En el Perú, las relaciones sociales y las
tradiciones, ¿Son complejos? NO. Es una visión correcta en un momento. Es una
fotografía de 1881. Cuando González
Prada ve Lima llena de indígenas, traídos a la fuerza para pelear en San
Juan de Miraflores, y ve a la república hacerse pedazos porque no funciona, él
dice que el verdadero Perú está en la sierra. Entonces, empieza esta
construcción de la sierra, de lo andino, del pasado prehispánico. Para
entender la realidad del Perú, ¿hace falta salir de Lima? Mi vida
cambió porque yo, nacido en el Rímac, opté por ir a vivir al Cusco y después a
Puno. No creo que hubiera escrito algo sin esa experiencia. Algo más
importante: creo que en este país hay muchísima gente que está totalmente
convencida que el Perú del futuro se va a construir desde las regiones. A mí no me asombraría que estos núcleos,
que hoy aparecen vinculados al folclore, se politicen, para que surja en el
Perú una visión regional, ya no en términos de reclamo político, sino en lo
cultural.
¿Qué se puede entender en el Perú por
revolución? .- En el siglo XX, el concepto de revolución fue lo que
le dio a los proyectos políticos de izquierda el gran horizonte. Pero era un
concepto importado. Las peleas de mi época eran a partir de la estrategia
revolucionaria. El debate entre Haya y
Mariátegui fue en torno a eso. El debate de la lucha armada, también. El
paso siguiente era decir cuáles eran los actores. Al responder eso, Mariátegui dijo que era el campesinado indígena,
al cual conocía por unos cuantos. Cuánto pudo conocer Mariátegui, si tuvo una
vida muy corta. ¿Por qué no se apela al sentido común? Siempre estamos entre
ideologías, que a veces suelen ser extremas. Creo que hay una
respuesta que requiere varias aproximaciones. Una de ellas: que la naturaleza
de los debates del siglo XX estaban formulados ideológicamente. Cuando tú
empezabas a hacer política en el Perú, en
Chile, la referencia al mundo ideológico era casi inevitable, sobre todo
después de las guerras mundiales. Eso era una segunda piel de los debates
políticos. Cuando Fukuyama hablaba del
fin de la Historia, hablaba de eso. Al decir eso estaba dando una pista interesante: podemos
empezar a discutir fuera del marco ideológico.
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JOSÉ LUIS RÉNIQUE: "LA REPÚBLICA SE
FUNDÓ SOBRE UNA NACIÓN EXHAUSTA".
*****
El Historiador peruano radicado en Estados Unidos,
estuvo en Lima para presentar dos libros que explican el Perú que fue.
La República
26 de agosto del 2015.
Hablar de historia con José Luis Rénique (Lima, 1952) es caminar por una pendiente, llegar a
lo más alto y descender a lo más crudo de los hechos. Y eso también lo refleja
en sus libros. Estuvo en Lima para presentar dos: "Incendiar la
pradera" (La siniestra ensayos) e "Imaginar la nación" (IEP).
Vive en Estados Unidos desde 1989, pero regresa una vez al año. Cuenta que
Franklin Pease le alentó a escribir y que tuvo como jefe a José Matos Mar,
quien falleció el pasado 7 de agosto. En esta charla entre dos generaciones, él
no hace alarde que la suya sea la mejor, pero tampoco que esta sea la
peor.
¿Por qué siempre se tienden puentes en política y
nunca se llega a nada concreto? ¿Por qué todos quieren solamente ganar y no que
ganemos todos?
Porque, y esto es algo que se ha dicho una y mil
veces, el Perú es un país muy fragmentado. Los proyectos nacionales en el Perú
tuvieron que asentarse en capa tras capa; en una fragmentación que empieza
desde lo geográfico, lo lingüístico, étnico, y encima una política de
administración colonial que jugó con eso. Era la manera de darle alguna
gobernabilidad a un conjunto que los proyectos prehispánicos habían manejado
con categorías andinas, pero ahora tenían que manejar con categorías
exportadoras, explotación minera, etc. Entonces, el juego de fragmenta lo
máximo posible, de establecer redes jerárquicas, que funcionan -como decía
Cotler- cimentadas en los triángulos sin base, a lo largo del territorio
peruano, hace que el legado que recibimos nosotros sea de increíble
segmentación. Nuestra cultura está creada así. Y por eso quizás hemos producido
estos grandes personajes que han tenido que inventar para entendernos como un
conjunto.
El divide et impera.
Claro. Eso es solo una parte. Digamos, tú lo puedes
reconocer en (Francisco de) Toledo y la política colonizadora. Es el sustrato
mismo. ¿Cuáles son los momentos de unidad administrativa en Los Andes? Son
gobiernos despóticos. Piensa en los trabajos de María Rostworowski, del mismo
Franklin Pease, de la estructura incaica. Es el reconocimiento de lo local,
cooptación de las estructuras locales en un esquema mayor, donde la ideología
de gobierno era una reproducción ampliada de la ideología local...
...Del centro.
Exacto. Cuando tú tienes una política
administrativa de unificación del espacio que después será el Perú, cuyo eje es
el tributo, entonces introduces un elemento de perversión que hace que todas
estas divisiones se conviertan en un puñal. Ya no en el factor de reproducción,
de lo comunitario, sino en una extorsión, en un tipo de depredación humana que
deja a esta nación exhausta, que sobre eso se funda la república, con ideales
liberales, hasta que la guerra con Chile le pone a la ciudad letrada la complejidad
del país en las narices.
¿Por qué la izquierda siempre representa la canasta
de buenas intenciones? Porque a veces no pasa de eso.
Yo hago una distinción que considero importante en
este libro: la tradición radical e izquierda. Obviamente, mucha gente lee este
libro como una historia de la izquierda, pero yo digo que no lo es. Lo que digo
es que así como puedes hablar de tradición radical, también puedes hablar de
tradición aprista. Es el sustrato "natural" donde se tiene que instalar
los proyectos de izquierda. Entonces, el trabajo es cómo nos afincamos en esta
tradición para ordeñarla, hacerla nuestra, reclamarnos como los portavoces de
esa tradición, crear un vehículo donde entre la mayor parte de los explotados
y, eventualmente, tomar el poder. Pero ¿qué sucede? Esta tradición radical
tiene una especie de trampa. Se va agotando, en la medida que el país
evoluciona al compás de su estructura agroexportadora, porque determina un
vaciamiento de la sierra hacia la costa. En cambio, la otra tradición radical
apela al verdadero Perú, al campo sano, virginal, prometedor, innovador, ahí
están nuestras raíces porque Lima es lo colonial, porque Lima es lo
extranjero.
¿Son complejos?
No. Es una visión correcta en un momento. Es una
fotografía de 1881. Cuando González Prada ve Lima llena de indígenas, traídos a
la fuerza para pelear en San Juan de Miraflores, y ve a la república hacerse
pedazos porque no funciona, él dice que el verdadero Perú está en la sierra.
Entonces, empieza esta construcción de la sierra, de lo andino, del pasado
prehispánico.
Para entender la realidad del Perú, ¿hace falta
salir de Lima?
Mi vida cambió porque yo, nacido en el Rímac, opté
por ir a vivir al Cusco y después a Puno. No creo que hubiera escrito algo sin
esa experiencia. Algo más importante: creo que en este país hay muchísima gente
que está totalmente convencida que el Perú del futuro se va a construir desde
las regiones. A mí no me asombraría que estos núcleos, que hoy aparecen
vinculados al folclore, se politicen, para que surja en el Perú una visión
regional, ya no en términos de reclamo político, sino en lo cultural.
¿Qué se puede entender en el Perú por
revolución?
En el siglo XX, el concepto de revolución fue lo
que le dio a los proyectos políticos de izquierda el gran horizonte. Pero era
un concepto importado. Las peleas de mi época eran a partir de la estrategia
revolucionaria. El debate entre Haya y Mariátegui fue en torno a eso. El debate
de la lucha armada, también. El paso siguiente era decir cuáles eran los
actores. Al responder eso, Mariátegui dijo que era el campesinado indígena, al
cual conocía por unos cuantos. Cuánto pudo conocer Mariátegui, si tuvo una vida
muy corta.
¿Por qué no se apela al sentido común? Siempre
estamos entre ideologías, que a veces suelen ser extremas.
Creo que hay una respuesta que requiere varias
aproximaciones. Una de ellas: que la naturaleza de los debates del siglo XX
estaban formulados ideológicamente. Cuando tú empezabas a hacer política en el
Perú, en Chile, la referencia al mundo ideológico era casi inevitable, sobre
todo después de las guerras mundiales. Eso era una segunda piel de los debates
políticos. Cuando Fukuyama hablaba del fin de la Historia, hablaba de eso. Al
decir eso estaba dando una pista interesante: podemos empezar a discutir fuera
del marco ideológico.
¿Debe ser siempre derecha o izquierda?
Era la manera en que se producían las discusiones
políticas. El problema de fondo era que el conocimiento del país era bien
limitado. Con Julio Cotler hablábamos de las haciendas. No podíamos visitarlas.
Eran cotos cerrados. No podías investigar haciendas. Hablábamos del
gamonalismo: lo conocíamos a través de la literatura. Pensábamos en las
haciendas como grandes centros de riqueza. El grado del desconocimiento del
país está directamente proporcional al uso de ideología.
En ese sentido, ¿cuál era el plan de Ollanta
Humala?
En Humala yo veo una gran desdicha. Apareció como
una alternativa de balance al "Perro del Hortelano", a los discursos
de globalización a lo bestia, cuando justamente comenzaban a aparecer estas
dudas.
¿Qué es lo que se logra entender con las
elecciones?
Las elecciones en el Perú son un hecho nuevo, desde
el punto de vista histórico. Es en el ochenta el inicio de una democracia
amplia, con una participación masiva. Encima de eso vino Sendero y el
fujimorismo. Entonces, el aprendizaje ha tenido unas cortapisas, unas
limitaciones terribles. Mientras nos pasábamos leyes tipo Suiza, la legislación
sobre los actores y las reglas de juego, con relación a fortalecer los partidos
políticos, eran cada vez más laxas.
¿Y por qué votamos tan mal?
Por eso. Entramos a la democracia en plena crisis
republicana, y su armazón va por el lado tecnocrático, por el lado de la prosperidad,
la salud de la política, que está reflejada en el estado del Congreso. Ahora,
el votante peruano ha aprendido a desarrollar una racionalidad electoral en ese
contexto.
¿Cómo vamos a construir una nación?
La construcción de nación es el gran desafío
teórico, político, del siglo XX. Y también lo va a ser en este siglo.
Porque solamente la imaginamos.
Exactamente.
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