SI LA GLOBALIZACIÓN HA MUERTO, dinamitada internamente y asesinada
públicamente por sus propios fundadores, por quienes a lo largo de estos 40 años gozaron de
todos los adelantos, cambios, innovaciones y transformaciones que se operaron
dentro del sistema mundo, desde las
lejanas revoluciones internas de la década de los 70’ del siglo XX, revoluciones:
tecnológica, la comunicación
electrónica, transporte, así como
los dos Grandes “Cambios de Época
Histórica – años 70 del siglo XX, el
primero, el fin del capitalismo
industrial, del Estado de
Bienestar Social y el Poder Sindical y por su puesto años más tarde, el fin de la Guerra Fría y la Bipolaridad
Mundial . – capitalismo-Socialismo -, así como los grandes movimientos
sociales que se generaron dentro del propio sistema: Derechos humanos, ambientales, feministas, civiles, culturales, de los
niños, gays y lesbianas, consumidores, juveniles, etc – y el segundo gran Cambio
de Época Histórica, producto de la gran crisis del 2008 y el propio fin de la Unipolaridad global y su sustitución por el Multipolaridad Mundial ( de carácter Multidimensional), El Poder Mundial, descentralizado y Regional,
(Estados Unidos, Rusia, China, India, Brasil) el surgimiento de dos Nuevo Orden
Mundial (Occidental-Imperialista- Estados Unidos, Unión Europea,
Canadá, Japón, es decir, el G-8) y el Oriental- ruso-chino-indo-medio oriente,
así como el surgimiento y nuevo posicionamiento mundial de las llamadas
economías BRICS.
Además precisando que a lo largo de estas 4 décadas de vigencia del
sistema globalizado del libre mercado,
se presentó en su interior, la década de
los 90 dos acontecimientos económico-políticos que logran cambiar la visión
del sistema mundo: Primero el proceso
interno dentro de la globalización de la Gran Deslocalización
Empresarial, cuando primero cientos y años después miles empresas
multinacionales y corporaciones transnacionales migran hacia el Oriente Medio – China, India, Vietnam, Tailandia,
Singapur, Hong-Kong. Taiwán – y el norte de México, Centro América y el
Caribe, originando serios problemas internos del lugar donde salían las
empresas – o dejando millones de trabajadores en la calle, desocupados, o “mejorando” con nuevas formas de contratación
de mano de obra en los países a las cuales migran las empresas, donde logran sextuplicar,
decuplicar sus ganancias, eliminando derechos sociales-laborales y creando un “nueva masa de explotados”, los nuevos
esclavos asalariados del mundo, hoy en cerca de mil millones.
Y Segundo, en la propia década de los 90’ impuso, desde los organismos multilaterales
del Fondo Monetario Internacional FMI- y
el Banco Mundial, BM, las políticas
globales del llamado Consenso de Washington, que en definitiva era la Ideología y Política del neoliberalismo
– salvaje, corrupto e inhumano – el que
se imponía a nivel mundial. Hay en estos
40 años de globalización y libre mercado,
de movimientos sociales anti-globalización otros grandes acontecimientos
internos – países, el fin de la Unión Soviética
-, regionales, como en los últimos tiempos el descuartizamiento político de la Unión Europea, la guerras
regionales – mundiales como la crisis migratoria – transformada en crisis
humanitaria – millones de niños, mujeres y hombres de oriente medio con dirección
a Europa o el propio terrorismo que ataca Estados
Unidos y Europa y la formación del Estado Islámico, su ejército Yihadista y el terrorismo internacional o el separatismo
política, etc, etc.
Por estas y otras razones justificadas, es probable, que retornen
las políticas Keynesianas,
vigentes en el mundo después de la gran crisis de 1929 y los propios tiempos de la
Segunda Guerra Mundial. Una alternativa seria, ya vivida en el mundo en especial
en los países capitalistas o por el otro lado es el Socialismo Democrático, Participativo,
Ciudadano y Ecológico. La Ciudadanía del mundo nos dará la respuesta
en el presente o los siguientes años, en especial si el nuevo presidente de Estados Unidos cumple con sus Políticas
propuestas en campaña y con las cuales ganó las elecciones así como el propio destino
histórico-político de la Unión Europea.
