de arzobispo de Lima y Primado del Perú, Cipriani se ha situado como
una actor político de primer orden que opina y crítica, adelanta iniciativas y
debate acremente sobre los más diversos asuntos, incluidos aquellos de
naturaleza estrictamente política, como candidaturas presidenciales, proyectos
de Ley y en general políticas públicas”. Además
aparte, en el último Tedeum varios se sorprendieron del documento entregado
en la catedral como una encuesta que, como un político, pregunta por el
desempeño del Cardenal …. ) La República domingo 16 de agosto del 2015. (Tomado como
referencia).
/////
LA PARADOJA DEL
PLAGIO.
(Una revisión
histórica).
*****
Oscar
Ugarteche.
ALAI AMLATINA, 13/08/2015.- Entre los literatos se
han plagiado ideas a lo largo del tiempo. Hay al menos cuatro Faustos,
basados en el Faustbuch de 1597; el de Marlowe (1604), Goethe (1808), Turgenev
(1850), y Thomas Mann (1947), por mencionar los autores más citados. Uno
se puede preguntar si la idea de la venta del alma al diablo por amor, dinero y
poder plasmada en el Faustbuch de 1597 debería de ser mencionado por cada autor
que usa la idea que fue utilizada luego en operas, ballets, poemas, etc.
La idea de Fausto es recreada cada vez. ¿Es lo mismo recrear que
plagiar? La respuesta es no. Si un autor o autora (aunque hasta
ahora parece ser una actividad masculina) toma exactamente las palabras de otro
y las pasa como propias, entonces plagia.
La primera acepción de plagiar en la vigésima tercera edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua dice: “Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”. Esto remite de inmediato al concepto de verdad. ¿Es verdad lo que digo yo? O en realidad lo dice otro y lo repito para que parezca mi verdad, o en realidad es una apariencia. Si no es mi verdad, ¿por qué la digo? ¿Eso la convierte en mentira? Estas son preguntas esenciales que le hacen sobre todo a los portadores de la verdad y a los formadores de conciencias, los que deben de enseñar a distinguir entre la verdad y la mentira; entre lo propio y lo ajeno; entre el bien y el mal. Estos son desde siempre los maestros y los sacerdotes. El robo de palabras ajenas, de ideas ajenas, ¿es menos robo que el de un reloj? ¿Que el de una cuenta corriente de una banco? El asalto a la verdad encontrada ¿es menos asalto que el asalto a un banco?
La primera acepción de plagiar en la vigésima tercera edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua dice: “Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”. Esto remite de inmediato al concepto de verdad. ¿Es verdad lo que digo yo? O en realidad lo dice otro y lo repito para que parezca mi verdad, o en realidad es una apariencia. Si no es mi verdad, ¿por qué la digo? ¿Eso la convierte en mentira? Estas son preguntas esenciales que le hacen sobre todo a los portadores de la verdad y a los formadores de conciencias, los que deben de enseñar a distinguir entre la verdad y la mentira; entre lo propio y lo ajeno; entre el bien y el mal. Estos son desde siempre los maestros y los sacerdotes. El robo de palabras ajenas, de ideas ajenas, ¿es menos robo que el de un reloj? ¿Que el de una cuenta corriente de una banco? El asalto a la verdad encontrada ¿es menos asalto que el asalto a un banco?
En el mundo universitario
como en el mundo religioso se ha dado la paradoja que los que buscan y
defienden la verdad, se han transformado en plagiarios, toman trabajos ajenos y
los pasan como propios. Esta es una expresión de la descomposición de la
sociedad contemporánea, urgida de gratificaciones rápidas y no de verdad.
Urgida de dinero y poder, como Fausto, y no de verdad. Sociedad que le
vende su alma al diablo para conseguir aparentar, sociedad que espera la
próxima columna de periódico, el próximo libro que permitirá el ascenso
universitario, la próxima homilía que permitirá golpear al adversario
político. La religión denigrada y la vida intelectual destrozada en el
nombre del premio instantáneo, el poder y el dinero. Para el sacerdote es
la paradoja de su aprendizaje teológico sobre la búsqueda y defensa de la
verdad revelada, tanto como para el académico, cuyo cotidiano es la búsqueda
permanente de la verdad científica.
Ferrarte Mora dice en su
Diccionario de Filosofía, 5ta edición, que “El vocablo 'verdad' se usa
primariamente en dos sentidos: para referirse a una proposición y para
referirse a una realidad. En el primer caso se dice de una proposición
que es verdadera a diferencia de "falsa". En el segundo caso se
dice de una realidad que es verdadera a diferencia de "aparente",
"ilusoria", "irreal", "inexistente", etc.”
