LA CORRUPCIÓN EN PERÚ COMO EN AMERICA LATINA ES HISTÓRICA,
ESTRUCTURAL, MÚLTIPLE Y DE ALTA COMPLEJIDAD CON RELACIÓN AL PODER, así como es el “reparto de la coima” o los “beneficios de la corrupción” son
diferenciados, desiguales, con respecto a los COIMEROS O CORRUPTOS por el lugar o ubicación que tienen en los Gobiernos de Turno. Existen desde los peces pequeños - funcionarios en
general - los Ministros, los
Presidentes, Candidatos Presidenciales, - la última delación del señor
Barata, en el caso del Perú y la Empresa
Odebrecht, ha sido el financiamiento
de las campañas electorales y el apoyo a todos los candidatos con favoritos o de simpatía nacional, con millones
de dólares.- es decir estamos hablando de los PECES GORDOS O TIBURONMES de la
CORRUPCIÓN, estos Sí, protegidos por los Poderes facticos internos y
si son TIBURONES - con rango transnacional,
como Presidentes, la protección tiene límites de IMPUNIDAD que imponen los
poderes facticos transnacionales. Así
funciona la Corrupción desde México, Centro América, el Caribe y América
latina: Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Brasil, Chile, Argentina, Paraguay.
En los casos de Uruguay
y Bolivia, las condiciones políticas
con respecto a la Democracia y el
sistema de Gobierno Hoy es totalmente diferente, por lo menos con respecto
a la información que se tiene de Latino
barómetro con respecto al SISTEMA DEMOCRÁTICO.
Corrupción en América latina destrozó a los gobiernos de
democráticos de izquierda y hoy es
una nueva práctica de los gobiernos de
Derecha, las burguesías empresariales-neoliberales y sus “políticas”
permanentes en tiempos de “democracia
empresarial” y (La democracia del libre mercado) la vigencia de las
llamadas “Repúblicas Empresariales”.
Una sola empresa transnacional de construcción como ODEBRECHT, ha generado un “terremoto
político” en América latina, porque no solo ha capturado instituciones, gobiernos, pero en su “inmenso poder
corruptor” fue mucho más allá, liquido Partidos Políticos, la “clase
política” vigente y la propia Representación Parlamentaria se vio
totalmente capturada, envuelta “ en mil
líos” de relaciones ilegales, invisibles con la CORRUPCIÓN. Generada por una sola Empresa Odebrecht. El problema viene y se presenta a continuación - por su carácter de alta complejidad -
con todas las otras empresas brasileñas transnacionales que sí también están
comprometidas en Actos de corrupción,
como OAS, Camargo Correa, Queiroz Galvao y Andrade Gutierrez y cuya
investigación está paralizada o se encuentra
“en camino”. Por ahora, finalizamos, y nos debemos imaginar, en el tiempo histórico y
político que se ejecute un proceso independiente, autónomo, democrático de investigación total sobre la CORRUPCIÓN - significa también un
profundo proceso de REFORMA completa
del SISTEMA JUDICIAL, clave y
central para limpiar y garantizar un “verdadero proceso de investigación sobre
la Corrupción - en todos los sectores económico sociales y políticos de la estructura del sistema vigente, del neoliberalismo o capitalismo salvaje o
capitalismo del desastre hoy en América Latina. EDUCACIÓN, SALUD, SERVICIOS PÚBLICOS, DEPORTE, CULTURA, RELIGIÓN,
FUERZAS ARMADAS Y POLICIALES, JUSTICIA, CONGRESO, GOBIERNOS REGIONALES Y
MUNICIPALES. Una investigación múltiple y de alta complejidad, de COMPROMISO con la PATRIA, simplemente
origina con plena seguridad en todo América latina un TERREMOTO POLÍTICO de GRADO 9, porque tal es el grado y condiciones
de la CORRUPCIÓN, que ha logrado, dominar, capturar, secuestrar el
sistema Institucional y contaminar la propia DEMOCRACIA.
Que lejos estamos, políticamente en ruinas en la coyuntura, que -
nos separa un inmenso muro, sí una “Muralla China”, para forjar desde los cimientos de la
propia Democracia - la calle, la plaza Pública, el Poder popular, la Ciudadanía Política y el Nuevo Liderazgo
-un proceso Político de GOBERNABILIDAD DEMOCRÁTICA.
/////
La Corrupción en América Latina, capturada, dominada,
secuestrada todo su sistema Institucional, ha originado una crisis permanente y
una inestabilidad sumamente peligrosa, tanto en los Gobiernos de Izquierda
Democrática (Brasil, Argentina) como hoy en los gobiernos neoliberales y sus
democracias empresariales (México, Argentina, Perú, Paraguay). Al final ganan los Tiburones de la
corrupción, como las élites empresariales globalizadas, hoy las grandes
beneficiarias de la Riqueza que origina la Desigualdad económico-social
mundializada.
***
AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE:
¿GUERRA CONTRRA LA CORRUPCIÓN O CONTRA LAS ALTERNATIVAS AL NEOLIBERALISMO?.
*****
Silvina M. Romano.
ALAI. Martes 13 de marzo del 2018.
El problema
de América Latina es la corrupción, pero no la
corrupción “a secas”, sino especialmente aquella asociada a los gobiernos
progresistas o posneoliberales. Lo aseveran los think-tanks, los asesores de Instituciones Financieras
Internacionales (IFI) y voces expertas sobre lo que “sucede” en la región. Lo advertía John F. Kelly, ex Comandante
del Comando Sur de los EEUU y hoy Jefe
de Gabinete de Trump. Aseguran que los gobiernos progresistas se abusaron
de los pobres para enriquecer a un puñado de funcionarios de gobierno
corruptos. Agrandaron el Estado y lo repolitizaron, intervinieron en la
economía y revalorizaron lo público, con el único objetivo de “saquearlo” luego. Privilegiaron la
utilización de influencias y fondos públicos para beneficio personal y
recurrieron a los poderes del Estado para evitar la rendición de cuentas. Desde
esta perspectiva, los funcionarios y políticos involucrados en gobiernos
progresistas que exaltaron ese derrotero, son por definición corruptos y además
ineficientes. Son incapaces de manejar
al Estado como a una empresa privada, poniendo en riesgo el rumbo de la
economía y (supuestamente) del Estado en su totalidad. Esta serie de argumentos
son los que urden la trama de un sentido común reproducido por las derechas y
la prensa hegemónica desde hace varios años y que ha contribuido al menos a dos
fenómenos: el primero y de corto-mediano plazo, es el de la “judicialización de la política” desde
arriba; el segundo es el de la despolitización de la política, el desprecio por
“lo público” y el prejuicio respecto
de lo estatal como ineficiente.
El hecho de que este relato haya devenido en “sentido común”, de que haya calado
profundo en la opinión pública, no es fruto de una campaña mediática
particular, o el resultado “inminente” del retorno de gobiernos de derecha.
Tampoco obedece únicamente a factores coyunturales. Por el contrario, forma
parte de un proceso histórico que encuentra parte de sus raíces en el ajuste
estructural implementado en América
Latina a partir de la década de los ’80 y que tuvo como actores principales
a las IFI y a las agencias bilaterales del gobierno estadounidense. La “modernización” del Estado, que
tenía por objetivo una mayor eficacia y eficiencia para acabar con la
corrupción y el favoritismo, fue argumento clave para el
adelgazamiento/desaparición y desprestigio de lo público en virtud de lo
privado. El Consenso de Washington
puede ser un ejemplo de sistematización de tales premisas como lineamientos
para la acción de gobiernos dedicados a procurar que el Estado se subsumiera a
las necesidades del sector privado. La
empresarialización del Estado.
Las reformas judiciales.
Uno de los sectores en los que se intervino
tempranamente para la “modernización del
Estado” fue el judicial. Tuvieron especial protagonismo los organismos de
“asistencia para el desarrollo” bilaterales y multilaterales, como la USAID y el BID. Este asesoramiento
en la transformación de los aparatos judiciales constituye un eslabón más en una
cadena de relaciones dependientes y asimétricas establecidas por la dinámica y
normativas inscritas en la asistencia para el desarrollo (al menos desde la Guerra Fría hasta la actualidad). El objetivo
era lograr la “buena gobernanza” por
medio de una reorganización del Estado, ajustando las leyes e instituciones a
las normativas internacionales que permitieran el flujo de inversión extranjera
directa y el acceso a mercados “sanos”. Debía garantizarse un “buen funcionamiento” de las
instituciones para garantizar el desarrollo.
Guatemala fue uno de
los mayores receptores de asistencia para la reforma judicial, tras la firma de
los Acuerdos de Paz. Fluyeron
asesores, recursos para infraestructura e informática y el “know how” de la experiencia en países centrales, particularmente
en EEUU. El resultado fue una reforma superficial, en el plano de lo técnico,
con una fuerte dependencia de la asesoría y fondos provenientes del extranjero.
Los avances a partir de la creación de la Comisión
Internacional contra la Impunidad en Guatemala (desde el juicio al dictador Ríos Montt hasta el Caso la
Línea) se ven limitados por estar enmarcados en un Estado que en términos
generales representa los intereses de una minoría privilegiada (tanto la vieja
oligarquía como los nuevos empresarios) asociada directa o indirectamente a un
Estado contrainsurgente y genocida. Un Estado ausente en materia de bienestar
socio-económico para las mayorías, que nunca fue refundado. Un Estado que, desde 1954 hasta la
actualidad, sigue dependiendo de los lineamientos, recomendaciones y financiamiento
del sector público-privado estadounidense y las agencias de asistencia para el
desarrollo de otros países centrales. Guatemala
es un país condenado por la opinión pública internacional debido a la
corrupción y la violencia, pero de ningún modo se lo coloca como el peor
caso. Por el contrario, la corrupción es particularmente “grave” en aquellos Estados donde hubo o están vigentes procesos de
cambio de la mano de gobiernos posneoliberales, notándose una mayor presión
local e internacional para una judicialización de la política desde arriba.
Un caso
clave es el de Bolivia, país que
recibió un importante flujo de asistencia de la USAID en los ’80 y ’90, entre otros rubros, para la reforma
judicial. Estos fondos tendieron a beneficiar a gobiernos y sectores altamente
corruptos y que trabajaron sistemáticamente en desmedro del bienestar de las
mayorías. Con la llegada del MAS y la
refundación del Estado, se llevaron a cabo reformas estructurales, incluida
la democratización del aparato judicial: es
el único país de América Latina donde los representantes judiciales son
elegidos en las urnas. Sin embargo, sigue fluyendo asistencia, en
particular proveniente de la National Endowment for Democracy (NED) en el rubro
de “reforma jurídica” a través de
fundaciones.
Una de las últimas campañas desatadas contra el MAS, previa al referéndum de febrero de 2015, se
centró en la difamación y desmoralización del gobierno de turno por “corrupción
y tráfico de influencias”, sin pruebas fehacientes. Sin proceso legal adecuado,
se manufacturó el “caso Zapata”. La
red de intereses tejida entre la prensa local, fundaciones, think tanks y voces expertas hicieron
campaña destacando la corrupción como principal atributo del gobierno de MAS. Luego del debido proceso
judicial, se mostró que las acusaciones al presidente y ministros de gobierno
eran falsas, pero el Caso Zapata
influyó para que buena parte de la ciudadanía se inclinara por el NO al momento del referendum. Se desvió
la batalla política al campo judicial.
El fin de los Tiburones de la Corrupción, hoy blindados - con leyes y sistemas - creados, cambiados y sostenidos por los Poderes facticos internos -, para beneplácito y satisfacción de los poderes facticos mundiales, que les sirven de garantía y soporte para imponer sus intereses de clase, del capital corporativo global. .
***
Brasil es sin dudas el paradigma de la judicialización de la política desde arriba, como parte de una campaña mediática, política y empresarial orientada (aparentemente) a combatir la corrupción, pero que tiene por objetivo destruir la imagen del Partido de los Trabajadores y “expulsar de la política” a sus principales líderes. El impeachment a Dilma Rousseff muestra el modo en que opera un aparato judicial intervenido desde fuera. El Juez Moro, líder del Lava Jato, fue uno de los “mejores alumnos” de los cursos de capacitación realizados por el Departamento de Justicia estadounidense para funcionarios judiciales latinoamericanos en el 2009, en el marco del “programa Puentes”. Técnicas de recolección de información como la “delación premiada”, así como el espionaje (intervención de líneas telefónicas, mails, etc.) a funcionarios públicos o burós privados de abogados, parecen formar parte del know how adoptado. El juicio a Lula da Silva es otra muestra: considerando el modo en que “apresuraron” su expediente frente a otros casos, la ausencia de pruebas y la campaña mediática que lo cubrió, da cuenta del modo en que EEUU y las derechas de América Latina están recurriendo a la “justicia” como arma para una guerra librada contra la política de gobiernos y procesos progresistas. Es “lawfare”, la guerra jurídica.
“Lucha
contra la corrupción”.
Esta guerra
contra la corrupción se equipara a la guerra librada contra las drogas
(íntimamente vinculadas a los intereses del sector público-privado de EEUU): más allá de los protocolos y
discursos políticamente correctos, apuntan a aniquilar sectores, grupos,
líderes y procesos que disputan con mayor o menor fuerza y/o éxito alternativas
al neoliberalismo (por ejemplo: que obstaculizan el flujo de combustibles y
materiales estratégicos, que amenazan el acceso a mercados y la rentabilidad de
las inversiones). Para ello, se presenta
como objetivo de mediano-largo plazo la anulación de lo político, la despolitización del Estado, evitar ante
todo su intervención en la economía,
lograr que devenga en un ente técnico subsumido a las reglas del mercado. Se promueve que sea dirigido
por tecnócratas o empresarios
capaces de vaciarlo de soberanía, apartarlo de la causa de las mayorías.
Hacerlo más eficiente para el sector privado.
Este es el
objetivo de la “lucha contra la corrupción” librada desde los medios
hegemónicos, think-tanks,
fundaciones y gobiernos como el de EEUU,
que exportan un modelo de democracia y
gobernabilidad que nada tiene que ver con la inclusión política, económica, cultural y social de mayorías
históricamente postergadas. Es la democracia de una “clase media” (imposible de ser
definida) cuya única causa sería la de “instituciones
transparentes”, “índices de violencia cero” y “cárcel para todos los corruptos,
para todos los políticos”. La democracia de
una sociedad que (aparentemente) desea
ser gobernada por empresarios y tecnócratas que no tengan “nada que ver” con la política. Así, en los discursos contra la corrupción, la “delincuencia” y “los
criminales”, se va reforzando la urdimbre de la ideología dominante,
alimentada por la “frustración”
generada por gobiernos que (aparentemente) traicionaron a sus pueblos. Unido a
este relato, resurge con fuerza el
neoliberalismo, un camino que ya hemos transitado en América Latina, que garantiza la salud de los mercados y la profundización
de la miseria, injusticia y violencia ¿y quién se atrevería a afirmar que ese
rumbo (¡ya transitado!) está exento de corrupción?.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario