Qué es el NAFTA?.-
ELTRATADO DE LIBRE COMERCIO
TLC. ENTRE ESTADOS UNIDOS, CANADÁ Y MÉXICO.- El NAFTA, es el Tratado de
Libre Comercio de América del Norte (TLCAN),conocido así por sus siglas en
ingles "North American Free Trade Agreement"..podría definirlo como
un bloque comercial entre Canadá,
Estados Unidos y México que establece una zona de libre comercio... entra en vigencia el 1 de enero de 1994...este
tratado se caracteriza po no establece organismos centrales de coordinación política
o social, a diferencia de tratados similares como el de la Unión Europea...Se
lo llama “zona de libre comercio”, porque
las reglas que se disponen definen como y cuando se eliminaran las barreras
arancelarias para conseguir el libre paso de los productos y servicios entre
las tres naciones participantes; es
decir, como y cuando se eliminaran las tarifas y los aranceles...por otro lado el TLC busca la existencia de “condiciones de justa competencia”
entre las naciones que participan y ofrece no únicamente proteger, sino además
velar por el cumplimiento de los derechos de propiedad intelectual...
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en inglés North American Free Trade Agreement (NAFTA) y en francés Accord de libre-échange nord-américain (ALÉNA), es un acuerdo regional entre los gobiernos de Canadá, de los Estados Unidos y de México para crear una zona de libre comercio, con un costo reducido para el intercambio de bienes entre los tres países. Este acuerdo es una ampliación del antiguo Tratado de Libre Comercio de Canadá y Estados Unidos que fue firmado el 4 de octubre de 1988 para la formalización de la relación comercial entre los dos países. En 1990, el bloque entró en negociaciones para ser reemplazado por un tratado que incluyera a México.
El 10 de junio de 1990, Canadá, Estados Unidos y México acuerdan establecer un tratado de libre comercio, el 5 de febrero de1991 inician las negociaciones del TLCAN, por lo que el Acuerdo Comercial
fue firmado por el presidente estadounidense George H.W. Bush, el 8 de
diciembre de 1992, por el primer
ministro canadiense Brian
Mulroney, el 11 de diciembre de 1992 y por el presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari, el 14 de
diciembre de 1992, así mismo los tres
países lo firmaron el 17 de
diciembre de 1992 y entró en vigencia a partir del 1 de enero de 1994, cuando se cumplió
con el procedimiento de ratificación por parte del poder legislativo de cada
país que lo suscribió.. Al firmarse los
tratados el TLCAN se planteó un plazo de 15 años para la eliminación total
de las barreras aduaneras entre los tres países. Además se detalló que debían
ser retiradas las restricciones de varios productos, incluyendo vehículos de motor y piezas para éstos, las computadoras,
los textiles y la agricultura. El tratado también protege los derechos de propiedad
intelectual (patentes, derechos de autor y marcas comerciales) y
destacó la eliminación de las restricciones de inversión entre los tres países.
Medidas relativas a la protección de los trabajadores y el medio ambiente se añadieron
más tarde como resultado de acuerdos
complementarios firmados en 1993.
A diferencia de la Unión Europea,
el TLCAN no crea un conjunto de organismos gubernamentales supranacionales, o
crea un cuerpo de leyes que es superior a la ley nacional. El TLCAN es un tratado en virtud del derecho internacional. Bajo
las leyes de los Estados Unidos se clasifica mejor como un acuerdo del Congreso
ejecutivo, lo que refleja un sentido peculiar del término "tratado"
en el derecho constitucional de los Estados Unidos de que no vaya seguida por
el derecho internacional o las leyes de otros estados. Este tratado para el comercio regional en América del Norte benefició a la economía mexicana y
ayudó a enfrentar la competencia planteada por Japón y la Unión Europea. .
Otros argumentan que Canadá y México se
convirtieron en "colonias" de los EE.UU., que aumento la pobreza en México y agravó el
desempleo en los EE.UU. Hacer el dólar la única moneda en las transacciones
comerciales entre los socios del TLCAN
implico una seria resistencia por parte de la sociedad mexicana e incluso
por ciertos sectores del gobierno donde existía el miedo a la pérdida de la
identidad nacional. Hasta 2009 el
proceso de integración fue completado a pesar de que México está más ligado a
los Estados Unidos que a Canadá. Los déficits que caracterizaron este proceso obstaculizaron
el alcance de la mayor parte del bienestar de la población.