(884). La realidad del texto del plagio es ilusoria, no es la expresión
de quien plagia sino del plagiado.
Agrega Ferrarte Mora que
el sentido de verdad griego difiere del hebreo. La verdad en el sentido
griego tiene que ver con lo permanente frente a lo cambiante. La verdad
se enfrenta a la falsedad, la ilusión, la apariencia en este enfoque. La
verdad en el sentido hebreo es la seguridad, la confianza. “La verdad de
las cosas no es entonces su realidad frente a su apariencia, sino su fidelidad
frente a su infidelidad. Verdadero es, pues, para el hebreo lo que es
fiel, lo que cumple o cumplirá su promesa, y por eso Dios es lo único
verdadero, porque es lo único realmente fiel” (884). El plagiario en
última instancia es un gran mentiroso.
Por ambas razones los
guardianes de la verdad son los maestros y los sacerdotes. Estos no
pueden ser mentirosos bajo ninguna circunstancia. El descubrimiento en
México que una tesis doctoral del Colegio de México era el plagio de otra tesis
ya publicada en inglés, y que el joven doctor ascendió como profesor titular en
la Universidad Nicolaita de Michoacan, a decano del post grado, ha sido un
escándalo en el medio universitario. En escala de menor a mayor, el
descubrimiento que un investigador del nivel máximo del sistema nacional de
investigadores de México, cuya beca es perpetua y equivale a un tercio de su
ingreso mensual, igualmente había plagiado al menos una obra, llamó la atención
a la manera como se promueve la labor científica. La investigación es la
búsqueda de la verdad y el premio máximo debe de ser igualmente para el que
mejor lo hace. Estos investigadores SNI III son los jurados que emiten
opinión sobre la obra de jóvenes desconocidos que quieren ingresar al sistema y
que son entregadas a ellos para que digan si estos jóvenes merecen o no ser
premiados por su nueva obra.
En el pico está un
cardenal, en el Perú, que plagió no una sino varias veces sus columnas de
periódico. El defensor máximo contra la mentira y el mal, el portador de
la conciencia católica, expresión máxima de los valores católicos en el foro
público, quedó atrapado igual que los académicos citados, por la urgencia de
publicar. En este último caso, no para obtener dinero y poder, sino para
gozar del poder de la palabra y la jerarquía. El goce de ejercer el poder
político de la palabra, sin que importe más ni la verdad, ni Dios, ni los
valores católicos aunque lo que plagie se refiera a esto.
En pocos días estos tres
casos han removido al menos el tema de la verdad, la falsedad, la creatividad,
y la faustiana venta del alma al diablo por dinero y por poder. El plagio
debe de ser sancionado ejemplarmente siempre, de rey a paje. Es más
transgresor e inadmisible conforme más influencia ejerza el plagiario sobre el
íntegro de la sociedad. El ejemplo que plagiar puede ser efectuado por
cualquiera impunemente es un ejemplo nefasto, más nefasto si quien lo da es un
formador de conciencias, un buscador de la verdad, un sacerdote de las ideas o
la fe. A los profesores en México sus
instituciones los han defenestrado. Al cardenal peruano le quitaron la
columna en el diario donde publicaba.
*****
México, 13 de agosto de 2015
- Oscar Ugarteche es Investigador del instituto de
Investigaciones Económicas UNAM, miembro del SNI/Conacyt, coordinador del
proyecto Obela.
*****
LAS ANDANZAS
DEL “CARDENAL COPY PASTE”.
El
Archiconservador Obispo de Lima, Perú, plagió al menos a dos Papas.
*****
Conocido por su estilo intolerante y de confrontación, su
facilidad para condenar al prójimo, su apego a los disfrutes del poder, su
desprecio público por los derechos humanos, el cardenal Cipriani es, además, un
gran plagiador.
Carlos Noriega
Desde Lima Página /12 domingo 16 de agosto del 2015.
Al arzobispo de Lima, el ultraconservador Juan Luis
Cipriani, ahora lo llaman “el cardenal copy paste”. Conocido por su estilo
intolerante y de confrontación, su facilidad para condenar al prójimo, su apego
a los disfrutes del poder, su desprecio público por los derechos humanos, su
defensa de importantes políticos y empresarios acusados de corrupción, el
cardenal Cipriani suma ahora a esas características nada santas la de
plagiador. El arzobispo limeño ha sido descubierto en pecado, robando ideas
ajenas para hacerlas pasar como propias en artículos periodísticos firmados por
él. Las víctimas de sus plagios son nada menos que dos papas: Paulo VI y
Benedicto XVI.
