La Sociología de las Emergencias, para una Izquierda progresista,
democrática, que al llegar al gobierno se “olvidó” sus grandes promesas económico-sociales y políticas, prefirió - unos gobiernos – mejorar la cara del
sistema dominante, imperante en Nuestra
América – otros fueron más allá – avanzaron en los contextos sociales –
desarrollando exitosas políticas
sociales – y finalmente otros – sí,
cuestionaron el Poder, atacaron el Estado – donde está concentrado el inmenso
poder de la hegemonía capitalista y todos los sistemas institucionales del “viejo”
modelo neoliberal. Fueron protagonistas
de una década de crecimiento macro-económico, básica y fundamental,
funcionales en los precios de los
recursos naturales – materias primas - en los mercados internacionales. La década de extraordinario crecimiento
macro-económico no fue oportuna e históricamente utilizada para forjar, construir
un “nuevo” proceso de Desarrollo
económico-social, sustentable. Igual que las derechas conservadoras que
gobiernan en
México, Colombia, Perú, vivieron de un éxito relativo de los “buenos” precios en el mercado global y
hoy ante el proceso interno y externo de desaceleración de los mercados y las
economías, el gran problema de América latina y los gobiernos de derecha e
izquierda es no haber salido, no haber tenido la suficiente capacidad política
para dejar atrás siglos de un modelo de producción, heredado desde la colonia,
como es el modelo extractivo tradicional
exportador de materias primas a los mercados mundiales.
Hoy la crisis es una realidad – el inicio de una poli-crisis –
económico-financiera-comercial exportadora: crisis
social, desocupación – aumenta como consecuencia del cierre de empresas, la
baja considerable de las exportaciones, la paralización de grandes proyectos en
los sectores de la explotación-inversión de los Commodities – minería, petróleo,
gas, pesca, agro exportación – por la
ausencia de una Política de Estado que regule y garantice las inversiones y
proteja, defienda los patrimonios territoriales de los pueblos. Medio ambiente, cultura e identidad local,
agua, Licencia Social y mayor participación de las Comunidades y pueblos
originarios en las decisiones político-constitucionales de autorización de la
inversión, explotación-producción.
La izquierda nacional, progresista, democrática del siglo XXI en los
gobiernos actuales de América latina, para tratar de encontrar
un camino diferente, democrático, participativo y salir de la crisis económica,
social y política - que hoy lo está derrotando – necesita con urgencia no solo
corregir errores muy graves que han estado presentes en los escenarios
turbulentos de cada país – la corrupción,
ese veneno neoliberal - está destrozando la alicaída institucionalidad
nacional; una reforma profunda desde las estructuras existentes hoy de los “partidos políticos” cuando
la derecha los envenenó con el virus de la corrupción; cumplir con las promesas
propuestas en las Plataformas de
gobierno de cada país, proceso en el cual, definitivamente se tocará las
raíces del “estado burgués y su modelo neoliberal”; tareas y responsabilidades políticas que exigen que en la propia
práctica del quehacer político-constitucional irán surgiendo – con toda
seguridad – nuevas dirigencias, nuevas conducciones – más allá de la corrupción
– es decir, estamos frente al “nacimiento” de nuevos Líderes Comunitarios – voz, confianza, cultura e identidad de los pueblos.
En el propio proceso de construir una salida política, debemos concentrar todo
el peso del trabajo y responsabilidad, compromiso y futuro en el Poder Popular en la
Nueva Sociedad Civil, Real, emergente, popular, democrática – hoy presente
en América Latina – poder popular presente también en la forja y construcción
social, cultural y política de una “Nueva”
Ciudadanía. El Poder Popular desarrollando una más amplia y productiva
participación – popular- ciudadana – irá forjando un camino nuevo, diferente,
superior – hoy presente en los Movimientos
Sociales – conflictos sociales -, debe ser una de las más productivas
alternativas políticas para salir de la situación y en el propio proceso ir cumpliendo con las
propuestas de la Plataforma Política de Gobierno, hoy presentes en millones de Ciudadanos de Nuestra
América que se organizan, movilizan y lucha – en un escenario de escenarios
de las clases y la lucha de clases – que el pensamiento crítico latinoamericano
– desde su perspectiva dialéctica – lo ubica en el complejo, múltiple y turbulento escenario de La Sociología de las
Emergencias, es decir, forjar, construir una alternativa político-de clase –
como propuesta participativa y ciudadana desde Nuestra América, la Patria Grande
para los pueblos del mundo que hoy luchan contra las políticas injustas, salvajes
y criminales del neoliberalismo.