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“La
Argentina es inexplicable. Siempre ha sido inexplicable para todos, y lo es hoy
más que nunca”, dice Castañeda.
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“SI GANA
TRUMP, EE.UU. HARÁ UN BREXIT DEL NAFTA”
Entrevista al
Académico mexicano y ex canciller Jorge Castañeda. Ensayista y autor de una
Biografía del Che Guevara.
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“A los cubanos no les hizo falta remitirse a México cuando quisieron
arreglar las cosas con Estados Unidos. Los cubanos se dirigieron a Canadá y al
Papa”, dice el escritor y político mexicano en una conversación con este
diario.
Eduardo Febbro
Desde Ciudad de México
Página /12 domingo 25 de setiembre del 2016.
Jorge
Castañeda es una figura intelectual y política atípica en América Latina. Las
fotografías que pueblan su vasta biblioteca en la cómoda casa en la que recibe
a Página/12 reflejan la riqueza de una existencia llena de acción y
controversias. La derecha suele estampillarlo de izquierda y esta última de
derecha. Casi siempre lo acusaron de ser lo uno y lo otro opuesto. Alguna vez
le imputaron haber sido un agente de los cubanos, y otras de ser un agente de
la CIA. Jorge Castañeda es más bien un socialdemócrata con una polifónica obra
escrita y una carrera política que marcó su época: este académico mexicano
nacido en 1953 fue, entre 2000 y 2003, Ministro de Relaciones Exteriores del
gobierno de Vicente Fox. Esa presidencia no fue una más sino que encarnó, bajo
las banderas del PAN, lo que en México se llamó “la transición”, es decir, el
primer gobierno que rompió la legendaria hegemonía del PRI. Como canciller,
Castañeda asumió el llamado “aggiornamento” de la política mexicana hacia Cuba
que se tradujo por un cambio de rumbo radical donde México dejó de ser un
interlocutor pasivo para volverse un actor crítico de la Revolución Cubana. En
2002, el gobierno mexicano votó contra Cuba en la Comisión de Derechos Humanos
de Ginebra. 15 años después, con una efusiva convicción, Castañeda reivindica
aquella postura. Hoy recuerda que “a los cubanos no les hizo falta remitirse a
México cuando quisieron arreglar las cosas con Estados Unidos. Los cubanos se
dirigieron a Canadá y al Papa”. Comunista en su juventud y asesor de Cuauhtémoc
Cárdenas en 1988, Castañeda escribió varios ensayos, entre los que se destacan
una biografía del Che Guevara (La vida en rojo, una biografía del Che
Guevara,1997, y La utopía desarmada,1995). Ambos ensayos le valieron densas
polémicas. La biografía del Che alteró los nervios de los comunistas de América
Latina y la Utopía Desarmada fue rotundamente rechazada por las izquierdas del
continente. Sin embargo, en esa obra, Castañeda anticipaba un fenómeno que se
traduciría más tarde en la realidad política de América Latina: el abandono
paulatino de la idea de revolución como bandera y la transformación de las
izquierdas en partidos de gobierno con la plena aceptación de las leyes de
mercado. En 2014 publicó una apasionante autobiografía, Amarres Perros, y este
año un libro donde propone una agenda ciudadana para combatir los males de
México (“Sólo así: por una agenda ciudadana independiente”, Editorial Debate.
Este académico de larga trayectoria se postula ahora como candidato
independiente como una forma de romper la tenaza de la partidocracia. La
irrupción, en Estados Unidos, de Donald Trump lo propulsó de nuevo a la cima de
la actualidad. Las aberrantes indecencias de Trump contra los mexicanos, su
idea de construir un muro pagado por los mexicanos y los ataques xenófobos de
Trump llevaron a Castañeda a liderar, en México, la respuesta a las indecencias
del candidato republicano a la Casa Blanca. Castañeda interpeló a la sociedad
civil y al gobierno para que, juntos, respondieran a las vulgaridades de Trump.
En
el portal Proudtobemexican.com (orgulloso de ser mexicano, en inglés) el mismo
dirigente aparece alentando a los mexicanos a salirle al paso a Donald Trump.
En
esta entrevista exclusiva con Página/12 realizada en su domicilio de la capital
mexicana, Jorge Castañeda analiza la compleja relación entre Estados Unidos y
México, responde a Donald Trump, aborda la problemática de la inmigración y
desarrolla las principales ideas de su “agenda ciudadana”.