El blog Utero.pe fue el que descubrió los plagios del cardenal.
Este blog reveló que en un artículo publicado el pasado domingo 9 en el diario
El Comercio, el más importante del país, Cipriani copia párrafos enteros del
libro Communio de Benedicto XVI. El religioso peruano introduce algunas
modificaciones menores a los párrafos copiados, cambia alguna palabra, pero
mantiene inalterable el sentido y las ideas del papa emérito, que hace pasar
como propias. Buena parte del artículo “El sentido primaveral de nuestra
historia”, firmado por el cardenal peruano, es un plagio a Benedicto XVI.
Descubierto el plagio, estalló el escándalo. Pero la cosa
no terminó ahí. Al día siguiente, el mismo blog reveló otro plagio del
cardenal. Esta vez la víctima fue el papa Paulo VI. El artículo que copia al
fallecido papa había sido publicado también en el diario El Comercio, en mayo
de este año. En este artículo, Cipriani ni siquiera se dio el trabajo de mover
alguna palabra o una coma del texto plagiado, copió literalmente párrafos
completos de la encíclica Ecclesiam Suam, de Paulo VI, y los hizo pasar como
suyos.
Puesto al descubierto, Cipriani intentó una explicación,
pero terminó hundiéndose más. Envió una carta al diario El Comercio que resultó
una justificación delirante de lo ocurrido. Ensayó una insólita defensa
diciendo que “la brevedad del espacio me llevó a omitir las fuentes y reconozco
este error”. Intentó minimizar el plagio señalando que los textos papales que
había copiado sin citar a sus autores eran “patrimonio común de nuestra fe
(...) lo que no tiene, por decirlo así, una propiedad intelectual”. La absurda
explicación, que no convenció a nadie, terminó siendo tan vergonzosa como el
plagio. El Comercio le respondió anunciando que no seguirá publicando los
artículos del cuestionado arzobispo de Lima y retirando de su página web los
textos del plagio.
Hasta el envío de esta nota, la Iglesia Católica peruana
no se había pronunciado sobre el escandaloso plagio a dos papas cometido por su
figura de mayor jerarquía. Un importante sector de ella no ve con buenos ojos
al arzobispo Cipriani, prominente figura del ultraconservador Opus Dei. Su
presencia al frente del único arzobispado del país, desde el cual ha atacado
con dureza a los religiosos que muestran un mínimo de progresismo y compromiso
social, ha dividido a la Iglesia peruana. La elección del papa Francisco, que
le cayó muy mal al cardenal Cipriani, en las antípodas del pensamiento del
nuevo Papa, ha debilitado la posición del arzobispo limeño al interior de la
Iglesia.
Antes de ser nombrado arzobispo de Lima y primado del
Perú por Juan Pablo II en 1999, Cipriani fue obispo de la andina región de
Ayacucho en los años de la guerra interna, que tuvo como epicentro esta región.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación, que investigó el conflicto interno
que dejó 69 mil muertos y 16 mil desaparecidos, acusó a Cipriani de haber
protegido y bendecido desde su alto cargo eclesiástico las violaciones a los
derechos humanos cometidas por las fuerzas de seguridad. En una ocasión,
Cipriani declaró que los derechos humanos eran “una cojudez” (peruanismo subido
de tono para decir una tontería).
Defensor de la dictadura de Alberto Fujimori, la que
respaldó con entusiasmo, ha utilizado el púlpito para pedir la libertad del ex
dictador, sentenciado por crímenes de lesa humanidad y corrupción. Políticos y
empresarios acusados de corrupción también han merecido su indulgencia. Para
quienes no comparten su fundamentalismo conservador sólo tiene duras condenas.
Todo lo que suene a progresismo le sabe a herejía. Ha calificado como “espiritualmente
enfermos” a los países que han aprobado el matrimonio entre personas del mismo
sexo o despenalizado el aborto. De los homosexuales ha dicho que “no están en
los planes de Dios”. Acostumbrado a condenar a otros, ahora el cuestionado
arzobispo Juan Luis Cipriani, rebautizado como “el
cardenal copy paste”, enfrenta la vergüenza del plagio descubierto.
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