Hoy, en Cuba vive un pueblo
cuya conciencia se ha convertido en voluntad, su voluntad en inteligencia y su
inteligencia en organización. Y si semejante afirmación
parece exagerada piénsese por qué Cuba,
no sólo ha logrado resistir durante más de medio siglo el bloqueo y las
numerosas agresiones de que ha sido objeto, sino en este año de 2015 en que todos los países del
mundo son capitalistas, y en que ya todos los que fueron o se dijeron
socialistas han restaurado abierta y hasta agresivamente el capitalismo, Cuba es el único que sobrevive en medio de
esa tragedia humana. Y es que la Revolución Cubana, lejos de ser la última
marxista-leninista (ya debemos acostumbrarnos) es la primera de un nuevo tipo
de revoluciones que inició el “26 de Julio”. En ella, no fue sólo un decir
que José Martí
es el autor intelectual de la Revolución Cubana; es el impulsor
histórico de la actual moral de lucha y
cooperación, y de coherencia impresionante entre lo que se dice y se hace.
La moral fuerza es, además, una fuente motriz que a partir del
pensar de los actores, en lucha por su propio país, los lleva a seguir aquel
otro precepto de inmenso valor: el de “Patria
es Humanidad”. Al postularlo enriquece el enlace del internacionalismo
proletario y la
inmensa cultura en que destacan Marx, Lenin, el Che y, a la cabeza ayer y hoy,
el propio Fidel.
/////
PABLO GONZÁLEZ CASANOVA:
CUBA ES HUMANIDAD.
Dr. en Sociología y ex Rector de la UNAM.
*****
Pablo
González Casanova. *
ALAI.
América Latina en Movimiento.
Miércoles
26 de agosto del 2015.
Entre
los muchos problemas que enfrentamos a nivel mundial se encuentra el fin del
cruel bloqueo de Cuba por Estados Unidos –un bloqueo que duró más de cincuenta
años-. La reanudación de relaciones diplomáticas, familiares, turísticas,
comerciales, culturales y financieras entre ambos países nos provoca una mezcla
de júbilo por el cese de la agresiva medida y una natural preocupación sobre la
mejor forma de seguir construyendo y luchando por la libertad, el socialismo y
la emancipación.
Los
avances de Cuba durante estos cincuenta años son por todo el mundo reconocidos.
En medio del cerco y los incesantes asedios del imperio, la pequeña Isla del
Caribe logró uno de los primeros lugares en la lucha contra la desigualdad y
por la seguridad social; alcanzó los más altos índices de alfabetización y
escolaridad, realizó la más profunda reforma agraria y dio uno de los más
fuertes apoyos económicos y técnicos a los agricultores y trabajadores del
campo; consiguió una reducción óptima del desempleo; redujo la criminalidad de
delitos del orden común y dio un grado de seguridad interna a sus habitantes,
poco común en otros países; alcanzó altos niveles en la educación universitaria
así como en la preparación de técnicos, ingenieros, médicos y otros
profesionales; impulsó las artes y las ciencias y realizó numerosos
descubrimientos científicos reconocidos a nivel internacional, sobre todo en el
terreno biológico y en la medicina. Música, ballet, teatro, cine y otras bellas
artes, así como innumerables deportes, merecieron un fuerte impulso del Estado.
Pero
si todos esos logros son innegables y realmente impresionantes, desde el punto
de vista de la emancipación humana, para muchos no son de creer.
Hoy,
en Cuba vive un pueblo cuya conciencia se ha convertido en voluntad, su
voluntad en inteligencia y su inteligencia en organización. Y si semejante
afirmación parece exagerada piénsese por qué Cuba, no sólo ha logrado resistir
durante más de medio siglo el bloqueo y las numerosas agresiones de que ha sido
objeto, sino en este año de 2015 en que todos los países del mundo son
capitalistas, y en que ya todos los que fueron o se dijeron socialistas han
restaurado abierta y hasta agresivamente el capitalismo, Cuba es el único que
sobrevive en medio de esa tragedia humana. Y es que la Revolución Cubana, lejos
de ser la última marxista-leninista (ya debemos acostumbrarnos) es la primera
de un nuevo tipo de revoluciones que inició el “26 de Julio”. En ella, no fue
sólo un decir que José Martí es el autor intelectual de la Revolución Cubana;
es el impulsor histórico de la actual moral de lucha y cooperación, y de
coherencia impresionante entre lo que se dice y se hace.
La
moral fuerza es, además, una fuente motriz que a partir del pensar de los
actores, en lucha por su propio país, los lleva a seguir aquel otro precepto de
inmenso valor: el de “Patria es Humanidad”. Al postularlo enriquece el enlace
del internacionalismo proletario y la inmensa cultura en que destacan Marx,
Lenin, el Che y, a la cabeza ayer y hoy, el propio Fidel.
De
la junta de humanismos surge una manifestación Latinoamericana del socialismo,
que entre sus variadas fuentes cuenta con el liberalismo radical y otros
humanismos que incluyen al Padre Varela y al humanismo cristiano que más tarde,
y por su parte, se expresa en la teología de la liberación. Esa es la realidad,
si nos dejamos de mitos y de dogmas; esa es la esperanza, si ahora repensamos
lo que pasó y por lo que se luchó y consideramos lo que puede pasar, y por lo
que se debe luchar.
Los
hechos son ciertos y las propuestas vienen de un futuro que ya llegó. El futuro
que entrevemos nos permite explorar el qué hacer y el cómo hacerlo. Primero nos
lleva a fijarnos en el momento que vivimos y a reparar en la política que sigue
el complejo empresarial-militar-político y mediático de Estados Unidos de
Norteamérica. De inmediato advertimos que en este mismo momento Estados Unidos
está pasando más y más a la ofensiva en su proyecto globalizador neoliberal.
Sus triunfos son innegables en la Unión Europea, donde ya es el jefe militar de
la OTAN y en que con la lógica de “la eficiencia” hace que los Jefes de Estado
impulsen por sentido común las empresas de la paz y la guerra, e impongan más y
más la política neoliberal de la “acumulación por desposesión” o saqueo, que
Estados Unidos encabeza.
Día
a día más obsecuentes y sujetos a Estados Unidos. Los países dominantes en la
Unión Europea no sólo se pliegan a su creciente fuerza financiera, militar,
política y mediática, sino que destruyen su propio proyecto de una Europa Unida
con sus presiones sobre Italia y España y su cruel maltrato de Grecia.
Desconocimiento
y descalificación de la democracia en Grecia, acaban de convalidar su
inexorable imperio financiero sobre los países endeudados a quienes habían ya
impuesto una política fiscal, financiera y monetaria que los llevaba al abismo
de la deuda pública y a romper el compromiso de mantener un equilibrio
presupuestal. Su creciente asedio a los partidos que proponen una política
socialdemócrata está desprestigiando a éstos de tal manera que al “fin de las
ideologías” se añade cada vez más el fin de los partidos que luchan por
resolver los problemas sociales y nacionales y no cumplen en nada. Que esa
responsabilidad es atribuible a la propia Europa y a sus clases dominantes,
desde la tristemente famosa Thatcher mal llamada dama de hierro, no cabe duda,
pero que seguir esa política primero impulsada por Estados Unidos con Pinochet
en Chile, nos presenta un panorama en que el predominio de Estados Unidos es
cada vez mayor, y en que ante el desprestigio de los partidos con membrete de
izquierda tiende a suceder --entre los desheredados, los pequeños propietarios
y el “Lumpen”--el predominio de nuevos líderes y clientelas neofascistas, como
ya ocurre en Francia y se manifiesta cada vez más en Estados Unidos.
En
medio de una crisis a la vez financiera, económica, ideológica y política –en
que no deja de tener un peso inmenso la restauración del capitalismo en Rusia y
China, los demás países gran “campo socialista” y los gobiernos de la
Trilateral y de Bandung-, los proyectos globalizadores adquieren un carácter
particularmente violento con la resistencia que muestra Rusia a ser tratada
como si fuera una república bananera y hace alarde para ello de su inmenso
poderío nuclear.