–Donald
Trump se instaló en el escenario político de Estados Unidos y, por vecindad y
por sus declaraciones xenófobas contras los mexicanos, también se metió en la
política mexicana. Sea cual fuere el resultado de las elecciones en los Estados
Unidos, las declaraciones de Donald Trump tornaron más compleja la ya difícil
relación entre México y Washington. Trump ensució esa relación. ¿ Qué pasará
después?
–La
relación de México con los Estados Unidos se va a complicar enormemente. Si
Trump gana es casi el equivalente de un Brexit norteamericano del Nafta
(Acuerdo de libre comercio entre EE.UU., México y Canadá). Metafóricamente,
Estados Unidos se retira del Nafta. El problema está en el hecho de que la
postura de Trump se va a reflejar en la plataforma del partido republicano en
tres aspectos. Uno, la deportación de todos los indocumentados, que son como 12
millones, de los cuales 60 por ciento son mexicanos. El problema se presentará
cuando haya que recibir a toda esta gente con el agravante de que muchos
guatemaltecos, salvadoreños, hondureños van a decir que son mexicanos para que
los deporten a México. El segundo aspecto es el muro. Ese muro sí se puede
construir, si se puede lograr que los mexicanos lo paguemos a través de visas
más caras, de impuestos sobre las remesas o aranceles sobre ciertos productos.
Se puede. Es lo que Trump prometió. El tercer tema es el del proteccionismo.
Trump puede poner en entredicho no ya el tratado de libre comercio, sino que
puede usar el poder de convencimiento de la presidencia para desalentar nuevas
inversiones de Estados Unidos en México. No se van a cerrar las plantas que ya
existen. La fabrica de General Motors en Silao no se va a cerrar, tampoco la de
Ford en Hermosillo. Pero es posible que las nuevas inversiones de Ford o de
General Motors se suspendan porque no van a querer pelearse con el presidente
de los Estados Unidos, si es que por desgracia llegara a ganar.
–Trump
ha reactualizado con los niveles de intensidad, agresividad y vulgaridad que
existen en Europa el tema del inmigrado, del otro como elemento tóxico. Esto no
es nuevo en Estados Unidos, pero nunca se había llegado a que un alto
responsable político lo encarnara de esa manera.
–Lo
que los norteamericanos llaman el nativismo, es decir, estos brotes anti
inmigrantes, son constantes en los Estados Unidos desde mediados del siglo XIX,
cuando empieza la primera gran ola migratoria, que es irlandesa. Desde ese
momento y hasta la semana pasada, con cierta regularidad, en los Estados Unidos
hay estos brotes xenófobos, racistas, excluyentes, odiosos. Pero luego pasan.
El brote actual no es producto de Trump, sino que Trump es un producto de ese
brote. Esto se debe a que en los últimos 20 años no sólo hubo un aumento muy
importante de la migración mexicana y centroamericana hacia los Estados Unidos,
sino que se dirigió a muchas regiones donde antes no había migrantes. Los
norteamericanos que estaban ahí se escandalizaron, se aterraron ante algo
nuevo. ¿Quiénes son estos mexicanos que hablan un idioma raro, que juegan un
deporte con un balón redondo en vez de ovalado, y que comen estas cosas
rarísimas con las que parece que se le incendia a uno la boba? En suma, se
preguntaban: ¿quién es esta gente? Claro, en Los Ángeles, en Chicago o en Texas
no porque son 100 años de migración. En muchos sentidos ya es una cultura
híbrida. Pero en Ohio, en Pensilvania, en Iowa, en Arkansas, donde hay
trabajadores mexicanos en la industria del pollo, pues en esos lugares nunca
habían visto un mexicano en sus vidas. Además, se preguntan: ¿pero esta gente
es católica? Pero, ¿qué es esto? ¿Aquí no hay católicos? Se enloquecen.
–¿Cuál
podría ser entonces la geometría armoniosa para salir de esta crisis?
