“No está en
cuestión para mí la perversidad de los opositores de derecha y ultraderecha en
Venezuela y en todos esos casos, como tampoco la necesidad de rechazar y enfrentar
con el mayor nivel de energía el accionar de esas fuerzas y sus padrinos
imperialistas. Esos virajes, como lo muestran su impacto en Honduras, Paraguay, Argentina, Brasil…son
nefasto. Su producto es contrario a todo lo positivo del progresismo y de los
demás procesos de cambio, y mil veces peor que las cargas negativas de sus
lamentables degradaciones e inconsecuencias. Es peor que una simple
restauración neoliberal por tratarse de la entronización de sus peores
engendros: usureros encopetados, saqueadores, mafias, neofascismo, racismo,
narco-poderes, paramilitarismo… Pero no
es sabio ignorar las causas de la declinación y la vulnerabilidad de esos
procesos que implicaron reformas, mejorías de condiciones de vida e
independencia política, generando esperanzas que ahora tienden a desvanecerse. De ninguna manera ayuda ocultar los motivos
de su creciente deslegitimación por pérdida de popularidad, desconocer su
auto limitaciones en el marco de un capitalismo neoliberal global y local en
decadencia, incapaz de auto-reformarse, de re-constituir a su interior una
clase dominante y un cuadro mundial parecido a aquel hegemonizado por el keynesianismo y las corrientes
social-demócratas o reformadoras”.
“Los hechos
demuestran que las izquierdas que en este periodo de la humanidad y de crisis
mayor del sistema capitalista, desde los espacios de gobierno y de poder
alcanzados, no asumen el anti-imperialismo en estrecha relación con el
anti-capitalismo y con una actitud consecuentemente internacionalista, y no opten por rupturas sistémicas que
posibiliten una transición revolucionaria con precia e incontestable
orientación socialista, evolucionan tornándose funcionales al capitalismo y a
su dinámica actual, y dejan de ser fuerzas transformadoras al resignar la
radicalidad requerida, exponiéndose a desplazamientos y a serias represalia. En verdad sus iniciativas reformadoras y
reivindicaciones alcanzadas durante sus respectivas gestiones, terminan
entrampadas dentro de las redes del sistema capitalista y de la multi-crisis
crónica que lo estremece; convirtiéndose en presa y en víctima de las fuerzas que actualmente auspician un retroceso
neoliberal con características peores a los ya conocidas. Los golpes
reaccionarios facilitados por su social-democratización, su empecinamiento y su
negativa a impulsar la ruptura, tienen funestas consecuencias. En realidad no
tienen nada de “blandos” como se pregona”.
/////
EN NUESTRA AMÉRICA: NO HABRÁ
DEMOCRACIA SIN SOCIALISMO, NI SOCIALISMO SIN DEMOCRACIA.
*****
Narciso Isa Conde.
ALAI. América Latina en Movimiento.
Viernes 16 de setiembre del 2016.
El devenir de los procesos revolucionarios en los
siglos XX y XXI ha mostrado que democracia y socialismo son inseparables e
imprescindibles para no sucumbir ante el capitalismo, las contra-reformas y las
contrarrevoluciones. Con mayor razón en la fase imperialista del capitalismo y
más aun frente a un imperialismo decadente, usurero, guerrerista, depredador,
destructivo y generador de despotismo, violencia y delincuencia como el actual.
Socialismo y Estado.
Igual -sin descartar un rol adecuado del Estado en
el arranque y despliegue de la socialización y democratización, y en los
cambios estructurales anti-imperialistas y anticapitalistas- el socialismo no
debe ser confundido con la estatización; por lo que eso de “socialismo de
Estado” ha devenido siempre en negación del socialismo y de la democracia
que debe ser esencial a él a partir de la necesaria destrucción del viejo
Estado y de una firme apuesta a la progresiva reducción del Estado
Revolucionario transitorio, siempre a favor del poder decisorio de una sociedad
libre y auto-gestionada.
El socialismo como transición revolucionaria a la
sociedad comunista, hacia el predominio absoluto de lo colectivo o comunitario
bajo el reino de la libertad, sin explotaciones ni opresiones clasistas ni de
género ni de generaciones ni de “razas”, sin discriminaciones de ningún tipo,
sin agresiones de los seres humanos a sus entornos naturales, sin Estado, sin represión,
recibiendo de cada quien lo que necesita y aportado cada quien lo que puede en
materia de capacidades materiales y espirituales, trabajos manuales e
intelectuales… debe convertir progresivamente la propiedad sobre los medios de
producción, comunicación, distribución, patrimonio natural y servicios en
propiedad colectiva o social.
