Muestra del dinamismo chino,
cuando entre el 2000 y el 2008, las importaciones
aumentaron un 403% y sus
exportaciones en 474%, lo que
aceleró la actividad de las materias primas apuntadas antes, procedentes sobre
todo de los países “emergentes”, entre
ellos Latinoamérica, Asia y África. La bursatilización de las economías occidentales, sumado a las
contradicciones internas donde los mercados internos están abandonados, no hay
generación de empleos porque no hay crédito, mucho menos salarios apuntan
porque el desempleo es atroz. En tanto los economistas
chinos están cambiando el eje hacia el bienestar de su población, hacia el consumo interno. Las
economías del capitalismo neoliberal
han fortalecido a los especuladores, a los operadores de casino. Por lo mismo
la llamada “primera” economía no se
recupera; o marcha a saltos, al ritmo que le impone la ruleta. La devaluación
del yuan tenderá a recuperar el dinamismo económico, aparte que ajusta su
moneda a los precios de mercado. Los vecinos están molestos, pero se recuperarán
pronto. Mas eso volvió loco a los occidentales. Las
reacciones todavía pueden generar algunas sorpresas. Puede ser ¡el principio
del fin!
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YUAN CHINO, ¿ PRINCIPIO DEL FIN?.
*****
Salvador
González Briceño.
Rebelión
jueves 20 de agosto del 2015.
Dos
principios de física elemental: a)
cuando se está a punto de perder el equilibrio cualquier pretexto sirve para
que un cuerpo ceda ante la gravedad; b)
en gravedad cero un simple soplo es suficiente para acelerar un cuerpo
cualquiera, en la dirección contraria.
Y
extrapolándolos al terreno de la economía, vale decir: la economía mundial está
a un tris de perder el equilibrio, el que tenga (¡sic!) a estas alturas del
partido y; cualquier impulso puede hacerla caer orillándola al desastre, porque
hay mediciones que son cercanas a las del crack
de 1929. Se dice fácil pero es complicado; además con amplias posibilidades
de volverse realidad en poco tiempo.
Claro
que los ajustes del yuan que ha emprendido el Banco Popular de China (BPCh) al devaluar la moneda frente al dólar
—el 11 de agosto anunció un 1.9% menos, pero en dos días queda en 6.33 yuanes con respecto al dólar
estadounidense—, son apenas una medida preventiva de uso corriente;
es decir, aplicable por cualquier país en circunstancias similares. Lo que
causa zozobra es que se trata del principal motor de la economía mundial.
Veamos.
La caída de la economía china, que estuvo sustentada en inversiones a
infraestructura a partir de 2008, es
el saldo de la desaceleración económica
global que presionó sus exportaciones a la baja y a la caída de sus
importaciones. Ambos cambios le pegan, primero a los chinos por la falta de
compradores sólidos —lo que se refleja en el PIB—; segundo a los países
productores de materias primas que dejan de vender.
Sólo
después de que el BPCh intentó
algunas medidas sin éxito (como bajar tasa de interés de referencia y
exigencias crediticias para destinar mayor capital a la producción; o estímulos
fiscales hasta por un 12% del PIB), optó por una devaluación, lo que ha creado
una sacudida de los mercados internacionales. De ahí la caída de productos como
el molibdeno (endurecedor de
metales), hierro, el níquel, acero,
platina, entre otros que siguen siendo los activos de la industria; una
situación que pone en jaque a los inversionistas que le apostaron a la extracción minera, por ejemplo. Ni qué
decir del petróleo, que también
decrece en su demanda, lo que se puede medir en la recaída del modelo esquisto
del mercado estadounidense, también con grandes pérdidas.
Pero
no únicamente en las materias primas, como en los tipos de cambio y las
cotizaciones de las monedas con respecto al dólar. Es decir, que la devaluación del yuan con respecto al
dólar, así no sea mayor al 5%, le
pega a los tipos de cambio de los países occidentales, a las bolsas del mundo y
al propio dólar estadounidense que lo lleva a un fortalecimiento, que resulta
contrario a sus exportaciones.
Por
tanto, la devaluación del yuan es
una mala señal para Occidente. Pero no es tanto un derivado de la acción china
como del tipo de economías de occidente, que están basadas más en un sistema
financiero altamente volátil, o en burbujas especulativas alentadas
desde las grandes bolsas de valores, que en las economías reales que resultan
un desastre. De ahí el pánico.
Por
eso se dice que los bancos centrales
están perdiendo el control de la situación, y que los mercados de valores (¡de
crédito!) están desesperados por encontrar el piso en las tasas, como es el
caso de la libor (una
tasa de referencia diaria del mercado interbancario, que sirve a los bancos
centrales para ofertar fondos “no asegurados” a otros bancos), que se ha movido
en los últimos 12 meses.
En
pocas palabras, si la situación china está causando estragos es sobre todo por
la fragilidad de la economía mundial.
Y bastó un solo indicador, un yuan a
la baja, para que brotara la corrosión de los países como EUA bajo de la alfombra. Hay otro problema. Para los socios de EUA un dólar “fuerte” por su
apreciación con respecto a las demás divisas, les pega en su situación interna.
Es el caso de Latinoamérica.
Sobre
todo porque la “fortaleza” se debe a la volatilidad
que genera el intervencionismo de la Reserva Federal (la llamada
flexibilización cuantitativa), cuando está probado que eso afecta negativamente
a la economía capitalista mundial, como se ve en el Reino Unido donde la tendencia alcista del mercado sigue desde 2009
y su economía está en plena decadencia deflacionista, el mismo caso de Japón.
La
bursatilización de las economías occidentales tiene a los países y a los
gobiernos a un tris de la debacle. Los estadounidenses no
quieren perder la hegemonía global por ningún motivo, pero no tienen mucho qué
hacer frente a su propia situación económica y ante China. La cuestión es compleja para Occidente; se parece al
principio del fin, pues está a un soplo de dragón.
La
situación económica decadente avanza en
EUA, que experimenta una situación similar a la debacle del 29. Tiene una deuda pública superior a los 18 billones de
dólares —o el 103% del PIB—, el pago de intereses sobre la deuda de 230 mil
millones de dólares, o donde cada ciudadano debe pagar 56,714 dólares. Por
cierto que creció un 70% durante el
gobierno de Obama. Los principales acreedores son China y Japón. El primero con 1.3
billones de dólares, el segundo con un 1.14
billones invertidos en bonos del Tesoro. ¿Pero cuál “tesoro” si las arcas están
vacías? ¿En dónde está el dinero? En septiembre vuelve el problema para el
Presidente y el Congreso, de avalar un nuevo tope de endeudamiento.
Bastaría
que los acreedores le cobren su inversión en bonos del Tesoro para ponerlo a
temblar. Recordemos que en materia económica la supremacía china en el mercado mundial repuntó a partir de la crisis económica
de 2008-2009, cuando comenzó un
dinamismo acelerado superando a la economía estadounidense. Pero ya entre 2006-2013, por ejemplo, cuando EUA era
el principal socio comercial de 127
países comparado con los 70 de China,
el último año las cifras se invirtieron en proporción de 124 a 76.
Muestra
del dinamismo chino, cuando entre el 2000 y el 2008, las importaciones
aumentaron un 403% y sus
exportaciones en 474%, lo que
aceleró la actividad de las materias primas apuntadas antes, procedentes sobre
todo de los países “emergentes”, entre ellos Latinoamérica, Asia y África.
La
bursatilización de las economías occidentales, sumado a las contradicciones
internas donde los mercados internos están abandonados, no hay generación de
empleos porque no hay crédito, mucho menos salarios apuntan porque el desempleo
es atroz. En tanto los economistas
chinos están cambiando el eje hacia el bienestar de su población, hacia el consumo interno.
Las
economías del capitalismo neoliberal han fortalecido a los especuladores, a los
operadores de casino. Por lo mismo la llamada “primera” economía no se recupera; o marcha a saltos, al ritmo que
le impone la ruleta. La devaluación del yuan tenderá a recuperar el dinamismo
económico, aparte que ajusta su moneda a los precios de mercado. Los vecinos
están molestos, pero se recuperarán pronto. Mas eso volvió loco a los
occidentales. Las reacciones todavía pueden generar
algunas sorpresas. Puede ser ¡el principio del fin!.
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