–Me
parece que lo que hay que volver a hacer es tratar de ordenar el fenómeno
migratorio con los sectores sensatos de los Estados Unidos. El ex presidente
Fox y yo, cuando estuvimos en el gobierno, insistimos muchísimo en eso. No se
pudo porque no se perseveró, porque hubo el 11 de septiembre y los errores de
Bush. El hecho es que sí dijimos entonces que si no se arreglaba el tema migratorio
entre los dos países, era una bomba de tiempo. Y la bomba de tiempo ya tiene
nombre y apellido: se llama Donald Trump. Para arreglar esto hay que desactivar
la bomba de tiempo, hay que legalizar a los mexicanos que están allá, permitir
un flujo legal de los que están en México y van a Estados Unidos. Esta gente va
a seguir yendo porque Estados Unidos necesita mano de obra y porque los
salarios en México son bajos. En una planta de Ford, en México, un obrero con
un buen empleo gana 400 dólares al mes. Y una mujer que trabaja haciendo
limpieza doméstica en la ciudad de Nueva York gana más o menos 400 dólares
diarios. ¿Cómo quiere que detengan esas migración ?. No hay que detenerla, hay
que legalizarla.
–Pero
ahora se da también a la vez un fenómeno nuevo y al revés: hay cerca de un
millón de estadounidenses residiendo en México. Se trata, de hecho, de la
migración Norte/Sur más imponente de la historia moderna.
–Sí,
es un dato impresionante. ¡México es el país donde hay más estadounidenses en
todo el mundo! No hay otra lugar en el planeta donde residan tantos. Estos son
residentes, no son turistas, es gente que vive aquí. Y, por cierto,
prácticamente no hay incidentes. No ha habido grandes episodios de violencia.
Para una población de ese tamaño, no pasa nada. Es gente bienvenida, que le
aporta mucho a las comunidades donde viven y que también recibe mucho de las
comunidades. Tienen una calidad de vida que no tendrían en los Estados Unidos.
Y eso es algo muy positivo que México podría mostrar como ejemplo en Estados
Unidos de cómo se puede tratar a la gente de afuera. El problema es que también
en México hay 300 o 400 mil centroamericanos y nosotros los tratamos peor a
ellos que los estadounidenses a nosotros.
–Lo
que usted dice me remite al título de la autobiografía que usted publicó en
2014, Amarres Perros (Alfaguara). La relación con el vecino del norte es una
suerte de amarre perro.
–Estamos
amarrados, no se si habrá mucho amor, pero estamos amarrados y a veces es
difícil, muy tenso. En este momento lo es, y no sólo por Trump. Sería un error
pensar que ese es el tema principal. Creo que hay otro tema importante: hay
mucha gente en los Estados Unidos que se muestra incrédula ante nuestra
incapacidad, aquí, en México, de avanzar. Y nosotros estamos cada vez más
desconcertados ante la hipocresía norteamericana, por ejemplo en el tema de la
droga. Ellos legalizan –y qué bueno que lo hagan– y sin embargo siguen
insistiendo en que se decomisen en México envíos de marihuana a Estados Unidos.
¿Cuál es la lógica de que se decomise marihuana en México cuando la que llega a
Estados Unidos la venden en la primera tienda al lado de la frontera, y
legalmente? Allá dicen: ¿por qué esos mexicanos no avanzan contra la
corrupción, por el Estado de derecho, contra la violencia y las violaciones a
los derechos humanos ?. Y nosotros decimos: ¿por qué no dejan de ser tan
hipócritas? ¿Por qué siguen fastidiando a todo el mundo con su guerra contra
las drogas, guerra que todo el mundo acepta que es un fracaso y que ha sido
repudiada dentro de Estados Unidos? La guerra contra las drogas ha sido un
fracaso como guerra, y un éxito como negocio.
–En
el libro que usted publicó este año, Sólo así: por una agenda ciudadana
independiente (Editorial Debate), usted propone una suerte de agenda ciudadana
cuyos ejes son el combate contra la impunidad, la corrupción y las violaciones
a los derechos humanos. Pero, sobre todo, el libro se conecta con lo que está
ocurriendo en la gran mayoría de las democracias occidentales: el hartazgo ante
los partidos políticos, ante la partidocracia. Hay un rechazo a la elite
instalada. Ese fue uno de los ejes del discurso que le permitió, al menos al
principio, al partido español Podemos prosperar en la enredadera del
bipartidismo. Su iniciativa de un partido independiente no es común en México.