Debe incluso transformar progresivamente la
propiedad pública o estatal heredada -o adquirida temporalmente a través de las
expropiaciones y nacionalizaciones- en propiedad social gestionada
democráticamente, conjurando todo negocio con los servicios de salud,
educación, seguridad social y seguridad ciudadana.
Debe diseñar y aplicar un sistema de concurrencia
al mercado temporalmente heredado de la vieja sociedad, en el que participen
las nuevas empresas de propiedad social, con regulaciones que impidan los
monopolios y oligopolios comerciales en el marco de una visión estratégica
destinada a reemplazar el sistema de precio y la ley capitalista del valor, por
el intercambio de equivalencias en función del tiempo de trabajo y capacidades
invertidas en los productos y servicios.
Debe reemplazar las gerencias y las
administraciones típicamente capitalistas, ejercidas en función de las
ganancias privadas, por la planificación democrática- participativa, la
cogestión y autogestión de los/as productores/as.
Debe detener la invasión tóxica de los seres
humanos y de su entorno natural a nombre de una salud frágil y del incremento
de la productividad agropecuaria e industrial en detrimento de lo natural.
Debe sustituir paulatina y persistentemente el
Estado reformulado para esa transición por el poder de la sociedad
auto-organizada, por el poder de las comunidades, por el poder popular.
Debe, combinándolas, superar constantemente la
supremacía de democracia representativa o por delegación, por la de la
democracia directa; así como erradicar las culturas despóticas e
individualistas que impregnan la ideología capitalista, llegando a extremos
aberrantes en la era neoliberal; la cultura clasista, la cultura del pillaje,
la cultura patriarcal-machista, racista, antropocéntrica, adulto-céntrica, la
xenofóbica, la homofóbica y otras discriminaciones dominantes y constantemente
recicladas desde los centros generadores del universo cultural de la
civilización capitalista.
Debe superar los marcos exclusivamente nacionales
de las luchas por la felicidad colectiva y por la preservación de la vida del
planeta en su relación con el universo, e internacionalizar en grande las
rebeldías, las luchas, las insubordinaciones y los procesos emancipatorios
frente a una dominación destructiva y alienante de un sistema
capitalista-imperialista con implantación, dimensión e impactos mundiales cada
vez más degradantes y antidemocráticos.
Un registro histórico aleccionador.
Una ruta no consecuente con esas perspectivas
liberadoras termina empantanando los procesos de cambios y haciéndolo
vulnerables y reversibles. Incluso los más hermosos y esperanzadores.
Esto a mi entender es válido para América Latina y
el Caribe y también para el mundo. Y ahora, con lo que pasa con los llamados
gobiernos “progresistas” o de “izquierda”, con los procesos
reformadores en la región -incluidos aquellos que anunciaron nuevo socialismo o
socialismo del siglo XXI, y con lo que aconteció el llamado “socialismo
real” euro-oriental y lo que acontece en China y más recientemente en Cuba-
esos criterios indudablemente se han fortalecido.
Las reformas dentro del orden capitalista, sin
revoluciones, se estacan, se degradan y pueden ser abatidas. El capitalismo
actual, que ya no es el de la libre competencia y el liberalismo político,
reduce cada vez los espacios democráticos, se traga las libertades y los
derechos humanos proclamados en su contexto, se militariza, erosiona gravemente
la seguridad ciudadana y pervierte el sufragio y la política.
Las revoluciones, incluso obreras y populares, que
no se profundizan en cuanto a creación de democracia y socialismo, que sufren
serias deformaciones estatistas, burocráticas, sucumben en brazos de la
burguesía mundial.
Las transformaciones a medias o de escasa
profundidad coexistiendo con él, ya con reemplazo o no del viejo Estado y sus
instituciones, ya con reformas o cambios más o menos significativos, ya con
significativos procesos constituyentes o no, se tornan fallidas, se contaminan,
dando pie, facilitando, reabriéndole paso tarde o temprano paso a represalias
reaccionarias con apoyo de masas y con ellas a regímenes mucho peores que los
que son reemplazados, e incluso peores que los que existieron antes del inicio
de los procesos de cambios.
