Conocer al Movimiento de
Comunidades Populares de Brasil (MCP) es una inyección de optimismo y esperanza
en medio de la crisis política y de las amenazas que se ciernen sobre los
sectores populares del mundo. Pero el
emprendimiento más novedoso es el grupo de inversión colectiva, que luego
de una década tiene 400 inversionistas de la comunidad, más de 20 integrantes
que administran un fondo de 700 mil reales (unos
170 mil dólares). La mayor parte de los préstamos son para la reforma de
viviendas y para la generación de ingresos familiares y colectivos. Gracias a
los préstamos del grupo de inversión varios vecinos de la comunidad pudieron
comprar camionetas para transporte desde la terminal del Metro hasta la comunidad Chico Mendes. Trabajan con
dinero de los miembros del movimiento que El tener un grupo de inversión comunitaria hace
que los miembros del MCP no tengan
necesidad de acudir a la banca para
pedir préstamos con intereses usurarios. De ese modo, las familias que
necesitan mejorar su vivienda o comprar bienes para poder trabajar cuentan con un mecanismo de financiamiento por
fuera del mercado, lo que les brinda mayor autonomía. El MCP cuenta con 30 grupos de inversión que
manejan en conjunto millones de reales.
invierteny realizan
préstamos, pagan intereses muy bajos, de 2 por ciento a los inversores, y cobran un poco más a los beneficiarios. No acumulan capital y todo el dinero circulante está bajo control comunitario, porque el dinero funciona como valor de uso, algo muy común entre los sectores populares de nuestro continente, y no como valor de cambio.
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Niños de la Comunidad de los Quilombolas, que viven al norte del río Pará. En estos limitados terrenos viven comunidades Quilombolas, remanentes de la época de la esclavitud de negros africanos que fueron llevados a la Villa Portuguesa de Óbidos, fundada en 1967 a 82 kilómetros de Oriximiná para trabajar en las plantaciones de cacao a finales del siglo XIX.
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BRASIL:
COMUNIDADES POPULARES URBANAS.
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Raúl Zibechi.
La Jornada
sábado 9 de enero del 2016.
La
ciudad es uno de los puntos más endebles en las propuestas y prácticas
emancipatorias. En las recientes décadas hemos asistido al despliegue de
diversas iniciativas rurales, de la mano de movimientos indígenas y campesinos,
que han sido capaces de construir espacios por fuera de la lógica del mercado y
del Estado, aunque en ocasiones tengan relaciones tangenciales con ambos. En
las ciudades, por el contrario, las construcciones colectivas son mucho más
frágiles y menos duraderas.
Conocer
al Movimiento de Comunidades Populares de Brasil (MCP) es una inyección de
optimismo y esperanza en medio de la crisis política y de las amenazas que se
ciernen sobre los sectores populares del mundo. El MCP cuenta con unos 60
grupos, la mitad de ellos urbanos, de barrios y favelas. Formalmente, nació en
2011 integrado por las comunidades populares que habían creado, en 2001, una
asociación nacional. En 2006 crearon el periódico mensual Voz das Comunidades y en 2008 la Unión de la Juventud
Popular.
Pero
el movimiento tiene, en realidad, 40 años, ya que sus orígenes se remontan a
1969, cuando en plena dictadura militar la Juventud Agraria Católica se
transformó en Movimiento de Evangelización Rural y, más tarde, en 1986, en
Corriente Sindical de los Trabajadores Independientes. El primer encuentro
nacional del MCP decidió trabajar en cinco sectores: económico, social,
cultural, popular y sindical.
Uno
de los trabajos del MCP está enclavado en la comunidad Chico Mendes, en el
norte del municipio de Río de Janeiro, lindero con la Baixada Fluminense que
rodea la bahía de Guanabara. Se ubica sobre el Morro do Chapadao, tiene 25 mil
habitantes y es fruto de una ocupación organizada en 1991. Gelson y Jundair,
quienes comenzaron su militancia bajo la dictadura, llevan dos décadas en el
barrio, donde comenzaron organizando campeonatos de futbol para varones y
mujeres.
Hoy
cuentan con un grupo de apoyo escolar al que acuden diariamente 70 niños con
cuatro profesoras y un jardín infantil al que van 20 niños y niñas, ambos
apoyados por la propia comunidad sin financiación externa. Funciona un grupo de
compras colectivas, un grupo de producción que fabrica productos de limpieza
con base en aceites de automóviles reciclados y un grupo de ventas, en los que
están involucradas dos decenas de familias, que incluyen una tienda de
comestibles donde se abastecen unas 200 familias y un almacén que vende
materiales de construcción.
Pero
el emprendimiento más novedoso es el grupo de inversión colectiva, que luego de
una década tiene 400 inversionistas de la comunidad, más de 20 integrantes que
administran un fondo de 700 mil reales (unos 170 mil dólares). La mayor parte
de los préstamos son para la reforma de viviendas y para la generación de
ingresos familiares y colectivos. Gracias a los préstamos del grupo de
inversión varios vecinos de la comunidad pudieron comprar camionetas para
transporte desde la terminal del Metro hasta la comunidad Chico Mendes.
Trabajan
con dinero de los miembros del movimiento que
invierteny realizan
préstamos, pagan intereses muy bajos, de 2 por ciento a los inversores, y cobran un poco más a los beneficiarios. No acumulan capital y todo el dinero circulante está bajo control comunitario, porque el dinero funciona como valor de uso, algo muy común entre los sectores populares de nuestro continente, y no como valor de cambio.
El
tener un grupo de inversión comunitaria hace que los miembros del MCP no tengan
necesidad de acudir a la banca para pedir préstamos con intereses usurarios. De
ese modo, las familias que necesitan mejorar su vivienda o comprar bienes para
poder trabajar cuentan con un mecanismo de financiamiento por fuera del
mercado, lo que les brinda mayor autonomía. El MCP cuenta con 30 grupos de
inversión que manejan en conjunto millones de reales.
En
este punto, es necesario introducir un debate. En una sociedad emancipada, o en
el mundo nuevo, será imposible erradicar el dinero. La moneda es anterior al
capitalismo y no puede considerarse sinónimo de capitalismo. Los zapatistas
tienen sus bancos controlados por las comunidades que prestan dinero a las
bases de apoyo, lo que no quiere decir que estén reproduciendo el capitalismo.
La ventaja de crear grupos de inversión como los que tiene el MCP es que sus
integrantes no dependen de quienes monopolizan el dinero, o sea, de los bancos.
Gelson
y Jundair sienten que luego de dos décadas de trabajo, la comunidad es más
fuerte. Cuando se les pregunta por las dificultades, dicen que la mayor es la
formación de militantes. A esa tarea dedican su vida, pero aunque han avanzado,
en la comunidad Chico Mendes el movimiento tiene medio millar de integrantes y
apenas una decena de militantes. Cuando se les pregunta por el tráfico y la
violencia, responden:
no son dificultades, es la realidad. En los barrios populares de Brasil el primer problema es la policía.
El
MCP trabaja para la formación de un frente popular mediante la articulación de
grupos de base autónomos, como Ocupa Alemao, que se ha convertido en referencia
entre los grupos de favelados de Brasil. A nivel teórico, Gelson
reivindica el marxismo y el cristianismo, y no oculta su simpatía por Mao. El
movimiento tiene cuatro experiencias históricas de referencia: la resistencia
del pueblo guaraní, el quilombo de Palmares en el siglo XVII, el movimiento
popular de Canudos a finales del siglo XIX y la lucha minera de Morro Velho en
la década de 1930. En suma, la síntesis de las luchas indígena, negra, obrera y
popular.
Defienden
la independencia de los partidos y trabajan por la autonomía política y
económica, que son los ejes del movimiento. Gelson asegura que
el MCP no es una organización, es un fermento. No quieren repetir un camino que ya no sirve: movilizar, agitar, tomar el poder y construir el socialismo. Ser fermento es estimular, desde adentro y desde abajo, que el barrio se convierta en comunidad, creando poder popular. Después, veremos.
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