BRASIL, OTRO PROCESO DE
DESTITUCIÓN. LIMPIEZA DE CORRUPCIÓN. CUIDADO SE QUEDEN SIN POLÍTICOS.-
Si el Diputado Eduardo Cunha ex
presidente de la Cámara de Diputados, el verdadero artífice del inicio del
Juicio de Destitución de la Presidenta Constitucional Dilma, - pensó que se quedaba sin problemas, con sólo haber sido
destituido de la Presidencia – creo que se equivocó, ahora Cunha está sospechado por
sobornos en el escándalo de Petrobras y acusado de mentir al negar que tiene
cuentas en Suiza. Si es investigado sin protección y manipulación alguna – del poder
de turno hoy - debe ser echado de la Cámara, acusado
de CORRUPCIÓN – demostrado – de haber
vivido a expensas de los sobornos, dineros corruptos de la Empresa Petrobras y
las Corporaciones globalizadas de la Construcción, sería el inicio de una
Limpieza General de Políticos Corruptos de la Política Brasileña. Camino muy
importante, con la finalidad de LIMPIAR
de la CORRUPCIÓN la POLÍTICA en BRASIL,
pero corren un tremendo riesgo de quedarse en la presente etapa SIN POLÍTICOS. Porque tal es el veneno
de la corrupción – no solo en la Política, el Poder Judicial, la Gran Prensa,
etc. - siguen las denuncias de corrupción que no alcanzan
las páginas disponibles de una Prensa Independiente y Respetable para poder acumular
la información de tal grado de corrupción al cual han llegado las Instituciones
y sus Representantes de turno. Pero Cunha no solo debe ser destituido, sino
procesado y enviado a prisión, donde están hoy un “ramillete” de políticos y empresarios.
Veremos el capítulo final.
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Eduardo Cunha, que inició el juicio contra Dilma,
enfrenta su propia destitución en la Cámara de Diputados.
OTRO PROCESO
DE DESTITUCIÓN EN BRASIL.
El Diputado Eduardo
Cunha, artífice del Impeachment, contra Dilma, acusado por corrupción.
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Cunha está sospechado por sobornos en el escándalo de Petrobras y
acusado de mentir al negar que tiene cuentas en Suiza.
Página /12 martes 13 de setiembre del 2016.
El
diputado que inició el juicio de destitución de la ex presidenta brasileña
Dilma Rousseff, Eduardo Cunha, afrontaba ayer una votación sobre su propia
destitución. Reelegido diputado en los comicios de 2014 y elegido presidente de
la Cámara en febrero del año siguiente, Cunha podría despedirse de su mandato
parlamentario si sus pares en Brasilia aprueban el juicio que la Comisión de
Etica de la casa le abrió por presunta corrupción, lo que parece ser lo más
probable.
La
Cámara de Diputados de Brasil preveía votar anoche sobre la revocación
definitiva del mandato de Cunha, suspendido desde mayo por el Tribunal Supremo
por acusaciones de que obstaculizó investigaciones de corrupción en su contra.
La suspensión de su mandato entró en vigencia el 5 de mayo, menos de un mes
después de que los diputados votaran a favor del impeachment de Rousseff.
En
Brasilia se estima que una mayoría de la Cámara baja podría votar a favor de la
destitución de Cunha, que fue oficialmente presidente del Parlamento hasta
julio.
Cunha,
correligionario del presidente Michel Temer en el centroderechista Partido del
Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), aceptó en diciembre, a trámite en la
Cámara de Diputados, las denuncias que condujeron a la destitución de Dilma
Rousseff.
La
ex jefa de Estado y sus aliados acusan al otrora poderoso presidente de la
Cámara de haber impulsado el juicio de impeachment en represalia por el apoyo
del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) de la mandataria a las
investigaciones en su contra.
Cunha
está bajo sospecha de haber recibido sobornos en el escándalo de corrupción en
torno de la petrolera semiestatal Petrobras, investigado en una gigantesca
operación policial conocida como Lava Jato. El político evangelista es en estos
momentos uno de los principales objetivos de la investigación anticorrupción,
considerada como la más grande en la historia de Brasil. Las acusaciones
salpican tanto al PMDB como al PT, entre otras formaciones políticas.
El
Consejo de Etica de la Cámara de Diputados acusa además a Cunha de mentir al
haber negado que tiene cuentas bancarias en Suiza, como sostiene la
investigación.
El
diputado por el estado de Río de Janeiro reiteró sus acusaciones de que su
destitución es una venganza de sus adversarios políticos. “Los defensores del
PT quieren mi cabeza para tener su trofeo”, dijo Cunha en declaraciones al
diario Folha de S. Paulo. “La versión del ‘golpe’ necesita mi destitución”,
agregó.
Los
aliados de Rousseff acusan a Cunha de ser uno de los principales artífices de
la controvertida destitución de la presidenta, que consideran un “golpe
parlamentario”.
El Senado brasileño destituyó hace dos semanas a Rousseff por
acusaciones de que su gobierno maquilló el déficit público y aprobó créditos sin
la autorización del Legislativo.
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Está perdiendo la vista. No alcanza a mirar la corrupción que lo rodea y está copando todo su gobierno, producto del golpe de estado de la corrupción y la santa alianza. (Políticos, Jueces y poderosos Medios de Comunicación).
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BRASIL EN TIEMPOS DE TEMER.
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Eric Nepomuceno.-
Página /12 martes 13 de setiembre del 2016.
Hoy,
Michel Temer cumple trece días como presidente efectivo de Brasil. Trece días,
luego de casi cuatro meses como interino, mientras se desarrollaba en el Senado
el juicio político que liquidó el mandato que Dilma Rousseff había conquistado,
en 2014, por la vía del voto popular.
Para
hacerse con su segundo mandato presidencial, Dilma Rousseff necesitó el voto de
54 millones 500 mil electores brasileños. Para hacerse presidente, Temer
necesitó nada más que los 61 votos de senadores que decidieron, aunque no
hubiese prueba alguna, que la mandataria cometió “crimen de responsabilidad”,
lo que, según la Constitución, justificaría destituirla. Ha sido un golpe institucional.
Hoy
también se cumplen trece días de incesantes marchas populares de protesta que
se reproducen por todos el país, a los gritos de “¡Fuera Temer!”.
Algunas
fueron multitudinarias, reuniendo cien mil personas. Otras, más modestas,
reuniendo dos, tres mil. Hubo represión violenta en varias ciudades brasileñas,
especialmente en San Pablo, la mayor ciudad del país, como una especie de
advertencia de lo que podrá pasar.
En
un solo día –el 7 de septiembre, fecha en que se conmemora la independencia–
Temer logró ser abucheado cuatro veces. Una, en el desfile formal en Brasilia,
y otras tres en Río. Pese a que su presencia ni siquiera había sido anunciada
(a pedidos del gobierno), en la ceremonia de apertura de los Juegos
Paralímpicos hubo tres silbatinas poderosas. Dos, de manera espontánea, y otra
cuando Temer cometió la temeridad de hablar frente a unas 70 mil personas en el
Maracaná.
A
esta altura, Temer sabe que, entre otros muchos problemas que lo esperan, está
el rechazo mayoritario en la opinión pública brasileña. Los sondeos indican que
más del 70 por ciento exige elecciones inmediatas, y que él cuenta con
solamente el 9 por ciento de respaldo. Hay fuertes indicios de que las marchas
de protesta proseguirán. El problema de Temer es que, tan pronto empiece a
implantar las medidas de ajuste que son anunciadas gota a gota, ese rechazo
seguramente aumentará. Sus ministros no logran hablar en actos abiertos sin ser
acompañados por un coro unísono de “¡Golpista!”.
Que simpática pareja de políticos. Quienes son? Nada menos - que entrañable amistad - que el "Presidente" Temer de Brasil y el Vice Presidente de Estados Unidos señor Joe Biden. Que tal felicidad? Al fin capturaron el Gobierno. Se lo merecen. Buenos representantes de la Democracia?.
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Además,
cada marcha deja claro que el tema no es pedir el retorno de Dilma Rousseff,
que tampoco sería solución alguna, sino de rechazar la forma como, sin contar
con un mísero voto popular, Temer y su banda se apoderaron del gobierno.
Hoy
por hoy, se instaló en la conciencia de todos que existen sobradas dudas sobre
la legitimidad jurídica de las acusaciones que llevaron a la destitución de
Dilma Rousseff. En un primer momento, tanto Temer como algunos de sus más
poderosos ministros, al referirse a las manifestaciones de protesta, lanzaron frases
despectivas. De inmediato se dieron cuenta del efecto contrario provocado por
su soberbia. Las manifestaciones crecieron.
Ahora,
en el gobierno existe una palpable preocupación: de persistir, el clima de
rechazo podrá extenderse, amenazando el equilibrio político buscado por Temer y
su grupo. Además, el PT siempre ha sido ducho en la oposición, y por más hondo
que haya sido el desgaste sufrido, viene dando claras muestras de que todavía
tiene amplio espacio en las calles y mucha fuerza de convocatoria.
En
ese cuadro, ¿cómo convencer a los brasileños de que las medidas que se pretende
imponer de manera clara –para no mencionar a las que vienen protegidas por las
sombras– son la vía de la salvación?
Otro
punto débil en la estrategia de un gobierno que nace rechazado mientras busca
una poco probable legitimación es la comunicación. De cada cinco anuncios
lanzados a bocajarro por los ministros, tres provocan un desastre inmediato. La
semana pasada se anunció, por ejemplo, una reforma en la legislación laboral,
aumentando de 40 a 48 horas semanales la jornada de trabajo. Es como volver a
los años 30. Además, será permitida la contratación por horas trabajadas, sin
ninguna de las muchas garantías de la legislación. Es el resultado de la
presión del gran empresariado, que ha sido una de las fuerzas más poderosas
fomentando el golpe institucional consumado el pasado 31 de agosto. Y que
tendrá como consecuencia inmediata la durísima resistencia de las centrales
sindicales.
Las
medidas económicas tan ansiadas por el mercado financiero significarán, entre
otros puntos, el mantenimiento de las más elevadas tasas básicas de interés en
el mundo. La imposición de un tope a los gastos públicos, parte del proyecto de
achicar al máximo el tamaño del Estado, significará un durísimo ajuste en los
recursos destinados a la salud y la educación, para no mencionar a los
programas sociales implantados a lo largo de los últimos 13 años, y que
beneficiaron a decenas de millones de brasileños.
La
fragilidad de la alianza que impuso la destitución de la mandataria
legítimamente electa será otro obstáculo para Temer.
Existe, en Brasil, una tensión palpable en el aire. Para mantenerse en
el gobierno, Temer tendrá de hacer milagros en la economía. El problema es que,
a esta altura, creer en milagros es algo que no forma parte del cotidiano de
los brasileños.
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