Preguntamos al Profesor Morin: Entonces revolución,
movilización ciudadana... ¿Por dónde transitar con una
sociedad global que ha perdido su potencia, su capacidad de acción decisiva,
que ha entregado su conciencia democrática y ciudadana a cambio del nuevo estatuto
de consumidor planetario? –Lamentablemente, lo que va a
pasar es que, si no se hace nada, habrá
una nueva crisis financiera. Y esta actitud pasiva, apática, puede acarrear
trastornos enormes cuyos efectos políticos y sociales serían dramáticos
precisamente porque ese trastorno no fue anticipado por las fuerzas políticas y
sociales. Desde luego, se requieren movilizaciones ciudadanas. No será fácil. Mire lo que ha ocurrido en
Grecia, con el Primer Ministro Alexis Tsipras y el partido Syriza. Las
trabas para cambiar la relación entre lo político y lo económico han sido
gigantescas. La historia no ha terminado aún. Hemos visto a un gobierno aceptar
un acuerdo en el cual no cree. ¡Esto nos
muestra hasta qué punto se ha puesto en tela de juicio la democracia! En España, con el
movimiento Podemos, tal vez ocurra lo mismo. No creo que se pueda
decir por adelantado que las movilizaciones ciudadanas iniciarán los cambios
que esperamos. Tal vez, con las redes
sociales y los movimientos, podamos esperar que comience un proceso. Hace falta una
palabra política fuerte capaz de
sintetizar el mundo de hoy y, también, lanzar la consigna capaz de abrir el
camino de cambios reales. Las
contradicciones que hemos visto en Grecia son el punto de incandescencia de
estas cuestiones. Nada ha terminado. Como se dice popularmente ¡si nos gustó la
temporada uno en Grecia, vamos a
adorar la temporada dos! Lo cierto es que sin acción colectiva no saldremos de
esto. ¿Cómo imaginar lo que viene,
cómo dar vuelta esta relación de fuerzas totalmente desigual entre las
potencias bancarias y los Estados debilitados? Reconozco que las democracias están en peligro,
pero creo que la única solución pasa por una reconquista política que puede tomar varias formas. En el curso de
los últimos años, los Estados han ido abandonando progresivamente su soberanía
política, monetaria y presupuestaria. Debemos
tomar en cuenta la realidad de la globalización del mundo. Los Estados
tienen que recuperar su margen de maniobra, su soberanía, pero dentro de un
marco organizado, a escala planetaria. Ello
supone que los Estados actúen colectivamente organizando, por ejemplo, una
gran conferencia del tipo Bretton Woods
(1944). Otro camino consiste en que los
ciudadanos empujen a los Estados a actuar, en todo el mundo, con
movimientos diversos. Sin embargo, antes que nada, estas opciones suponen que
se tome conciencia del estado del mundo,
de las relaciones de fuerza existentes. Es indispensable que lo político vuelva al
primer plano de la gestión de los asuntos económicos. La moneda debe ser un
bien público y no un bien privado.
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Economista Morin: “En 2001 hubo una fuerte especulación en contra de la Argentina, autorizada por la globalización de los mercados financieros.”
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***
“EL OLIGOPOLIO BANCARIO ACTÚA COMO UNA BANDA
ORGANIZADA”
Francois Morin, Economista francés de la Universidad de Toulouse.
*****
Los bancos “sistémicos”
desempeñan un papel nefasto en las sociedades del mundo al tiempo que han hecho
de la democracia un rehén de sus intereses privados. Por primera vez se dio
vuelta la relación de fuerzas entre lo público y lo privado.
Eduardo Febbro
Desde París Página /12 domingo 2 de agosto del 2015.
El mundo, la política, las democracias y las finanzas están dominados
por una hidra mundial compuesta por 28 grandes bancos internacionales cuyas
políticas fijan el curso no sólo de las finanzas sino, también, de las
democracias parlamentarias. Este es el argumento implacable y rigurosamente
demostrado por el economista francés François Morin en el libro investigación
que acaba de aparecer en Francia: La Hidra Mundial, el Oligopolio Bancario (Lux
Editeur). Profesor emérito de ciencias económicas en la Universidad de
Toulouse, François Morin fue miembro del consejo general del Banco de Francia y
del Consejo de análisis económico. “La hidra mundial” es un conglomerado de 28
bancos coordinados entre sí –“interconectados”– que manejan el mercado
cambiario, las tasas de interés, crean los productos tóxicos por los cuales
luego pagan los Estados, o sea, los ciudadanos, influyen en las políticas
económicas y modelan las democracias a su antojo.
El libro de François Morin –también autor de Un mundo sin Wall Street– revela datos bancarios
inéditos sobre el poder de esta hidra globalizada cuya potencia, por primera
vez en la historia, dio vuelta la relación de fuerzas entre lo público y lo
privado. Maniobras fraudulentas, pactos secretos, lobby contra la democracia,
manipulación de los mercados, estos bancos “sistémicos” desempeñan un papel
nefasto en las sociedades del mundo al tiempo que han hecho de la democracia un
rehén de sus intereses privados.
Un dato basta para medir sus brazos: estos 28 bancos detentan recursos
superiores a los de la deuda pública de 200 Estados del planeta. Las
investigaciones llevadas a cabo en 2012 demostraron, en parte, los meandros de
sus maniobras secretas. François Morin completa la investigación con un libro
de una gran solidez analítica donde las cifras, expuestas sin el tamiz de la
ideología, fluyen como un oráculo de lo que vendrá. El hoy son Estados
disminuidos, que han perdido su soberanía monetaria y que tienen enfrente a un
gigante híper vigoroso. Actualmente, el 90 por ciento de la moneda es creada
por los bancos, contra el 10 por ciento por los bancos centrales. Ahora bien,
ese oligopolio manipula según como le conviene los dos parámetros fundamentales
de la moneda: la tasa cambiaria y la tasa de interés. “Los Estados son a la vez
rehenes de la hidra bancaria y están también disciplinados por ésta”, dice
Morin. Entre los 28 bancos del oligopolio, hay 14 que “producen” los productos
derivados tóxicos cuyo valor alcanza los 710.000 millones de dólares, o sea, el
equivalente a diez veces el Producto Bruto Interno mundial.
El autor insiste en llamar a una movilización mundial para recuperar la
dimensión política secuestrada por el sector financiero privado y no cesa de advertir
que seguimos en “estado de emergencia” porque, en el horizonte, se van formando
las figuras del rompecabezas de un nuevo cataclismo. La hidra bancaria se ha
transformado en un oligopolio vandálico para la economía mundial y la
estabilidad de las sociedades.
–Usted demuestra la existencia de un oligopolio compuesto por 28 bancos
que están únicamente al servicio de sus propios intereses. ¿En qué condiciones
y en qué momento surgió este oligopolio?
–Este oligopolio comenzó a emerger a mediados de los años ’90. Fue la
liberalización completa del mercado de capitales lo que permitió la creación de
vastos mercados monetarios y financieros a escala planetaria. Los grandes
actores bancarios de esa época se adaptaron a este estado del mundo. Hay que
señalar que esta liberalización completa del mercado de capitales interviene
luego de dos liberalizaciones precedentes en los años ’70: la del mercado
cambiario y la de la tasas de interés. El oligopolio se crea entonces cuando
estos tres procesos llegan a su término. Entonces podemos decir que a partir de
1995, hay bancos que se tornan sistémicos a escala mundial, es decir, que la
caída de uno de ellos puede provocar un cataclismo financiero mundial.
–¿Cómo influyó este oligopolio en la crisis argentina del año 2001?
–Desde luego que hay una relación. Este oligopolio cuenta en su seno con
14 bancos que fabrican productos (financieros) derivados, en especial productos
que dependen de la tasa cambiaria. Ahora bien, la mayoría de las crisis
sistémicas que conocimos a partir de 1990, sea en los países del Sudeste
Asiático, en Brasil o en Turquía, fueron crisis provocadas por la especulación
internacional, por el movimiento de capitales. Este movimiento fue además
amplificado por los productos derivados creados con la tasa cambiaria. La
crisis argentina de 2001 fue una crisis acelerada por estos productos que le
permiten a la especulación internacional poder ganar mucho y rápidamente.
Cuando la Argentina, en 2001, se apartó del dólar hubo una fuerte especulación
autorizada por la globalización de los mercados financieros y por los productos
derivados que, en aquel entonces, estaban fabricados por los grandes bancos
internacionales. Catorce de estos bancos especularon en contra de la Argen-
tina.
–Entre las revelaciones de su libro, la más sorprendente es que usted
demuestra que el peso de estos 28 bancos supera la deuda pública mundial.
–La potencia real de estos 28 bancos, o sea, su capacidad para movilizar
recursos financieros, es enorme: el balance global del conjunto de estos bancos
es, en 2012, superior a la deuda pública de 200 Estados. Por un lado, esto
muestra la potencia fenomenal de estos bancos y, por el otro, lamentablemente,
la debilidad de los Estados, que están sobreendeudados. Hay pues una debilidad
ante la fuerza fenomenal que está frente a ellos.
–¿En qué momento de nuestra historia reciente ese oligopolio se
convierte en lo que usted llama “una hidra mundial”?
–Empieza cuando nos demos cuenta de que, al final, esos bancos se ponen
de acuerdo entre ellos, que practican una suerte de colusión. Esos bancos
actúan como una banda organizada para influenciar colectivamente los
principales precios de la finanza mundial, en especial las tasas cambiarias y
las tasas de interés. Las primeras investigaciones sobre estos bancos son
recientes. Se remontan a 2012 y muestran que esas prácticas de colusión
empiezan realmente en 2005. En concreto, entre los años 90 y 2005 el oligopolio
comienza a formarse y, a partir de 2005, sus prácticas se vuelven corrientes.
Estamos en presencia de un actor colectivo que se torna devastador para la
economía mundial. Es una hidra devastadora.
–La interconexión entre los miembros del oligopolio se extiende a muchos
campos...
–Actúan en varios mercados. El mercado cambiario es uno de los más grandes
del mundo porque hoy hay 6000 millones de dólares que se cambian cada día. En
2012 se descubrió que cinco bancos controlaban el 51 por ciento de ese mercado.
Pero también manejan el mercado de las tasas de interés a corto plazo y el
mercado de ciertos productos derivados. Este es un poco el abanico de sus actos
delictuosos por los cuales pagaron multas que son, en relación a sus ganancias,
insignificantes.
–¿En qué medida las acciones de este oligopolio explican las políticas
de austeridad que están en curso poco menos que en todas partes?
–En primer lugar, por la negativa a la realidad del sobreendeudamiento
de los países europeos. Cuando se observan los datos no quedan dudas: antes de
la crisis el endeudamiento europeo era del 60 por ciento del PIB. Pero a partir
de 2007, justo cuando empieza la crisis, ese endeudamiento se acrecienta
brutalmente. El sobreendeudamiento actual está ligado a las causas de la crisis
financiera y no al despilfarro en las finanzas públicas, como nos lo quieren
hacer creer. Hoy se cree que mediante políticas presupuestarias rigurosas se va
a combatir el sobreendeudamiento, pero eso es totalmente erróneo. La crisis es
una consecuencia del comportamiento de los grandes bancos durante la crisis de
los subprimes (productos financieros especulativos). Si se quiere reducir la
deuda pública actual y futura, habría que actuar sobre esos comportamientos.
Pero estos bancos siguen haciendo lo mismo que en el pasado. Sin crecimiento y
sin inflación el sobreendeudamiento no se resolverá nunca, menos aún con
políticas presupuestarias de austeridad. Estamos en un camino sin salida.
–Usted afirma que los Estados son rehenes de esos bancos.
–Sí. Los Estados no osan poner en tela de juicio las prácticas de esos
grandes bancos. Estas instituciones desarrollaron lógicas financieras muy
peligrosas, son responsables de la inestabilidad monetaria y financiera
internacional, pero los Estados están desarmados frente a este oligopolio que
es capaz de derrotar las legislaciones que se elaboran para desarmarlo. La
lógica financiera perniciosa que existía antes de la crisis de 2007 persiste.
–De hecho, este oligopolio constituye una amenaza para las democracias.
Peor aún, las modela a su antojo.
–Resulta claro que desde el momento en que los Estados dejan de tener un
margen de maniobra, que están sometidos a las obligaciones presupuestarias y,
encima, como ocurre desde los años ’70, que pierden su soberanía monetaria,
todo esto converge en un debilitamiento progresivo de nuestras democracias.
Cuando el arma monetaria desaparece, cuando no se cuenta más con el arma
presupuestaria, el Estado queda disminuido frente a potencias económicas que lo
enfrentan y lo denominan. Hoy, en la mayoría de los grandes países, las
democracias se caen y pierden su substancia ante un mundo económico y bancario
súper poderoso.
–La sensación global que deja la lectura de su libro es que el
cataclismo siempre nos acecha.
–Sí, el cataclismo está por venir, fundamentalmente porque los grandes
bancos no cambiaron su lógica financiera. Estamos ante grupos privados que
actúan según sus propios intereses y que son híper poderosos. Por consiguiente,
las mismas causas producen los mismos efectos. La inestabilidad financiera
persiste y como las deudas públicas no hacen más que aumentar en todos los
países desarrollados, nos encontramos con la amenaza creciente de una explosión
de la burbuja de las obligaciones. Las deudas están constituidas por
obligaciones financieras y, como la deuda aumenta, hay un momento en el cual la
burbuja explotará y tendremos un cataclismo financiero tanto más grave que los
vividos hasta ahora, ya que los Estados, debido a sus políticas de rigor
fiscal, no podrán intervenir. No se ha cambiado ni un ápice de la lógica
profunda de la globalización de los mercados y tampoco se ha querido romper el
oligopolio. Resulta evidente que todas las condiciones están reunidas para que
tengamos otro cataclismo.
–Usted resalta también un hecho que parece de ciencia ficción: ese
oligopolio logró transformar la deuda privada en deuda pública.
–En 2007, 2008, los grandes bancos detentaban los productos tóxicos,
pero, en vez de reestructurar a esos bancos, en vez de hacerles pagar por las
consecuencias de los efectos comportamientos, los Estados intervinieron para
recapitalizar a los bancos o nacionalizarlos. Al final, esas obligaciones que
representaban una deuda privada se transformaron en deuda pública. Pagaron los contribuyentes.
–¿Es la primera vez en la historia de la humanidad que la relación de
fuerzas entre lo privado y lo público se da vuelta?
–Es la primera vez que tenemos un mundo tan globalizado donde los
capitales pueden desplazarse de un lado al otro del planeta a la velocidad de
la luz, y donde hay actores tan potentes frente a los Estados. En el pasado
hubo confrontaciones entre el poder financiero y el poder político, pero es la
primera vez en la historia que esa confrontación tiene lugar a escala mundial.
Esa es la novedad.
–Entonces revolución, movilización ciudadana... ¿Por dónde transitar con
una sociedad global que ha perdido su potencia, su capacidad de acción
decisiva, que ha entregado su conciencia democrática y ciudadana a cambio del
nuevo estatuto de consumidor planetario?
–Lamentablemente, lo que va a pasar es que, si no se hace nada, habrá
una nueva crisis financiera. Y esta actitud pasiva, apática, puede acarrear
trastornos enormes cuyos efectos políticos y sociales serían dramáticos
precisamente porque ese trastorno no fue anticipado por las fuerzas políticas y
sociales. Desde luego, se requieren movilizaciones ciudadanas. No será fácil.
Mire lo que ha ocurrido en Grecia, con el Primer Ministro Alexis Tsipras y el
partido Syriza. Las trabas para cambiar la relación entre lo político y lo
económico han sido gigantescas. La historia no ha terminado aún. Hemos visto a
un gobierno aceptar un acuerdo en el cual no cree. ¡Esto nos muestra hasta qué
punto se ha puesto en tela de juicio la democracia! En España, con el
movimiento Podemos, tal vez ocurra lo mismo. No creo que se pueda decir por
adelantado que las movilizaciones ciudadanas iniciarán los cambios que
esperamos. Tal vez, con las redes sociales y los movimientos, podamos esperar
que comience un proceso. Hace falta una palabra política fuerte capaz de
sintetizar el mundo de hoy y, también, lanzar la consigna capaz de abrir el
camino de cambios reales. Las contradicciones que hemos visto en Grecia son el
punto de incandescencia de estas cuestiones. Nada ha terminado. Como se dice
popularmente ¡si nos gustó la temporada uno en Grecia, vamos a adorar la
temporada dos! Lo cierto es que sin acción colectiva no saldremos de esto.
¿Cómo imaginar lo que viene, cómo dar vuelta esta relación de fuerzas totalmente
desigual entre las potencias bancarias y los Estados debilitados? Reconozco que
las democracias están en peligro, pero creo que la única solución pasa por una
reconquista política que puede tomar varias formas. En el curso de los últimos
años, los Estados han ido abandonando progresivamente su soberanía política,
monetaria y presupuestaria. Debemos tomar en cuenta la realidad de la
globalización del mundo. Los Estados tienen que recuperar su margen de
maniobra, su soberanía, pero dentro de un marco organizado, a escala
planetaria. Ello supone que los Estados actúen colectivamente organizando, por
ejemplo, una gran conferencia del tipo Bretton Woods (1944). Otro camino
consiste en que los ciudadanos empujen a los Estados a actuar, en todo el mundo,
con movimientos diversos. Sin embargo, antes que nada, estas opciones suponen
que se tome conciencia del estado del mundo, de las relaciones de fuerza
existentes. Es indispensable que lo político vuelva al primer plano de la
gestión de los asuntos económicos. La moneda debe ser un bien público y no un
bien privado.
–En suma, se trataría de adormecer al consumidor y despertar al
ciudadano globalizado. En este contexto, la crisis griega es la explosión
visible de la degradación de las democracias occidentales.
–Los griegos tienen algo muy
fuerte en su historia milenaria: siempre tuvieron el sentido de lo político.
Desde los inicios de la democracia en Grecia, los debates siempre fueron muy
ricos, hasta violentos. Eso es lo hay que despertar hoy en el mundo. Los griegos nos están mostrando cómo hacer política. Nos
encontramos en estado de urgencia.
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