La ultra-izquierda siempre se pasó la “vida Política” criticando,
nunca está conforme con nada, absolutamente con nada, porque ellos son “los únicos” revolucionarios, los únicos
libres de todo contagio con la corrupción, ellos son los únicos “dioses” de la política, con derecho a
criticar en forma “despiadada” contra cualquier posición de izquierda progresista, democrática y en
especial con mayor dureza cuando cometieron un acto de corrupción - Durante los
10 años de crecimiento macro-económico en América latina – década una vez más desperdiciada históricamente -, porque no nos
permitió avanzar en los amplios y complejos terrenos del desarrollo económico-social. Su posición permanente de crítica mordaz, destructiva, liquidadora, por lo general han
coexistido – convivido – en coyunturas
especiales con la extrema derecha, especialmente en tiempos de
radicalización de la lucha de clases, cuando
los movimientos sociales han tomado
las calles, plazas públicas, puentes, caminos, para defender su patrimonio cultural, en peligro
durante los procesos de inversión de las corporaciones transnacionales,
violando por lo general el Proceso de Consulta Previa – la Licencia
Social que otorga la Comunidad – La ultra-izquierda
siempre a jugado “ a perdedor eterno”,
opositor como si “fuera a sueldo”, porque jamás han compartido el más mínimo éxito de los procesos reformistas,
progresistas y menos aún del éxito reconocido – en algunos caso como Brasil – de sus Políticas Sociales de
lucha contra la pobreza - Con su radicalismo seudo-político siempre se ubicaron
en posición de eternos y críticos fundamentalistas. Ojo.- La ultra-izquierda No tienen Autoridad Moral para criticar, por
criticar, porque nunca han sido capaces de proponer algo concreto, viable,
democrático, participativo, alturado y que puedan hacer suyo como política
social o política pública de Estado, la Ciudadanía, como protagonista de un proceso político de la
izquierda progresista, democrática y anti-neoliberal.
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Sociólogo. Dr. Emir Sader. Profesional Líder del Pensamiento Crítico Latinoamericano.
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EL FRACASO DE LA
ULTRA-IZQUIERDA.
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Emir Sader.
Página /12 viernes 29 de enero
del 2016.
Las
corrientes de ultraizquierda y los columnistas vinculados a esa visión son
especialistas en hacer el balance crítico de lo que consideran el fracaso de
las otras corrientes de la izquierda. Hablan siempre con un tono como si se
apoyaran en grandes experiencias exitosas, desde las cuales apuntan su voz
crítica a corrientes que aparentemente habrían sido un fracaso total.
Después
de un silencio relativamente extenso, por no saber dar cuenta del prolongado
éxito de los gobiernos progresistas de América latina, se vuelcan hacia el tema
del supuesto fracaso de los gobiernos de Venezuela, de Argentina, de Brasil, de
Ecuador, cuando no de todos los gobiernos pos-neoliberales. No son capaces,
antes de todo, de dar cuenta de las extraordinarias transformaciones sociales
que esos gobiernos han implementado en nuestras sociedades y que han hecho de
ellos la izquierda del siglo XXI y referencia hasta para las fuerzas de
izquierda en Europa, como en Grecia, España y Portugal, entre otros.
Tampoco
consideran que esos gobiernos, coordinados, han sido los responsables por el
fortalecimiento y expansión de los procesos de integración regional, del MERCOSUR a La CELAC, pasando por UNASUR, de forma independiente respecto
a Estados Unidos.
Mientras
tanto, la ultraizquierda no ha sido capaz de presentar resultado alguno de sus
posiciones, que no han cuajado en ningún país del continente, ni siquiera en
Europa. Las alternativas a los gobiernos progresistas están siempre a la
derecha. Al contrario, cuando presentan candidatos, los resultados que cosecha
la ultraizquierda son irrelevantes. Como última demostración, los mismos
sectores que hablan con énfasis del fracaso del kirchnerismo en Argentina, como
consideran que entre esa fuerza y la derecha no habría diferencias, han
propuesto el voto en blanco en la segunda vuelta y han obtenido el uno por
ciento de los votos. Hablan con énfasis desde ese uno por ciento.
Es
que, volcadas hacia el fracaso de los otros, las voces de la ultra izquierda no
se dedican a analizar su propio fracaso. En la misma Argentina, el
planteamiento típico de esa corriente, de la autonomía de los movimientos
sociales, que no debieran participar, ni hacer alianzas con fuerzas políticas,
ha llevado literalmente a la desaparición
de los movimientos piqueteros, que habían surgido con gran potencial. No se
encuentra ni un balance autocrítico de los que han llevado ese movimiento a su
desaparición. Al contrario, los mismos responsables de esas posiciones y su
fracaso total –intelectuales latinoamericanos o europeos– siguen hablando con
convicción de sus tesis, sin aprender nada del éxito de los movimientos
sociales y fuerzas políticas que han seguido sus propuestas, ni del descalabro
de los que los han seguido.
Pero
el principal fracaso de la ultraizquierda fue no haber sabido comprender el
carácter de la época histórica actual, de los grandes retrocesos a escala
internacional. Siguieron haciendo sus planteamientos verbalmente radicalizados,
sin darse cuenta que el objetivo mayor de la izquierda hoy es derrotar y
construir alternativas concretas al neoliberalismo, proyecto en que han
avanzado tanto los gobiernos de América del Sur.
Por
otra parte, sectores de la ultraizquierda han adherido a las tesis liberales en
contra del Estado, apoyados en una “sociedad
civil”, como si esa fuera una tesis factible en la lucha en contra del
neoliberalismo. No han salido de la fase de resistencia al neoliberalismo, sin
participar de la disputa hegemónica del gobierno y sin capacidad de construir
fuerzas alternativas. Tienen la compañía de ONG, pero están completamente distanciados de la historia concreta
contemporánea de la izquierda realmente existente.
En
suma, la ultraizquierda es la corriente que más ha fracasado en la era
neoliberal, por el error de sus visiones y por la impotencia para construir
alternativas. Eso se da en Brasil, en Argentina, en Venezuela, en Ecuador, en
Bolivia, en Uruguay, donde se limitan a artículos de crítica. Tampoco logran
cuajar en otros países, como México, Perú, Chile o Colombia. Solo existen como
opinión crítica, no tienen peso alguno en la lucha concreta.
El futuro de la lucha en contra del neoliberalismo sigue siendo
protagonizado por las fuerzas y los liderazgos –como Evo Morales, Lula, Rafael
Correa, Cristina Kirchner, entre otros– que disputan con la derecha y sus proyectos de
restauración conservadora.
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