/////
LA IZQUIERDA DEL FUTURO:
UNA SOCIOLOGÍA DE LAS EMERGENCIAS.
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Boaventura
de Sousa Santos.
La Jornada
jueves 7 de enero del 2016.
Si algo se puede afirmar con alguna certeza acerca
de las dificultades que están pasando las fuerzas progresistas en América
Latina, es que esos problemas se asientan en el hecho de que sus gobiernos no
enfrentaron ni la cuestión de la Constitución ni la de la hegemonía. En el caso
de Brasil, este hecho es particularmente dramático. Y explica en parte que los
enormes avances sociales de los gobiernos de la época de Lula sean ahora tan
fácilmente reducidos a meros expedientes populistas y oportunistas, incluso por
parte de sus beneficiarios. Explica también que los muchos errores cometidos
(para comenzar, haber desistido de la reforma política y de la regulación de
los medios de comunicación, algunos de los cuales dejan heridas abiertas en
grupos sociales importantes, tan diversos como los campesinos sin tierra ni
reforma agraria, los jóvenes negros víctimas de racismo, los pueblos indígenas
ilegalmente expulsados de sus territorios ancestrales, pueblos indígenas y
quilombolas con reservas homologadas pero engavetadas, militarización de las
periferias de las grandes ciudades, poblaciones rurales envenenadas por
agrotóxicos, etcétera) no sean considerados errores, sino que sean omitidos y
hasta convertidos en virtudes políticas o, al menos, sean aceptados como consecuencias
inevitables de un gobierno realista y desarrollista.
Las tareas incumplidas de la Constitución y de la
hegemonía explican también que la condena de la tentación capitalista por
gobiernos de izquierda se centre en la corrupción y, por tanto, en la
inmoralidad e ilegalidad del capitalismo, no en la injusticia sistemática de un
sistema de dominación que se puede realizar en perfecto cumplimiento de la
legalidad y la moralidad capitalistas.
El análisis de las consecuencias de no haber
resuelto las cuestiones de la Constitución y de la hegemonía es relevante para
prever y prevenir lo que puede pasar en las próximas décadas, no sólo en
América Latina, sino también en Europa y otras regiones del mundo. Entre las
izquierdas latinoamericanas y las de Europa del sur ha habido en los pasados 20
años importantes canales de comunicación, que están todavía por analizarse en
todas sus dimensiones. Desde el inicio del presupuesto participativo en Porto
Alegre (1989), varias organizaciones de izquierda en Europa, Canadá e India (de
las que tengo conocimiento) comenzaron a prestar mucha atención a las
innovaciones políticas que emergían en el campo de las izquierdas en varios
países de América Latina.
A partir del final de la década de 1990, con la
intensificación de las luchas sociales, el ascenso al poder de gobiernos
progresistas y las luchas por asambleas constituyentes, sobre todo en Ecuador y
Bolivia, quedó claro que una profunda renovación de la izquierda, de la cual
había mucho que aprender, estaba en curso. Los trazos principales de esa
renovación fueron los siguientes: la democracia participativa articulada con la
democracia representativa, articulación de la cual ambas salían fortalecidas;
el intenso protagonismo de movimientos sociales, de lo que el Foro Social
Mundial de 2001 fue muestra elocuente; una nueva relación entre partidos
políticos y movimientos sociales; la sobresaliente entrada en la vida política
de grupos sociales hasta entonces considerados residuales, como los campesinos
sin tierra, pueblos indígenas y pueblos afrodescendientes; la celebración de la
diversidad cultural, el reconocimiento del carácter plurinacional de los países
y el propósito de enfrentar las insidiosas herencias coloniales siempre
presentes. Este elenco es suficiente para evidenciar cuánto las dos luchas a
las que me he estado refiriendo (la Constitución y la hegemonía) estuvieron
presentes en este vasto movimiento que parecía refundar para siempre el
pensamiento y la práctica de izquierda, no sólo en América Latina, sino en todo
el mundo.
