El sueño de la derecha brasileña, desde 2002, se ha realizado. No
bajo las formas anteriores que ha intentado.
No cuando intentó tumbar a Lula en 2005, con un impeachment, que no prosperó. No con los intentos electorales, en 2006,
2010, 2014, cuando fue derrotada. Ahora encontraron el atajo, para
interrumpir los gobiernos del PT, aún más cuando seguirían perdiendo
elecciones, con Lula como próximo candidato. Fue mediante un golpe blanco, para
el cual los golpes de Honduras y
Paraguay han servido como laboratorios. Derrotada en 4 elecciones
sucesivas, y con el riesgo enorme de seguir siéndolo, la derecha buscó el atajo
de un impeachment sin ninguna fundamento, contando con la traición del
vicepresidente, elegido dos veces con un programa, pero dispuesto a aplicar el
programa derrotado 4 veces en las urnas.
Valiéndose de la mayoría parlamentaria elegida, en gran
medida, con los recursos financieros recaudados por Eduardo Cunha, el unánimemente reconocido como el más corrupto entre todos
los corruptos de la política brasileña, la derecha tumbó a una presidenta
reelegida por 54 millones de brasileños, sin que se configurara ninguna razón
para el impeachment. Fue lo que pasó con el golpe blanco o institucional o
parlamentario, pero golpe al fin y al cabo. En primer lugar porque no se ha configurado ninguna razón para
terminar con el mandato de Dilma. En
segundo, porque el vicepresidente, todavía como interino, empezó a poner en
práctica no el programa con el cual había sido y elegido como vicepresidente,
sino el programa derrotad 4 veces, 2 de ellas teniéndole a él como candidato a
vicepresidente. Es un verdadero
asalto al poder por el bando de políticos corruptos más descalificados que
Brasil ya ha conocido. Políticos derrotados sucesivamente, se vuelven
ministros, presidente de la Cámara de Diputados, lo cual no sería posible por
el voto popular, solo por un golpe.
¿Qué es lo que espera a Brasil ahora?
En primer lugar, una
inmensa crisis social. La economía, que ya venía en recesión hace por lo menos
tres años, sufrirá los efectos durísimos del peor ajuste fiscal que el país ha
conocido. El fantasma de la estanflación
se vuelve realidad. Un gobierno sin legitimidad popular, aplicando un duro
ajuste en una economía en recesión, va a producir la más grande crisis
económica, social y política que el país ha conocido. El golpe no es el final de la crisis, sino su profundización. Es
una derrota, la conclusión del período político abierto con la primera victoria de Lula, en
2002. Pero, aun recuperando el Estado y la
iniciativa que ello le propicia, la derecha brasileña tiene muy poca fuerza
para consolidar a su gobierno. Se
enfrenta no solo a la crisis económica y social, sino también a un movimiento
popular revigorizado y al liderazgo de Lula. Brasil se vuelve un escenario
de grandes disputas de masas y políticas. El gobierno golpista intentará llegar al 2018 con el país deshecho,
buscando impedir que Lula sea candidato y con mucha represión en contra de las
movilizaciones populares. El movimiento popular tiene que reformular su
estrategia y su plataforma, desarrollar formas de movilización, amplias y combativas, para que
el gobierno golpista sea un paréntesis más en la historia del país.
/////
LO
QUE ESTADOS UNIDOS TIENE PARA PROPONER A AMÉRICA LATINA.
*****
Dr.- Emir Sader. Sociólogo.
ALAI.- viernes 9 de setiembre del 2016.
Después
de poner la buena cara que lograba poner durante el período de su amplio
aislamiento en América del Sur, EEUU vuelve a tener interlocutores
privilegiados de su política, especialmente en Argentina y en Brasil (no
importa, en este caso, a través de un golpe). ¿Y qué es lo que EEUU tiene para
proponer al continente?