En esos contextos las conquistas democráticas y de
derechos sociales de diversos calados son aplastadas por las contra-reformas y
las contrarrevoluciones atizadas por la manipulación de las insuficiencias,
insatisfacciones, mediatizaciones y deformaciones presentes en alto grado
dentro de esos procesos abigarrados; contra-reformas y contrarrevoluciones
-alimentadas por la falta de socialismo y de democracia en diversos órdenes y
por la abundancia de burocracia, corrupción y capitalismo de las peores
especies- son permanentemente engendradas, potenciadas y motorizadas por el
gran capital privado local y transnacional y por los Estados imperialistas
colonizadores, con agresivas y periódicas embestidas.
Esto sucede casi inexorablemente -sin
necesariamente anular importantes vertientes de la conciencia política históricamente
creada- independientemente de los logros alcanzados, de las formidables o
limitadas conquistas plasmadas… sobre todo cuando el descontento popular
(espontaneo e inducido), motivado por otras causas y por serias fallas
coexistentes, las arropa.
Esto tiende a ser así independientemente de que a
corto y mediano plazo los regímenes contrarrevolucionarios,
contra-reformadores, neoliberales duros, mafiosos..., resulten mil veces peores
que los que desplazan. El inmediatismo y la enajenación combinados posibilitan
atraer y confundir a no pocos sectores que inicialmente no captan la esencia
del fenómeno.
Esto pasó en el siglo pasado en los países
euro-orientales con el denominado “socialismo real”, caracterizado, en la
medida se degradaron las revoluciones proletarias, campesinas, democráticas y
populares en Rusia y en sus colonias y los trascendentes cambios sociales y
políticos resultante de la victoria de la heroica URSS y el mundo pro
democracia frente al nazi-fascismo en esa región, dando paso a regímenes con
altos niveles de justicia social, poderosos Estado distribuidores de riquezas
pero generadores a la vez de burocracia, sistema de privilegios y corrupción,
negadores de democracia política, participación y poder de decisión popular.
Esto también ha dado lugar, especialmente en casos
parecidos pero donde se ha logrado evitar tal colapso en medio de las crisis
del estatismo burocrático, a procesos de restauración del capitalismo privado
(con preeminencia del capital transnacional); combinado con regímenes político
centralizados y negadores de democracia participativa y del poder popular, con
un estatismo reformado, métodos administrativos más eficaces y preservación de
una parte conquistas sociales al compás de un riesgoso incremento de las desigualdades
sociales, de la economía capitalista de mercado y la concentración de la
riquezas. China es el ejemplo más señero de esa modalidad de restauración del
capitalismo privado junto a capitalismo de Estado y proteccionismo social bajo
la dirección del Partido Comunista.
Esto conduce a reemplazar el antiimperialismo por
el nacionalismo y a caminar por el tortuoso rumbo del capitalismo a nombre del
“socialismo de mercado”.
En Cuba hay señales iníciales del emprendimiento de
esa vía, con mayor lentitud y severas inseguridades, conservando cuotas todavía
importantes conquistas históricas espiritualmente nutridas por la legitimidad,
el prestigio internacional y la dignidad nacional que le imprimió a ese proceso
revolucionario excepcional su heroica generación histórica.
Los hechos en el presente continental.
Otras modalidades de declinación-degradación están
aconteciendo en nuestra América en procesos de cambio de otro tipo, dirigidos por
fuerzas y liderazgos autoproclamados de izquierdas, considerados originalmente
algunos como revolucionarios o pro-socialistas, disimiles entre sí por los
diversos grados de profundidad de las reformas y transformaciones que
emprendieron, con variados niveles de progresismos y reformismos, con cero,
poco o algo significativo de vocación revolucionaria, con nada, un poco o
bastante visión socializante.
La oleada de cambios a nivel de Estado y de
gobierno luce más que estancada, entrampada, declinando, retrocediendo, en
crisis, a la defensiva…sufriendo reveses ya no solo por la fuerza del
contra-ataque feroz del imperialismo y las derechas, que como en casos como el
de Honduras, el pueblo no pudo contrarrestar pese a la formidable y ejemplar
resistencia popular, sino también por su desgaste, inconsecuencias, pérdida de
apoyo popular, vulnerabilidades, fallas, degradaciones evidentes…
Por no atreverse sus liderazgos a ir más allá de
procesos en agotamiento, o por no profundizar en el tiempo debido las reformas
emprendidas, por caer en la tentación de reproducir las prácticas de gobiernos
y de “hacer política” de las derechas, por corromperse o tolerar la corrupción
en sus filas, por proceder de mala manera al frente de una buena causa; o por
pretender socialismo sin romperle la columna vertebral a la gran burguesía
coexistente, por confundir de nuevo socialismo con estatismo o por no decidirse
a darle vida al poder popular en lugar del poder individual, partidista o
estatal; o por reproducir o no subvertir las culturas de la decadente
civilización burguesa: mercantilismo, consumismo, rentismo, paternalismo,
individualismo, egoísmo, insolidaridad, caudillismo, autoritarismo, nepotismo,
patriarcado y perpetuación vía reeleccionismo indefinido…
Por acomodarse paulatinamente a sumir el socialismo
más como retórica, consignas proclamas que como hechos.