La crisis financiera y política, sobre todo a
partir de 2011, y el movimiento de los indignados fueron los detonantes de
nuevas emergencias políticas de izquierda en el sur de Europa, en las que
estuvieron muy presentes las lecciones de América Latina, en especial la nueva
relación partido-movimiento, la nueva articulación entre democracia
representativa y democracia participativa, la reforma constitucional y, en el
caso de España, las cuestiones de la plurinacionalidad. El partido español Podemos,
representa mejor que cualquier otro estos aprendizajes, incluso cuando sus
dirigentes fueron desde el principio conscientes de las diferencias
sustanciales entre los contextos político y geopolítico europeo y
latinoamericano.
La forma en que tales aprendizajes se irán a
plasmar en el nuevo ciclo político que está emergiendo en Europa del sur es,
por ahora, una incógnita. Pero desde ahora es posible especular lo siguiente:
si es verdad que las izquierdas europeas aprendieron con las muchas innovaciones
de las izquierdas latinoamericanas, no es menos cierto (y trágico) que éstas se
olvidaron de sus propias innovaciones y que, de una u otra forma, cayeron en
las trampas de la vieja política, donde las fuerzas de derecha fácilmente
muestran su superioridad, dada la larga experiencia histórica acumulada.
Si las líneas de comunicación se mantienen hoy,
siempre salvaguardando la diferencia de contextos, quizá sea tiempo de que las
izquierdas latinoamericanas aprendan también con las innovaciones que están emergiendo
entre las izquierdas del sur de Europa. Entre ellas destaco las siguientes:
mantener viva la democracia participativa dentro de los propios partidos de
izquierda, como condición previa a su adopción en el sistema político nacional
en articulación con la democracia representativa; pactos entre fuerzas de
izquierda (no necesariamente sólo entre partidos) y nunca con fuerzas de
derecha; pactos pragmáticos no clientelistas (no se discuten personas o cargos,
sino políticas públicas y medidas de gobierno), ni de rendición (articulando
líneas rojas que no pueden ser cruzadas con la noción de prioridades o, como se
decía antes, distinguiendo las luchas primarias de las secundarias);
insistencia en la reforma constitucional para blindar los derechos sociales y
tornar el sistema político más transparente, más próximo y más dependiente de
las decisiones ciudadanas, sin tener que esperar elecciones periódicas
(refuerzo del referendo) y, en el caso español, tratar democráticamente la
cuestión de la plurinacionalidad.
La máquina fatal del neoliberalismo continúa
produciendo miedo en gran escala y siempre que falta materia prima trunca la
esperanza que puede encontrar en los rincones más recónditos de la vida
política y social de las clases populares, la tritura, la procesa y la
transforma en miedo. Las izquierdas son la arena que puede atajar ese aparatoso
engranaje, a fin de abrir las brechas por donde la sociología de las
emergencias hará su trabajo de formular y amplificar las tendencias, los
todavía no, que apuntan a un futuro digno para las grandes mayorías. Por eso es
necesario que las izquierdas sepan tener miedo sin tener miedo del miedo. Sepan
sustraer semillas de esperanza a la trituradora neoliberal y plantarlas en
terrenos fértiles, donde cada vez más ciudadanos sientan que pueden vivir bien,
protegidos tanto del infierno del caos inminente como del paraíso de las
sirenas del consumo obsesivo. Para que esto ocurra, la condición mínima es que las
izquierdas permanezcan firmes en las dos luchas fundamentales: la Constitución
y la hegemonía.
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Traducción:
Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez.
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