Ya
sabíamos que era poco o nada, por la situación de los países que tienen
Tratados de Libre Comercio con EEUU. El caso de México es ejemplar, porque son
más de dos décadas de intercambios privilegiados con Washington, con relaciones
carnales con el Imperio. El balance de los 20 años de ese Tratado es aterrador,
explica, en gran medida, porque México es un desastre social, pero también
político.
De hecho,
EEUU no tiene nada que ofrecer. Tiene un modelo económico, vigente en México,
entre otros países, siendo una de las razones de la situación desastrosa del
país, que ya ha fracasado en América Latina, en países como Brasil, Argentina,
Venezuela, Uruguay, Bolivia, Ecuador, entre otros. Que, justamente por ello,
han decidido abandonar ese modelo y sustituirlo por otro, alternativo al
neoliberalismo.
EEUU, en
prolongada recesión, tampoco puede ofrecer inversiones, nada que pueda
compararse a la China o a los BRICS y su Banco de Desarrollo. Los Tratados de
Libre Comercio son rechazados ahora, de un lado y de otro del Atlántico, como
responsables por la pérdida de empleo en todos los países. La Alianza para el
Pacífico no es alternativa a los procesos de integración regional, que han
intensificado como nunca el comercio entre los países de la región.
El destino
a que está condenado México desde hace más de dos décadas y al cual se quiere
condenar a Argentina y a Brasil es el del abandono a los vaivenes del mercado
internacional en crisis y de la especulación financiera. En Argentina, luego de
que fue elegido el gobierno al que EEUU tiene la más grande simpatía, hay huida
y no ingreso de capitales. Los viajes simpáticos de dirigentes de Washington no
prometen nada, sino la simpatía de Washington.
Los
países de América Latina han tenido su más grande ciclo de desarrollo, cuando
se han distanciado de EEUU, han privilegiado los procesos de integración
regional y los intercambios Sur-Sur. Sus perspectivas están en mantener esa
dirección, incluido un estrechamente de la relación con los BRICS y no con
retomar políticas de libre comercio, vinculadas al modelo neoliberal.
El
continente más desigual del mundo requiere priorizar las políticas sociales y
no ajustes fiscales, que concentran renta, excluyen a los más pobres, promueven
el desempleo y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios. EEUU no puede
proponer modelos alternativos, porque sus intereses están directamente
vinculados con los del capital especulativo en escala mundial, representados
por el FMI y el Banco Mundial.
La nueva
geopolítica del mundo va en otra dirección, la de retomar el desarrollo
productivo, que tiene en las relaciones Sur-Sur, en el Banco de Desarrollo de
los Brics, su referencia global. Este apunta hacia una economía
productiva y no especulativa, que no reproduce el endeudamiento de los
gobiernos sino, al contrario, a su liberación de ese mecanismo cruel, los
países que lo han experimentado, en el pasado, saben cómo producen
recesión y del cual es muy difícil salir.
Retomar
los modelos neoliberales fracasados en los años 1990 en Argentina y en Brasil,
ya está claro, significa retomar la recesión profunda y prolongada, con ajustes
sociales de exclusión social, con gobiernos autoritarios, con crisis social que
aísla a esos gobiernos y moviliza a todos los sectores populares en contra de
ellos.
Ese es el
período en el que entra América Latina, cuando Argentina y Brasil se distancian
de sus aliados en los procesos de integración regional y se acercan a los
modelos que han producido la crisis social profunda que vive México, así como
Perú, Colombia, Chile. La lucha entre la hegemonía neoliberal reforzada y la
construcción de alternativas antineoliberales se reposiciona como el eje de los
enfrentamientos económicos, políticos y sociales de nuestro tiempo en América
Latina, el continente que más ha avanzado en la superación del neoliberalismo
y, por ello, paga un precio duro, con los procesos de contraofensiva
derechista, con la venganza contra el pueblo y los derechos que ha logrado
afianzar en los años recientes. De su desenlace depende el futuro del continente en la primera mitad
del siglo XXI.
*****
- Emir
Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del
Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro
(UERJ).
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario