El optimismo se constata entre las máximas autoridades de la nación. En su discurso de fin de año ante la Asamblea Federal rusa (el parlamento) y los millones de ciudadanos que lo miraban a través de la cadena nacional, el presidente Putin afirmó que las recientes elecciones en la Unión Europea mostraban la creciente “demanda de una política y economía independiente” de los Estados Unidos. Entre líneas, Putin se refería a la administración Obama, que impulsó a la Unión Europea a actuar contra Moscú por la guerra en el este de Ucrania.
Días antes, la influyente vocera del senado ruso, Valentina Matviyenko, afirmó exultante que se estaban produciendo “cambios tectónicos” en las relaciones internacionales, y que existía un interés creciente por escuchar a Rusia. Más optimista resultó uno de los asesores de la presidencia rusa, Sergei Glazyev, quien llegó a afirmar que con la llegada del magnate estadounidense a la Casa Blanca “por primera vez en la historia mundial existe una chance de lograr un nuevo orden económico global sin librar una guerra mundial.”
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Putin
afirma que crece e n Europa la demanda de una Política y Economía independiente
de Estados Unidos.
VIENTOS A FAVOR DE RUSIA. Euroescepticismo en el viejo continente, el triunfo de Trump.
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Los cambios producidos en el tablero internacional
despiertan expectativas en el Kremlin y en los analistas. El experto Boris Kagarlitski sostiene que se
trata de “la reacción tardía de la opinión pública, testigo de la política que
llevó a la crisis y por la que
responsabiliza a la clase política”.
Agustín
Fontenla.
Página/12
En Rusia
Desde Moscú jueves 8 de diciembre del 2016.
Con el triunfo del No en
el referéndum que convocó el primer ministro italiano Mateo Renzi, el Kremlin
se encamina a cerrar un año de grandes celebraciones. El euroescepticismo que
impidió una reforma política en Italia auspiciada por el establishment europeo,
se suma al triunfo de Donald Trump; la salida del Reino Unido de la Unión
Europea; las elecciones primarias en Francia, y los recientes comicios
presidenciales en Moldova y Bulgaria (ambos antiguos satélites de la URSS,
aunque el último fue una república soberana), que en Rusia son interpretados
como un giro en favor de sus intereses.
El optimismo se constata
entre las máximas autoridades de la nación. En su discurso de fin de año ante
la Asamblea Federal rusa (el parlamento) y los millones de ciudadanos que lo
miraban a través de la cadena nacional, el presidente Putin afirmó que las
recientes elecciones en la Unión Europea mostraban la creciente “demanda de una
política y economía independiente” de los Estados Unidos. Entre líneas, Putin
se refería a la administración Obama, que impulsó a la Unión Europea a actuar
contra Moscú por la guerra en el este de Ucrania.
Días antes, la influyente
vocera del senado ruso, Valentina Matviyenko, afirmó exultante que se estaban
produciendo “cambios tectónicos” en las relaciones internacionales, y que
existía un interés creciente por escuchar a Rusia. Más optimista resultó uno de
los asesores de la presidencia rusa, Sergei Glazyev, quien llegó a afirmar que
con la llegada del magnate estadounidense a la Casa Blanca “por primera vez en
la historia mundial existe una chance de lograr un nuevo orden económico global
sin librar una guerra mundial.”
Los hechos parecen darle
la razón. Además del No a Renzi, días atrás, el presidente de Francia, François
Hollande, anunció dramáticamente que no buscaría la reelección el año próximo.
Hollande fue uno de los más estrictos oponentes de Moscú en Europa. Junto a
Barack Obama y Angela Merkel, impulsó las sanciones contra la economía rusa por
la guerra en el este de Ucrania y la anexión de Crimea.
Con su negativa a buscar
un segundo período presidencial, Hollande le despeja el camino a la derecha,
representada por el exprimer ministro François Fillon, y a la ultranacionalista
Marine Le Pen, ambos de relación cordial con Putin y opuestos a seguir el
mandato de Washington.
En suma, los cambios
producidos el 2016 en el tablero internacional despiertan expectativas por una
nueva era, quizás más a fin a los interés del Kremlin. Según Alexander Rahr,
presidente del Foro Ruso-Alemán e integrante del Club Valdai (un popular sitio
de discusión cercano al Kremlin), “la situación será mejor para Rusia debido a
que habrá un quiebre en Occidente con la visión de los líderes como Obama,
Hollande y otros europeos, que priorizaban la política exterior basada en
valores por sobre la real politik o la política en términos de intereses.”
Desde su punto de vista, la canciller alemana, Angela Merkel, es “el ultimo
líder occidental que persigue esos valores liberales dominantes.”
En un análisis diferente,
el sociólogo marxista ruso, de amplia trayectoria académica y partidaria, Borís
Kagarlitski, sostiene que no se trata de un viraje a favor del Kremlin, sino de
“la reacción tardía de la opinión pública, que fue testigo de la política que
llevó a la crisis económica y por la cual responsabiliza a la elite y la clase
política.”
En su opinión, esa
reacción no implica un cambio de tendencia en favor del Kremlin, ni cree que
modifique sustancialmente las relaciones entre Moscú y el mundo. En realidad,
Rusia “se está beneficiando, en parte, porque la elite liberal y los oligarcas
de Occidente colocaron a Putin como el principal oponente del sistema en un
nivel geopolítico; y como la gente está en contra del sistema, su reflexión es
que quizás Putin esté haciendo lo correcto.”
El caso de Bulgaria y
Moldova es elocuente sobre el modo en que Putin capitaliza el odio social
contra el establishment. Según Kagarlitski, “los partido socialistas de Moldova
y Bulgaria lograron mostrarse disociados de la política de los oligarcas
(aunque no suceda realmente así) porque se asociaron con Rusia y eso prueba de
alguna manera que están del lado opuesto”. En este caso, “la histeria sobre
Putin” que expresa Occidente, “terminó jugando en las manos de los partidos
socialistas de Bulgaria y Moldova.”
El editor de Russia in
Global Affairs, Fiodor Lukianov, también hace mención a la “histeria” sobre
Putin, pero en un sentido contrario. Mientras que en el mundo, la prensa y el
establishment se alarmaban por la supuesta sintonía entre Trump y Putin,
Lukianov sostiene que se trataba del discurso de “la máquina de propaganda de
Hillary Clinton”. En realidad, “si se observa las nominaciones para el gabinete
de Trump, existen solo algunas pocas señales de que esta administración podría
acercarse a Rusia.”
El mismo escepticismo
respecto de Estados Unidos guarda en relación a la salida del Reino Unido de la
Unión Europea y un eventual triunfo de la derecha en Francia. “Algunos
políticos rusos se imaginaron que podría haber algún cambio hacia Moscú, pero
no hay razones para creer que haya alguna mejora porque los ingleses están
totalmente confundidos por sus asuntos domésticos”. En cuanto a los comicios
franceses, “si Fillon llegara a la presidencia y quisiera eliminar las
sanciones contra Rusia, existe un funcionamiento interno en la Unión Europea
que debe respetarse.”
Kagarlitski cree que “la
Unión Europea en su forma actual camina a la desintegración. Pero en el caso de
que cambiara drásticamente su forma de integrarse, debería hacerlo junto a
Rusia. El
problema es que ante la ausencia de ideas en Europa, “ni Putin ni los políticos
rusos actuales pueden ofrecer nuevas ideas o un modelo nuevo.”
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