LAS DIVISIONES ESTÁN SOBRE LA
MESA.-
El relativo silencio chavista
luego de la derrota electoral del 6D ha sido compensando con un descomunal
ruido en el seno de la oposición venezolana. Ni saben perder ni tampoco ganar. Las
divisiones internas dentro de la Mesa Unidad Democrática (MUD) no se han hecho
esperar. Cada jinete tomó su caballo, y
comenzó su carrera para llegar en la mejor posición posible el día de instalarse
la Asamblea Nacional. La Unidad quedó subordinada a una suerte de
competitividad interna que ha quedado perfectamente fotografiada en prensa y
redes sociales. De nuevo, en cuanto se acaba una cita electoral, vuelven a
relucir las sustanciosas divergencias tácticas en el accionar político.
El ala más radical liderada
principalmente por Leopoldo López suplica otra vez más un
plan inmediato para sacar al presidente
constitucional Nicolás Maduro del gobierno en los próximos seis meses. El
objetivo es poder llegar a filmar la segunda temporada de la serie La Salida. María Corina Machado desea
ser nuevamente una protagonista principal en este suceso, pero todo parece
indicar que esta vez se quedará como actriz de reparto. La emergencia de la
figura de la esposa de Leopoldo, Lilian
Tintori, con sus guardianes internacionales, ha eclipsado en buena medida a
la anterior. Antonio Ledezma sigue
ahí escondido entre bambalinas asumiendo su papel secundario pero sin bajar
nunca el tono cada vez que le toca apelar a este plan violento anti
constitucional. El objetivo de todos ellos coincide en llamar “a las calle” para provocar
confrontaciones que justifiquen salidas violentas, aun cuando ya comprobaron
que este método trajo consigo muchas muertes hace un par de años. Este sector
opositor se siente incómodo adentro de la Unidad. Creen ciegamente en la vía no
democrática y discrepan frontalmente de otros opositores que sí creen que para
gobernar en Venezuela se requiere el apoyo de la mayoría.
En
esta línea, está Capriles Radonski
quien pide tiempo y calma poniendo el acento en todos los problemas que acucian
al país. Así aparece en escena luego de dos derrotas, procurando
autoproclamarse el único líder opositor,
disfrazado como hombre de Estado. De esta forma, se diferencia del otro
personaje en competición, Leopoldo,
procurando presentarse como el gran valedor de esta vía democrática con
capacidad real para derrotar al chavismo en la próxima elección presidencial. Capriles opta por algunos rasgos
característicos de la derecha del siglo XXI: confronta menos, dice buscar
diálogo aunque lo practique poco, apenas toca a Chávez, llama a sumar a los
desencantados, e incluso procura pescar en el mismo seno del chavismo. Tanto es
así que Capriles recientemente en
una entrevista en el periódico Tal Cual reconoció que: “Nosotros decíamos que había que organizar una mayoría, con piso en los
barrios del país, fuerza política”. Capriles,
o quizás sus asesores, por fin han entendido algo de la nueva identidad política existente en Venezuela: para vencer
al chavismo política y electoralmente, se ha de construir otra gran mayoría.
La
nueva Asamblea Nacional juramentó con mayoría opositora por primera vez en 17
años de chavismo.
***
Sin
embargo, ninguno de los nombres previos tienen cabida en la nueva Asamblea Nacional (AN), siendo ésta el
nuevo frente estratégico para golpear al poder ejecutivo. Es precisamente la
carrera para ser el Presidente de la AN lo que ha desatado aún más las
desuniones en la Mesa opositora. En este río revuelto, han querido pescar
todos. Pero han sido los adecos,
segunda fuerza electoral de la AN, con Ramos
Allup como su máximo exponente, quienes han sabido moverse mejor. Han
acabado coronando la ansiada presidencia del parlamento gracias al apoyo de
Voluntad Popular (de Leopoldo López). Así
que Julio Borges (de Primero Justicia, el mismo partido de Capriles), el
otro contrincante en la contienda, se queda afuera de este primer puesto. Así
que finalmente un diputado de la tercera fuerza más votada, como es el caso de
Ramos Allup, queda proclamado Presidente de la AN. Por encima de este partido,
en diputados, estaba el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y Primero
Justicia. Pero no. La vieja partidocracia logró imponerse gracias a la
alianza con Leopoldo López quien sigue moviendo hilos desde la cárcel.
Por
tanto está servida la disputa interna de la Mesa al interior de la AN. Por un
lado, Tomás Guanipa, el secretario
general de Primero Justicia, sigue
en la línea caprilista priorizando la tarea legislativa en los próximos meses
sobre aquellos asuntos prioritarios, y a partir de ahí, esperar cómo reacciona el
gobierno. Por el otro, el presidente de la Asamblea, Ramos Allup, en asociación
con Leopoldo López, buscarán que sea el Parlamento el que se ponga manos a la
obra para llevar a cabo este año La
Salida en versión de golpe institucional.
Las diferencias, en
definitiva, adentro de la Mesa son eminentemente tácticas:
unos pretenden incendiar todo cuanto antes mientras otros confían en el fuego
lento. El objetivo, el mismo: derrocar
al chavismo y especialmente al presidente Nicolás Maduro. La oposición ha
demostrado que lo único que la mantiene unida es confrontar contra el chavismo.
Cuando se ponen a discutir entre ellos, entonces la Mesa de Unidad deja de ser
una mesa unida para pasar a ser un conjunto de partidos de oposición con
fracciones de intereses específicos que en nada representan a la unidad de
Venezuela. Seguramente, la Mesa estará deseando que el chavismo vuelva cuanto
antes a la palestra, porque de no ser así, la oposición seguirá haciéndose el
haraquiri entre ellos mismos. Lorena Freitez y Alfredo Serrano Mancilla *
* Centro Estratégico Latinoamericano
de Geopolítica (Celag).
/////
Dr. Ignacio Ramonet. Director de Le Monde Diplomatique.
VENEZUELA CANDENTE.
*****
Ignacio Ramonet.
Le Monde Diplomatique
Rebelión martes 5 de enero del 2016.
El año 2016 podría ser de alta conflictividad en
Venezuela. Por razones internas y por razones externas.
En el plano interior, la amplia victoria en las
elecciones legislativas del pasado 6 de diciembre de la coalición opositora
Mesa de la Unidad Democrática (MUD) configura una Asamblea nacional controlada
–por mayoría cualificada, y por primera vez desde 1999– por fuerzas hostiles a
la revolución bolivariana. Pero en cuyo seno, la bancada chavista del Partido
Socialista Unido de Venezuela (PSUV) sigue siendo la más numerosa con 51
diputados. Lo cual permite augurar, a partir del 5 de enero, un enfrentamiento dialéctico
de alta intensidad.
Con el control de los dos tercios de la cámara
legislativa, la oposición cree sin duda que ha llegado la hora de la revancha y
sueña con deconstruir pieza a pieza la revolución bolivariana. Teóricamente
podría hacerlo. La Constitución lo permite siempre que se cuente también con el
apoyo del Tribunal Superior de Justicia (TSJ), que hace funciones de Tribunal
Constitucional, y del Poder Ciudadano (integrado por el Defensor del Pueblo, la
Fiscal General y el Contralor General de la República [1]). Pero sería un gravísimo error. La MUD no debe confundirse.
Porque está claro –un simple análisis de los resultados lo demuestra– que los
electores no le han dado mandato para ello, ni potestad absoluta para gobernar
jurídicamente. El enfrentamiento institucional podría ser frontal y brutal (2).
Sociológicamente, el chavismo sigue siendo
ampliamente mayoritario. En un eventual referéndum a favor o en contra de la
revolución bolivariana, todos los estudios concluyen que una sólida mayoría
votaría a favor de la continuidad del proceso. El 6 de diciembre pasado, se
trataba únicamente de elecciones legislativas, de designar diputados, y no de
cambiar de República, ni de cambiar de Presidente. Los ciudadanos,
inteligentemente, aprovecharon para enviar un mensaje de alerta y de protesta a
las autoridades. Muchos de ellos no imaginaban ni remotamente que otorgarían a
la oposición una victoria tan excesiva. Nunca fue un voto de adhesión a un
(oculto) programa de la MUD, sino un voto de advertencia a la actual
Administración.
Y es bastante normal. Porque desde hace largos
meses, como consecuencia –en parte– de una “guerra sucia” económica fomentada y
auspiciada por las oficinas de la Internacional conservadora, y también –tal y
como lo ha denunciado el Presidente Nicolás Maduro–, a causa de “la asfixia de la
burocracia y de la corrupción”, la vida cotidiana se ha vuelto bastante
infernal para la gente. El desabastecimiento de productos de primera necesidad
–tanto alimentarios como de higiene personal y del hogar– y de medicamentos
transforma el día a día de los venezolanos en una incesante lucha para resolver
escaseces que casi nunca antes se conocieron a este nivel. Aunque muchos
comentaristas no lo reconocen, las autoridades han hecho un esfuerzo colosal y
prioritario para combatir esta plaga. Pero los electores consideraron que no
fue suficiente. Y sancionaron con su voto negativo esa ausencia de victoria en
un frente capital.
Esa es la causa principal de los adversos
resultados del 6-D para el chavismo. Si a eso añadimos diversos problemas que
siguen sin solución –como los temas de la inflación, de la inseguridad y de la
corrupción, que contaminan la imagen de la revolución bolivariana–, completamos
el diagnóstico de un malestar general que se ha tornado en sentimiento crítico
contra los gobernantes.
La oposición, decíamos, cree que le ha llegado su
hora: la hora de la restauración neoliberal. Y después de haber ocultado
cuidadosamente su programa durante la campaña electoral, ya está anunciando en
voz alta su intención de multiplicar las privatizaciones, de reducir los
servicios públicos, de revocar las leyes laborales, de liquidar los logros
sociales, de desmantelar los acuerdos internacionales... Ante semejante
provocación (recordemos que el chavismo es sociológicamente mayoritario), el
presidente Maduro ha alertado a la opinión pública y acelerado la constitución
de un Parlamento Comunal cuya función en la arquitectura del Estado aún no está
clara, pero que podría funcionar como un órgano representativo y consultivo de
la sociedad en paralelo a la Asamblea Nacional.
Todo indica que puede haber choque de trenes. La
sociedad venezolana es profundamente democrática y pacífica –tal y como lo ha
demostrado en los últimos diecisiete años–, pero estamos ante un duro pulso
entre las dos grandes fuerzas políticas, chavismo y derecha, que controlan,
respectivamente, el poder ejecutivo y el poder legislativo. La tentación de
recurrir a la calle y a las manifestaciones de masas va a ser muy grande. Con
el peligro que ello conlleva en términos de enfrentamientos y de violencia.
Este escenario de guerra civil tampoco es el
deseado por la mayoría de los electores cuyo mensaje del 6 de diciembre pasado
significaba abiertamente una llamada al diálogo entre oficialismo y oposición
con un propósito claro: que las dos fuerzas se entiendan para resolver los
problemas estructurales del país.
Decíamos al principio que, en 2016, la
conflictividad podría ser alta en Venezuela también por razones externas. Y es
que este año se anuncia, en términos de coyuntura económica internacional, como
uno de los peores en los dos últimos decenios. Esencialmente por tres razones:
el derrumbe del precio de las materias primas y del petróleo, la crisis de
crecimiento en China y el aumento del valor del dólar estadounidense.
Es inútil insistir en que los precios del petróleo
tienen una incidencia fundamental en la vida económica de Venezuela, ya que más
del 90% de los recursos en divisas del país proceden de la exportación del oro
negro. En dieciocho meses, los precios del barril, que estaban en 115 dólares,
se derrumbaron a 30 dólares... Y no es imposible que, a lo largo del año, bajen
hasta 20 dólares... Para cualquier país petrolero (Angola, Argelia, México,
etc.), eso representa en sí una catástrofe, pero para Venezuela (y, en cierta
medida, Ecuador o Bolivia), que redistribuye en políticas sociales lo esencial
de su renta petrolera, significa un golpe muy duro y una amenaza mortal para el
equilibrio de la revolución bolivariana.
El segundo parámetro exterior es China. Este país
ha modificado su modelo de desarrollo y crecimiento apostando ahora por su
mercado interior (1.500 millones de consumidores), por el aumento de los
servicios y de la calidad de vida que la contaminación amenazaba de muerte. Las
tasas de crecimiento, antes del 10 o 12%, se han reducido al 6 o 7%.
Consecuencia: la importación de materias primas (minerales o agrícolas) se ha
reducido, lo cual ha acarreado un derrumbe de los precios que afecta de manera
frontal a los países exportadores latinoamericanos de metales (Perú, Chile) y
de soja (Argentina, Brasil). Las crisis políticas que están viviendo estos dos
últimos países no son ajenas a esta situación, y ello afecta indirectamente
también a Caracas, socio importante de Brasilia y Buenos Aires en el marco del
MERCOSUR.
Por último, el dólar. La decisión que tomó el 16 de
diciembre pasado la Reserva Federal de subir los tipos de interés en un 0,25%,
después de nueve años sin hacerlo, aumenta la fuerza del dólar. Que el dólar
sea más rentable en Estados Unidos alienta a los inversores a retirar sus
capitales –invertidos masivamente en los “países emergentes” desde que empezó
la crisis en 2008–, y a desplazarlos hacia Norteamérica. Consecuencia: el valor
de la moneda de los “países emergentes” (Brasil, Colombia, Chile) se desploma y
se devalúa doblemente por el reforzamiento del dólar y por la huida de
capitales. Y todos los productos importados se encarecen.
Semejante contexto latinoamericano e internacional
dibuja, para 2016, un entorno poco favorable para la economía de Venezuela. Y
coloca muy cuesta arriba la perspectiva de hallar soluciones rápidas para
resolver los problemas del país. Desde que ganó las elecciones el 14 de abril
de 2013, el presidente Nicolás Maduro ha lanzado llamadas a la oposición y al
sector privado en repetidas ocasiones para establecer un Diálogo Nacional. Es
muy importante, ante las tempestades que se avecinan, que la MUD responda ahora a esas llamadas con
espíritu constructivo de responsabilidad. Venezuela se lo merece.
*****
Notas
(1) Tres cargos
ejercidos actualmente por personalidades afines al Ejecutivo.
(2) Véase
Gisela Brito, “Asamblea Nacional, Ejecutivo y Tribunal Supremo de Justicia,
Claves sobre la disputa institucional en Venezuela”, América Latina en
movimiento , Quito, Ecuador, 18 de diciembre de 2015.
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