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John Maynard Keynes. Economista británico, - en la década de los 30 del siglo XX -sus teorías "salvaron" al mundo capitalista de la hecatombe económico-comercial del 1929 - la gran crisis - y de los años posteriores producto de la Segunda Guerra Mundial. Hoy vuelven su Doctrina, sobre la necesidad frente al "asesinato" de la globalización, se reclama la "vuelta" del Estado de Bienestar Social o Estado Keynesiano.
***
LLEGÓ
LA HORA DE RESUCITAR LA ECONOMÍA KEYNESIANA?.
*****
Larry Elliot,
The Guardian martes 27 de diciembre del 2016.
Imaginemos este escenario: a finales de 1936, poco después de la
publicación de la Teoría General, su clásico, John Maynard Keynes es
congelado criogénicamente para ser devuelto a la vida 80 años después.
El panorama en ese momento era desalentador. Empezaba la Guerra Civil en España, las purgas de Stalin estaban a toda marcha y Hitler había desobedecido el Tratado de Versalles remilitarizando la región de Renania. La recuperación de la Gran Depresión aún era frágil, era el año de la marcha de Jarrow en Reino Unido y Franklin D. Roosevelt ganaba por segunda vez las elecciones presidenciales en EEUU.
El panorama en ese momento era desalentador. Empezaba la Guerra Civil en España, las purgas de Stalin estaban a toda marcha y Hitler había desobedecido el Tratado de Versalles remilitarizando la región de Renania. La recuperación de la Gran Depresión aún era frágil, era el año de la marcha de Jarrow en Reino Unido y Franklin D. Roosevelt ganaba por segunda vez las elecciones presidenciales en EEUU.
Cuando se despierta en 2016, Keynes quiere saber qué ha ocurrido en las
últimas ocho décadas. Le dicen que el desempleo masivo de los años treinta se
resolvió por fin pero solo porque las grandes potencias redoblaron la
producción militar mientras se lanzaban a la guerra por segunda vez en 25 años.
La buena noticia, se entera Keynes, es que las lecciones de los años treinta fueron aprendidas. Los gobiernos se comprometieron a mantener la demanda en un nivel alto para lograr el pleno empleo. Además, reciclaron los impuestos acumulados durante los años de crecimiento sólido y los convirtieron en mayor inversión en infraestructuras públicas. También tomaron medidas para asegurarse de que la brecha entre ricos y pobres fuera cada vez menor.
La buena noticia, se entera Keynes, es que las lecciones de los años treinta fueron aprendidas. Los gobiernos se comprometieron a mantener la demanda en un nivel alto para lograr el pleno empleo. Además, reciclaron los impuestos acumulados durante los años de crecimiento sólido y los convirtieron en mayor inversión en infraestructuras públicas. También tomaron medidas para asegurarse de que la brecha entre ricos y pobres fuera cada vez menor.
La mala noticia es que lo aprendido un día se olvidó. El período entre la
reelección de Roosevelt y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca se puede
dividir en dos partes: los 40 años hasta 1976 y los 40 siguientes.
Keynes descubre que los gobiernos se han apartado de sus ideas. En lugar de registrar superávit presupuestarios cuando tienen viento a favor y déficits en las épocas de vacas flacas, funcionan con déficit todo el tiempo. Los gobiernos no saben distinguir entre inversión y gastos corrientes.
En el Reino Unido, diciembre de 1976 marca un punto de inflexión. A principios de ese mes se produjo un momento crítico cuando el Consejo de Ministros, dividido y sumido en el caos, acordó adoptar la austeridad a cambio de devolver un préstamo del Fondo Monetario Internacional, necesario para apoyar a una libra en caída libre.
Keynes descubre que los gobiernos se han apartado de sus ideas. En lugar de registrar superávit presupuestarios cuando tienen viento a favor y déficits en las épocas de vacas flacas, funcionan con déficit todo el tiempo. Los gobiernos no saben distinguir entre inversión y gastos corrientes.
En el Reino Unido, diciembre de 1976 marca un punto de inflexión. A principios de ese mes se produjo un momento crítico cuando el Consejo de Ministros, dividido y sumido en el caos, acordó adoptar la austeridad a cambio de devolver un préstamo del Fondo Monetario Internacional, necesario para apoyar a una libra en caída libre.
Después de eso, le dicen a Keynes, ha habido un cambio de paradigma. Los
miembros del Partido Laborista habían sido monetaristas a su pesar; los fieles
de Thatcher que llegaron después eran fieles creyentes. Levantaron los
controles al movimiento de capitales, abandonaron el pleno empleo como objetivo
principal de las políticas económicas, redujeron el poder de los sindicatos,
recortaron los impuestos para los que más tenían, y permitieron que se
profundizara la desigualdad y que las finanzas crecieran a medida que bajaba la
producción.
Ni una palabra más, dice Keynes, ya sé qué pasó después. La embestida
contra las organizaciones de trabajadores y los recortes en el gasto público
achicaron la demanda efectiva, disimulada por la baja en las tasas de interés.
El dinero barato causó un pequeño aumento de inversiones productivas aunque
menor comparado con la especulación en la bolsa de valores y el mercado de
propiedades. Finalmente, la burbuja explotó y, igual que en 1929, se
desencadenó una terrible crisis económica.
Eso explica por qué los titulares de los periódicos que Keynes lee en el año 2016 se parecen tanto a los de 1936 con las altas tasas de desempleo y la falta de crecimiento que entonces y ahora generaron un enorme resentimiento. Eso explica también los resultados de los referendos en el Reino Unido y en Italia, los de las elecciones presidenciales en EEUU y el creciente apoyo a los partidos de la extrema derecha en Francia y Alemania.
Aun así, Keynes se sorprende al descubrir que la crisis no ocurrió ni en 2016 ni en 2015, sino ocho años antes. ¿Qué ha pasado durante todo ese tiempo?, se pregunta el economista británico.
Eso explica por qué los titulares de los periódicos que Keynes lee en el año 2016 se parecen tanto a los de 1936 con las altas tasas de desempleo y la falta de crecimiento que entonces y ahora generaron un enorme resentimiento. Eso explica también los resultados de los referendos en el Reino Unido y en Italia, los de las elecciones presidenciales en EEUU y el creciente apoyo a los partidos de la extrema derecha en Francia y Alemania.
Aun así, Keynes se sorprende al descubrir que la crisis no ocurrió ni en 2016 ni en 2015, sino ocho años antes. ¿Qué ha pasado durante todo ese tiempo?, se pregunta el economista británico.
Le explican que, en un primer momento, los bancos centrales rebajaron las
tasas de interés a niveles nunca vistos. En el Reino Unido, los costes de
endeudamiento se redujeron hasta 0,5%, un porcentaje aún más bajo que el mínimo
de 2% con el que la libra salió del patrón oro en 1931. No fue todo. Los bancos
centrales también compraron bonos del sector privado con el objetivo de
aumentar el suministro de dinero y reducir así el tipo de interés del mercado
(también llamados tipo de interés a largo plazo).
Las dos iniciativas merecen la aprobación de Keynes. En su trabajo aconsejaba políticas monetarias agresivas para que las tasas de interés más bajas estimulasen las inversiones del sector privado: en la mayoría de los casos, es lo que saca a las economías de la recesión.
Las dos iniciativas merecen la aprobación de Keynes. En su trabajo aconsejaba políticas monetarias agresivas para que las tasas de interés más bajas estimulasen las inversiones del sector privado: en la mayoría de los casos, es lo que saca a las economías de la recesión.
¿Qué han hecho los gobiernos?.
Pero, dice
Keynes, la política monetaria tal vez no sea suficiente si la caída es grave.
Hay ocasiones en que no importa lo bajas que estén las tasas de interés, las
empresas privadas no invierten porque ven el futuro como demasiado incierto. La
gente ahorra el dinero en lugar de gastarlo. Las políticas monetarias se
vuelven como el soma, la droga del libro Un mundo feliz, de Aldous
Huxley: calma los ánimos y oculta el hecho de que algo raro está sucediendo.
A Keynes le
cuentan que se necesitaron dosis cada vez más grandes de soma para que la
economía global siguiera funcionando, con bajas inversiones que derivaron en
una pobre productividad y con tasas de crecimiento muy por debajo de las
registradas en los años previos a la crisis. Keynes hace la pregunta obvia: si
las políticas monetarias dejaron de ser efectivas, ¿qué han hecho los gobiernos
para ayudar?
Es obvio poner
el tema sobre el tapete. La Teoría General de Keynes puntualiza que el
deseo de invertir del sector privado se ve afectado por “espíritus animales”.
Cuando están bajos, los gobiernos deberían interceder con inversión pública,
incluso a costa de crear un déficit presupuestario más elevado: gracias al
mayor crecimiento que resultará de esta medida, la inversión se pagará a sí
misma con creces.
Keynes se
horroriza cuando le dicen que, salvo un breve estímulo colectivo en el año
2009, no se siguió este enfoque. Los gobiernos empezaron a preocuparse
enseguida por el tamaño de los déficits y recortaron la inversión pública.
Pero un bajo
crecimiento significa que la reducción del déficit llevará más tiempo del
esperado y las tasas de interés ultra bajas durante gran parte de la década han
vuelto a derivar en burbujas en el precio de los activos. Los niveles de
endeudamiento del sector privado están subiendo. Para Keynes, todo es
predecible de una forma deprimente. Hora de volver a 1936.
Pero antes de que regrese a su tiempo, le piden a Keynes un consejo para los legisladores de 2016. El economista dibuja tres alternativas al estado actual de las cosas. Los planes de recortar los impuestos y gastar en infraestructura de Trump producirán a corto plazo un gran crecimiento, pero Keynes no está muy entusiasmado. Teme que la inversión en el tipo de infraestructura pública que EEUU necesita verdaderamente no sea mucha y que el estímulo esté mal enfocado.
Pero antes de que regrese a su tiempo, le piden a Keynes un consejo para los legisladores de 2016. El economista dibuja tres alternativas al estado actual de las cosas. Los planes de recortar los impuestos y gastar en infraestructura de Trump producirán a corto plazo un gran crecimiento, pero Keynes no está muy entusiasmado. Teme que la inversión en el tipo de infraestructura pública que EEUU necesita verdaderamente no sea mucha y que el estímulo esté mal enfocado.
La segunda
opción sería abusar de las tasas de interés, en mínimos, y lanzarse a pedir
préstamos para proyectos de inversión a largo plazo. Según Keynes, los
gobiernos podrían hacerlo sin alarmar a los mercados mientras sigan sus
enseñanzas y los préstamos sean solamente para invertir.
La tercera opción requiere más creatividad con la expansión cuantitativa (QE, por sus siglas en inglés), dice Keynes. En lugar de usar el dinero sólo para el juego de la especulación, ¿por qué los gobiernos no lo aprovechan para financiar la infraestructura? Construir viviendas con la QE tiene sentido; inflar el valor de las viviendas, no.
La tercera opción requiere más creatividad con la expansión cuantitativa (QE, por sus siglas en inglés), dice Keynes. En lugar de usar el dinero sólo para el juego de la especulación, ¿por qué los gobiernos no lo aprovechan para financiar la infraestructura? Construir viviendas con la QE tiene sentido; inflar el valor de las viviendas, no.
Hay otra salida, añade Keynes, a la que nos
estábamos acercando poco a poco en 1936. Llegó tres años después. No la
recomiendo.
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Fuente: ElDiario.es Traducido por Francisco de
Zárate.
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