–¡Fue
tan poco común que no era legal! En México, las candidaturas independientes,
sin partido, están permitidas apenas desde el 2015. Fue una larga lucha que yo
inicié en 2004. Tuve que remitirme a la Suprema Corte mexicana y después a la
Corte Interamericana de Derechos Humanos. En todo caso, esas candidaturas
independientes se convierten en un cauce para este sentimiento anti
partidocracia, anti partidos. Este proceso lo vimos efectivamente en Europa y
también en los Estados Unidos a través de la figura del outsider, es decir,
Donald Trump por un lado y Bernie Sanders por el otro. Son gente que,
políticamente hablando, viene de la nada. Sanders era un socialista
democrático. Eso, en los Estados Unidos, era una cosa inexistente pero de
repente puso en aprietos a Hillary Clinton. En cuanto a Donald Trump, es un
empresario desbocado con una cantidad de barbaridades como propuestas que no
sólo ganó la candidatura republicana, sino que está progresando en las
encuestas. Aquí, en México, hay tres problemas ante los cuales la gente
manifiesta su repudio a la clase política tradicional. La gente está harta de
la corrupción, la gente está furiosa con los bajos salarios. En tercer lugar
también hay en México un repudio hacia la violencia que azota a la sociedad en
general y hacia las violaciones a los derechos humanos de ciertos grupos
estudiantiles, jóvenes, activistas de la sociedad civil. Yo me dirijo a los que
están hartos con estos tres temas, principalmente corrupción y derechos
humanos. Creo también que el tema de los bajos salarios va a ir creciendo cada
vez más. Todos sabemos que hay una enorme economía informal, que hay una enorme
migración a los Estados Unidos y que hay grandes bolsones de pobreza. En suma,
lo que funciona mal todos lo sabemos. El problema está en que lo que funciona
bien también funciona mal. Los empleos industriales nuevos en la industria
automotriz, en la industria de exportación de bienes electrodomésticos, todo
eso que se produce en México se paga con salarios de 300 a 400 dólares al mes.
Eso hace que la gente esté enojada por las bajos salarios cuando en realidad
las cosas van bien. Y no le digo si eso se compara con los gastos multi
bimillonarios de los magnates mexicanos y también del gobierno. Ese tema de los
bajos salarios no hay que verlo como desigualdad en abstracto, ni tampoco como
pobreza. Hay que abordar este tema a través del ingreso y cómo mejorarlo. Por
ejemplo, podría ser a través de un ingreso básico universal, o como el impuesto
negativo en los Estados Unidos. Se trataría de enfocar el tema desde el ingreso
a las familias en vez del combate a la pobreza.
–En
1993 usted escribió el libro La utopía desarmada. La obra anticipaba una
transformación de la izquierda latinoamericana y el ocaso de la idea de
revolución. Entre ese momento y ahora pasaron varios gobiernos de
socialdemocracia progresista en América latina. ¿Que balance hace usted de todo
ese proceso?
–Diría
que en una o dos partes del libro tuve razón: primero, se acabó la lucha armada
y la revolución en América Latina. Hasta lo que quedaba, la semi guerrilla de
las Farc, se ha acabado. Por otra parte, nunca hubo la posibilidad de que la
revolución triunfara en Colombia. Segundo, la izquierda latinoamericana se
aggiornó, se volvió democrática, se volvió abierta al mercado, se globalizó y
se volvió respetuosa de los Derechos Humanos. Así empezó a ganar elecciones a
partir del 99: Chávez en ese momento, Ricardo Lagos en Chile, Lula en Brasil, y
así sucesivamente. Una parte de esa izquierda fue fiel a su aggiornamento
previo. Siguió siendo demócrata cuando estuvo en el poder, siguió siendo
globalizada y partidaria de la economía de mercado. Hubo otra izquierda que no
siguió ese camino. Y, como lo vemos con Venezuela, fracasó muchísimo. Hace 25
años, yo planteaba en ese libro que ya no hay revolución, ya no hay lucha
armada, ya no hay asalto al palacio de invierno o al cielo. Lo que hay es
reformismo socialdemócrata y gracias a eso la izquierda va a ganar. Creo que
acerté en eso. Hubo gobiernos de izquierda que fueron muy exitosos. En Chile,
en Uruguay, incluso hasta algunos más radicales en la retórica como Correa y
Evo Morales, pero bastante más prudentes en la realidad.
–¿Y
la Argentina?
–La Argentina es
inexplicable. Siempre ha sido inexplicable para todos, y lo es hoy más que
nunca.
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