Lejos
de detenerse, la política de la globalización continúa y juega con el
individualismo y con la lucha de clases para su cosecha. El “individualismo”,
el clientelismo, el particularismo, el sectarismo constituyen un arma de muchos
filos capaz de destruir las luchas de liberación y las de la clase obrera y los
pueblos despojados y oprimidos o, las más amplias de los pueblos por sus
soberanía y las de los trabajadores que se limitan a la defensa de sus
derechos, o las de las de las comunidades por sus territorios y su autonomía, o
las más antiguas por la Patria Chica, la Patria Grande y la Humanidad, a las
que dividen y enfrentan para vencerlas.
Parecida
fuerza a la del individualismo tiene otra arma que en términos genéricos es la
corrupción. En ella destacan la colusión, la cooptación, el soborno, el
cohecho, el mercado negro y sus mercaderes de mayoreo, y hasta llega a quienes
usan la economía informal para resolver problemas apremiantes que los llevan a
ceder y comprar artículos de primera necesidad y que no por ello dejan de
desmoralizar a una parte de la población que tiene parecidas carencias y menos
o ningún recurso. La profusa y seductora publicidad que al mismo tiempo hace la
sociedad de consumo –sin aclarar que del mismo sólo goza una mínima parte de la
población- llega a despertar sueños ilusos sobre todo entre los jóvenes que no
vieron ni vivieron la inmensa miseria en que estaba Cuba antes de la
Revolución, y la que vive la inmensa mayoría de la humanidad. La publicidad
-con el individualismo y la corrupción-, es la mejor arma del Complejo
empresarial militar.
Allí
no queda todo. La globalización neoliberal está extendiendo y acentuando el uso
de otra de sus armas principales: la privatización.
La
privatización es −como el individualismo y la corrupción− un arma de muchos
filos que se utiliza en formas abiertas y encubiertas, legales e ilegales, y en
este momento hegemónicas entre los dirigentes de los complejos y corporaciones
dominantes, y en los asociados a ellos y sus subalternos, o que dependen de
ellos y dominan en todos los continentes del mundo.
Los
promotores y protectores de la privatización, en este mismo momento, están
proyectando −con los gobiernos de cincuenta países− aumentar todavía más el
poder y la propiedad de los señores y dueños que tienen como móvil la
maximización de utilidades y riquezas. Según la prensa, los gobiernos de
cincuenta países se están reuniendo en secreto para elaborar un plan de
privatización de todas las actividades económicas a su alcance. Quieren llevar
al máximo y a la organización global un proyecto de por sí ya muy avanzado: que
las corporaciones tengan a su cargo toda la producción, la distribución, el
intercambio, los servicios y el consumo que en el mundo existe.
Imaginar
cómo sería un mundo así sería pensar en un inmenso quiebre histórico en que
sobre la contradicción entre las fuerzas y las relaciones de producción se
montaría la contradicción entre las fuerzas de represión y las relaciones de
represión, fenómeno que de por sí ya se está dando con la construcción de
soldados que son robots y que tienen capacidad de distinguir (eso piensan sus
productores) a quienes deben eliminar y a quienes deben respetar e incluso
defender.
Pero
no es necesario imaginar semejantes peligros para reconocer aquéllos a que ya
nos enfrentamos y de que hay amplias y repetidas pruebas. No me refiero sólo al
cambio climático y sus consecuencias para la vida en la Tierra, ni sólo me
refiero a la gran cantidad de bombas nucleares y sistemas de lanzamiento que
numerosos países tienen con muchos de sus gobernantes y ayudantes que rezuman
una creciente cultura del odio, del sectarismo racial, religioso, machista,
sádico, xenófobo, por lo demás bien armado y bien provisto de municiones y
sustancias letales cuyos productores y proveedores gozan de buena salud y bella
vida.