Por la autocensura y el acriticismo de no pocos
movimientos y partidos inmersos en esos procesos, por el peso de la
subordinación incondicional al “mando central”.
Y, en fin, por variados grados de divorcio de la
democracia respecto al socialismo y viceversa, serios déficits en la interrelación
entre ambos valores y grandes carencias en la creación de la conciencia
política anticapitalista que facilite la superación del sistema, la ruptura de
sus controles y mecanismos alienantes y los cambios estructurales al compás de
las reivindicaciones alcanzadas y de los avances sociales en periodos de
bonanzas.
Entonces ocurre lo que ocurrió en Argentina y en
Brasil, y lo que está ocurriendo -descontada la mayor radicalidad actual de ese
proceso y ese pueblo- en la Venezuela bolivariana. O lo que se percibe en un
país como El Salvador con alto riego de viraje a la derecha; o lo que dentro de
su propia estabilidad, nacionalismo y hegemonía política (por el hábil
aprovechamiento de factores geo-estratégicos utilizados con esos fines),
acontece en el proceso sandinista: su creciente deformación autoritaria,
cargada de caudillismo, nepotismo y maniobras cuestionables.
Luego de consumados los reveses en Argentina y
Brasil y de que éstos mostraran sus garras y colmillos, el desafío que tiene
por delante la parte más consciente el pueblo trabajador venezolano, su
pobrecía más contestaría, el chavismo auténticamente revolucionario, los
militares revolucionarios, los comunistas y socialistas de verdad, se ha
tornado en gran medida imperioso y crucial.
Venezuela y la imperiosa pertinencia del “Golpe de Timón”.
En Venezuela, el Gobierno, su modelo hibrido
vigente, sus oscilaciones entre la rigidez y las concesiones al enemigo, sus
devaneos socialdemócratas y el propio marco institucional del país…lucen
agotados, erosionados, en declive persistente… y todo parece indicar, que
aunque tardíamente, es imprescindible arriesgarse a dar el postergado “Golpe
de Timón” que recomendó el Comandante Chávez: romperle oportunamente el
espinazo a la gran burguesía local y transnacional que nutre esa derecha feroz
y voraz, traspasar el poder al pueblo, controlar socialmente comercio exterior,
divisas, medios de producción y distribución, crear las comunas y Estados
Comunales dinámicos, superando previamente, “dinamitando políticamente”
una institucionalidad estatal que ya bloquea la profundización del proceso.
De lo contrario pienso que la iniciativa en el
viraje inmediato la tendrá el bloque de las derechas pro-imperialistas y habrá
que enfrentarlo desde abajo en forma más enérgica y de manera ascendente a
partir del efecto de su “golpe made in usa” y del desplazamiento del actual
gobierno, posiblemente con más vigor, violencia y masividad que en otros casos
y desde una oposición/insubordinación popular, chavista, antiimperialista,
socialista…
Una eventual desmovilización de las FARC-EP como
ejército popular vecino, no ayudaría a la resistencia masiva venezolana que
habrá de enfrentar la violencia imperial y el plan de reconquista
estadounidense contra su soberanía, por la reapropiación de sus valiosos
recursos naturales; pero tampoco bloquea totalmente esa posibilidad. Lo óptimo
es que el proceso del desarme fariano en Colombia se detenga o lentifique.
Una reflexión crítica imprescindible.
No está en cuestión para mí la perversidad de los
opositores de derecha y ultraderecha en Venezuela y en todos esos casos, como
tampoco la necesidad de rechazar y enfrentar con el mayor nivel de energía el
accionar de esas fuerzas y sus padrinos imperialistas.
Esos virajes, como lo muestran su impacto en
Honduras, Paraguay, Argentina, Brasil…son nefasto. Su producto es contrario a
todo lo positivo del progresismo y de los demás procesos de cambio, y mil veces
peor que las cargas negativas de sus lamentables degradaciones e
inconsecuencias. Es peor que una simple restauración neoliberal por tratarse de
la entronización de sus peores engendros: usureros encopetados, saqueadores,
mafias, neofascismo, racismo, narco-poderes, paramilitarismo…
Pero no es sabio ignorar las causas de la
declinación y la vulnerabilidad de esos procesos que implicaron reformas,
mejorías de condiciones de vida e independencia política, generando esperanzas
que ahora tienden a desvanecerse.
De ninguna manera ayuda ocultar los motivos de su
creciente deslegitimación por pérdida de popularidad, desconocer su auto
limitaciones en el marco de un capitalismo neoliberal global y local en
decadencia, incapaz de auto-reformarse, de re-constituir a su interior una
clase dominante y un cuadro mundial parecido a aquel hegemonizado por el
keynesianismo y las corrientes social-demócratas o reformadoras.
Los hechos demuestran que las izquierdas que en
este periodo de la humanidad y de crisis mayor del sistema capitalista, desde los
espacios de gobierno y de poder alcanzados, no asumen el anti-imperialismo en
estrecha relación con el anti-capitalismo y con una actitud consecuentemente
internacionalista, y no opten por rupturas sistémicas que posibiliten una
transición revolucionaria con precia e incontestable orientación socialista,
evolucionan tornándose funcionales al capitalismo y a su dinámica actual, y
dejan de ser fuerzas transformadoras al resignar la radicalidad requerida,
exponiéndose a desplazamientos y a serias represalia.
En verdad sus iniciativas reformadoras y
reivindicaciones alcanzadas durante sus respectivas gestiones, terminan
entrampadas dentro de las redes del sistema capitalista y de la multi-crisis
crónica que lo estremece; convirtiéndose en presa y en víctima de las fuerzas
que actualmente auspician un retroceso neoliberal con características peores a
los ya conocidas. Los golpes reaccionarios facilitados por su
social-democratización, su empecinamiento y su negativa a impulsar la ruptura,
tienen funestas consecuencias. En realidad no tienen nada de “blandos” como se
pregona.
Aprender de los reveses.
Las izquierdas que temen asumir la perspectiva de
nuevas revoluciones anti-capitalistas, claros y precisos programas de
transición al socialismo para ser firmemente ejecutados y líneas de
internacionalización de la insurgencia global contra la globalización del
capitalismo neoliberal -no importa su grado de progresismo o vocación
reformadora- se desgastan en el ejercicio de gobierno, reproducen prácticas de
las derechas y se quedan sin alternativa; abriéndole cauces a la recomposición
de las derechas astutamente alimentadas por el capital local y transnacional.
Los hechos así lo confirman.
A las revoluciones y los socialismos del presente y
del futuro hay que liberarlos de las trabas del pasado, aprendiendo de sus
experiencias y, sobre todo, de sus reveses y errores. Por eso entiendo
imperioso no repetir las fallas e insuficiencias, ni del pasado remoto ni del
pasado reciente.
Y algo cada vez más crucial es la superación de los
déficits en pensamiento subversivo, propuestas convincentes, conciencia,
mística, organización y acción de las fuerzas conductoras de los procesos de
cambios que de todas maneras siguen tocando las puertas de nuestras sociedades,
de nuestra región y del mundo, cruelmente sometidas al caos y a la degradación
capitalista-imperialista, al conservadurismo religioso, a la violencia
patriarcal, a la reproducción de falsos valores y nuevas banalidades y
alienaciones
Procesos que pueden accidentarse, complicarse,
entorpecerse, pero no detenerse, con estos brutales retrocesos políticos, con
estos reveses drásticos, pero evidentemente pasajeros y fofos, en medio de
mayores niveles de conciencia y experiencias acumuladas, de tendencias a nuevas
confrontaciones por el derecho colectivo a sobrevivir, de frustraciones
hirientes por las opciones insuficientes temporalmente fallidas, pero frente a
deterioros crecientes a ser generados por la nuevas derechas que habrán de
resultar realmente insoportables e inaceptables y que nos imponen nuevos retos.
Nuevos cambios exigen nuevas fuerzas conductoras,
nuevos cauces, nuevos métodos, nuevos aportes a las concepciones
revolucionarias. Los ensayos históricos posibilitan rescatar los aciertos y
descartar los errores. Estas pruebas merecen reflexiones crítica profundas sin
abrirles brechas a nuevas renegaciones.
11-09-2016, Santo
Domingo, RD.
En homenaje al gesto
heroico de Salvador Allende, 43 años después.
*****
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