El
cuestionamiento más ácido provino de un socio del Reino Unido en la Unión
Europea (UE), el ministro de Justicia e Inmigración de Suecia, Morgan
Johansson. “Suecia está aceptando entre mil y dos mil inmigrantes por semana. El
Reino Unido no está asumiendo la responsabilidad que le corresponde”, indicó Johansson. Los números imigratorios europeos respaldan al
ministro sueco y refutan el papel de víctima y blanco fácil de caóticos
“enjambres humanos” que buscan proyectar las autoridades británicas para
justificar las medidas anunciadas. En
los primeros cuatro meses del año, unas 250 mil personas solicitaron asilo
político a un país de la Unión Europea: menos de 10 mil (un 3 por ciento)
lo buscaron en el Reino Unido (que tiene más del 10 por ciento de la población
europea). Según las Naciones Unidas,
hay un total de 250 mil refugiados en Francia: más del doble que en el Reino
Unido. La realidad es que, en una
sociedad que ha derechizado su discurso, el gobierno británico mezcla
deliberadamente asilo político, inmigración
ilegal económica y lo que sucede en Calais. “La inmensa mayoría de los
inmigrantes ilegales son gente que llegó normalmente al Reino Unido y se quedó
después de que venciera su visa para trabajar en un restaurante o montar un
negocio. No es alguien de Eritrea
que trepa al techo de un camión en Calais para ver si puede ingresar en el
país”, señala
Jonathan Portes, director del National Institute of Economic and Social
Research.
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CAMERON, MÁS DURO CON LOS MIGRANTES.
Reino Unido obliga a los propietarios que
alquilan a expulsar a los extranjeros sin papeles.
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El gobierno
británico amenaza con cinco años de prisión a aquellos que alquilen sus casas a
extranjeros sin verificar su situación legal. Se suma a la construcción de
nuevas vallas de seguridad y despliegue de guardias en la frontera.
Marcelo Justo
Desde Londres martes 4 de agosto
del 2015.
@El primer ministro
David Cameron se ganó la condena de medio mundo al calificar como “enjambres o
plagas” humanas (swarms) a los inmigrantes ilegales que desde la costa francesa
de Calais intentan cruzar al Reino Unido. Las Naciones Unidas, el gobierno
sueco, la Iglesia Anglicana, grupos de derechos humanos y la oposición en
Westminster calificaron la retórica de “inhumana”, “incendiaria” u
“oportunista”. Impertérrito, el gobierno conservador respondió ayer con un
endurecimiento mayor de las medidas para lidiar con los inmigrantes que
diariamente buscan cruzar el Canal de la Mancha.
A la construcción
de nuevas vallas de seguridad, el despliegue de más guardias, cámaras de
vigilancia y perros adiestrados en la frontera, el ministro de Comunidades Greg
Clark añadió ayer que los propietarios que alquilasen a extranjeros sin
verificar su situación legal o que no echaran a la calle a los que no tuvieran
sus papeles en regla se exponían a cinco años de cárcel. “Vamos a perseguir con
todo el peso de la ley a los propietarios que hacen dinero con la inmigración
ilegal socavando nuestro sistema inmigratorio”, señaló el ministro. Según el
canciller Phillip Hammond, “el gobierno está empezando a controlar esta crisis
y los inmigrantes ilegales están disminuyendo”.
Muchos
conservadores, el partido antieuropeo UKIP y hasta sectores de la policía
británica han pedido la intervención del ejército y la utilización de unidades
especiales de los gurkas para la caza de inmigrantes ilegales. El gobierno,
reelecto en mayo con una plataforma dura en el tema, ha rechazado esa
posibilidad, pero ha endurecido su retórica para mostrar que el Reino Unido no
es un soft spot de fácil acceso y vida subvencionada por el Estado. En su última
intervención, el pasado jueves, poco antes de irse de vacaciones, Cameron subió
los decibeles hasta rozar un racismo colonial. “Hay enjambres humanos que
cruzan toda Europa buscando una vida mejor y quieren venir a Gran Bretaña
porque tiene una economía vibrante, muchos empleos y es un lugar increíble para
vivir”, señaló.
Acto deliberado o
traición del inconsciente, la connotación insectificante del término swarms
usado por el primer ministro causó una ola de rechazo. Dos días antes, un
sudanés de 25 años había perdido la vida arrollado por un camión que estaba
ingresando al túnel que atraviesa el Canal de la Mancha: la novena muerte en un
mes. En nombre de la Iglesia Anglicana, el obispo de Dover, Trevor Willmott,
exhortó este domingo al primer ministro a bajar el tono de sus intervenciones.
“Nos estamos convirtiendo en un mundo crecientemente intolerante. Tenemos que
redescubrir lo que significa ser humanos”, dijo.
El cuestionamiento
más ácido provino de un socio del Reino Unido en la Unión Europea (UE), el
ministro de Justicia e Inmigración de Suecia, Morgan Johansson. “Suecia está
aceptando entre mil y dos mil inmigrantes por semana. El Reino Unido no está
asumiendo la responsabilidad que le corresponde”, indicó Johansson.
Los números
imigratorios europeos respaldan al ministro sueco y refutan el papel de víctima
y blanco fácil de caóticos “enjambres humanos” que buscan proyectar las
autoridades británicas para justificar las medidas anunciadas. En los primeros
cuatro meses del año, unas 250 mil personas solicitaron asilo político a un
país de la Unión Europea: menos de 10 mil (un 3 por ciento) lo buscaron en el
Reino Unido (que tiene más del 10 por ciento de la población europea). Según
las Naciones Unidas, hay un total de 250 mil refugiados en Francia: más del
doble que en el Reino Unido.
La realidad es que,
en una sociedad que ha derechizado su discurso, el gobierno británico mezcla
deliberadamente asilo político, inmigración ilegal económica y lo que sucede en
Calais. “La inmensa mayoría de los inmigrantes ilegales son gente que llegó
normalmente al Reino Unido y se quedó después de que venciera su visa para
trabajar en un restaurante o montar un negocio. No es alguien de Eritrea que
trepa al techo de un camión en Calais para ver si puede ingresar en el país”,
señala Jonathan Portes, director del National Institute of Economic and Social
Research.
El problema del
gobierno es que cuando llegó al poder, en 2010, prometió reducir la migración
neta a menos de 100 mil personas por año. Lejos de lograrlo, los números se han
disparado a más de 300 mil. La inmensa mayoría son inmigrantes económicos, sea
de otros países de la Unión Europea (legales) o del planeta (con o sin permiso
de estadía).
La única manera de
seguir proyectando una imagen de firmeza es con pronunciamientos de mano dura
ante los inmigrantes que se concentran en Calais, en su mayoría provenientes de
Siria, Afganistán, Irak, Eritrea y Sudán, todos países inmersos en guerras
civiles o bajo gobiernos dictatoriales.
Como la hipocresía
es el homenaje del vicio a la virtud, el discurso oficial conservador nunca se
olvida de recordar la “noble tradición británica” de asilo político desde las
revoluciones europeas del siglo XIX al nazismo o los convulsionados ’70. En la
práctica, la ministra del Interior, Theresa May, aspirante a suceder a Cameron,
ha señalado abiertamente que los refugiados de un país como Eritrea son
económicos y no políticos, a pesar de que las Naciones Unidas ha publicado un
documento de 500 páginas sobre la “violación sistemática y absoluta de los
derechos humanos” bajo el gobierno de Isaias Afwerku que, entre otras cosas,
tiene un sistema de conscripción obligatorio para toda la población, masculina
o femenina, que según las organizaciones de derechos humanos los convierte en
población esclava.
En Calais los
testimonios de la gran mayoría son contundentes. Uno de los refugiados
africanos le comentó al dominical británico The Observer que prefería esas
carpas precarias en que se aloja a volver a su país. “No quiero morir, no
quiero matar a nadie. No me importa quedarme acá para siempre. Por lo menos acá no
hay armas, no hay muertes.”
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