Todo
ocurre en medio de supuestas religiones que ni sus rituales cumplen ni sus
sagrarios dejan a salvo. Se da con un terrorismo natural y comercial que al
amparo de las corporaciones y gobiernos rinde beneficios billonarios de que las
huestes no gozan, empeñadas como están en destruirse unas a otras y en destruir
sobre todo pueblos, presas, calles, casas, ciudades y zonas arqueológicas de
sus propios antepasados.
Esos
horrores acostumbrados, y muchos más, que hasta los científicos y especialistas
de las comisiones intergubernamentales convalidan, son mirados e incluso
negados, de la manera más irresponsable que quepa imaginar, por los ideólogos y
apologistas del sistema y por sus víctimas subalternas en quienes también
domina una especie de patología cognitiva, que hasta los lleva a perseguir, con
todos los descalificativos, y por todos los medios a su alcance a quienes no
ven como inevitable el ecocidio antropogénico que amenaza la vida en la Tierra.
Crisis
ecológica y crisis social plantean la inminente necesidad de otra organización
del trabajo y de la vida en el mundo, en que no predomine la lógica y la
cultura de la maximización de utilidades y riquezas sino la que en busca de la
libertad humana se desarrolló desde los inicios del capitalismo mercantil y
usurario, y en la cultura, desde el Renacimiento y la Ilustración hasta el
nuevo pensamiento revolucionario, que con Cuba y los Zapatistas, encabeza hoy
en Roma el Papa Francisco, y que es cultivada cada vez más por esa juventud que
empezó a andar en l968 y a la que hereda la que hoy no sólo va a prever el
futuro sino va a vivir el futuro.
Es
en estas condiciones como se advierte que Cuba no debe limitarse a una cultura
de la resistencia, sino desempeñar como Estado Nación, un doble papel mundial
que ningún otro país puede realizar, y es, en primer lugar, el de ser la sede
de encuentros entre las fuerzas que luchan en su tierra por un mundo mejor y
que no por haber recurrido a las formas violentas porque les niegan el derecho
de luchar en formas pacíficas, dejan de estar dispuestas a negociar y a
defender en formas pacíficas el interés general de comunidades, ciudadanos,
pueblos y trabajadores. La experiencia cubana en ese terreno –así como en la resistencia
y construcción del socialismo y sobre todo la verdadera democracia y soberanía
de esa nación- hace de ella la Isla de la Tierra más adecuada para dar
hospitalidad a semejantes tareas.
A
la enorme capacidad que tiene Cuba para contribuir a resolver ese proyecto se
añade otro no menos sino igual o más importante. En Cuba puede darse la última
tabla de salvación para la vida humana y emprender la creación de un organismo
autónomo mundial en que los expertos más destacados y responsables de las variadas
posiciones críticas y científicas que existen en el mundo diseñen los modelos
de una transición pacífica a un modelo de organización de la vida y el trabajo
que asegure la vida en la tierra y aleje los actuales peligros de destrucción
de la biósfera y del ecocidio.
Que
semejantes proyectos suenen a pura ilusión, ingenuidad y utopía es un juicio
digno de reconsiderar ahora que se acaba un cruel bloqueo que duró más de medio
siglo y más de veinte años de la restauración mundial de países que se decían
socialistas y cuyos dirigentes han llevado a cabo la acumulación primitiva más
cuantiosa de toda la historia.
Que
la revolución cubana es del todo diferente es algo que no se necesita probar
porque ya se probó. Sus nuevas relaciones con Estados Unidos se dan sin que la
doblaran ni la quebraran.
Es
hora de la utopía, del proyecto que no parece realista y que es el único que
puede salvar --con la libertad-- la vida en nuestro planeta. Toda la historia
de la emancipación y de la humanidad ha empezado con utopías. Esta no será la
excepción.
Las
utopías abrieron metas sin saber cómo seguir. Por eso y para pensar qué hacer y
cómo hacer es necesario por lo pronto luchar por la paz y prepararse para la
guerra defensiva, por si acaso. Y hacerlo sin esas divisiones de intereses que hicieron
perder a Espartaco.
*****
-
Pablo González Casanova es Ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM).
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario