¿ SOCIÓLOGO ERIK OLIN WRIGHT POR QUE ES UN
ANTICAPITALISTA DESDE ADENTRO?.- Es un provocador
profesional? SÍ. Pero con argumentos, alternativas y propuestas institucionales
sobre “Utopías Reales” en un mundo en crisis sistémica. Cómo Sociólogo y
Maestro Universitario, es un reconocido profesional del “marxismo analítico”,
es parte de una formación y ubicación profesional, de una Ciencia, la Ciencia
Social del siglo XXI que nos ubica en un escenario complejo, múltiple, turbulento
de un Mundo Multipolar, donde el desafío frente al Poder, la Sociología aborda
en esencia una problemática desde su propia estructura. Sí, realmente, nos
obliga a pensar, analizar, e interpretar una realidad de un mundo en crisis,
una provocación llena de alternativas institucionales, con la finalidad de ser escuchado con una propuesta “más”
dentro del propio capitalismo o verdaderamente su “Utopía Real” es posible de
ser realizada, desarrollada dentro del capitalismo, pero ejecutando “grandes
cambios institucionales”. Erik Olin Wright tiene sus rulos al viento; pese a esa apariencia
simpáticamente descontrolada, es un hombre que habla muy pausado y con extrema
suavidad. Tan acompasados son sus movimientos, que mientras hablaba con
Página/12 en mitad de su desayuno, la fruta que tenía atrapada en su tenedor no
pudo soportar su propio peso y cayó en su camisa. La situación no pareció atormentar
mucho a este distinguido profesor del Departamento de Sociología de la
Universidad de Wisconsin, muy concentrado en explicar sus hipótesis acerca de
las estrategias sociales anticapitalistas en el mundo contemporáneo.
De hecho, mientras fue presidente de la American
Sociological Association en 2011-2012, propuso que la contribución de la
sociología para visualizar utopías reales fuera eje central del congreso anual
que organiza esta institución. Wright visitó la Argentina a fines de 2015 para
recibir el doctorado honoris causa de la UBA. Vino invitado por el Programa de
Investigación sobre Análisis de Clases Sociales, del Instituto Gino Germani, la
Secretaría de Estudios Avanzados de la UBA y la Comisión Fulbright. Pero eso no
fue todo, también ofreció una conferencia en el Idaes-Unsam sobre los ejes que
atraviesan su último libro Construyendo Utopías Reales, recientemente traducido
al español por Ediciones Akal. Por Natalia Aruguete y Bárbara
Schijman.
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Sociólogo Erik Olin Wright, Profesor de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos. Sus trabajos de investigación en el área de las clases sociales se ubican en el "marxismo analítico". Ha publicado el libro que es todo un desafío ,para el mundo intelectual: "Construyendo Utopías Reales"- motivo de la presente entrevista.
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UN
ANTICAPITALISMO DEL SIGLO XXI.
SOCIÓLOGO: Erik Olin
Wright. Las estrategias sociales en el mundo contemporáneo.
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Es
profesor de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos. Busca provocar al unir
dos términos en apariencia contradictorios: utopía real. Así, propone discutir
una alternativa al capitalismo arrasador. La economía social y el trabajo
cooperativo, algunas de las variantes. El ejemplo argentino de las fábricas
recuperadas
Natalia Aruguete y Bárbara
Schijman.
Página /12 lunes 25 de enero
del 3016.
Erik
Olin Wright propone una “utopía real”: encontrar un camino alternativo
mejorando el sistema que tenemos actualmente. No se trata de perfeccionar el
capitalismo sino de crear instituciones que contrarresten su lógica. Dentro del
capitalismo arrasador existen formas de actividad económica no capitalista,
como la economía social y el trabajo cooperativo. Las empresas recuperadas son
“una forma de cooperar” –indica el investigador norteamericano– e identifica a
la Argentina como uno de los lugares donde el desarrollo del trabajo
cooperativo es muy activo, a través de sus más de 300 empresas recuperadas. En
su visita a Buenos Aires, donde recibió el doctorado Honoris Causa de la UBA,
Página/12 conversó con este teórico de la Universidad de Wisconsin sobre las
estrategias anticapitalistas en el mundo contemporáneo.
–Su
último libro, Construyendo utopías reales, lleva consigo una contradicción
intrínseca. ¿Podría explicarla?
–La
palabra “utopía” usualmente refiere a una especie de fantasía del lugar
perfecto. Por lo tanto, si alguien quiere criticar una propuesta, puede decir:
“eso es utópico”. Es una forma de desestimar una idea sin discutirla, es como
decir: “esto es imposible”. “Real” significa que algo puede suceder. Lo que
hago es unir “real” y “utópico” como una provocación. Supone forzarnos a pensar
simultáneamente acerca de qué valores nos importan, cuáles son nuestras
aspiraciones para un mundo humanitario verdaderamente justo y conservar esos
valores siempre a la cabeza de nuestro trabajo analítico y teórico. El dueto
“real/utópico” sugiere pensar acerca de la clase de mundo que querríamos tener,
trabajar para construir alternativas en el mundo y movernos en esa dirección.
Utopías, en el sentido de pensar alternativas a las instituciones dominantes
que encarnan nuestras más profundas aspiraciones por un mundo justo y humano.
Real, en el sentido de alternativas que pueden ser construidas en el mundo tal
como es, que también prefiguran el mundo como puede ser y ayudan a movernos en
esa dirección. En la versión inglesa, la primera palabra del título de mi libro
no es “construir” sino “visualizar” (concebir). Construir o imaginar no es lo
mismo que visualizar o concebir. Visualizar comprende la idea de imaginar lo
que realmente puede ocurrir.
–¿En
qué sentido su propósito es provocar al lector?
–En
el sentido de que el título obliga a pensar qué significa esta idea de lo
utópico y lo real. Son términos que, así planteados, pueden sonar
contradictorios. Quiero que la gente piense acerca de esa tensión. Si eres un
realista y te olvidas de la utopía, entonces quedas envuelto solamente en
políticas pragmáticas que pierden cualquier otra visión. Si eres un utópico sin
ser realista, entonces creas proyectos de fantasía que nunca pueden suceder.
–Y
en este mundo que usted imagina, ¿sí puede concretarse la utopía?
–Claro
que puede. Es una combinación imposible pero esa es la naturaleza del problema
y queremos gente que piense constantemente acerca de las implicancias morales
de los proyectos políticos que persiguen y la necesidad práctica de hacer algo
en el mundo. Cuando digo que se trata de una provocación, simplemente me
refiero a forzar a la gente a pensar sobre esas cosas.
–¿Por
qué plantea que las utopías reales son un objetivo y una estrategia a la vez?
–Más
recientemente, he agregado que en realidad se trata de una meta, un proceso y
una estrategia. De manera que hay tres tipos de “palabras” involucradas. Una
meta alude a aquello que uno trata de lograr, por ejemplo, qué clase de
instituciones nuevas intentas construir. Una estrategia se refiere a la forma
de encarar el problema del cambio social. La vieja forma de la visión
revolucionaria tenía que ver con vivir un mundo de dominación, opresión y
explotación; lo que tenemos que hacer es destruir esas instituciones y
construir nuevas. Me refiero a esta idea como la estrategia de aplastar. Es el
viejo ideal revolucionario: aplastar el sistema y construir uno alternativo. La
idea de la real utopía como una estrategia es proponernos construir una
alternativa ahora, donde podamos, en los espacios y nichos de la sociedad.
Pensemos qué aspectos de ese mundo alternativo realmente podemos construir
ahora, y entonces pongamos esas piezas juntas y expandámoslas de manera que nos
movamos hacia nuestros objetivos. En este sentido hablo de estrategia; y me
refiero a erosionar el capitalismo a partir de la construcción de alternativas.
–¿Podría
darnos un ejemplo de dicha estrategia?
–Un
ejemplo de esto lo proporcionan las empresas recuperadas. También quiero pensar
acerca de las utopías reales como un proceso, porque en dicho proceso de
construcción de alternativas, la misma gente que se involucra está
experimentando una forma de solidaridad, igualdad y democracia que desea ver en
el mundo. La lucha por un mundo alternativo, cuando uno lo está construyendo,
es además un proceso que uno advierte en su propia vida. De manera que
cualquiera que haya estado involucrado en luchas por la justicia social sabe
que cuando uno trabaja con otros activistas tiene una sensación de formar parte
de algo más importante que tan solo uno mismo. Uno se siente conectado –eso es
la solidaridad–, en una relación igualitaria con otras personas y empoderado
para construir una democracia viva y no solamente trabajar para la democracia.
–¿Cree
que el mundo está preparado para ir en ese sentido?
–No,
el mundo no está preparado, nosotros debemos preparar el mundo. Las
alternativas son creadas por seres humanos que se reúnen y deciden... En los
últimos tiempos trabajé en una lista de utopías reales. Las primeras que ubiqué
son las cooperativas de trabajo, que incluirían a las “empresas recuperadas”
como una forma de cooperar. Es una forma de convertir una empresa capitalista
en una cooperativa gestionada por sus trabajadores. Hay dos formas diferentes
en las cuales se forman las cooperativas. Una forma es cuando un grupo de gente
se junta y decide empezar un negocio con lógica de cooperativa más que desde
las bases capitalistas convencionales. Entonces, los trabajadores autogestionan
una firma democráticamente y toman sus propias decisiones. Otro modo se da
cuando los trabajadores transforman una empresa capitalista existente en una
cooperativa.
–¿Cree
posible extender el trabajo cooperativo?
–La
Argentina es uno de los lugares en el cual el desarrollo del trabajo cooperativo
es activo a través de sus empresas recuperadas. Hay 350 empresas recuperadas
actualmente en el país. Cerca de la mitad de estas empresas se constituyeron
luego de la crisis, fueron inventadas, por así decirlo, en la crisis, pero
continuaron. Madygraf era una gran empresa de impresión perteneciente a una
corporación multinacional; la corporación multinacional sufrió un proceso de
desinversión (vaciamiento) y se planeó su cierre el año pasado. Los
trabajadores la tomaron y la están gestionando con éxito. No hay ningún país en
el cual el desarrollo de las cooperativas de trabajo esté en el centro de la
economía, siempre está en los márgenes. Esa es la forma en que se dan las
cosas: en el margen. Pero su potencial es realmente considerable y –yo argumentaría
y especularía un poco– el potencial de las cooperativas de trabajo aumentará y
no disminuirá en las próximas décadas. En parte, eso se debe a que la nueva
tecnología del siglo XXI (computadoras, internet y otros procesos digitales) es
más barata que la vieja tecnología.
–¿Qué
diferencia produce eso con el pasado?
–El
capital intensivo requerido para que una empresa de impresión sea exitosa es
más barato ahora que hace treinta años. El sistema económico industrial que
conocemos tenía economías de gran escala: si eras un gigante podías producir
mucho más económicamente que si eras pequeño. Eso es cada vez menos cierto. Y
en la medida en que es menos verdadero, se vuelve más fácil –en principio
aunque no siempre en la práctica– para los trabajadores de una empresa en
particular manejarla ellos mismos, porque no tienen diez mil trabajadores sino
que son apenas unos cientos. Así que actualmente uno puede tener unos pocos
cientos de trabajadores organizando la producción industrial. Ese es un tamaño
práctico para tener un autogerenciamiento y estar organizados democráticamente.
–¿Cree
que es posible que las utopías se hagan realidad cuando gobierna un partido de
derecha?
–Estoy
desarrollando una perspectiva sobre el problema de cómo transformar las
sociedades capitalistas. Creo que el rasgo más notable de la situación política
actual es que en todas partes, en Argentina, en Estados Unidos, en Islandia, se
está dando lo que llamamos “volatilidad política”.
–¿Cómo
define la volatilidad política?
–Se
trata de movimientos rápidos desde la izquierda hacia la derecha o desde la
izquierda hacia el centro, más que la consolidación de una coalición política
con una base fuerte y segura que persiga, con el tiempo, una agenda política
particular. Por ejemplo, en Islandia, un país pequeño que tuvo una crisis
financiera catastrófica en 2008, una coalición de izquierda elegida después del
colapso de la economía hizo un muy buen trabajo restaurando la estabilidad
económica, abandonaron a Europa y a los bancos, se negaron a pagar a los
bancos, nacionalizaron todos los bancos, pusieron a los banqueros en prisión,
pero perdieron la siguiente elección. Es decir que, una vez que las cosas
mejoraron, un partido de centro derecha dijo: “Ahora que estamos fuera de la
crisis, podemos manejar mejor la economía”. Una volatilidad extrema.
–En
ese caso, ¿qué cree que ocurre entre la agenda política y las principales
preocupaciones del público?
–Tiene
que ver, creo, con un incremento generalizado de desconfianza hacia los
políticos y la política. Un cinismo incrementado por parte de los votantes, que
no creen en nadie; reciben mentiras y engaños constantemente. Así que su acción
política es fundamentalmente negativa, es un voto en contra del partido en el
poder.
–¿Por
qué cree que ocurre eso?
–No
tengo una respuesta firme sobre por qué en este período hay tanto cinismo,
parece algo generalizado: ocurre en Estados Unidos, en Grecia, en Francia, en
Islandia y en la Argentina. Y dado que es un fenómeno general, no puedes
responder mirando los detalles de algunos países en particular. No son los
detalles de “la corrupción del gobierno de Lula” lo que explica el cinismo
brasileño porque encuentras cinismo en todos lados. Creo que la sensación
general de riesgo e incertidumbre acerca del futuro sin una visión política muy
creíble sobre qué hacer al respecto, es parte del asunto. Hemos atravesado un
período de cambios globales tremendos después de todo. Cuando uno piensa en los
últimos 25 años: el fin de la Unión Soviética, el aumento del terrorismo islámico,
una crisis financiera global detrás de otra, la emergencia de China como un
jugador dominante en la economía mundial, el calentamiento global; todas estas
cuestiones están creando un gran sentimiento de inestabilidad, incertidumbre e
imprevisibilidad sin ninguna fuerza política que haga una descripción creíble
de lo que puede hacerse para empujar las cosas o en algún modo que mejore la
vida de la gente. Parte de todo esto es ideológico. Parte de todo esto es
neoliberalismo.
–Siguiendo
su idea de la volatilidad, ¿cree que los valores y las utopías cambian con el
paso del tiempo?
–Supongo
que la respuesta más fácil es decir que sí, que por supuesto que las cosas
cambian. Pero creo que hay ciertos valores que la gente guarda en su corazón,
por así decirlo, que no cambian demasiado. Las circunstancias en que las
sociedades viven cambian, y por ello pueden tener más o menos esperanza de que
esos valores encuentren un lugar. Hay muchos estudios sobre los “valores
posmateriales”, el posmaterialismo, una idea muy de moda en los últimos 25
años. La idea central es que, a medida que los países se han vuelto más ricos y
prósperos, la gente está menos preocupada con cuestiones vinculadas a los
valores y más preocupada con temas como el estilo de vida, la identidad, la
orientación sexual y todo ese tipo de visiones. Pero no estoy convencido acerca
de eso porque el sentido de la inseguridad económica ha ido de la mano de una
mayor prosperidad, así que la gente aún está preocupada por los problemas
económicos diarios.
–¿Como
cuáles?
–La
estabilidad de sus trabajos, el futuro de sus hijos y todo ese tipo de
cuestiones. Por eso no compro esa noción de que estamos en la era del
posmaterialismo, que la que probablemente podría hablarse en los países ricos y
que a menudo es vista como forma de entender la vida social de las clases
medias; pero creo que la gente de clase media está muy preocupada con las
cuestiones económicas. La gente no vota de un modo sensato, puede tener
ilusiones, puede votar por razones materiales más que por razones de identidad.
–¿Cómo
analiza el comportamiento de la izquierda, en este escenario?
–La
izquierda tiene una larga tradición de divisiones, mucho más que la derecha. Es
más fácil para la derecha fusionarse alrededor de una única figura política o
de un único programa político, mientras que la izquierda se rompe en todo tipo
de facciones. En parte, esto es así porque la tarea de la izquierda es más
compleja.
–¿En
qué sentido, más compleja?
–Si
el propósito central de tu movimiento político tiene que ver con transformaciones
hacia un mundo más justo, igualitario y democrático, esa es una agenda
verdaderamente ardua. Por consiguiente, la razón por la que creo que la
izquierda tiende a fragmentarse es sencillamente porque las tareas de un
movimiento político como el suyo son complicadas. Al mismo tiempo, es cierto
también que la izquierda ha estado atada a una historia enrevesada y difícil.
También es cierto que la izquierda, ante la ausencia de un movimiento amplio de
base popular, no tiene una relación fácil con su electorado natural. La
derecha, por su parte, sí posee una relación fácil con su electorado, que son,
en su mayoría, los segmentos ricos y poderosos de la sociedad. Por lo tanto, la
cuestión financiera y organizacional en la derecha es un asunto simple: políticos
extremadamente pudientes con redes de personas adineradas para financiar y
respaldar un movimiento de derecha, mientras que un movimiento de izquierda
tiene que trabajar a través de movimientos sociales y obreros para tener una
base popular.
–¿Qué
tipo de estrategias considera importante implementar contra el capitalismo?
–Hay
muchas fuentes de sufrimiento en el mundo, muchos problemas en la vida de las
personas, observamos la presencia de pobreza y de inseguridad en medio de la
abundancia. La primera pregunta es: ¿cómo diagnosticar las causas de estos
problemas? Desde mi perspectiva, la causa fundamental de muchas de estas
cuestiones es la naturaleza capitalista de la economía. Con esto me refiero al
dominio de la vida económica por parte de las empresas capitalistas y el
capital. Algunas personas identifican el capitalismo con los mercados, de
hecho, es a menudo una especie de compañero de trabajo para el capitalismo.
–¿Cree
que no son directamente identificables?
–Yo
no me opongo a los mercados. Me opongo a los mercados que se organizan en torno
a centros concentrados de poder, que es la forma en que funcionan los mercados
capitalistas. Así que soy anticapitalista en el sentido de identificar
instituciones y estructuras particulares como los conductores más fundamentales
de toda una serie de problemas. Es muy difícil oponerse a un sistema, es más
fácil oponerse a políticas concretas. En estos días estoy escribiendo: ¿Cómo
ser anticapitalista en el siglo XXI?.
–¿Y
cómo cree que puede concretarse el ser anticapitalista?
–El
problema es ¿cómo ser un anticapitalista verdadero dada la enormidad del
sistema que se está intentando reemplazar? Y de esto es de donde proviene esa
lista de las cuatro estrategias históricas. Estas son las cuatro estrategias
que habían sido adoptadas por personas que comparten este punto de vista: los
movimientos revolucionarios, la democracia social progresista, algún tipo de
movimiento de pequeños agricultores en la frontera de los Estados Unidos en el
siglo XIX tratando de escapar del capitalismo al convertirse en agricultores
autosuficientes en el Oeste, etc. Y esta idea de tratar de construir
alternativas dentro del capitalismo mismo, erosionando el capitalismo como
forma de pensar estrategias, es un poco el modo en que el mismo capitalismo
surgió en las sociedades precapitalistas.
–¿Cómo
describiría el surgimiento del capitalismo?
–Si se piensa en quinientos años atrás, no ocurrió que un grupo de
comerciantes, banqueros y artesanos se sentaron alrededor de la mesa y dijeron:
“odiamos el feudalismo, ¿cómo podemos destruirlo?” Construyeron alternativas al
feudalismo en las ciudades, en pequeños espacios, donde pudieron, y luego
expandieron esos espacios y lo hicieron en colaboración con segmentos de la
clase feudal, que encontró ventajoso permitir que el capitalismo surgiera y se
desarrollara a pesar de que en el largo plazo su surgimiento y desarrollo
socavaría las bases del feudalismo. Así que mi visión en pos de transformar el
capitalismo tiene ese carácter. La idea de “utopías reales” combina esfuerzos
para resolver problemas dentro del capitalismo y neutralizar los daños con el esfuerzo de
erosionar el capitalismo mediante la construcción de alternativas.
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